Heráclito 3

Entrevista al escultor

Antonio Pujía


Eduardo Dermardirossian
eduardodermar@gmail.com

Verano de 2000. En una antigua casona del barrio porteño de Floresta, donde día a día desgrana toscos bloques de mármol para darles las formas de su inspiración e infundirles el soplo que los consagre como arte en lo sucesivo, nos recibió Antonio Pujia. Como en casa, nos ofreció té o café, y como en casa, pero rodeado de sus herramientas y de sus obras, acabadas unas e inconclusas otras, nos sentimos alojados en la bonhomía de aquel artista cuyas realizaciones -nadie lo duda- quedarán consagradas entre las más valiosas del arte escultórico argentino.

Sentados o acodados en sus mesas de trabajo, desistimos de nuestro propósito inicial de hacer un reportaje formal, porque pronto comprendimos que una charla distendida y amistosa, como su propia actitud lo sugería, sería más fructífera y enriquecedora para el lector. Y para nosotros, claro.

Heráclito: Desde siempre nos gustó la filosofía y el arte y por eso decidimos dar a luz un medio interactivo que se ocupe de esto. La publicación se hará semanalmente, por correo electrónico. Actuaremos impulsados sólo por nuestros propios anhelos. Por eso le agradecemos que haya querido participar en las entregas iniciales.

“¡Oh no..! Usted no tiene que agradecerme nada –dijo-. Es que... soy así. Un hombre como tantos. Y me da gusto recibirlo y mostrarle mis obras que son la forma que tengo de expresarme en la vida”.

Así, Pujía nos abre las puertas en pares. Se niega a autodefinirse como artista porque, explica, “no es a mí a quien corresponde atribuírme tan honroso título, sino que deberán ser otros quienes lo digan”. Y agrega: “me aterra la soberbia en los demás; imagínese si a mí me ocurriera..., me dasautorizaría imediatamente”. Explica que gusta de la simplicidad y aprecia la humildad como virtud; que le atribuye eso a su origen y a su formación familiar, pero también al medio de su aldea natal, Polía, en los apeninos calabreses, de donde migró a Argentina a la edad de ocho años. Recuerda que el desarraigo fue doloroso para él y que sus efectos se extendieron hasta la edad adulta. “Hasta que eché raíces aquí”. Por eso, dice, todo desvío de ese signo sería pernicioso para él. Por dos veces intentó volver a radicarse en Italia “pero no pude y debí regresar. Ya tenía las raíces echadas aquí”. Acotamos: “pues entonces ya se siente un argentino”, e ironizó “o un argentano”.

Preguntamos: “siendo el artista alguien que crea, que ejecuta su obra de acuerdo a un propósito estético, cuando logra el resultado querido ¿le cuesta desprenderse de su obra? Y la pregunta no está dirigida al mercader sino al artista, así, en el sentido que he expresado”. Responde: “en toda obra uno pone su sentimiento y también su pensamiento y así es como la ejecuta, por eso tiene algo de afectividad, por eso, también, uno no quisiera desprenderse de ella. Pero con los años aprendí que también estas criaturas nuestras deben echarse a rodar por el mundo para que encuentren su propio cauce y su destino. Es cierto, sin embargo, que de algunas obras no me desprendería ni por todo el oro del mundo, pero sí en cambio se la entregaría a un ser querido, como a mis hijos (se refiere a su obra de 120 cm. en mármol de Carrara, desnudo de mujer que denominó “Homenaje a Amadeo más querModigliani”) o a algún amigo. Fíjese que con el Toto (Leopoldo) Presas, que es posiblemente el ser ido por mí en toda la colonia de artistas plásticos, nos hemos dedicado mutuamente sendas obras, él en pintura, y yo en escultura. Jamás me desprendería de ella. Por otra parte, yo siento necesidad de estar rodeado de mis obras y usted puede verlo aquí mismo”. En efecto, toda esa casona devenida a taller está poblada de esculturas. Mármoles, arcillas, yesos, bronces y también hierros, son beatos fantasmas que pueblan el entorno de Pujía. “Con la madera estamos un poco peleados, no tenemos una buena relación”.

