Heráclito 51 Jacinto Azul

Un cuento sufí

El rey, el espejo y el llanto

Versión y nota de Eduardo Dermardirossian

Nasreddín obsequió a su rey con un lustroso espejo de platino. Miróse el monarca en él y al verse tan feo prorrumpió en un llanto. Nasreddín -que se hallaba a su lado- lloró asimismo con desconsuelo.


Cuando el rey dejó de llorar, advirtió que el Maestro seguía derramando lágrimas y evidenciando una gran congoja. Fue entonces que el rey lo confortó diciéndole que estaba emocionado al comprobar cuánto le amaba, por cuanto le acompañaba en su pena mas allá de su propio dolor. Y le pidió que dejara de sufrir.

Entonces Nasreddín exclamó: "Oh mi Señor, tú te viste por un instante en el espejo y lloraste por un instante. Siendo que yo te veo durante todo el día, ¿no es justo que llore un poco más?".

El hombre ordinario ignora cuán grande es la pesadumbre que causa su torpeza al hombre sabio. Tal que, de saberlo, con frecuencia guardaría silencio o se cuidaría de actuar. Pero no le fue dado saberlo, por lo que seguirá siendo ordinario y torpe, cualquiera sea su linaje o rango. Me parece que es éste uno de los cuentos más lineales de los muchos que le son atribuídos al Maestro sufí, siendo la fealdad del rostro el reflejo del alma, y el espejo la medida de la estimación del prójimo.

Suplemento de H 141 – Feb. 2003



La luna viene con nosotros, grande, redonda, pura. En los prados soñolientos se ven, vagamente, no sé qué cabras negras, entre las zarzamoras… Alguien se esconde, tácito, a nuestro pasar… Sobre el vallado, un almendro inmenso, níveo de flor y de luna, revuelta la copa como una nube blanca, cobija el camino asaeteao de estrellas de marzo… Un olor penetrante a naranjas… Humedad y silencio…La cañada de las Brujas…

-Platero, qué… frío!

Platero, no sé si con su miedo o con el mío, trota, entra en el arroyo, pisa la luna y la hace pedazos. Es como si un enjambre de claras rosas de cristal se enredara, queriendo retenerlo, a su trote…

-Y trota, Platero, cuesta arriba, encogida la grupa cual si alguien le fuese a alcanzar, sintiendo ya la tibieza suave, que parece que nunca llega, del pueblo que se acerca…


Fragmento de Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez

“Entra en el arroyo, pisa la luna y la hace pedazos…”

Ma. Christina Migone Benfield*
Especial para Heráclito.


Un sinfín de metáforas, personificaciones y alegorías como ésta pueblan el poema Platero y Yo, elegía arábigo-andaluza como toda la poesía de Juan Ramón Jiménez, que según sus propias palabras, tan importante ha sido en la evolución de la poesía española, desde la Edad Media y a través del Renacimiento y el Neoclasicismo y cuya pureza tanto defendiera de los poetas castellanos (Unamuno, Antonio Machado, Azorín).


JRJ es un poeta a quien los niños eligen como uno de los suyos y aunque él no ha elegido a los niños, cuando se da cuenta que su poema en prosa llegará hasta ellos no le quita ni le agrega una coma, decidido a no explicarles nada.

Decidido a no subestimarles, ese pecado que suelen cometer tantos otros poetas para niños. Que los niños se contagien para siempre de su ternura, de su euforia, de su dolor; que sientan el frío de los atardeceres de Moguer, que vean el pinar teñido de rosa y de sangre, que las rosas se les multipliquen en las manos. Sin agregar ni quitar comas, JRJ conquistó el reino de la poesía para siempre.

Este poema en prosa desencantado de los fantasmas del modernismo, encuentra en lo inmediato, en lo que alcanzan los sentidos, en la humildad y hasta en la sabia pobreza que acompaña al hombre de la aldea perdida –el niño tonto, Aguedilla la loca que le mandaba moras y claveles, Darbón, médico de Platero-, ese grano de poesía o de naturaleza fermentada de humanidad que habría de sazonar el siglo XX.

JRJ (y J. de Ibarbourou) confirmó para siempre mi amor por la magia de las palabras cuando cursábamos séptimo grado y Platero y yo poblaba de imágenes andaluzas la tarde de los viernes. En oraciones propias reproducíamos aquellas palabras nuevas cuyo significado buscábamos en el diccionario con respetuosa curiosidad, mientras la lluvia del invierno se descolgaba con furia sobre el patio y bajo el tinte amarillo de unas escasas luces eléctricas disfrutábamos de la tibieza del aula evocando los crepúsculos estivales que tan bien describía Juan Ramón, el poeta de las “jotas”.

Para los niños, pues, y para los que aún tienen el alma blanca, escribió JRJ este libro pequeño, eterno e indómito; éste que da coces contra la razón y da suaves topetazos al pecho, donde anida el sentimiento.

* Corresponsal de Heráclito en Inglaterra
Suplemento de H 141 – Feb. 2003


Cuentos desde La Habana

Pasos en la escalera

Marié Rojas Tamayo


Ya se despertó de la siesta. A la misma hora de siempre, lo anuncian sus pasos de elefante agotado por la escalera, las viejas chancletas con su pam, pam, pam... en ritmo ascendente, que se ralentiza en la medida en que, sin resuello, va llegando a los escalones superiores. Ahora está cerrando los postigos de las ventanas del pasillo, verificando que queden bien puestos los cerrojos de la puerta que da al balcón, con esa manía antirrobos que le quita toda brizna de aire a la casa.

Viene hacia la oficina; mis tardes son pacíficas hasta que suenan las cinco campanadas, entonces el sonido de las pantuflas me avisa, escaleras arriba y luego a lo largo del pasillo, que se acabó mi tranquilidad. Ahí está, respirando tras la puerta, sin decidirse a abrir -sé que lo hará, siempre lo hace, no hay modo de que respete mi privacidad-, el pomo de la puerta gira y siento de nuevo los pasos cansinos.

Pobre anciano, ¿cómo hacerle comprender que hace años está muerto? Si en vida era medio sordo, ahora no parece escuchar nada. Falleció mientras dormía la siesta y ha quedado atrapado en medio de la consciencia del estar y el no estar al ser sorprendido en los umbrales del sueño. Sólo trata de aferrarse a sus costumbres, pero...

Se supone que los fantasmas deberíamos ser menos ruidosos.

© 2003 Especial para Heráclito.
Suplemento de H 141 – Feb. 2003


Cuentos desde La Habana

El relicario del Diablo

Guillermo Badía Hernández *
Especial para Heráclito

Era uno de los recintos de las mazmorras del Alcázar alrededor del cual giraba la leyenda. El Alcázar de Segovia, como cualquiera puede comprobar, es un gigantesco edificio que se levanta en las inmediaciones de un tupido valle, situado estratégicamente en la confluencia de los ríos Eresma y Clamores; fue construido en el siglo XIII. En los tiempos que nos ocupan (durante el reinado de Carlos I de España, que a su vez era Carlos V de Alemania) se había desatado la llamada guerra de las comunidades, encabezada por los nobles de Segovia contra el poder imperial.

Volviendo a nuestro relato, decíamos que tuvo lugar en una de las lúgubres mazmorras. Pues bien, se cuenta que, aquella tarde, una terrible lluvia se cernía sobre la ciudad. La habitación que desde algunos días atrás servía de laboratorio al doctor Ordóñez estaba sumida en el más grande desorden. Se podían ver alambiques por el suelo, gruesos volúmenes de alquimia y ocultismo manchados por líquidos violáceos, una mesa de madera repleta de pergaminos, plumas y tinta, candelabros que alumbraban con una tenue luz amarilla...

En el centro del recinto, recostado en una butaca, estaba Don Fáculo Ordóñez, un hombre enjuto y descuidado, su negro cabello le caía sobre el rostro, pues no acostumbraba a peinarse. Había sido novicio en el monasterio El Parral, por deseos de su padre, caballero real. Pero no tardó, después de morir su progenitor, en abandonar los hábitos para entregarse a la Alquimia. Gracias a que se volvió protegido del Rey, se hallaba a salvo de la suprema Inquisición, mas por esos días el poder del mismo no era respetado en Segovia y Fáculo temía por su vida.

Se encontraba inmerso en estas reflexiones cuando un gato negro gigantesco entró ronroneando en la celda laboratorio (esto quizá fue verdad o quizás una simple visión). Un relámpago estremeció los muros del Alcázar.

-¿Qué criatura infernal eres tú que provocas furia en el Cielo?- preguntó ya en pie y provisto de un puñal que siempre llevaba encima. En cuanto había advertido la presencia del animal en el lugar, habíase incorporado desenvainando la daga, pues no era normal que una alimaña de esa clase merodeara por esos parajes a esas horas.

El gato volvió a ronronear mostrando su lengua lasciva.

-Ah... te niegas a responder... vil catus, que de tu nombre incluso surgió una secta, aquella de los cátaros. Pero no lograrás engañarme, sé yo muy bien cómo desenmascararte: primero recitaré la fórmula de los cuatro y verás como tu espíritu maligno, tendrás que aparecer: Que se abrace la salamandra / retuérzace la ondina / desvanézcase el silfo / afánese el gnomo. !No sucede nada!

-Miauuuu- dijo el gato esbozando una fría sonrisa.

-¿De que te ríes maldito?.... No, no te vayas, espera...- gritó el Doctor Ordóñez mientras el gato se iba, a tiempo para correr tras él.

Atravesaron obscuros corredores y hermosas galerías hasta que al fin llegaron a un sitio completamente desconocido por Fáculo.

Era un gabinete de estilo gótico ojival con dibujos de signos representantes de las casas zodiacales, los mismos que utilizaban los nigromantes en sus tratados de magia. El gato se postró junto a un muro, donde podía distinguirse Géminis. El doctor Fáculo había olvidado su deseo de agarrar al animal. Se detuvo frente el muro, donde el felino ahora maullaba al percatarse del agujero del lado izquierdo de la pared. Introdujo suavemente su mano en la grieta y acomodó sus dedos a la forma de la bendición, que a los brujos le sirve para echar maldiciones, pues recuerda la silueta del macho cabrío. No supo bien por qué hacía eso y tampoco lo quiso saber, ya que le parecía que se lo había dicho el gato, que lo miraba con los ojos clavados en él. Al doctor le dio un escalofrío y sólo después se vino a dar cuenta de que la pared de mampostería cedía, observando una gruta oculta tras ésta.

El hombre penetró y comenzó a avanzar por un sendero que no parecía tener fin. Había descubierto un pasaje subterráneo, hasta entonces desconocido. El gato andaba junto a él. A medida que se internaban en las sombras, más le daba la impresión al Alquimista de perder los sentidos humanos. Cada vez se volvía más animal. Cruzaba, casi sin saberlo, la fina línea que nos separa de las bestias. Se encorvaba hasta llegar a caminar con las manos y los pies, pero qué digo, si sus manos ya no lo eran, se habían metamorfoseado en patas. Su cabeza se cubrió de pelos y también el resto del cuerpo, una enorme cola le surgió del trasero. El gato tenía clavadas sus pupilas en él.

Fue entonces cuando sin explicación alguna se vieron ambos fuera de la gruta, llegados a un claro del bosque. El hombre ya no era hombre, sino... lobo. Miró al árbol más alto y vio a Judas Iscariote colgado de una rama... Eran ...eran los mismos ojos del gato. Pero ya no razonaba y no reconoció el cadáver, sólo se sintió atraído por aquello, porque como todas las otras bestias nocturnas, los lobos pertenecen al demonio aun si eran en vida anterior un humano.

