Heráclito 16

Séneca editorializa para Heráclito *
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He aquí que Sócrates, desde aquella cárcel que purificó al entrar haciéndola más honorable que toda curia, grita: “¿Qué locura es ésta, qué natunaleza es ésta, enemiga de los Dioses y de los hombres, que infama la virtud y viola lo sagrado con palabras malignas? Si podéis, alabad a los buenos, si no, dejadlos por lo menos; y si os agrada ejercer esta tétrica licencia atacaos los unos a los otros. Pues cuando os enfurecéis contra el cielo, no digo que hacéis un sacrilegio sino que perdéis el tiempo. Alguna vez di yo a Aristófanes materia para un chiste y toda aquella turba de venenosos poetas derramó sobre mí sus venenosos donaires. Quedó esclarecida mi virtud por aquellas mismas cosas con que se le atacaba, pues le viene muy bien ser expuesta y tentada y nadie entiende mejor cuánta es la virtud como los que atacándola sintieron sus fuerzas. Nadie conoce mejor la dureza del pedernal como el que le hiere. Me pregunto como una roca solitaria en el mar, a la que las olas, vengan de donde vinieren, no dejan de azotar, sin que la muevan de su lugar ni a lo largo del tiempo la destruyan con sus frecuentes asaltos. Acometed, atacad; soportándoos os venceré. Lo que ataca a cosas firmes e inexpugnables ejerce su fuerza en mal suyo. Buscad, por tanto, una materia blanda y que ceda para clavar en ella vuestros dardos...”
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¿Por qué no miráis mejor a vuestros propios males que por todas partes os traspasan, unos cercándoos por de fuera, otros ardiendo en vuestras entrañas? Aunque conozcáis tan poco vuestro estado, no han llegado las cosas humanas al punto de que os quede tanto ocio que podáis dedicar vuestra lengua a vituperar a los mejores.

* “De la vida bienaventurada”, parr. XXVII.
H 27 – 01.12.2000
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Del Nuevo Testamento
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Jesús lava los pies de sus discípulos. *
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1 Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin.
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2 Y cuando cenaban, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que le entregase,
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3 sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba,
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4 se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó.
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5 Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido.
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6 Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor ¿tú me lavas los pies?
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7 Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después […].
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16 De cierto de cierto os digo: El siervo no es no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió.
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17 Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis.
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18 No hablo de todos vosotros; yo sé a quiénes he elegido; mas para que se cumpla la Escritura: El que come pan conmigo, levantó contra mí su calcañar.
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19 Desde ahora os lo digo antes que suceda, para que cuando suceda, creáis que yo soy.
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20 De cierto de cierto os digo: El que recibe al que yo enviare, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió.
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* S. Juan, 13.
H 31 – 29.12.2000
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Del Levítico, 25
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El año del reposo de la tierra y el año del jubileo.
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1 Jehová habló a Moisés en el monte de Sinaí, diciendo:
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2 Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando hayaís entrado en la tierra que yo os doy, la tierra guardará reposo para Jehová.
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3 Seis años sembrarás tu tierra y seis años podarás tu viña y recogerás sus frutos.
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4 Pero el séptimo año la tierra tendrá descanso, reposo para Jehová; no sembrarás tu tierra ni podarás tu viña.
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5 Lo que de suyo naciere de tu tierra segada, no lo segarás, y las uvas de tu viñedo no vendimiarás; año de reposo será para la tierra.
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6 Mas el descanso de la tierra de dará para comer a ti, a tu siervo, a tu sierva, a tu criado y a tu extranjero que morare contigo;
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7 y a tu animal y a la bestia que hubiere en tu tierra, será todo el fruto de ella para comer.
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8 Y contarás siete semanas de años, siete veces siete años, de modo que los días de las siete semanas de años vendrán a serte cuarenta y nueve años.
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9 Entonces harás tocar fuertemente la trompeta en el mes séptimo de los diez días del mes; y el día de la expiación haréis tocar la trompeta por toda vuestra tierra.
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10 Y santificaréis el año cincuenta, y pregonaréis libertad en la tierra a todos sus moradores; ese año os será de jubileo, y volveréis cada uno a vuestra posesión, y cada cual volverá a su familia.
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11 El año cincuenta os será jubileo; no sembraréis, ni segaréis lo que naciere de suyo de la tierra, ni vendimiaréis sus viñedos,
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12 Porque es jubileo; santo será a vosotros; el producto de la tierra comeréis.
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13 En este año de jubileo volveréis cada uno a vuestra posesión.