Heráclito: Creo ver en sus obras un trabajo de síntesis. Para lograr ese resultado supongo que antes es preciso haber transitado caminos previos, de análisis. Y finalmente, al hacer la síntesis en la ejecución de la obra, ¿no se corre el riesgo de extraviar valores estéticos en aras de la simplificación?

Pujía: Justamente. Se trata de preservar esos valores con la mayor economía de elementos posible. Este es un tema que me da mucho trabajo, porque me empeño sin cesar en lograr ese objetivo. Precisamente Modigliani es quien, en mi concepto, alcanza el más alto valor de síntesis, porque en sus trabajos, particularmente en sus dibujos, se sirve de muy pocos elementos y trazos para expresar todas las sutilezas del retrato y todo su talento. Modigliani sí era el dueño de la síntesis.

Heráclito: ¿Qué opinión le merece el arte en la actualidad y en nuestro medio?

Pujía: Es evidente que se están viviendo momentos se exaltación, no carentes de una buena dosis de caos. Esto me recuerda a aquellas reuniones donde todos hablan sin que nadie consiga entenderse. Ciertamente, en medio de tal desorden algo va a quedar porque el arte, trátese de la poesía o de la plástica, perdura en el tiempo. Pero también debo decir que hay algunos que, sustraídos de ese parloteo, realizan con dignidad su trabajo. Hay quienes trabajan muy seriamente. Y también los hay que pueden ser calificados como estafadores. Que los hay en el arte, como en los negocios y también en la política. Ahora se me ocurre parafrasear a Discépolo: es el siglo veinte que trae toda su exaltación de banalidades, que privilegia la información a la formación y que ha llevado a algunos a utilizar materiales descartables para la ejecución de lo que ellos llaman arte. Pero quiero ser justo. Y entonces insisto que cuando haya cesado todo ese parloteo, cuando haya sedimentado todo lo que el vértigo de éste siglo nos trajo, quedarán obras maravillosas de aquellos que silenciosamente, casi con sigilo, han ido tejiendo el arte argentino. Que, como siempre, es arte para el mundo.

Heráclito: Bien, Antonio. Hemos hablado del arte Ahora digamos algo de este tiempo y del hombre. Se lo planteo así, en términos vagos. ¿Qué reflexión haría usted a este respecto?

Pujía: En definitiva es el mismo hombre en el mismo mundo, adonde al lado de aquellos a quienes llamo estafadores y gelatinosos que se amoldan a las circunstancias para tener poder y fama y dinero, usted se encuentra con un filósofo, un científico o un artista que hacen dignamente lo que se sienten llamados a hacer. Que es el ser, ¿verdad? Uno se alarma cuando ver que hay quienes amasan fortunas incalculables al tiempo que otros, a su lado, inmersos en la pobreza y en medio de un esfuerzo sobrehumano se afanan por buscar una vacuna contra el sida o un remedio para el cáncer. Finalmente la humanidad premia a éstos últimos, pero solo finalmente; vea si no a Van Gogh que murió sin ver el reconocimiento de su extraordinario talento.

Heráclito: Y para concluir, quiero preguntarle al artista, que por ser tal ha de tener una imaginación fecunda: ¿Puede usted imaginar una sociedad en la que no exista el dinero ni cosa alguna que haga sus veces?

Pujía: Vea, me encanta su pregunta y me emociona también, porque me remonta a los años de mi infancia en mi aldea natal. Allí mis abuelos paternos y maternos eran molineros. Y molían los granos con la fuerza del agua y cambiaban su trabajo con los vecinos por gallinas o huevos o garbanzos. Era una sociedad de trueque en la que prácticamente no se veía el dinero. Allí no había automóviles ni televisión y sólo una radio que el farmacéutico nos hacía escuchar los domingos como un gran acontecimiento. Allí fui feliz y creo que lo fueron también mis ascendientes, sin conocer prácticamente el dinero. Y se vuelve incontenible el recuerdo: corríamos los niños y jugueteábamos oyendo el murmullo de los dos torrentes de agua que caían permanentemente hacia los valles, acompañados de los cantos de los pájaros durante el día y las voces de los grillos en al atardecer.