-Él es el amo, tú el servidor- declaró el felino en la lengua animal.

El lobo asintió.

Jamás se supo nada de Fáculo en Segovia... Los viejos dijeron que Mefistófeles tienta al hombre y cuando este cede, ya no es hombre, es bestia.

* Este cuento nos fue enviado junto al siguiente mensaje: “Mi nombre es Guillermo Badía Hernández, nací en La Habana, Cuba, el 8 de Septiembre de 1989. En estos momentos tengo 13 años. Desde pequeño me gusta la lectura y pronto me di cuenta que me gustaba crear mis propias historias. Siempre que puedo compro libros, realmente es mi entretenimiento favorito. Mis autores preferidos son Humberto Eco, Bram Stoker, H.P. Lovecraft, Poe, Goethe y Paulo Coelho. Entre mis libros preferidos están: El Nombre de la Rosa, Drácula, El Horror de Danwich, El Alquimista, Los Crímenes de la calle Morgue, Fausto y otros. Además de escribir, me gusta investigar acerca de la vida, cultura y costumbres del hombre del medioevo, también sobre historias de brujerías y esoterismo a través de la historia.”

Suplemento de H 141 – Feb. 2003


Del hablar

Gibran Khalil Gibran, El Profeta, Kier, 4° ed., Buenos Aires 1978, págs. 91/92. Traducción de Jose E. Guráieb.

Un erudito le dijo:

—Háblanos, Maestro, de nuestro parlamento.

Y le contestó diciendo:

—Vosotros habláis cuando se cierran contra vuestros pensamientos las puertas de la paz. Y cuando no podéis vivir la soledad de vuestros corazones, es cuando os habláis flotando a flor de vuestros labios, embobados por la vibración de la voz. La voz os sirve de pasatiempo.

En vuestra locuacidad se suicida dolorosa y tristemente vuestro pensamiento, porque éste es una de las tantas aves que surca el espacio y tiende sus alas dentro de la jaula de las palabras, pero que no puede remontar su vuelo en ese espacio.

Hay entre vosotros hombres que acuden al parlanchín, aburridos de la soledad y del aislamiento, porque la quietud del retiro exhibe ante sus ojos la clara figura de su desnudez, figura que les hace temblar y huir.

Hay otros entre vosotros que hablan, pero con toda ignorancia, y, sin propósito deliberado, manifiestan una verdad que ellos mismos no entienden*.

Mas otros hay entre vosotros que llevan la verdad y la razón dentro de sus corazones, pero que rehúyen revestirlas con el ropaje de las palabras. En el regazo de estos últimos descansa el Espíritu con paz y calma.

Si ves a tu amigo a la vera del camino, o si te reúnes con él en la plaza pública o en la feria, deja que el Espíritu que hay en ti mueva tus labios y tu lengua. Suelta la voz que está en lo más hondo de tu voz y así ella parlamentará al oído de su oído, y su alma conservará los secretos de tu corazón, a igual que su boca que conservará el perfume de la ambrosía, por más que no recuerde su color o que se haya roto el vaso que la contenía.

* Aquí el traductor dice “no la entienden”. Nos hemos tomado la licencia de introducir el cambio (N de la R).
Suplemento de H 141 – Feb. 2003

Heráclito 50 Café Filosófico

Café Filosófico

Cuba y su Revolución

Frecuentemente la filosofía se muestra como el centro de un territorio extenso en cuyos confines (si los hay) se expresan las más diversas áreas del saber y del hacer humanos. No exactamente en su núcleo, pero cerca de él, se hallan la teoría y la práctica política, y con ellas, los asuntos inherentes al gobierno de los hombres. De ahí que en esta quinta mesa del Café Filosófico Heráclito presentemos unas reflexiones del Ministro de Cultura de Cuba.

Ciertamente, el entrevistador coincide con el pensamiento del ministro, o, cuando menos, se confiesa partícipe de la misma causa, por lo que el diálogo en sí no constituye un debate. Pero las reflexiones del funcionario pueden suscitar un saludable intercambio con nuestros lectores; pueden también servir para examinar las cosas de la América Latina desde la perspectiva de la dialéctica marxiana –tal es su caso- o del pensamiento liberal en sus diferentes manifestaciones.

Si como se dijo alguna vez discutir es rendir homenaje a la razón, si el lector puede deponer las pasiones inconducentes y los dogmatismos cegadores para examinar las cosas a la luz de los hechos y de las contingencias de este tiempo, entonces queda invitado a decir su opinión. Es deseable que los textos –coincidiendo o disintiendo con las expresiones de Abel Prieto- no excedan de 1000 vocablos. Pero no descartamos la posibilidad de publicarlos si una extensión mayor es necesaria para el examen sereno de los asuntos que se ventilan.

Esta dirección moderará el debate.

El director


CFH – 5° mesa, julio 2003



Café Filosófico

El asedio imperialista, la pena de muerte, la izquierda, los intelectuales, la cultura...

He aquí algunas de las preguntas que responde el ministro Abel Prieto Jiménez:

Atraer en estos momentos las miradas sobre Cuba, víctima de un plan agresivo en todo similar al de Irak, ¿era un mal menor completamente necesario? (el interrogador se refiere a la condena a muerte de tres secuestradores y las penas de prisión impuestas en el mes de abril a personas acusadas de operar a las órdenes o en favor de la Oficina de Negocios de EE.UU. en Cuba) ¿En qué medida cree usted que va a debilitar el apoyo a Cuba en una de las coyunturas objetivamente más difíciles de los últimos 44 años? Creo que [...] muchos estamos dispuestos a oponernos a la pena de muerte por principio y apoyar a Cuba por realismo, pero ¿cuántos datos hace falta en este caso tener en cuenta, hasta dónde debemos saber, qué tenemos que conocer para poder explicar la necesidad de estas medidas? ¿Por qué Cuba no puede abolir la pena de muerte de su código penal?

¿Hay en Cuba tanto derecho y tanta libertad como puede permitirse una nación bloqueada, amenazada y permanentemente desestabilizada desde el exterior? ¿Cuál es a su juicio la importancia del legado de Marx? ¿En qué medida cree que [la obra de Marx] sigue guiando el rumbo de la Revolución cubana? ¿Cuáles son los "derechos de autor" reconocidos en Cuba? ¿Cree que es el cubano un modelo satisfactorio para todas las partes en el que productores y usuarios pueden disponer libremente los unos de los otros?

¿Cree usted que la Revolución está hoy más amenazada que nunca? ¿Qué forma adoptarán, a su juicio, los próximos ataques contra Cuba decididos por la ultra-reaccionaria administración Bush y el poderoso lobby de Miami que tanta influencia tiene sobre ella? ¿En qué cree usted que deben ponerse de acuerdo todos los militantes e intelectuales del mundo para ayudar a Cuba a resistir, a seguir resistiendo?

CFH – 5° mesa, julio 2003



Café Filosófico

Para Rebelión

Entrevista a Abel Prieto Jiménez, ex ministro de cultura de Cuba

¿Qué significa hoy ser de izquierda?

Rebelión: Empecemos por el asunto más espinoso. El pasado mes de abril, la condena a muerte de tres secuestradores y las elevadas penas de cárcel impuestas a "disidentes" acusados de operar a las órdenes o en favor de la Oficina de Negocios de EE.UU. en Cuba, fue utilizada -como era de esperar- para justificar o aumentar las presiones imperialistas sobre la Isla. Pero provocó al mismo tiempo una auténtica tempestad en el seno de la izquierda mundial. Saramago, Sergio Ramírez, Galeano -en distintos tonos y grados- retiraron públicamente su apoyo al gobierno cubano; Susan Sontag y García Márquez se intercambiaron declaraciones opuestas; Noam Chomsky o Howard Zinn, entre otros intelectuales que protestaron también por el acoso estadounidense contra Cuba, firmaron un comunicado condenando las medidas de los tribunales cubanos. Incluso Dieterich escribió un artículo, muy irritado con aquellos de sus colegas que reculaban en su apoyo a la Revolución, en el que -sin embargo- se ponía de alguna forma en duda que en Cuba hubiese una verdadera democracia "participativa". Los lectores de Rebelión han podido leer casi un centenar de textos en el marco de una a veces muy enconada polémica; han podido leer también las explicaciones del compañero Fidel Castro. Pero, por desgracia, no es éste un asunto todavía zanjado. Aparte las consideraciones jurídicas o morales, ¿había valorado de antemano el gobierno cubano las consecuencias de esta división en las filas de una izquierda anti-imperialista más unida que nunca frente al proyecto hegemonista de EE.UU.? Atraer en estos momentos las miradas sobre Cuba, víctima de un plan agresivo en todo similar al de Irak, ¿era un mal menor completamente necesario? ¿Habría algún ángulo desde el que poder considerar esta polémica incluso ventajosa o positiva? En todo caso, ¿en qué medida cree usted que va a debilitar el apoyo a Cuba en una de las coyunturas objetivamente más difíciles de los últimos 44 años?

Abel Prieto: Creo que es muy importante no hacer generalizaciones a la hora de evaluar la discusión que se generó en los medios de izquierda sobre Cuba. Hay muchos matices que hay que reconocer; y tampoco debemos precipitarnos. Con un poco de tiempo, los que desde posiciones honestas no entendieron las medidas tomadas por Cuba, van a ver más claramente las cosas y muchos (estoy seguro) rectificarán, en silencio o públicamente. Va a ser cada vez más evidente para la gente honrada, sea de izquierda o no, tenga el signo político que tenga, que este pequeño país pasa por la coyuntura más peligrosa de su historia y se ha visto obligado a defenderse, con medidas duras pero estrictamente legales, ante la amenaza real de una agresión de la mayor potencia imperialista de todos los tiempos, con un poder destructivo monstruoso y totalmente desbocada en su pretensión neofascista de dominar el mundo. El precio en términos de opinión pública, era, obviamente, mucho menor al que hubiéramos tenido que pagar si los planes del eje Miami-Washington (un auténtico "eje del mal") se cumplían. Hay que tener en cuenta, además, que esta "tempestad" dentro de la izquierda fue impulsada con toda intención por la derecha y por todos los medios a su servicio: en el caso de España, fueron obvios los propósitos electorales internos, queriendo debilitar moralmente a los que se habían movilizado contra la guerra y contra el triste papel del gobierno español. A mucha gente la acosaron y llegaron a colocarla en un supuesto dilema ético, totalmente absurdo: si eres tan activo contra la guerra, ¿cómo no te pronuncias contra el gobierno cubano? Y, de pronto, fue necesario pronunciarse a toda velocidad contra Cuba para seguir teniendo algo así como "legitimidad" en el debate. Un amigo de México nos decía que todo esto le recordaba aquel chiste en que la maestra exige a Jaimito que conteste muy rápido, muy-muy rápido, cuánto suman dos y dos, y él responde de inmediato que cinco. La maestra se asombra por un error tan grueso y lo rectifica. Y entonces concluye Jaimito: "Usted me pidió rapidez, no precisión".