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14 Y cuando vendiereis algo a vuestro prójimo, o comprares de mano de vuestro prójimo, no engañe ninguno a su hermano.
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15 Conforme al número de los años después del jubileo comprarás de tu prójimo; conforme al número de los años de los frutos te venderá él a ti.
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16 Cuanto mayor fuere el número de los años, aumentarás el precio, y cuanto menor fuere el número, disminuirás el precio; porque según el número de las cosechas te venderá él.
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17 Y no engañe ninguno a su prójimo, sino temed a vuestro Dios; porque yo soy Jehová vuestro Dios.
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18 Ejecutad, pues, mis estatutos y guardad mis ordenanzas y ponedlos por obra, y habitaréis en la tierra seguros;
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19 y la tierra dará su fruto, y comeréis hasta saciaros, y habitaréis en ella con seguridad.
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20 Y si dijereis: ¿Qué comeremos el séptimo año? He aquí no hemos de sembrar, ni hemos de recoger nuestros frutos;
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21 entonces yo os enviaré mi bendición el séptimo año, y hará fruto por tres años.
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22 Y sembraréis el año octavo y comeréis del fruto añejo, hasta el año noveno, hasta que venga su fruto, comeréis del añejo.
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23 La tierra no se venderá a perpetuidad, porque la tierra mía es; pues vosotros forasteros y extranjeros sois para conmigo.
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H 31 – 29.12.2000
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Del Bhagavad Guita y de Gandhi
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Y, sin embargo, estos seres no están en Mí. ¡Ese es, realmente, Mi poder único como Señor! Siendo el Sostén de todos los seres, Yo no estoy en ellos; Mi Ser los trae a la existencia (Guita IX, 5).
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Gandhi anota este versículo así:

En este misterio, este milagro, reside el poder soberano de Dios: todos los seres están en Él; Él está an ellos, y sin embargo no está en ellos. Ésta es la descripción de Dios en el lenguaje de los hombres mortales. En el hecho, Él ayuda a los hombres revelándoles Sus aspectos por medio de toda clase de paradojas. Todos los seres están en Él, por cuanto toda la creación es Suya; pero como Él trasciende todo y realmente no es el autor de todo, puede decirse igualmente que los seres no están en Él. Él está realmente en todos sus devotos verdaderos, y Él no está, según ellos, en los que lo niegan. ¿Qué es esto sino un misterio, un milagro de Dios?*.
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* Nota de la traducción al inglés del Bhagavad Guita, cuya versión española correspondió a Inés Lazo Preus, M. A., Universidad de Benarés, India. Ed. Kier, Buenos Aires, 1997. En el prólogo de esta edición, Ismael Quiles anota: “Es sin duda el Bhagavad Guita una de las obras de la literatura hindú en la cual los textos teístas y el diálogo permanente con el Absoluto, si no personal menos personalizado, hace que sus fórmulas sean las que más se acercan a las del teísmo cristiano. De ahí que muchas de sus oraciones pueden ser repetidas literalmente por los cristianos en su sentido propio”.
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H 22 – 27.10.2000
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Aryuna dijo: (54) Oh Keshava (Krishna), ¿cuáles son las señales del hombre cuyo entendimiento es seguro, cuya mente está fija en la meditación? ¿Cómo habla? ¿Cómo se mueve?
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El Señor dijo: (55) ¡Oh Partha! Cuando un hombre pone a un lado todos los anhelos que surgen en la mente y se reconforta solamente con el Atman (alma), entonces es llamado el hombre se seguro entendimiento.
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Y estos otros, así:
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Reconfortarse con el Atman significa buscar satisfacción espiritual en nuestro interior, no en los objetos exteriores que por su propia natulaleza nos dan el placer y el dolor. Satisfacción espiritual o suprema felicidad (ananda) debe ser distinguida del placer o felicidad corrientes*.

* La versión, nota y traducción al gujarati y de él al inglés corresponde al Mohandas K. Gandhi, el Mahatma. La versión al español es de Inés Lazo Preuss M. A. Ed. Kier, Buenos Aires 1977, pp. 44 y 45.
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Serie Creencias del mundo
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Hinduismo: una actitud ante la vida *
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José Carlos García Fajardo**
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El viajero que llegue a India con mentalidad occidental encontrará una "religión llena de dioses", de los cuales los más conocidos son Brahma, Visnú y Siva, la Trinidad hindú. Pero esto nada tiene que ver con la realidad. En India, más que panteísmo existe un panenteísmo. La divinidad lo es todo en todas las cosas. Lo que los extraños llaman dioses no son más que aspectos del único Dios que está en nosotros, y "en el que vivimos, nos movemos y somos", como escribiría San Pablo mil años después.