La charla cálida y amistosa se extendía hacia la noche. Habíamos excedido el objetivo de una entrevista periodística. Y nos sentimos gratificados por ello.

Especial para Heráclito.
H 6 – 07.07.2000




Lecturas escogidas

El sueño de los dioses*

Elsa Cross

La literatura de Occidente está llena de referencias al pantheon helénico; sus dioses se aparecen lo mismo en los poemas bucólicos que en textos filosóficos. Sin embargo, no puede decirse que hayan tocado a todo el que los nombra. Ni hoy ni en los tiempos antiguos. ¿Qué son esos dioses? ¿Fueron más reales los dioses antes que ahora? Sí, como objetos de culto en determinadas religiones y sociedades; pero éste es el aspecto que menos interesa. Si se trata de considerarlos como visiones o estados internos, como revelación de cierta realidad o de cierta veta de la realidad, tal vez sea diferente...

El poeta sin duda apresa en el tiempo lo permanente, como dice Heidegger, deteniéndolo en una palabra. Es en concreto lo que han hecho los mayores poetas. Pero también es cierto que algunos se salen del tiempo, incursionan en otros órdenes de realidad y tocan de muchas maneras el ámbito de los dioses.

Heidegger dice: “Cuando los dioses ponen a nuestro dasein en trance de palabra, entramos de golpe en ese imperio en donde se decide si nos daremos, dando nuestra palabra, a los dioses, o si nos negaremos o renegaremos de ellos”. Pero tal parece que el darse a ellos, no el renegar, es lo que entraña el mayor riesgo. Las irrupciones de luz o de sombra, son por igual signo de esa presencia de los dioses.

¿Habrá que agregar que son uno de los más poderosos detonadores de la creación artística? Son lo que rompe el orden no sólo de lo cotidiano, sino de lo existente, con la amenaza –o promesa- siempre viable de la desintegración de ese orden.

El artista y el poeta en lo particular que “reniega” de los dioses, es como el cazador mítico que trata de extender el terreno de su cacería mágica a confines cada vez más distantes, como una forma de conjurar el caos, de alejar sus límites. El poeta que se da a esos dioses, se hunde en el caos mismo...

¿Qué es ese caos? Tal vez la confrontación súbita de dos órdenes de realidad: el de lo permanente y el de lo transitorio, el de lo divino y el de lo humano, sin disponer de los elementos para integrarlos, o para acceder a ese desconocido orden divino sin violencia, sin el desgarramiento consecutivo de dos impulsos que tiran en direcciones opuestas, y que en otro ángulo representarían la esencia de lo trágico...

* Fragmento del ensayo publicado en pp.39 y ss. de “La Gaceta”, del Fondo de Cultura Económica, México, agosto de 1997, nueva época N° 320
H 10 – 04.08.2000



En el año del jubileo y del reposo de la tierra

Levítico 25

1 Jehová habló a Moisés en el monte de Sinaí, diciendo:

2 Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando hayaís entrado en la tierra que yo os doy, la tierra guardará reposo para Jehová.

3 Seis años sembrarás tu tierra y seis años podarás tu viña y recogerás sus frutos.

4 Pero el séptimo año la tierra tendrá descanso, reposo para Jehová; no senbrarás tu tierra ni podarás tu viña.

5 Lo que de suyo naciere de tu tierra segada, no lo segarás, y las uvas de tu viñedo no vendimiarás; año de reposo será para la tierra.

6 Mas el descanso de la tierra de dará para comer a ti, a tu siervo, a tu sierva, a tu criado y a tu extranjero que morare contigo;

7 y a tu animal y a la bestia que hubiere en tu tierra, será todo el fruto de ella para comer.

8 Y contarás siete semanas de años, siete veces siete años, de modo que los días de las siete semanas de años vendrán a serte cuarenta y nueve años.

9 Entonces harás tocar fuertemente la trompeta en el mes séptimo de los diez días del mes; y el día de la expiación haréis tocar la trompeta por toda vuestra tierra.