La campaña de propaganda anticubana funcionó, además, como un mecanismo de relojería: se dedicó a repetir un mensaje central (Cuba asociada a la violación de los "derechos humanos", a la represión de "opositores pacíficos", a la aborrecible pena de muerte; Cuba, sola, aislada, abandonada por sus amigos de siempre, por la gente de izquierda, etcétera) y, a partir de ahí, todo lo que reforzara ese mensaje central era magnificado y difundido hasta el delirio; por el contrario, todo lo que significara alguna discordancia con respecto al mismo, era disminuido, atenuado o simplemente silenciado. Si un intelectual con una tradición de izquierda hacía algún tipo de comentario crítico contra Cuba, sus palabras le daban la vuelta al planeta en titulares y encontraban espacio incluso en la prensa más reaccionaria, allí donde jamás lo habían tenido en cuenta. En caso contrario, si se alzaba una voz a favor de Cuba, no encontraba eco en los medios. Figuras como Rigoberta Menchú, Mario Benedetti, Oscar Niemeyer, Augusto Roa Bastos y Ernesto Cardenal, entre otras, se pronunciaron en el momento más álgido de la campaña a favor de Cuba, y sus declaraciones fueron desvergonzadamente censuradas o, en el mejor de los casos, reflejadas de modo muy parcial y pálido. Sólo en periódicos como La Jornada y en algunos medios digitales alternativos como Rebelión hubo sitio para opiniones discrepantes. Susan Sontag alcanzó la cumbre de su popularidad cuando emplazó a García Márquez para que hablara acerca de Cuba, para que se definiera. Jamás se le había dado cabida en los medios a ataques tan groseros como los que se hicieron contra el gran novelista colombiano ante su declaración de principios, que fue, por otra parte, tan útil para develar la esencia manipuladora de la campaña. Insultos, censura, silencio, ese era el precio inmediato de quienes apoyaban a nuestro pequeño país asediado por el Imperio; aplausos y luces, muchas luces y hasta algún premio demasiado oportuno, para quienes se unían a la campaña. La forma sesgada, tímida, en que la prensa reflejó (cuando lo hizo) el impactante "Llamamiento a la conciencia del mundo", promovido por un grupo de prestigiosos intelectuales mexicanos, que fue respaldado por cuatro Premios Nóbel y por nombres imprescindibles de la intelectualidad latinoamericana y mundial y recibió en unos pocos días la adhesión de decenas y luego de cientos de firmas conocidas (que hoy suman más de cuatro mil), es un ejemplo de la desfachatez de los medios de difusión en su falta de apego a la verdad y su desconocimiento de toda forma de pluralidad. Claro, este documento constituye un mentís inequívoco a una de las tesis del mensaje central de la campaña: el presunto aislamiento de Cuba. Esta maquinaria propagandística no sólo ocultó y manipuló nuestros argumentos; no sólo tergiversó los hechos: también dijo y repitió sin pudor mentiras flagrantes, como que Cuba había usado la pena capital contra "disidentes" o contra ciudadanos "que querían huir del país", sin dar cabida a ningún desmentido en nombre de la verdad, que es, evidentemente, algo que cada día importa menos.

¿Dejó esta polémica algo de ventajoso o positivo? Creo que en cierto modo sí: primero, el entramado de la campaña anticubana ha quedado totalmente desnudo en el debate, en todo su esplendor, para aquel que lo quiera ver; segundo, han salido a flote nuevos argumentos, muy sólidos, en defensa de Cuba y de su significado para la izquierda mundial; tercero, la polémica ha enriquecido muchísimo las reflexiones, tan necesarias hoy, sobre el papel de los intelectuales ante la crecida neofascista; cuarto, a pesar de la censura mediática, hemos descubierto nuevas voces, nuevos amigos muy lúcidos, y ha crecido la solidaridad de los que no se dejan engañar por las campañas. Ahí está, como botón de muestra, ese acto increíble, mágico, en Buenos Aires, el pasado 26 de mayo, en una noche muy fría, donde decenas de miles de argentinos escucharon a Fidel durante más de dos horas. En América Latina, al menos, las mentiras sobre Cuba sólo hacen daño en determinados medios y circuitos: las masas populares no se dejan engañar.

Hay que recordar, por otra parte, lo que esas masas saben, por intuición o instinto: los cubanos no estamos defendiendo una abstracción ni una teoría ni un animalito de laboratorio. Aquí han trabajado varias generaciones para levantar una obra de justicia y democracia que en este mundo envilecido es, realmente, una de las pocas causas dignas de ser defendidas por alguien que se sienta de izquierda. Y está, por otro lado, esa pregunta que habría que hacerse en algún momento: ¿qué significa hoy ser de izquierda? Una respuesta podría ser: aquella persona que conserve su sentido crítico frente a la maquinaria de manipulación de las conciencias, piense que "otro mundo es posible" y de algún modo luche por eso. En tal caso, esa persona aferrada a la utopía en medio del páramo debería acercarse y echar un vistazo respetuoso al "otro mundo" imperfecto, sí, pero definitivamente "otro", que hemos construido en Cuba, que nació de nuestra propia historia y no es un "modelo-para-exportar" ni pretende serlo. Aparte de eso, creo que una persona de izquierda debería ser capaz de intuir que lo que está en juego ahora, más que el destino de Cuba y los cubanos, es el de toda la humanidad. Tiene que ser una prioridad de toda izquierda digna de ese nombre contribuir a la creación de un frente antifascista mundial.

Rebelión: Chomsky ha afirmado muchas veces que Cuba "ha sido víctima de más terrorismo y durante más años que cualquier otro país del mundo". Los que apoyamos la Revolución, sabemos del bloqueo económico, el sabotaje permanente, las crisis migratorias inducidas, los atentados frustrados o consumados, las conspiraciones dentro y fuera de la Isla, la propaganda asfixiante; sabemos de todos los instrumentos -en fin- de los que se sirve la única superpotencia del planeta, a 90 millas de sus costas, para devolver a Cuba al redil de las naciones subdesarrolladas, dependientes y saqueadas del planeta. Pero déjeme que haga un poco de abogado del diablo. La idea de que una situación de excepción autorizaría también medidas de excepción reproduce de alguna manera la lógica del enemigo, la cual -lo sabemos y lo denunciamos- viola derechos humanos y civiles, invade países soberanos y patea convenios internacionales invocando precisamente la "guerra contra el terrorismo". Cuando dos "lógicas" de este tipo chocan lo hacen sin duda en el marco de una "guerra", de una diferencia profunda y radical, que puede ser inter-imperialista (como durante la Segunda Guerra Mundial) o iluminar una contradicción irreconciliable entre dos visiones del mundo (como ocurre, a mi juicio, en Cuba). Yo estoy convencido de que del lado de EE.UU., está la mayor fuerza y la mayor injusticia; y que del lado de Cuba está la mayor dignidad y la mayor justicia. Pero sobre un convencimiento así se construyen también los campos de concentración y se justifican los bombardeos de civiles si ese convencimiento no va acompañado de una mayor libertad y un mejor derecho. Cuba está en guerra, de acuerdo, y esa constatación realista y resignada me parece más útil a la hora de defender la Revolución que la ilusión de que tenemos ya allí un modelo vivo -y no virtual- de democracia participativa y libertades edénicas. En un mundo en el que el "estado de excepción" es la norma -en España acaban de celebrarse unas elecciones propias de una "democracia tutelada", como la que se reclama para Irak-, Cuba goza de enormes ventajas comparativas en términos sociales, sanitarios y educativos en contraste con todos los otros países de la región (y casi de cualquier región). Pero está en guerra y no puede permitirse poner en manos de sus enemigos la libertad de destruirla. Ese es también el discurso de Bush o de Aznar y la diferencia entre unos y otros, pues, está fuera de la libertad y del derecho, lo que es siempre peligroso. Mis dos preguntas son: ¿hay en Cuba tanto derecho y tanta libertad como puede permitirse una nación bloqueada, amenazada y permanentemente desestabilizada desde el exterior? ¿Cuál es la función de un ministro de Cultura en un país socialista en guerra contra el imperialismo?

Abel Prieto: En Cuba hemos aplicado con total transparencia nuestras leyes contra delitos debidamente probados. En Cuba no ha habido jamás terrorismo de Estado, como en los propios Estados Unidos y sus satélites y aliados, incluidos algunos del primer mundo, ni ejecuciones extrajudiciales, ni desaparecidos, ni torturados, ni ningún otro de los tantísimos crímenes incalificables que se desprenden de "la lógica" del Imperio. Tampoco se aplica selectivamente la pena capital contra negros, latinos y pobres. Las que están enfrentadas aquí no son dos "lógicas" perversas, similares, en las que el fin justifica los medios: es, por una parte, el genocidio y el saqueo contra pueblos enteros, la más brutal violación de la legalidad internacional y de todos los principios de convivencia entre naciones, y, por otra, el derecho de un pequeño país a defenderse legal y limpiamente. Cuba está en guerra, es cierto, pero ni en las peores circunstancias acudiría al crimen. Hay un fundamento ético, de raíz martiana, en toda la historia de la Revolución cubana, en todas y cada una de sus acciones, que separa radicalmente nuestra "lógica" de la de nuestros enemigos, que ha sido construida desde el cinismo y desde la carencia total de valores morales. La ética y los principios no están de moda en los tiempos que corren, pero forman parte medular de nuestro patrimonio vivo y actuante. Entender esto es esencial para entender a Cuba.
En cuanto a mis funciones como ministro de Cultura, en mi país y en estas circunstancias, no tienen nada que ver con la de un administrador de cuotas de "libertad permisible en tiempo de guerra". Creo que la cultura entre nosotros es una buena expresión del espacio de libertad, participación e intercambio de ideas que están en las bases de la original democracia cubana. Como ministro, debo someter sistemáticamente a la aprobación de los artistas y escritores la política cultural que estamos aplicando: esa política es discutida, revisada y perfeccionada en continuos debates donde participa la gente más talentosa del país. Los que deciden qué se publica en las editoriales y revistas son los consejos formados por nuestros escritores. Es así, y no hay ningún "comisario político" supervisando eso. Esta fórmula de los consejos artísticos se aplica en el cine, el teatro, la danza, la música, en todas las manifestaciones. Nuestros artistas protagonizan la vida de las instituciones culturales. Hay miles de problemas, gravísimas limitaciones de recursos y brotes de burocracia; pero lo que ha garantizado la calidad y variedad del arte y la literatura en Cuba ha sido esa participación determinante de la vanguardia artística en las decisiones. Pero hay más: no sólo se reúnen los intelectuales para debatir la política cultural. En los congresos de la Unión de Escritores y Artistas se han discutido, con Fidel y la dirección del país, problemas muy complejos y profundos, desde la erosión que puede hacer el turismo en la identidad nacional hasta fenómenos asociados a la marginalidad y a la supervivencia entre nosotros de formas de discriminación racial. En Cuba, la influencia social de los intelectuales y artistas es muy notable y tiene que ver con estos modos peculiares, cubanísimos, de participación política y con el impacto masivo de su obra misma, que a menudo aborda críticamente, sin ningún tipo de maquillaje, los desgarramientos y conflictos de nuestra sociedad. Entre nosotros no prosperó aquella aberración que se llamó "realismo socialista", y se fundó, no sin contradicciones, una política cultural genuinamente cubana donde está presente la herejía como un componente imprescindible, fecundante, en la vida de la cultura. He dicho más de una vez que no hay peor censor que el mercado, que tiene un efecto mutilador mucho más terrible que el que ejercieron en su tiempo los censores de Stalin. En los Estados Unidos, por ejemplo, el mercado anuló aquel movimiento de la llamada "canción protesta" de los sesenta, como ha ido anulando y mediatizando muchas otras manifestaciones de la contracultura, y más recientemente le ha tratado de arrancar al rap su hondo sentido auténtico, de rebeldía, para contaminarlo de frivolidad y hacerlo inofensivo. Es increíble el efecto del mercado en la evolución de la obra de artistas talentosos que tuvieron cosas que decir: cómo va liquidando la experimentación, la búsqueda, y limando las aristas críticas y convirtiendo lo que era realmente creador y profundo en algo digerible para el sistema. Habría que analizar algún día el influjo subterráneo, de fondo, de estos mecanismos de censura en el ámbito de la izquierda intelectual y artística. Eso sin contar que en los propios Estados Unidos las más lúcidas inteligencias están excluidas de los grandes medios y reducidas a circuitos minoritarios, a guetos, mientras se promueve durante las veinticuatro horas del día, a escala de masas, mediocridad, estupidez y todo lo demás que conocemos.