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"El hinduismo no es una religión -dice el filósofo Raimon Panikkar- ni una doctrina, ni siquiera una esencia: es aquello que queda cuando se excluye todo lo demás. En términos occidentales, el hinduismo es una ex-sistencia", una actitud que nos abre a las puertas del conocimiento mediante el silencio y la quietud. Aunque haya deformaciones populares con templos, ritos e imágenes, es una manera de considerar las cosas y la propia vida. Ni hay un dogma establecido ni un clero organizado.
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De los 750 millones de hindúes que hay en el mundo, unos 700 viven en India. Es la tercera "creencia" del mundo, después del cristianismo con 1500 millones y el islamismo con 1.000 millones. En India también viven 150 millones de musulmanes, 15 millones de sijs y dos millones de seguidores del jainismo, aparte de minorías cristianas y budistas.
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Sus libros sagrados más conocidos son los Vedas. El Rig-Veda fue escrito hace más de tres mil años. Muy popular es la Bhagavad-Gita, una de las epopeyas más hermosas de la literatura universal. Es El canto del Señor que recoge las enseñanzas del "dios" Krishna, un avatar de la divinidad, una de tantas manifestaciones del Absoluto inefable. Nada de dioses personales que serían ídolos. Por eso, pueden reconocer a Buda y a Cristo como avatares de la divinidad.
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Los cuatro conceptos fundamentales del hinduismo son: karma, maya, nirvana y yoga.
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Karma es la ley de la causa y del efecto encadenados entre sí porque todo está inter relacionado. Es la justicia inmanente del mundo.
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Maya es ilusión de las interpretaciones de la realidad porque desde pequeños nos hemos desconectado de lo real.
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Nirvana es la liberación de la ignorancia. El anhelado despertar a la realidad real, que se alcanza por medio de técnicas adecuadas.
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Yoga, un método psicofísico encaminado a un retorno sobre sí mismo, trabajando sobre la mente con la respiración. Su difusor por medio de los Aforismos, a comienzos de nuestra era, fue el indio Patanjali que lo definió como "la tranquilidad de los movimientos del mundo exterior". Para esa auto realización hay que unificar el espíritu y abolir la dispersión.
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Ramakrishna, maestro que enseñó en Occidente, afirma que "a través del yoga, un hindú se vuelve mejor hindú, un cristiano mejor cristiano, un musulmán mejor musulmán y un judío mejor judío". Su discípulo Vivekanada, añade que "se puede practicar el yoga lo mismo si se es teísta que ateo, agnóstico o seguidor del Vedanta, cristiano o musulmán". Hay diversas clases de yoga pero todas consisten en adoptar ciertas posturas; respirar y aquietar la mente. Hay caminos morales: no violencia activa; veracidad; respetar al otro; ser puro o auténtico y ser desprendido. Dhyana es la meditación y Samhadi es la plenitud que todos podemos alcanzar, aquí y no en un hipotético futuro.
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Dice el gran sabio de las religiones, Mircea Eliade, que en la Bhagavad-Gita está la clave de la bóveda del hinduismo, la síntesis del espíritu hindú y de todos sus caminos. El gran problema era si, para encontrar el sentido de la existencia, sería preciso abandonar la sociedad como los yoguis o dedicarse a la devoción. Krishna revela que todos pueden encontrar el sentido de la existencia superando esta nada de ilusiones y de pruebas con tal de que no se persiga un objetivo personal, de que no se actúe por odio, ira o codicia. Si se renuncia al fruto de sus actos. Así se supera el ciclo del karma, de causa y efecto.
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En La prueba del laberinto Mircea Eliade escribe: "Lo sagrado no es una etapa en la historia de la conciencia, sino un elemento de la estructura de esa misma conciencia. En los grados más arcaicos de la cultura, vivir como ser humano es ya en sí mismo un acto religioso, puesto que la alimentación, la vida sexual y el trabajo poseen un valor sacramental. La experiencia de lo sagrado es inherente al modo de ser del hombre en el mundo".