10 Y santificaréis el año cincuenta, y pregonaréis libertad en la tierra a todos sus moradores; ese año os será de jubileo, y volveréis cada uno a vuestra posesión, y cada cual volverá a su familia.

11 El año cincuenta os será jubileo; no sembraréis, ni segaréis lo que naciere
de suyo de la tierra, ni vendimiaréis sus viñedos,


12 Porque es jubileo; santo será a vosotros; el producto de la tierra comeréis.

13 En este año de jubileo volveréis cada uno a vuestra posesión.

14 Y cuando vendiereis algo a vuestro prójimo, o comprares de mano de vuestro prójimo, no engañe ninguno a su hermano.

15 Conforme al número de los años después del jubileo comprarás de tu prójimo; conforme al número de los años de los frutos te venderá él a ti.

16 Cuanto mayor fuere el número de los años, aumentarás el precio, y cuanto menor fuere el número, disminuirás el precio; porque según el número de las cosechas te venderá él.

17 Y no engañe ninguno a su prójimo, sino temed a vuestro Dios; porque yo soy Jehová vuestro Dios.

18 Ejecutad, pues, mis estatutos y guardad mis ordenanzas y ponedlos por obra, y habitaréis en la tierra seguros;

19 y la tierra dará su fruto, y comeréis hasta saciaros, y habitaréis en ella con seguridad.

20 Y si dijereis: ¿Qué comeremos el séptimo año? He aquí no hemos de sembrar, ni hemos de recoger nuestros frutos;

21 entonces yo os enviaré mi bendición el séptimo año, y hará fruto por tres años.

22 Y sembraréis el año octavo y comeréis del fruto añejo, hasta el año noveno, hasta que venga su fruto, comeréis del añejo.

23 La tierra no se venderá a perpetuidad, porque la tierra mía es; pues vosotros forasteros y extranjeros sois para conmigo.

S. Lucas 20

9 Comenzó luego a decir al pueblo una parábola: Un hombre plantó una viña, la arrendó a labradores, y se ausentó por mucho tiempo.


10 Y a su tiempo envió a un siervo a los labradores, para que le diesen del fruto de la viña; pero los labradores le golpearon, y le enviaron con las manos vacías.

11 Volvió a enviar otro siervo; mas ellos a éste también, golpeado y afrentado, le enviaron con las manos vacías.

12 Volvió a enviar un tercer siervo; mas ellos también a éste echaron afuera, herido.

13 Entonces el señor de la viña dijo: ¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; quizás cuando le vean a él, le tendrán respeto.

14 Mas los labradores, al verle, discutían entre sí, diciendo: Este es el heredero; venid, matémosle, para que la heredad sea nuestra.

15 Y le echaron fuera de la viña, y le mataron. ¿Qué, pues, les hará el señor de la viña?

16 Vendrá y destruirá a estos labradores, y dará su viña a otros. Cuando ellos oyeron ésto, dijeron: ¡Dios nos libre!

17 Pero él, mirándolos, dijo: ¿Qué, pues, es lo que está escrito: La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo?

18 Todo el que cayere sobre aquella piedra, será quebrantado; mas sobre quien ella cayere, le desmenuzará.

H 9 – 29.07.2000



Selección de tres

De los cien poemas místicos de Kabir

Originariamente escritos en idiomas sánscrito y bengalí, fueron traducidos al inglés por Rabindranath Tagore y de ahí al español por Joaquín V. González. Aquella traducción se hizo en Samay Huasi, que en el idioma de los incas del Antiguo Perú quiere decir Casa del Reposo. La versión a lengua española hízola González en Famatina, provincia de La Rioja, Argentina, habiendo culminado en 1915.

LXXIX

1 Yo no soy ni piadoso ni ateo,
2 No vivo ni por ley ni por el sentimiento.
3 No soy ni el que habla ni el que escucha,
4 No soy ni el siervo ni el patrón,
5 No estoy ni atado ni desatado,
6 no estoy ni limitado ni libre,
7 No estoy lejos de ninguno; no estoy cerca de ninguno.
8 No iré al infierno ni al cielo.
9 Yo realizo todas las labores; entretanto, estoy separado de toda obra.
10 Pocos comprenden mi sentido: aquel que puede comprenderlo, ese permanece inmutable.
11 Kabir no se propone ni establecer ni destruir.