Rebelión: En polémicas de este tipo siempre parecen enfrentarse dos líneas de argumentos: la de los que defienden principios abstractos muy honorables por encima de toda otra consideración y la de los que suspenderían la validez de esos principios mediante la introducción de datos históricos, sociales, estratégicos muy concretos. El problema es que, bien mirados, los datos son también muy abstractos; son hasta tal punto inagotables, infinitamente divisibles -como en la paradoja eleática-, que siempre podría añadirse uno más que alterase o invirtiese todo el razonamiento; cuando se trata de justificar una ejecución los datos, además, siempre presuponen una inercia determinista, la idea de que se puede predecir y gestionar el futuro sin margen de error: la argumentación, por ejemplo, de que "si no se hubiese condenado a muerte a los tres secuestradores, se habría producido una crisis migratoria como preámbulo de una invasión". Eso es moverse también en lo más abstracto, lo que sin duda es inevitable cuando se trata de trazar una estrategia de supervivencia frente a una agresión ininterrumpida y brutal. Creo que todos compartimos los mismos principios y muchos estamos dispuestos a oponernos a la pena de muerte por principio y apoyar a Cuba por realismo. Pero, ¿cuántos datos hace falta en este caso tener en cuenta, hasta dónde debemos saber, qué tenemos que conocer para poder explicar la necesidad de estas medidas? ¿Y por qué Cuba, a su juicio, no puede permitirse abolir la pena de muerte de su código penal?

Abel Prieto: Te propongo sumar una vez más los siguientes elementos: 1.- Estímulo sistemático y cotidiano de la emigración ilegal, a través de la radio subversiva y con una ley que, con propósitos desestabilizadores y publicitarios, promueve el tráfico de personas y todo tipo de aventuras y muertes; 2.- Restricciones de la emigración legal que se hacen cada vez mayores en los últimos meses (sólo estaban entregando un número irrisorio de visas, siempre muy selectivas); 3.- Insólita concesión de la libertad bajo fianza en Miami a secuestradores armados que han llegado hasta allí el mismo día que se inicia la guerra contra Iraq y usando el modus operandi de los que actuaron el nefasto 11 de septiembre; 4.- Advertencias oficiales a Cuba por parte del gobierno de los Estados Unidos acerca de que considerará "una amenaza a la seguridad nacional" los secuestros de aviones o barcos; 5.- Multiplicación de los intentos de secuestros, cada vez más descabellados (se detectaron casi treinta planes diferentes), por parte de personas con antecedentes penales que han recibido muy claramente la señal emitida desde Miami y saben que no obtendrían jamás una visa por la vía legal. Si se hace una suma simple de todos estos elementos, es fácil llegar a la conclusión de que estábamos en presencia de toda una trampa para provocar un conflicto y había que tomar medidas drásticas para detener lo que prometía ser una oleada. No estamos en Cuba ante un enigma filosófico, sino ante la necesidad y el deber de defender la vida de once millones de cubanos y la obra de cuarenta años de Revolución. En cuanto a la pena de muerte, la detestamos y hemos evitado aplicarla durante años y estoy seguro de que algún día la aboliremos. Todo lo que hemos hecho en Cuba desde 1959 hasta hoy ha sido por la vida y para la vida.

Rebelión: Tiene usted fama de ser un hombre tolerante y abierto e incluso sus enemigos políticos se inclinan ante sus méritos como intelectual (el Nuevo Herald de Miami, por ejemplo, saludó positivamente su nombramiento como ministro de Cultura). Por lo demás, es usted un escritor de reconocido talento. ¿Cómo reacciona usted ante el hecho de que algunos de sus compañeros de generación, incluidos algunos antiguos amigos suyos, hayan dado la espalda a la Revolución? Entre los condenados de abril, por otra parte, había algunos escritores y periodistas -pienso, por ejemplo, en Raúl Rivero-, ¿cómo ha vivido usted - desde el punto de vista personal- su encarcelamiento?

Abel Prieto: Si ese periódico que mencionas saludó mi nombramiento (es algo que no recordaba), tengo que "revisarme autocríticamente", como diría un amigo mío, experto en frases hechas. Pero, aparte de eso, habría que empezar señalando algo muy obvio: los yanquis han fracasado de manera patética en su intento de fabricar dentro de Cuba una quintacolumna intelectual. Hay una tradición patriótica de la intelectualidad cubana que hace muy difícil que prosperen intentos de ese tipo y también ha estado esa política cultural antidogmática, antisectaria, que ya te comenté, que ha garantizado una gran unidad de nuestros escritores y artistas en torno a la Revolución. Por eso, en nuestro ámbito cultural, resulta tan ridícula esa propaganda que presenta a los llamados "disidentes" como intelectuales. En cuanto a los famosos "desertores", tengo que confesarte que para mí ha sido amargo, efectivamente, ver de pronto del lado de allá a algunas personas cercanas (pocas, por suerte), gente con cierto talento, con cierta cultura, que se transfiguran en militantes activos y vociferantes de la contrarrevolución y empiezan a inventarse un pasado, a mentir y a hablar de "la tiranía castrista", mezclados con los más desprestigiados agentes de los yanquis, con batistianos, terroristas y toda esa gente lamentable del núcleo de Miami al que llamamos "mafia" (y no es, que conste, una metáfora). Son en particular muy tristes los casos de personas que tuvieron una militancia revolucionaria, a veces muy activa y hasta "vociferante", y terminaron recibiendo dinero yanqui a través de la National Endowment for Democracy, que es, como se sabe, una fachada de la CIA, o de la Oficina de Intereses de los Estados Unidos en la Habana. Especialmente abominable es el espectáculo de gente nacida en este país trabajando para preparar la agresión de la superpotencia fascista contra Cuba. Conozco y sigo apreciando a personas decentes que emigraron y se alejaron geográfica y espiritualmente; o que se desencantaron, dejaron de creer en todo tipo de utopía colectiva y hoy practican con entusiasmo el sálvese-quien-pueda; y hasta a algunas que están resentidas a causa de algún error nuestro que las dañó y no tienen la objetividad imprescindible para juzgar lo que ocurre en Cuba. Todo eso puede ser comprensible; pero lo que resulta vergonzoso, realmente atroz, es el oportunismo, bien pagado hoy en día, que alcanza tanta resonancia en los medios. He pensado a veces que tal vez estos "conversos", cuando por azar se despiertan en medio de la madrugada, en medio del silencio, y se sorprenden en total soledad con su conciencia, no pueden evitarlo y sienten vergüenza de sí mismos. Ya sé que no se les puede pedir que se "revisen autocríticamente", pero ¿habrán perdido también la capacidad de avergonzarse?

Rebelión: Los haitianos que tratan de llegar en pateras a las costas estadounidenses nunca son "disidentes" y son devueltos por tanto a su país; los disidentes en Latinoamérica -muchos de ellos, como recuerda también Chomsky, periodistas, profesores o escritores de gran envergadura- nunca son "intelectuales" y por tanto nadie les hace ni caso, ni siquiera cuando son asesinados. Lo más curioso del caso Cuba es que todos los que huyen de la Isla son "disidentes" y todos los "disidentes" son "intelectuales" señeros. Paradójicamente la propaganda anticubana rinde así homenaje sin quererlo a la Revolución, bajo cuyas alas se habrían empollado tantos talentos. ¿Qué opina usted, por ejemplo, de la reciente concesión de uno de los premios literarios mejor dotados económicamente de España a la más que mediocre escritora Zoe Valdés? ¿O del Premio Sajarov -hace unos meses- a Oswaldo Payá, quien habría declarado al diario El País que bajo la dictadura de Batista había "una prensa increíblemente libre"?

Abel Prieto: Todos esos premios pertenecen a la misma maquinaria y no deben sorprendernos. Lo que todavía me sigue sorprendiendo, de verdad, es que haya quien compre los libros de Zoe Valdés y (lo que es peor) que llegue a leerlos creyendo hacer algo que tiene que ver con la literatura. Es una muestra de la decadencia en que ha caído el mercado literario y de cómo las jerarquías se han ido deformando hasta límites insospechables. Ya ves cómo trabaja el gran censor.

Rebelión: Usted ha denostado críticamente un modelo de cultura basado en la "industria del entretenimiento", como es el de EE.UU., y defiende -y quiere aplicar- una política que se sustraiga al fetichismo de la mercancía y al "consumo" y convierta la cultura misma en un valor de uso a disposición de todos los ciudadanos. Aparte la sombra de Miami -con sus medios de propaganda y sus moldes infiltrados-, en los últimos años el gobierno cubano ha tenido que acometer, por razones de supervivencia, una serie de reformas económicas que introducen dentro de la Isla una fuente de interferencias culturales en contradicción con su proyecto. Pienso concretamente en la influencia del turismo, que es siempre un elemento corruptor -se mire como se mire- allí donde la pobreza o la ideología no permiten disolverlo en el tejido social. ¿Cómo cree que Cuba podrá mantener su modelo cultural alternativo manteniendo al mismo tiempo esta clase de turismo y sin ejercer una cierta represión? ¿Se ha avanzado o retrocedido en los últimos años en ese terreno?

Abel Prieto: Nuestro "modelo cultural alternativo" ha tenido un impulso mucho mayor en los últimos tres años con una auténtica revolución en la educación (nuevos fondos para las bibliotecas escolares; aulas de no más de veinte alumnos en la primaria; televisores, videos y salas de computación en todas las escuelas del país, incluidas las de zonas montañosas) la creación de un canal televisivo de perfil educacional, de quince nuevas escuelas de instructores de arte y de siete de artes plásticas, con el impulso a la enseñanza del ballet y otros géneros de danza (con grandes saltos de matrícula), el aumento de la producción editorial y la ampliación de la Feria del Libro a treinta ciudades de todo el país y con otros muchos programas que se han llevado adelante con el apoyo personal de Fidel y ya están dando algunos frutos verificables. En los fundamentos conceptuales de esa política está la idea de José Martí que relaciona cultura y libertad: "Ser cultos (dijo) es el único modo de ser libres"; es decir, que sólo un individuo educado, informado, cultivado, con referencias culturales sólidas, puede escapar de la manipulación y ejercer plenamente su libertad. Hablar de democracia parece un chiste de mal gusto allí donde la política se ha convertido en un show mediático, donde no hay diferencias reales entre los programas de los candidatos y gana el que tenga más dinero y mejores asesores de imagen y los medios que forman opinión están en manos de las oligarquías. Queremos preparar a nuestra población para que sea realmente culta y no pueda ser hipnotizada ni manipulada. Sería un absurdo pretender que nuestro "modelo cultural alternativo" se desarrolle en una probeta o en una campana de cristal aislando a los cubanos de la contaminación del exterior: ese cubano culto y libre debe estar preparado para recibir todas las influencias imaginables y de toda índole, vengan de donde vengan, sea en forma de avalancha de películas hollywoodenses o de turistas norteamericanos con floridas camisas hawayanas. Todo cubano debe saber distinguir qué pudiera haber de atendible y qué debe desechar en todo tipo de avalanchas. Nuestra política cultural, por otra parte, si bien defiende nuestras tradiciones y la creación de nuestros intelectuales y artistas, no tiene nada de nacionalismo estrecho: trabaja para que nuestra población tenga acceso al patrimonio cultural universal, en toda su riqueza, incluido el proveniente de los Estados Unidos. Cuando les explico a algunos visitantes norteamericanos, que nuestras editoriales han publicado toda la gran literatura de su país, desde Melville hasta Gore Vidal, se sorprenden muchísimo, también a causa de los estereotipos que les ha hecho llegar la propaganda sobre Cuba.