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Al final de sus días, como director del Departamento de Historia de las Religiones en la Universidad de Chicago, afirmaba: "Estoy seguro de que las formas futuras de la experiencia religiosa serán completamente distintas de las que ya conocemos en el cristianismo, en el judaísmo, en el Islam, que ya están fosilizadas, desvirtuadas, vacías de sentido. Habrá otras expresiones. La gran sorpresa es siempre la libertad del espíritu, su creatividad". Porque lo sagrado es la revelación de la realidad, el encuentro con lo que nos salva al dar sentido a nuestra existencia. Es "la contemplación del cielo inmenso lo que revela al hombre la trascendencia, lo sagrado".
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Se lee en el Katha Upanishad: "Esta serena quietud de los sentidos se llama Yoga. Hay que estar muy atento, porque Yoga viene y se va" como humo que flota ocioso hacia el cielo, o los copos de nieve cayendo cada uno en su sitio.
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Occidente busca la verdad por medio de la razón. En Oriente saben que, más allá de la razón, hay otro nivel de conciencia que es posible despertar. Occidente pone el Paraíso después de la vida, Oriente lo pone aquí y ahora. Mientras que en uno se va desde la vida hacia la muerte, el otro proclama el paso de la muerte hacia la vida.
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En este valle de lágrimas puede brotar el Jardín del Edén.
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Viajó un discípulo para visitar a su maestro, llamó a su puerta y éste preguntó: ”¿Quién eres?” “Soy yo” “Vete, no te conozco”. Volvió varios días e hizo la misma pregunta, respondiendo ambos lo mismo que la primera vez. Se preguntaba el discípulo si había olvidado la doctrina del maestro hasta que cayó en la cuenta de su error. Regresó junto a su maestro que de nuevo le preguntó “¿Quién eres?” El discípulo respondió “Soy tú”. “Pasa entonces”, respondió el maestro.
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La vida no contesta nunca con palabras, sino con la misma cosa que preguntamos.
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* Fuente: Centro de Comunicaciones Solidarias, publicado el 3 de Noviembre de 2000.
** El autor es Profesor de Pensamiento Político y Social de la Universidad Complutense de Madrid y Presidente de la ONG Solidarios para el Desarrollo.
H 34 – 19.01.2001
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Albert Einstein y el sentimiento religioso cósmico *
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Todo lo que ha hecho y pensado la especie humana se relaciona con la satisfacción de necesidades profundamente sentidas y con el propósito de mitigar el dolor. Uno ha de tener esto constantemente en cuenta si desea comprender los movimientos espirituales y su evolución. Sentimiento y anhelo son la fuerza motriz que hay tras todas las empresas humanas y todas las creaciones humanas, por muy excelsas que se nos quieran presentar. Pero, ¿cuáles son los sentimientos y las necesidades que han llevado al hombre al persamiento religioso y a creer en el sentido más amplio de estos términos? Un poco de reflexión bastará para darnos cuenta de que presidiendo el nacimiento del pensamiento y la experiencia de lo religioso están las emociones más variadas.
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En el hombre primitivo, es sobre todo el miedo el que produce ideas religiosas: miedo al hambre, a los animales salvajes, a la enfermedad, a la muerte. Como en esta etapa de la existencia suele estar escasamente desarrollada la comprensión de las conexiones causales, el pensamiento humano crea seres ilusorios más o menos análogos a sí mismo de cuya voluntad y acciones dependen los acontecimientos sobrecogedores. Así, uno intenta asegurarse el favor de tales seres ejecutando actos y ofreciendo sacrificios que, según la tradición transmitida a través de generaciones, les hacen mostrarse propicios y bien dispuestos hacia los mortales. En este sentido, hablo yo de una religión del miedo. Ésta, aunque no creada por los sacerdotes, se halla en un grado notable afianzada por la formación de una casta sacerdotal que se erige como mediadora entre el pueblo y los seres a los que el pueblo teme, y logra sobre esta base una hegemonía. En muchos casos, un caudillo o dirigente o una clase privilegiada cuya posición se apoya en otros factores, combina funciones sacerdotales con su autoridad secular a fin de reforzarla; o hacen causa común con la casta sacerdotal para defender sus intereses.
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Los impulsos sociales son otra fuente de cristalización de la religión. Padres y madres dirigentes de las grandes comunidades humanas son mortales y falibles. El deseo de guía, de amor y de apoyo empuja a los hombres a crear el concepto social o moral de Dios. Éste es el Dios de la Providencia, que protege, dispone, recompensa y castiga; el Dios que, según las limitaciones de enfoque del creyente, ama y protege la vida de la tribu o de la especie humana e incluso la misma vida; es el que consuela de la aflicción y del anhelo insatisfecho; el que custodia las almas de los muertos. Esta es la concepción social o moral de Dios.