LXXXI

1 En el principio fue Él solo, suficiente ante sí mismo: el ser informe, el incoloro, el incondicional.
2 Entonces no había allí ni principio, ni medio, ni fin;
3 Entonces no había ojos, ni oscuridad, ni luz;
4 Entonces no había suelo, ni aire, ni firmamento; ni fuego, ni agua, ni tierra, ni ríos como el Ganges y el Jumna, ni mares, ni océanos, ni olas.
5 Entonces no había ni vicio ni virtud; las escrituras no existían como los vedas y los Puranas ni como el Koran*.
6 Kabir recapacita en su mente, y dice: “Entonces no había actividad: el Ser Supremo permanecía sumergido en las ignotas profundidades de su propio Yo”**.

LXXXIII

1 El arpa exhala música rumorosa; y la danza se despliega sin manos y sin pies.
2 Ella es ejecutada sin dedos; es escuchada sin oídos, porque Él es el oído, y Él el que escucha.
3 La puerta está sellada pero adentro está la fragancia; y allí el coloquio no es visto por nadie.
4 Sólo el sabio lo comprenderá.

Parece ser que la 2° edición de los "Cien poemas de Kabir", aparecida en Bs. As. 1923, estuvo a cargo de Librería “La Facultad”. En su proemio al libro ese editor hacía la siguiente advertencia: “Oíd esa voz. Doctrina de amor, lección de belleza, evangelio cívico, serena y melancólica sabiduría de un espíritu que asciende a la armonía suprema, las páginas postreras del maestro contienen la esencia incontaminable de un alma liberada. Nutrió su lámpara durante largos años con el aceite simbólico de que habla Tagore en Sadhana, y del sacrificio voluntario de aquel óleo se alimenta esta llama límpida y cordial. ¡Ojalá llegue su claridad salvadora a todos los argentinos! ¡Ojalá retrocedan las sombras del odio ante el avance del amor”.

* Es de notar que habiendo escrito Kabir en los comienzos del siglo XVI, no hubiese mencionado las Escrituras o la Biblia de los judíos o de los cristianos, no obstante la visible semejanza de muchos de sus pasajes (N. del E.)
** He aquí una inesperada respuesta a la célebre y perpetua pregunta dirigida a la Teología Católica: ¿qué hacía Dios, siendo infinito, antes del momento de decidir la creación del Mundo? (N. del E.)


H 9 – 29.07.2000



Dice Nerval en

El Cristo de los olivos

Busqué el ojo de Dios y vi sólo una órbita
Vasta, negra, sin fondo, desde donde su noche
Irradia sobre el mundo y se espesa sin fin.

Un extraño arco iris sombrío cerca del pozo.
Umbral del caos antiguo cuya nada es la sombra,
La espiral devorante de los Mundos y Días.

H 10 – 04.08.2000



Un cuento hindú*

Unidad
Llamó el discípulo a la puerta del maestro y una voz desde adentro preguntó: “¿Quién es?”. Contestó el aspirante: “Soy yo”. Y la voz: “Vete y medita, medita sin descanso y regresa”.

Durante mucho tiempo el discípulo se aplicó a la meditación en la espesura del monte, y al cabo regresó para golpear nuevamente la puerta del maestro: “¿Quién es?”. Y el discípulo: “Soy tú”.

Entonces el maestro abrió la puerta, abrazó al aspirante y lo recibió diciéndole: “Entra, entra, querido mío, no había sitio en esta casa para dos yoes”.

* Extraído de “Cuentos Hindúes”, de Ramiro Calle, Ed. Sirio, Barcelona 1998, pág. 140. Al pie, el recopilador observa: “Camina con seguridad por la senda del autoconocimiento el que comienza a percibir la unidad más allá de la aparente y engañosa multiplicidad”. A nuestro parecer, el cuento toma la cuestión del yo en su connotación mística, cancelando toda lucubración psicologista (N. del E.).

H 8 – 21.07.2000