Rebelión: Decía Martí que "ni el libro europeo ni el libro yanqui" sirven para explicar el enigma de Cuba. Usted, por su parte, en un artículo publicado en la revista de Casa de las Américas ("Bush y Rambo") escribe unas palabras muy bonitas: dice que "en Cuba no le dijimos al pueblo CREE sino LEE". En España, donde se lanzan todos los años 60 000 nuevos títulos al mercado y donde sin embargo se lee muy poco, los libros más vendidos este mes son una guía de bares y locales nocturnos de Barcelona y un método infalible para dejar de fumar. ¿Cuáles son los libros más leídos en Cuba? ¿Puede darnos cifras de lectores? ¿Y de nuevos títulos publicados cada año?
Abel Prieto: La frase que mencionas es de Fidel y tiene que ver, obviamente, con uno de los principios fundamentales de la Revolución cubana, que rechaza por naturaleza la idea de formar fanáticos y apuesta decididamente por la tesis citada de Martí. Ya hablé de la Feria del Libro, que empieza en La Habana, con un carácter internacional, y se extiende por todo el país en una verdadera fiesta de la cultura de carácter masivo. En la reciente Feria, se vendieron más de tres millones de ejemplares de libros. Fue algo muy impresionante y, cuando estudiamos los índices de venta, nos dimos cuenta de que en general los criterios de selección de la gente eran mejores, más exigentes, con respecto a otros años. Aparte de la literatura para niños y jóvenes, que siempre es lo más vendido, se agotaron la poesía de Nicolás Guillén y Dulce María Loynaz, junto a otros importantes escritores cubanos contemporáneos y maestros de la literatura universal. Del Ulises de Joyce se han agotado dos ediciones y lo mismo pasó con Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcernar. Roscoe, de William Kennedy, Informe Lugano, de Susan George, y muchos otros títulos muy valiosos se agotaron en un santiamén en la última Feria. En Cuba estamos publicando actualmente entre 1800 y 2000 títulos anuales y unos 20 millones de ejemplares y, aunque las tiradas no satisfacen la demanda, las editoriales están obligadas a garantizar que todos sus títulos estén presentes en la red de bibliotecas públicas. Nuestro programa de impulso a la lectura articula los esfuerzos de escritores, editores, maestros, bibliotecarios, de organizaciones estudiantiles, de la radio y la televisión, y los resultados son notables.

Rebelión: Durante el mes de mayo se ha celebrado en La Habana -ante el silencio, naturalmente, de los medios de comunicación europeos- un congreso internacional para conmemorar el 120 aniversario de la muerte de Marx y subrayar la vigencia de su pensamiento. Más allá del número y calidad de los ponentes, sin duda extraordinarios, ¿cuál es a su juicio la importancia del legado de Marx? ¿Y en qué medida cree que su obra sigue guiando el rumbo de la Revolución cubana?

Abel Prieto: El despiadado sistema que Marx estudió a fondo como filósofo y combatió sin tregua como revolucionario, impera hoy sobre la mayor parte de la humanidad, es cada vez más cruel y está poniendo en peligro, incluso, la supervivencia de la especie. ¿Cómo Marx puede haber perdido vigencia? Yo diría que lo necesitamos más que nunca. Y hay algo además de lo que podemos estar seguros: el sueño de Marx de una sociedad superior, sin clases, verdaderamente humana, va a multiplicarse y a crecer en este siglo XXI, con los nombres más diversos. En Cuba jamás hemos tratado en forma vergonzante la presencia viva de los fundadores del marxismo entre nosotros. A ninguno de ellos se les puede culpar de los extravíos y absurdos cometidos por otros que se autotitulaban comunistas y habría que preguntarse qué cosa eran realmente. Con la definitiva obra de Martí, con la del Che y Fidel, el legado de Marx, Engels y Lenin forma parte esencial de nuestro ideario socialista, que es creador y revolucionario por excelencia, siempre guerrillero, dinamitador de manuales, etiquetas y dogmas. Me gustaría añadir otro nombre, el de Gramsci, que leído desde Cuba viene a construir un misterioso enlace entre el marxismo y algunos conceptos martianos de máxima importancia para nosotros.

Rebelión: Desde hace algunos años un movimiento cada vez más potente en Europa defiende la libre reproducción y difusión de las obras (discográficas, editoriales), rehenes de empresas privadas, y pone en cuestión el concepto mismo de "derechos de autor", en el convencimiento -como decía Rafael Barrett hace casi cien años- de que "el arte futuro debe ser una función colectiva". Es el movimiento del copyleft, muy amenazador para el oligopolio capitalista de la cultura, que reclama el derecho del usuario a acceder libremente a los productos culturales y el derecho del autor a difundir libremente su obra, como inalienable patrimonio común, en un mundo en el que la cultura deje de estar expuesta a explotación económica. Naturalmente este proyecto es incompatible con el capitalismo. En Cuba, donde el control de las obras no está en manos de intereses económicos privados, imagino que este problema está resuelto. ¿Cómo? ¿Cuáles son los "derechos de autor" reconocidos en Cuba? ¿Cuál es la relación, en este sentido, entre el Estado, como vehículo de difusión de la cultura, y los productores, los artistas (músicos, artistas gráficos, poetas, escritores)? ¿Cree que es el cubano un modelo satisfactorio para todas las partes en el que productores y usuarios pueden disponer libremente los unos de los otros?

Abel Prieto: En ese "otro mundo posible" por el que hay que seguir luchando, el autor, el artista, tendrá condiciones idóneas para la creación, y la sociedad no encontrará limitación alguna para acceder al resultado de su trabajo. Una de las más chocantes paradojas de este orden de cosas tan irracional, consiste en que, mientras la tecnología pone en nuestras manos cada vez más y mejores vías para comunicarnos, para conocernos mejor los unos a los otros, para que el fruto del talento humano llegue a todas partes y pueda convertirse en patrimonio realmente universal, crece la presión para levantar fronteras y limitar esa socialización del conocimiento, de la cultura, por intereses económicos. Creo que es importante identificar cuándo se están defendiendo verdaderamente los derechos de los autores y artistas y cuándo son enarbolados por las transnacionales para defender sus ganancias. Lo vemos en la industria discográfica, en la audiovisual: cómo la protección de las legislaciones se va desplazando hacia la inversión en detrimento de la creación, y vemos cómo el producto cultural se intenta manejar como una mercancía más. En Cuba, específicamente, tenemos una ley vigente desde 1977 que (aunque requiere ser actualizada) reconoce los principios fundamentales del derecho de autor, con las excepciones que nos garantizan llevar adelante nuestra política educativa, científica y cultural. En nuestro caso, además, las ganancias de las empresas o entidades que difunden y comercializan el fruto del talento artístico (disqueras, productoras de audiovisuales, etc.) se reinvierten en el desarrollo cultural del país, en las escuelas de arte, en la conservación del patrimonio.

Rebelión: Una última pregunta. Después del 11-S y aún más tras la ocupación de Irak por EE.UU., los que seguimos creyendo que en Cuba se juega en buena parte la suerte del movimiento anticapitalista y anti-imperialista (valga la redundancia) miramos hacia Cuba con redoblada angustia. ¿Cree usted que la Revolución está hoy más amenazada que nunca? ¿Qué forma adoptarán, a su juicio, los próximos ataques contra Cuba decididos por la ultra-reaccionaria administración Bush y el poderoso lobby de Miami que tanta influencia tiene sobre ella? ¿Y en qué cree usted que deben ponerse de acuerdo todos los militantes e intelectuales del mundo para ayudar a Cuba a resistir, a seguir resistiendo?

Abel Prieto: Para mí (para nosotros) es obvio que existe la amenaza real de un ataque militar de los Estados Unidos contra Cuba: jamás un gobierno yanqui ha tenido tanto poder sin contrapeso alguno, tanta estúpida soberbia, tanto desprecio por la opinión pública internacional, tantos apetitos imperiales y tan sueltas las manos para intervenir en cualquier parte; jamás, tampoco, se había atentado de una forma tan impúdica contra los principios de la soberanía y la autodeterminación de las naciones; jamás ha habido lazos tan íntimos, de verdadera consanguinidad, entre el gobierno yanqui y el núcleo mafioso de Miami. Fidel ha dicho que Cuba sería la última aventura fascista de ese gobierno, y el país se prepara para eso y sigue trabajando sin perder el sueño en el impulso de todos nuestros programas educativos y culturales y en todo lo demás. Por otro lado, más que reclamar solidaridad específicamente para nosotros, creo que es un momento en que habría que convocar a toda la gente honesta a trabajar por tejer un amplísimo frente antifascista mundial: lograr que se extienda la conciencia del peligro que significa este IV Reich y la necesidad de enfrentarlo y crear una cultura global de resistencia.

Nuestra fuente: http://www.cubarte.cult.cu/index.php?mref=showentrevista&id=486&idhead=29
CFH – 5° mesa, julio 2003


Café Filosófico

Sobre Cuba y su Revolución

En julio de 2003 distribuimos unas declaraciones en las que Abel Prieto Jiménez, ministro de cultura de Cuba, se refiere al asedio imperialista sobre su país, a la pena de muerte, la izquierda, los intelectuales, la cultura. Lo hicimos en el marco de la quinta mesa de este Café Filosófico e invitamos a los lectores a decir sus opiniones.

No tardamos en recibir las reacciones, algunas de ellas reprochándonos por alentar el debate sobre tales asuntos. Meditamos largamente sobre la conveniencia de incluir en esta entrega todas esas opiniones y, finalmente, optamos por reproducir sólo aquellas que resultaran edificantes. Porque la descalificación irrazonada del que piensa distinto siempre ha sido el punto de partida de actitudes y conductas intolerantes –y algunas veces atroces- que no alentamos desde estas columnas. Así entonces, el lector conocerá las reflexiones de nuestro corresponsal en Centroamérica y Caribe, Marcello Colussi, y del director del Centro de Estudios Karl Marx, Francisco Umpiérrez Sánchez.

También reproducimos las opiniones que el escritor Eduardo Galeano dijo a un medio de prensa mexicano, y el meditado artículo de José Pablo Feinmann, que el diario Página 12 de Buenos Aires publicó en su edición del 3 de mayo del año corriente.