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Las Sagradas Escrituras judías ejemplifican admirablemente la evolución de la religión del miedo a la religión moral, evolución que continúa en el Nuevo testamento. Las religiones de todos los pueblos civilizados, especialmente los pueblos de Oriente, son religiones morales. El paso de una religión del miedo a una religión moral es un gran paso en la vida de los pueblos. Y sin embargo, el que las religiones primitivas se basen totalmente en el miedo y las de los pueblos civilizados sólo en la moral es un prejuicio frente al que hemos de ponernos en guardia. La verdad es que en todas las religiones se mezclan en cuantía variable ambos tipos, con esa diferenciación; que en los niveles más elevados de la vida social predomina la religión de la moral.
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Común a todos estos tipos de religión es el carácter antropomórfico de su concepción de Dios. En general, sólo individuos de dotes excepcionales, y comunidades excepcionalmente idealistas, se elevan en una medida considerable por encima de este nivel. Pero hay un tercer estadio de experiencia religiosa común a todas ellas, aunque raras veces se halle en una forma pura: lo llamaré sentimiento religioso cósmico. Es muy difícil explicar este sentimiento al que carezca por completo de él, sobre todo cuando de él no surge una concepción antropomórfica de Dios.
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El individuo siente la inutilidad de los deseos y los objetivos humanos y el orden sublime y maravilloso que revela la naturaleza y el mundo de las ideas. La existencia individual le parece una especie de cárcel y desea experimentar el universo como un todo único y significativo. Los inicios del sentimiento religioso cósmico aparecen ya en una etapa temprana de la evolución, por ejemplo, en varios de los salmos de David y en algunos textos de los profetas. El budismo, como hemos aprendido gracias sobre todo a las maravillosas obras de Schopenhauer, tiene un contenido mucho más rico aún en este sentimiento cósmico.
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Los genios religiosos de todas las épocas se han distinguido por este sentimiento religioso especial que no conoce dogmas ni un Dios concebido a imagen del hombre; no puede haber, en consecuencia, iglesia cuyas doctrinas básicas se apoyen en él. Por tanto, es precisamente entre los herejes de todas las épocas donde encontramos hombres imbuidos de este tipo superior de sentimiento religioso, hombres considerados en muchos casos ateos por sus contemporáneos, y a veces considerados también santos. Si enfocamos de este modo a hombres como Demócrito, Francisco de Asís y Spinoza, veremos que existen entre ellos profundas relaciones.
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¿Cómo puede comunicar y transmitir una persona a otra este sentimiento religioso cósmico, si éste no puede engendrar ninguna noción definida de un Dios y de una teología? Según mi opinión, la función más importante del arte y de la ciencia es la de despertar este sentimiento y mantenerlo vivo en quienes son receptivos a él.
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Llegamos así a una concepción de la relación entre religión y ciencia muy distinta de la habitual. Cuando uno enfoca la cuestión históricamente, tiende a considerar ciencia y religión antagonistas irreconciliables, y por una razón de lo más evidente. El individuo que está totalmente imbuido de la aplicación universal de la ley de la causalidad no puede ni por un instante aceptar la idea de un ser que interfiera en el curso de los acontecimientos... siempre, claro está, que se tome la hipótesis de la causalidad verdaderamente en serio. Para él no tiene ningún sentido la religión del miedo y lo tiene muy escaso la religión moral y social. Un Dios que premia y castiga es inconcebible para él por la simple razón de que las acciones del hombre vienen determinadas por la necesidad, externa e interna, por lo que no puede ser responsable, a los ojos de Dios, lo mismo que no lo es un objeto inanimado de los movimientos que ejecuta. Se ha acusado, por ello, a la ciencia de socavar la moral, pero la acusación es injusta. La conducta ética de un hombre debería basarse en realidad en la compasión, la educación y los lazos y necesidades sociales; no hace falta ninguna base religiosa. Triste sería la condición del hombre su tuviese que contenerse por miedo al castigo y por la esperanza de una recompensa después de la muerte.