Aquellos cuyas opiniones no se publican ya han recibido privadamente los motivos de nuestra decisión.

Eduardo Dermardirossian
Moderador editorial

CFH – 5° mesa bis, agosto 2003


Café Filosófico

Estas opiniones de Eduardo Galeano fueron recogidas por La Jornada, México, D.F., edición del 18 de abril de 2003

Cuba duele

Las prisiones y los fusilamientos en Cuba son muy buenas noticias para el superpoder universal, que está loco de ganas de sacarse de la garganta esta porfiada espina. Son muy malas noticias, en cambio, noticias tristes que mucho duelen, para quienes creemos que es admirable la valentía de ese país chiquito y tan capaz de grandeza, pero también creemos que la libertad y la justicia marchan juntas o no marchan.

Tiempo de muy malas noticias: por si teníamos poco con la alevosa impunidad de la carnicería de Irak, el gobierno cubano comete estos actos que, como diría don Carlos Quijano, “pecan contra la esperanza”.

Rosa Luxemburg, que dio la vida por la revolución socialista, discrepaba con Lenin en el proyecto de una nueva sociedad. Ella escribió palabras proféticas sobre lo que no quería. Fue asesinada en Alemania, hace 85 años, pero sigue teniendo razón: “La libertad sólo para los partidarios del gobierno, sólo para los miembros de un partido, por numerosos que ellos sean, no es libertad. La libertad es siempre libertad para el que piensa diferente”. Y también: “Sin elecciones generales, sin una libertad de prensa y una libertad de reunión ilimitadas, sin una lucha de opiniones libres, la vida vegeta y se marchita en todas las instituciones públicas, y la burocracia llega a ser el único elemento activo”.
El siglo XX, y lo que va del XXI, han dado testimonio de una doble traición al socialismo: la claudicación de la socialdemocracia, que en nuestros días ha llegado al colmo con el sargento Tony Blair, y el desastre de los estados comunistas convertidos en estados policiales. Muchos de esos estados se han desmoronado ya, sin pena ni gloria, y sus burócratas reciclados sirven al nuevo amo con patético entusiasmo.

La revolución cubana nació para ser diferente. Sometida a un acoso imperial incesante, sobrevivió como pudo y no como quiso. Mucho se sacrificó ese pueblo, valiente y generoso, para seguir estando de pie en un mundo lleno de agachados. Pero en el duro camino que recorrió en tantos años, la revolución ha ido perdiendo el viento de espontaneidad y de frescura que desde el principio la empujó. Lo digo con dolor. Cuba duele.
La mala conciencia no me enreda la lengua para repetir lo que ya he dicho, dentro y fuera de la isla: no creo, nunca creí, en la democracia del partido único (tampoco en Estados Unidos, donde hay un partido único disfrazado de dos), ni creo que la omnipotencia del Estado sea la respuesta a la omnipotencia del mercado.
Las largas condenas a prisión son, creo, goles en contra. Convierten en mártires de la libertad de expresión a unos grupos que abiertamente operaban desde la casa de James Cason, el representante de los intereses de Bush en La Habana. Tan lejos había llegado la pasión libertadora de Cason que él mismo fundó la rama juvenil del Partido Liberal Cubano, con la delicadeza y el pudor que caracterizan a su jefe.

Actuando como si esos grupos fueran una grave amenaza, las autoridades cubanas les han rendido homenaje, y les han regalado el prestigio que las palabras adquieren cuando están prohibidas.

Esta “oposición democrática” no tiene nada que ver con las genuinas expectativas de los cubanos honestos. Si la revolución no le hubiera hecho el favor de reprimirla, y si en Cuba hubiera plena libertad de prensa y de opinión, esta presunta disidencia se descalificaría a sí misma. Y recibiría el castigo que merece, el castigo de la soledad, por su notoria nostalgia de los tiempos coloniales en un país que ha elegido el camino de la dignidad nacional.
Estados Unidos, incansable fábrica de dictaduras en el mundo, no tiene autoridad moral para dar lecciones de democracia a nadie. Sí podría dar lecciones de pena de muerte el presidente Bush, que siendo gobernador de Texas se proclamó campeón del crimen de Estado firmando 152 ejecuciones.

Pero las revoluciones de verdad, las que se hacen desde abajo y desde adentro como se hizo la revolución cubana, ¿necesitan aprender malas costumbres del enemigo que combaten? No tiene justificación la pena de muerte, se aplique donde se aplique.
¿Será Cuba la próxima presa en la cacería de países emprendida por el presidente Bush? Lo anunció su hermano Jeb, gobernador del estado de Florida, cuando dijo: “Ahora hay que mirar al vecindario”, mientras la exiliada Zoe Valdés pedía a gritos, desde la televisión española, “que le metan un bombazo al dictador”. El ministro de Defensa, o más bien de Ataques, Donald Rumsfeld, aclaró: “Por ahora, no”.

Parece que el peligrosímetro y el culpómetro, las maquinitas que eligen víctimas en el tiro al blanco universal, apuntan, más bien, hacia Siria. Quién sabe. Como dice Rumsfeld: por ahora.
Creo en el sagrado derecho a la autodeterminación de los pueblos, en cualquier lugar y en cualquier tiempo. Puedo decirlo, sin que ninguna mosca me atormente la conciencia, porque también lo dije públicamente cada vez que ese derecho fue violado en nombre del socialismo, con aplausos de un vasto sector de la izquierda, como ocurrió, por ejemplo, cuando los tanques soviéticos entraron en Praga, en 1968, o cuando las tropas soviéticas invadieron Afganistán, a fines de 1979.
Son visibles, en Cuba, los signos de decadencia de un modelo de poder centralizado, que convierte en mérito revolucionario la obediencia a las órdenes que bajan, “bajó la orientación”, desde las cumbres.

El bloqueo, y otras mil formas de agresión, bloquean el desarrollo de una democracia a la cubana, alimentan la militarización del poder y brindan coartadas a la rigidez burocrática. Los hechos demuestran que hoy es más difícil que nunca abrir una ciudadela que se ha ido cerrando a medida que ha sido obligada a defenderse. Pero los hechos también demuestran que la apertura democrática es, más que nunca, imprescindible. La revolución, que ha sido capaz de sobrevivir a las furias de 10 presidentes de Estados Unidos y de 20 directores de la CIA, necesita esa energía, energía de participación y de diversidad, para hacer frente a los duros tiempos que vienen.
Han de ser los cubanos, y sólo los cubanos, sin que nadie venga a meter mano desde afuera, quienes abran nuevos espacios democráticos, y conquisten las libertades que faltan, dentro de la revolución que ellos hicieron y desde lo más hondo de su tierra, que es la más solidaria que conozco.

Nuestra fuente: http://www.patriagrande.net/uruguay/eduardo.galeano/escritos/cuba%20duele.htm
CFH – 5° mesa bis, agosto 2003


Café Filosófico

Algunas reflexiones sobre Cuba

Opinión de Marcello Colussi
Corresponsal de Heráclito en Centroamérica y Caribe


Escribir sobre la situación cubana actual no es fácil. No lo es por varias razones. Hacerlo conlleva automáticamente a la pregunta: "¿qué significa hoy ser de izquierda?", y ello nos confronta con una enorme crisis que venimos arrastrando desde la caída del muro de Berlín –símbolo de la caída de sueños y esperanzas– y cuya revisión crítica, en buena medida, sigue siendo una asignatura pendiente.

Las declaraciones del ministro Abel Prieto Jiménez son agudas, correctas; en un sentido: irrefutables. Lo que dice constituye una adecuada defensa de causas que no han muerto, y que no podemos menos que seguir apoyando. ¿Quién podría negar los logros sociales de la Revolución Cubana? ¿Quién podría defender –fuera de fanáticos anticomunistas– la inmoral guerra mantenida durante décadas por el gobierno de los Estados Unidos contra la isla sólo por ser un ejemplo de dignidad y soberanía antiimperialista?

Creo que no sería en modo alguno enriquecedor polemizar contra el texto del ministro; de lo que se trata, en todo caso, es de abrir el interrogante –o de profundizarlo– en torno a la pregunta que un corto tiempo atrás estuvo en la palestra, y de la que Prieto hace consideraciones a título de agente orgánico de un gobierno (dando, por lo tanto, respuestas políticas, mas no abriendo el debate en sentido amplio).

Hablar de Cuba, por otro lado, es difícil puesto que la Revolución que allí tuvo lugar, y que sigue estando vigente, no es un tema coyuntural. Hablar de la Revolución Cubana es hablar del modelo de transformación social que seguimos anhelando, es hablar de un proyecto en que nos va la vida, nuestra pasión, nuestra razón. Y las circunstancias vividas un par de meses atrás –en medio de la invasión estadounidense a Irak y de la puesta en marcha de un nuevo orden internacional regido exclusivamente por la fuerza bruta– pusieron a Cuba en una incómoda posición de la que la izquierda en su conjunto (los intelectuales fundamentalmente) no pudo substraerse. Quizá en buena medida todo el montaje mediático desplegado –uno más en esa despiadada guerra de baja intensidad que la acompañó a través de toda su historia revolucionaria– llevó a exacerbar la polémica de un modo falaz.

No me atrevo a decir que "hasta aquí he llegado con Cuba", y que a partir de ahora tengo otra propuesta alternativa que ofrecer. No me atrevo a decirlo, además –lo confieso– porque no soy un Premio Nobel.

Decía que me parece difícil, engorrosamente difícil tocar este tema, porque creo que hay un porcentaje de trampa en todo el asunto. No sé de qué magnitud será el porcentaje, pero la forma en que se fue planteando el problema llevó a una dicotomía forzada, en cierta forma sin salida, y que en definitiva no contribuye al debate crítico. ¿Hay que estar o no con Cuba? ¿Hay que rechazar la pena de muerte o no? ¿Defender la causa de la justicia, de los oprimidos del mundo, justifica el silencio sobre los errores de su Revolución?

Quedarse sólo con las preguntas en una actitud de interrogación socrática puede ser seductor –pues no compromete; pero la urgencia y el peso de las cosas de la vida nos fuerza a ir más allá: hay que tomar partido– sin por eso olvidar la crítica. Hoy, en un mundo unipolar, vergonzosamente inundado con un discurso neoliberal triunfalista, donde puede llegarse a decir sin tapujos que hay "poblaciones excedentes" y donde las reglas del mercado han pasado a ser la nueva deidad, defender la causa de las grandes mayorías, de los pobres, de los marginados, sigue siendo una obligación para quienes se precian (nos preciamos) de pensar. De ahí que no creo poder decir que "hasta aquí he llegado" con esa causa.

Ahora bien: la forma con que, tanto en Cuba como en otras latitudes, se ha intentado construir un mundo nuevo, menos injusto, más centrado en la solución de los problemas humanos y no tanto en el afán de lucro individual, no ha dado todos los resultados positivos que se esperaban. ¿El socialismo era una quimera entonces?

A partir del ejemplo cubano creo que es tarea obligada proponer una revisión crítica –honesta, constructiva– de los pilares del socialismo; lo cual lleva entonces a replantear el poder, la relación de los seres humanos entre sí y con el poder, la condición humana misma.

¿Es posible horizontalizar genuinamente el poder? ¿Cómo y en qué medida? ¿Por qué la obsesión del control? ¿Por qué lo distinto incomoda? ¿Hasta dónde es posible la democracia?

A partir de las respuestas a estas preguntas creo que se puede dimensionar de otra manera el caso de Cuba, y por tanto, buscar alternativas posibles a la construcción de nuevos modelos.

CFH – 5° mesa bis, agosto 2003


Opinión de José Pablo Feinmann, publicada el 3 de mayo de 2003 en Página 12, Argentina

Si hay problemas en Cuba los tiene que arreglar Cuba


¿Por qué comete Fidel Castro un gesto tan ostensiblemente torpe? No bien uno se entera de la noticia (la noticia dice: Castro hizo fusilar a tres disidentes políticos) piensa, casi mecánicamente piensa: “¡Qué bien le viene esto a Bush!”. A Bush y a todos los lamebotas (Estados Unidos, hoy, calza botas) de Estados Unidos. A los Menem, por ejemplo. O a López Murphy. O a Aznar. A todos los que piden entrar en la isla de los sueños infinitos con la excusa de la violación de los derechos humanos. A todos los que exigen ese voto contra Cuba que se digita desde el Pentágono o el Departamento de Estado, desde el corazón artillado del Imperio. Es tan simple pensar “¡Qué bien le viene esto a Bush!”, tan mecánico y elemental que uno, después, se pregunta cómo es posible que Fidel lo ignore, cómo no va a saber él, un viejo león de la política y hasta, a veces, un mago de la Historia (hace más de diez años que cayó la bipolaridad y sólo él la mantiene), que esto, estos tres fusilamientos, este ampuloso gesto jacobino, es lo que Bush necesita, o, sin más, lo que estaba esperando.

De modo que –en favor de Fidel, de su lucidez política– esto nos aleja de interpretar el hecho como un error y hasta como un signo de una acaso inevitable decadencia. No, Castro no puede ignorar los hechos históricos que su decisión acelera, ayuda a convalidar. Le ha entregado al enemigo lo que el enemigo necesita. El enemigo es Estados Unidos. Que no lo es sólo de Cuba sino –a partir del concepto de “guerra preventiva” que la Administración Bush instaura– lo es del resto de los países del planeta. Ernesto Guevara, en el Mensaje a la Tricontinental de 1967, conceptualizaba a Estados Unidos como el gran enemigo de la Humanidad. Esta interpretación, hecha desde la selva boliviana, tramada por el odio y la soledad, tiene hoy una estremecedora cercanía con la verdad. Estados Unidos es el enemigo, si no de la Humanidad, de todos los países del mundo, a los cuales ha decidido constituir en sus potenciales antagonistas.

Hay, ahora, una nueva bipolaridad y en ella Cuba ya no ocupa uno de los polos o, sin duda, no lo ocupa en soledad sino desbordantemente acompañada. Un polo es Estados Unidos, un Imperio paranoico que se dice amenazado por el terrorismo internacional; el otro polo es el resto del mundo, amplio lugar en el que el terrorismo se ha desplegado con el apoyo o la tolerancia o la indiferencia o la ineficacia de todas las naciones. Cuba es uno de esos lugares. Es, también, un país con el que Estados Unidos tiene viejas deudas, viejos rencores, odios largamente trabajados. Hoy, Bahía de Cochinos tiene un nuevo encuadre justificatorio: o los derechos humanos o el amparo al inasible enemigo terrorista. Ya no el comunismo, esa jerga del pasado.

En cuanto al terrorismo Castro se había movido bien, reflejos rápidos, declaraciones claras: el atentado a las Torres mereció su condena inmediata. Sabe que el otro flanco que Estados Unidos utilizará para agredirlo es el de los derechos humanos. ¿Por qué entonces fusila tres disidentes? Estas cosas debieran tener una explicación, debieran tener cierta transparencia, ser entendidas.

Acabo de firmar una solicitada –a pedido de mi admirado y querido Andrés Rivera– en contra de una posible invasión de Estados Unidos a Cuba. La solicitada, creo, no menciona los fusilamientos. Habría preferido que los mencionara, pero no importa. La firmé con tanta convicción como firmé la que condenó la brutal represión en la fábrica Brukman. Pronto, Estados Unidos hará de Cuba una metáfora de lo que sucedió en Brukman: entrará en la isla desplegando una brutalidad policial similar a la que desplegó en Irak. Contra esto alerta la solicitada de Andrés y contra eso tenemos que estar. Si hay problemas en Cuba los tiene que arreglar Cuba. Estados Unidos no puede ser la policía del mundo. No puede iraquizar al planeta bajo el pretexto de protegerse de él. Por supuesto estamos contra eso.

Pero –también por supuesto– estamos contra la pena de muerte. No importa por qué Fidel hizo fusilar a tres disidentes. No importa si quiere apresurar los planes armados de Estados Unidos para desenmascararlos. No importa si la amenaza externa lo obliga a una mayor dureza interior. No importa si quiere afirmar su conducción o retornar a los paredones jacobinos de enero de 1959. Estamos contra la pena de muerte, se aplique en Texas o en La Habana. Uno de los motivos que tornan tan exasperadamente odiosa la figura política y hasta humana del gobernador Bush es que fue un fanático partidario de la pena de muerte durante su gestión en el estado petrolero de Texas. Desde la izquierda no hay quien no se lo haya recordado. Se encontró ahí hasta una coherencia con lo que luego vino. ¿Cómo no iba a arrasar Irak con semejante frialdad, cómo no iba a masacrar a mujeres y niños quien no había vacilado en autorizar ejecuciones a granel durante su gestión como gobernador? La masacre había empezado en Texas. Ahí –en cada orden de ejecución a la que el áspero gobernador ponía su firma– se prefiguraba el carnicero de Irak.

¡Ah, pero Castro fusila desde un pequeño país bloqueado y en nombre del socialismo! No perdamos el tiempo: siempre el que mata crea un valor absoluto que lo autoriza a matar. No hubo nadie en la Historia que no matara desde un absoluto que lo legitimaba. Se mata por el Orden, por la Diosa Razón, por los designios imperiales de su Graciosa Majestad, por el Partido de Vanguardia, por la raza de señores, por el pueblo elegido, por el Hombre Nuevo, por el Ser Nacional o –preventivamente, hoy– por la lucha contra el Terrorismo Internacional. Se mata, siempre, desde lo absoluto, desde lo incuestionable. En suma, desde Dios en cualquiera de sus formas. Se trata entonces de estar o no estar a favor de la Muerte. Hoy, Estados Unidos (con el respaldo de gran parte de su población y con el rechazo de muchos de sus más brillantes intelectuales y artistas) está a favor de la Muerte. Matar es entonces ser Estados Unidos.

Lo único que no puedo hacer para estar contra la Muerte es matar. Si lo hago, soy mi enemigo. Me identifico con él. Formo parte de su propia ética. El error trágico del jacobinismo revolucionario –en todas sus formas– fue creer que la Muerte era un medio. No lo es. Siempre se transforma en un fin y termina por devorar a sus propios hijos, a la propia Revolución. Uno quiere cambiar el mundo y termina organizando una policía, amontonando las cárceles y hasta olvidando por qué era que se mataba.

Estas ideas –que son las únicas que nos van quedando para luchar por cierta dignificación de la condición humana– suelen recordarlas esos incómodos personajes a los que se llama, con frecuente aire desdeñoso, “intelectuales”. Así, José Saramago escribió contra los fusilamientos de Castro. Fue notable el título de su texto: “Hasta aquí he llegado”. Es harto frecuente que los intelectuales adhieran a procesos de cambio. También los han impulsado desde sus libros. Algo tuvieron que ver con las revoluciones intelectuales como Rousseau, Voltaire, Hegel, Marx o Gramsci. No eran idiotas útiles ni se miraban el ombligo, según se le ha espetado sin piedad a Saramago. También lo trataron malamente a Galeano. Caramba, cómo son las cosas: mientras Galeano les regala a los revolucionarios de los e-mails pequeños textos ingeniosos contra Bush o los yanquis, lo idolatran. Cuando escribe un texto denso, dolorido, lúcido como “Cuba duele”, lo lapidan. No importa que Saramago haya sido uno de los más combativos e insolentes Premios Nobel de la Historia, no importa que use su formidable tribuna para ser un antiVargas Llosa y denunciar al neoliberalismo que hambrea y devasta este mundo. No, alcanza con que se fatigue del paredón cubano para que lo transformen en un traidor, un idiota útil o un intelectual más (¡otro más, qué asco!) que se mira el ombligo desde su envidiable exterioridad. Pero no es así. A Galeano le duele Cuba porque le duele que Fidel se obstine en un jacobinismo a destiempo que sólo puede agregar sangre a la sangrienta historia de nuestros sangrientos días. Y Saramago dice “Hasta aquí llegué” porque un intelectual es, ante todo, una conciencia crítica, un pensador crítico. Un tipo que adhiere a los procesos de cambio, que adhiere a las revoluciones, forma parte de ellas, se exalta, les entrega lo mejor que tiene, su creatividad, su imaginación, su prosa, su inteligencia.

Pero una revolución deja de serlo cuando en lugar de nuestra creatividad exige nuestra obediciencia, una obediciencia que se traduce en el arte infinito de la justificación. Y Saramago, con todo derecho, hoy, se cansó de justificarlo a Castro. El y otros también. Más aún si lo que exige esa justificación es la justificación de la Muerte. “Hasta aquí he llegado”, dice. Un intelectual que justifica se transforma en un burócrata, ese ser mezquino y gris que es el símbolo impecable de las revoluciones congeladas. Que es, también, la antítesis del intelectual.

Nuestra fuente: http://w1.876.telia.com/~u87607739/rodelu/mundo59f.htm
CFH – 5° mesa bis, agosto 2003


Creo que uno de los grandes errores del Partido Comunista Cubano ha sido su incapacidad para hacer concesiones y retrasar posiciones ante el capitalismo

No estoy por principio en contra de la pena de muerte, pero sí desearía que la pena de muerte no existiera

Opinión de Francisco Umpiérrez Sánchez
Director del Centro de Estudios Karl Marx


1.- Los principios y la pena de muerte. No cabe duda que los principio son muy importantes en nuestra vida ética. Guían nuestra conducta y nuestras actuaciones. Pero nunca deberían determinar nuestras decisiones. (Esto es lo que les ha sucedido a Saramago, Sergio Ramírez y Galeano: han tomado la decisión de condenar al Gobierno cubano porque están por principio en contra de la pena de muerte.) Pero lo cierto es que las decisiones deben tomarse sobre la base de una evaluación rigurosa de los hechos y de la correlación de fuerzas. No estoy por principio en contra de la pena de muerte, pero sí desearía que la pena de muerte no existiera. Creo que algunos intelectuales convierten sus deseos en principios, y esto es un grave error. Es mucho más riguroso explicar la necesidad y las causas que mueven a un Estado a aplicar la pena de muerte, como puede ser incluso el caso de los propios Estados Unidos, que expresar nuestro deseo de que no exista la pena de muerte como principio ético. Puesto que es en el pueblo donde reside la soberanía y no en los intelectuales. También ha sido un tremendo error que los intelectuales antes mencionados se hayan sentido obligados a condenar al Gobierno cubano por la ejecución de los tres secuestradores, porque previamente condenaron la agresión bélica de Estados Unidos sobre Irak. ¿Cómo pueden poner en una misma balanza la guerra imperialista de los EE.UU. sobre Irak y el acto de soberanía del Estado cubano de ejecutar a tres secuestradores? Porque enajenados por los celestiales principios no ven las grandes diferencias que hay entre un hecho y otro. Creo que sería más legítimo exigirles a los mencionados intelectuales que denuncien que cada minuto mueren doce niños de hambre y que condenen a los opacos culpables, que tranquilizar sus conciencias mostrándole a los defensores del capitalismo imperialista que ellos también están en contra de Fidel Castro cuando éste se convierte en artífice del mal.