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Es, por tanto, fácil ver por qué las iglesias han combatido siempre a la ciencia y perseguido a los que se consagraban a ella. Por otra parte, yo sostengo que el sentimiento religioso cósmico es el motivo más fuerte y más noble de la investigación científica. Sólo quienes entienden los inmensos esfuerzos y, sobre todo, esa devoción sin la cual sería imposible el trabajo innovador en la ciencia teórica, son capaces de captar la fuerza de la única emoción de la que puede surgir tal empresa, siendo como es algo alejado de las realidades inmediatas de la vida. ¡Qué profundos debieron ser la fe en la racionalidad del universo y el anhelo de comprender, débil reflejo de la razón que se revela en este mundo, que hicieron consagrar a un Kepler y a un Newton años de trabajo solitario a desentrañar los principios de la mecánica celeste! Aquellos cuyos contactos con la investigación científica se deriva principalmente de sus resultados prácticos es fácil que se hagan una idea totalmente errónea de la mentalidad de los hombres que, en un modo escéptico, han mostrado el camino a espíritus similares a ellos, esparcidos a lo largo y ancho del mundo y de los siglos. Sólo quien ha dedicado su vida a fines similares puede tener idea clara de lo que inspiró a esos hombres yles dio la fuerza necesaria para mantenerse fieles a su objetivo a pesar de innumerables fracasos. Es el sentimiento religioso cósmico lo que proporciona esa fuerza al hombre. Un contemporáneo ha dicho, con sobradas razones, que en estos tiempos materialistas que vivimos la única gente profundamente religiosa son los investigadores científicos serios.
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* “Sobre religión”, publicado en “New York Times Magazine” el 9 Nov 1930, y, traducido al alemán, en “Berliner Tagelblatt” el 11 Nov 1930. La presente versión española es de José M. Alvarez Flores y Ana Goldar, y fue editada por Sarpe en 1985. El título es una licencia nuestra (N. del E.).
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H 33 – 12.01.2001
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La oración
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Eduardo Dermardirossian *
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Dicho más o menos así y a pesar de su gran dificultad para hablar, este cuento me fue relatado por un amigo –hombre de honda fe religiosa- en su lecho de muerte, tras despedir a un ministro de otra religión que lo había visitado para procurar la salvación de su alma. En esa circunstancia el relato tiene un sentido muy particular. Sobre todo si se toma en cuenta que se trataba de un hombre formado en la cultura medio-oriental.
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En mi personal experiencia he podido comprobar que los hombres adquieren una gran sensibilidad en los momentos previos a su muerte. Otras experiencias, que no referiré por razones de pudor o de respeto a la memoria de los ya ausentes, me afirman en esta creencia. He aquí el cuento.
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Érase un devoto hombre de oración que peregrinaba de lugar en lugar para predicar a sus hermanos la verdad que le había sido revelada. Fatigosamente recorría los senderos para decir a quien quisiera oírle la palabra de Dios. El hambre y el viento helado, las laceraciones de sus pies descalzos y el desdén con que era rechazado tantas veces no hacían mella en su espíritu. Sabía que su misión era llevar el mensaje del Supremo para redimir a los hombres. Y el suyo era el único mensaje
. Su fe, la única verdadera.
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Cierta vez, habiendo llegado hasta la ribera de un río, vio a un niño dando vueltas de carnero continuamente. Se detuvo a observarlo largo tiempo, y como el niño no cesaba de dar vueltas, le preguntó qué hacía.
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Estoy orando”, fue la respuesta.
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El devoto hombre de Dios quedó perplejo. ¿Cómo podía alguien orar de tal manera? Acaso, ¿no había sido instruido acerca de cómo hablar con el Supremo? El pobre niño debía ser aleccionado en ese sagrado menester y para eso la providencia lo había puesto en su camino.
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Y así es como ganando primero la confianza y la simpatía del pequeño, trabajosamente logró enseñarle la oración ritual para todos los hombres de verdadera fe. La oración fue repetida cuantas veces lo consideró necesario para que el niño la recordara, y sólo cuando al caminante le pareció que el nuevo fiel ya no la olvidaría, dijo su bendición y partió.
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Hallábase a bordo de una barca en medio del ancho río, cuando el peregrino oyó que alguien le llamaba a viva voz. Giró sobre sí y vio que el niño a quien acababa de enseñarle a orar corría a su encuentro, pisando sobre las aguas sin mojar siquiera sus pies. “Maestro, perdón por mi torpeza, pero olvidé el segundo párrafo de la oración. Por favor, ¿quiere usted repetírmelo?”
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Luego de observar conmovido la escena, el caminante comprendió. “Ve hijo, y haz tus oraciones del modo que sabes. Ve hijo, Dios está contigo”.
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* De Último Testamento, de cuando Dios y Satanás se reunieron y de la Segunda Creación, Ed. Dermarte, Buenos Aires 2000.
H 33 – 12.01.2001