2.- Los intelectuales y los conceptos. (En la entrevista de Rebelión a Abel Prieto hay un gran vacío, no se menciona para nada las necesidades materiales del pueblo cubano, y un gran relleno, excesivo protagonismo de los intelectuales. La entrevista transcurre de tal modo que se da la impresión que para determinar si la política del Estado es correcta, hay que evaluar en que grado se satisfacen los ideales de los intelectuales y no en que grado se satisfacen las necesidades y los intereses del pueblo.) Muchos intelectuales, entre ellos Saramago, son unos grandes defensores de los siguientes conceptos: la libertad, la igualdad y la solidaridad. Se han olvidado, o ignoran, que estos conceptos son obra de la burguesía del siglo XVIII y que no son más que la expresión idealizada de la sociedad capitalista. No está de más recordar aquí lo que dice Marx a este propósito en El Capital: “La esfera del intercambio de mercancías, dentro de cuyos límites se mueven la compra y la venta de la fuerza de trabajo, es en realidad un verdadero edén de los derechos innatos del hombre. Lo único que impera aquí es la libertad, la igualdad, la propiedad y Bentham. ¡Libertad! Pues comprador y vendedor de una mercancía, por ejemplo, de la fuerza de trabajo, vienen determinados únicamente por su libre voluntad. Contratan como personas libres. ¡Igualdad! Pues sólo se relacionan como poseedores de mercancías y cambian un equivalente por otro. ¡Propiedad! Pues cada uno sólo dispone de lo suyo. ¡Bentham! Pues a cada uno de ellos no le preocupa más que lo suyo”. Es obvio que estos conceptos que se presentan, en parte, como puros ideales, y en parte, como excelsas formas políticas de las sociedades occidentales, tienen sus raíces económicas en la compra y la venta de la fuerza de trabajo en un mercado capitalista. El error de los intelectuales mencionados no está sólo en enajenar el contenido económico mercantil capitalista de dichos conceptos, sino en proponer como tarea de la humanidad la realización de los mismos. En vez de defender los intereses de los trabajadores quieren realizar los conceptos idealizados, enajenados de su base económica, de la sociedad capitalista. Pretenden, concientemente o no, desarrollar la sociedad capitalista hasta su perfección conceptual. Ven en los conceptos, y no en los intereses, la causa del devenir histórico. Incurren en el error de todos los idealistas: ver en los conceptos la causa de los intereses en vez de la expresión de los intereses. Creo que ya va siendo hora que los llamados intelectuales de izquierda hagan suya la siguiente consigna: al igual que hay un salario mínimo hay que establecer un tope máximo a los ingresos personales. Aquí no hay idealización alguna, ni propuesta de realizar los conceptos enajenados de realidad, sino la resolución firme de cambiar las relaciones económicas entre los hombres, cambios que producirían nuevos conceptos y nuevos ideales. Los mencionados intelectuales deben tomar conciencia que seguir gravitando los principios en torno a los conceptos de libertad, igualdad y solidaridad, es seguir gravitando en los límites de la sociedad capitalista.

3.- ¿Qué significa ser de izquierda?

Según Abel Prieto una respuesta podría ser la siguiente: “aquella persona que conserve su sentido crítico frente a maquinarias de manipulación de las conciencias, piense que “otro mundo es posible” y de algún modo luche por eso”. En esta definición subyace la siguiente concepción: se presenta el capitalismo y el socialismo como dos polos entre los que sólo cabe oposición, como si entre ellos no hubiera mediaciones ni transiciones. Pero esto es un grave error que conduce a los teóricos de la izquierda al pensamiento utópico, esto es, al pensamiento que concibe la sociedad socialista, no brotando de los resultados de la sociedad capitalista, sino brotando de los deseos y de la imaginación. Ya Vladimir Ilích dijo que el capitalismo de Estado está más cerca del socialismo que la pequeña producción mercantil. De manera que si por los intereses del socialismo hay que potenciar el capitalismo de Estado, se potencia sin sombra de duda. También defendió Vladimir Ilích la política de concesiones, esto es, ceder la propiedad de las grandes empresas del Estado socialista a grandes capitalistas por un periodo de tiempo determinado. Si el Estado socialista no es capaz de explotar de manera óptima las grandes fuerzas productivas de la que es propietario, tanto por falta de recursos como por falta de preparación, debe ponerse temporalmente en manos de quienes puedan hacerlas rendir. La Nueva Economía Política elaborada por Vladimir Ilích y las reformas económicas chinas iniciadas en 1978, ponen de manifiesto que entre el capitalismo y el socialismo hay un largo y tortuoso proceso de transición, donde coexisten distintas formas económicas. Vladimir Ilích señalaba a este respecto que en la Rusia de 1918 había nada menos que cinco formas económico sociales distintas: 1) economía campesina patriarcal, 2) pequeña producción mercantil, 3) capitalismo privado, 4) capitalismo de Estado, y 5) socialismo. Esta idea, que entre el capitalismo y el socialismo hay una economía de transición, debería formar parte del abecé de la izquierda de hoy, y no la idea metafísica del socialismo utópico de que “otro mundo es posible”. Esta última consigna es expresión de la impotencia y de la desesperación. Y hay más: al pueblo no se le satisface anunciándole que “otro mundo es posible”, para eso ya es suficiente con la religión, sino poniendo en práctica políticas económicas que mejoren sus condiciones materiales de vida. Si un pueblo tras trabajar duro durante varias decenas de años no ve que su vida mejora, entonces terminará por no confiar en el partido del Gobierno, por muchos ideales y principios que éste defienda. Creo que uno de los grandes errores del Partido Comunista Cubano ha sido su incapacidad para hacer concesiones y retrasar posiciones ante el capitalismo.

4.- El Estado de derecho. Una de las grandes conquistas del capitalismo ha sido el Estado de derecho, esto es, la igualdad formal de todos los ciudadanos ante la ley. Y una de sus mayores consecuencias es la nítida separación entre Estado y partidos políticos. Pero en Cuba el Estado y el Partido Comunista no están separados, sino fundidos el uno en el otro. Esto permite que los comunistas gocen de impunidad ante la ley, cometiendo toda clase tropelías y abusos de poder, y que los ciudadanos no se sientan libres ante el Partido Comunista. Sería muy beneficioso para Cuba el surgimiento de un partido de la burguesía nacional, de un partido campesino, e incluso de un partido democrático. Y si esta nueva realidad se produjera, sería necesario que el Partido Comunista pudiera establecer firmes alianzas con esos partidos, haciendo concesiones claro esta; pero constituiría así un frente amplio para la defensa de los intereses nacionales de Cuba. De este modo se aseguraría un futuro socialista para Cuba, o un futuro donde los comunistas seguirían siendo una fuerza decisiva. Pero si siguen así, de espaldas a los sufrimientos del pueblo, la burguesía corrupta de Miami aliada a los EE.UU. y a los países de la UE terminarán por hacerse con el control total de Cuba y por infringirles una humillante derrota a los comunistas. Y ya hemos sufrido bastante con el derrumbe del socialismo en la Europa oriental.

CFH – 5° mesa bis, agosto 2003


De Eduardo Dermardirossian, moderador editorial

Para ofrecerle a la humanidad un mundo habitable

Nuestro contertulio conoce los dichos del ministro Abel Prieto. Conoce también algunas reflexiones que los mismos han suscitado y las opiniones que en su momento fueron publicadas a propósito de las condenas aplicadas en la isla de Cuba.

No corresponde a este moderador terciar en el debate, sino tan sólo organizarlo y, a lo sumo, poner de resalto algunos de sus pasajes.

Eduardo Galeano no cree “en la democracia del partido único (tampoco en Estados Unidos, donde hay un partido único disfrazado de dos), ni creo que la omnipotencia del Estado sea la respuesta a la omnipotencia del mercado.” Con ello anuncia su opinión crítica respecto del enjuiciamiento y del camino institucional que transita la Revolución en Cuba. Se pregunta: “Las revoluciones de verdad, las que se hacen desde abajo y desde adentro como se hizo la Revolución cubana, ¿necesitan aprender malas costumbres del enemigo que combaten? No tiene justificación –dice- la pena de muerte, se aplique donde se aplique.”

“Hablar de Cuba –nos dice Marcello Colussi- es difícil puesto que la Revolución allí tuvo lugar, y sigue estando vigente, no es un tema coyuntural. Hablar de la Revolución cubana es hablar del modelo de transformación social que seguimos anhelando. Más adelante inquiere: “¿Hay que estar o no con Cuba? ¿Hay que rechazar la pena de muerte o no? ¿Defender la causa de la justicia, de los oprimidos del mundo, justifica el silencio sobre los errores de su Revolución?”

Por su parte el periodista y analista político José Pablo Feinmann anuncia que “hay, ahora, una nueva bipolaridad y en ella Cuba ya no ocupa uno de los polos o, sin duda, no lo ocupa en soledad sino desbordantemente acompañada. Un polo es Estados Unidos, un Imperio paranoico que se dice amenazado por el terrorismo internacional; el otro polo es el resto del mundo, amplio lugar en el que el terrorismo se ha desplegado con el apoyo o la tolerancia o la indiferencia o la ineficacia de todas las naciones. Cuba es uno de esos lugares”. Este autor conmueve al decir que “lo único que no puedo hacer para estar contra la Muerte es matar. Si lo hago, soy mi enemigo.”

Francisco Umpiérrez Sánchez es un estudioso del marxismo. Según él los principios (el de oponerse a la pena de muerte, en este caso) son muy importantes, guían nuestra conducta y nuestras actuaciones “pero nunca deberían determinar nuestras decisiones”. Dice que “Saramago, Sergio Ramírez y Galeano: han tomado la decisión de condenar al Gobierno cubano porque están por principio en contra de la pena de muerte”. Y en orden a los temas centrales de la Revolución, afirma: “Creo que uno de los grandes errores del Partido Comunista Cubano ha sido su incapacidad para hacer concesiones y retrasar posiciones ante el capitalismo”.

Más se ha dicho sobre las manifestaciones del ministro Prieto, sobre las recientes condenas y sobre Cuba y su Revolución. Son asuntos que suelen despertar vivo interés en las gentes, tomando unos partido a favor y otros en contra de esa experiencia. Pero nos complace ver que muchos examinan el tema con tanta objetividad como es posible tener en asuntos sociales y políticos. Porque es cierto que las pasiones exacerbadas no suelen conducir a la verdad, ni siquiera al conocimiento de la realidad.. Es cierto que con más frecuencia que la tolerable solemos los hombres lanzar anatemas sobre este o aquel contendor, sobre esta o aquella forma de organización política y social, sin ver que ellas han sido motivadas por circunstancias de naturaleza histórica, o, lo que es decir lo mismo, no pudieron no haber ocurrido.

Lo dicho no invita a resignarse a la realidad presente, no importa renunciar a las acciones que tiendan a cambiar la estructura social para ofrecerle a la humanidad un mundo habitable y –ojalá- solidario.

CFH – 5° mesa bis, agosto 2003