Heráclito 12

De Friedrich Nietzsche

“¡Dios ha muerto! ¡Y somos nosotros quienes le hemos dado muerte!” *

¿No habéis oído hablar de ese hombre loco, que, en pleno día, encendía una linterna y echaba a correr por la plaza pública gritando sin cesar: “Busco a Dios, busco a Dios”. Como allí había muchos que no creían en Dios, su grito provocó la hilaridad. “Que, ¿se ha perdido Dios?, decía uno. “¿Se ha perdido, como un niño pequeño?”, preguntaba otro. “¿O es que está escondido? ¿Tiene miedo de nosotros? ¿Se ha embarcado? ¿Ha emigrado?” Así gritaban y reían en confusión. El loco se precipitó en medio de ellos y los traspasó con su mirada. “¿Dónde se ha ido Dios? Yo os lo voy a decir, les gritó ¡Nosotros le hemos matado, vosotros y yo! ¡Todos nosotros somos asesinos! Pero ¿cómo hemos podido obrar así? ¿Cómo hemos podido vaciar el mar? ¿Quién nos ha dado la esponja para borrar el horizonte? ¿Qué hemos hecho cuando hemos separado esta tierra de la cadena de su sol? ¿Adónde le conducen ahora sus movimientos? ¿Lejos de todos los soles? ¿No caemos sin cesar? ¿Hacia delante, hacia atrás, de lado, de todos lados? ¿Todavía hay un arriba y un abajo? ¿No erramos como a través de una nada infinita? El vacío ¿no nos persigue con su hálito? ¿No hace más frío? ¿No veis oscurecer cada vez más, cada vez más? ¿No es necesario encender linternas en pleno mediodía? ¿No oímos todavía el ruido de los sepultureros, que encierran a Dios? ¿Nada sentimos aún de la descomposición divina? ¡También los dioses se descomponen! ¡Dios ha muerto! ¡Y somos nosotros quienes le hemos dado muerte! ¿Cómo nos consolaremos, nosotros, asesinos entre los asesinos? Lo que el mundo poseía de más sagrado y más poderoso ha perdido su sangre bajo nuestro cuchillo. ¿Quién borrará de nosotros esta sangre? ¿Con qué agua podremos purificarnos? ¿Qué expiaciones, qué juegos nos veremos forzados a inventar? ¿La grandeza de este acto no es demasiado grande para nosotros? ¿No estamos forzados a convertirnos en dioses, al menos para parecer dignos de dioses? No hubo en el mundo acto más grandioso, y las generaciones futuras pertenecerán, por virtud de esta acción, a una historia más elevada que lo que fue hasta el presente toda la historia.

* “La Gaya ciencia”, libro tercero, af. 125. Cit. por M. L. Gil en “Filosofía, modernidad y posmodernidad”, Ed. Biblos, Buenos Aires 1990. p. 39.
H 24 – 10.11.2000



Reflexiones sobre el hombre que inauguró el milenio

Solipsismo
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Eduardo Dermardirossian
eduardodermar@gmail.com

El solipsismo es la doctrina que tiene por verdadera la proposición sólo yo existo. Las cosas, los hechos, las ideas y demás, no tienen existencia por sí mismas. Existen porque yo las pienso. El hombre, la vida y todo el universo no tienen existencia por sí mismos, son una percepción mía. Esta teoría, sostenida más o menos radicalmente, ha asomado de tanto en tanto a lo largo de la historia de la filosofía. O, lo que es decir lo mismo, a lo largo de la historia del hombre.
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Confieso que en mis primeros escarceos por los territorios de la metafísica, algunas veces me vi tentado a examinar las cosas desde esta óptica. Pero éste es un asunto del que no voy a ocuparme ahora. Solamente diré que frecuentemente me ha asaltado la idea de considerar la existencia humana como un sueño soñado por Dios, donde los seres soñados se corporizan con una verosimilitud acorde con la condición del Soñador. Se trataría, así, de una suerte de solipsismo divino, terreno fértil para la elucubración filosófica y para la ficción literaria. Pero dejemos pronto estas digresiones y vamos a las cosas humanas.
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Tiempos éstos de creciente exacerbación del egoísmo a la vez que de deificación del dinero, vale la pena examinar la conducta del hombre que inauguró el segundo milenio a la luz de la doctrina solipsista. Mirar y ver cómo crece el afán de poseerlo todo con indisimulado desdén por la suerte del prójimo, legitimar la desdicha del otro como resultado inevitable de una competencia enaltecida como virtud, parece ser la característica que define a nuestro tiempo. Ya nada es obsceno porque sólo yo existo.
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Comoquiera que miremos el asunto, veremos que el otro no existe en el mundo de quien, con sus más y con sus menos, tiene esta concepción. El otro no existe. Ni siquiera existe aquel otro de quien se dice que soy su delegado o mandatario y cuyo bien debería ser objeto de mis acciones. Y como sólo existo yo, procuro edificar el mundo a mi medida y para complacer mis apetitos.
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Lo otro, los otros hombres, son nada más que una ideación mía. Si soy un hombre sensible, serán una ideación triste que procuraré eludir de algún modo. Pero en cualquier caso la tristeza me alcanzará.
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Bien sé que el solipsismo como filosofía no discurre por senderos tan impiadosos. Pero he querido utilizarlo con alguna licencia (no con ligereza) para explicar lo que me parece es el modo que el hombre de este tiempo tiene de relacionarse con sus semejantes y con las cosas cuya posesión le es deseable. Sé también de hombres y mujeres que son ajenos a estos egotismos, pero estos no son quienes trazan los rumbos de los acontecimientos. Y quien quiera ver en esto una opinión escéptica tendrá razón, pero con la advertencia de que esta visión está referida al tiempo histórico presente, con lo cual podemos los hombres alentar la esperanza de un cambio que nos redima. Porque sólo hay belleza cuando creo que verdaderamente tú también existes. Y entonces, para que así sea, tendré que ser solidario. La historia, ciertamente, no ha llegado a su fin.
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Naturalmente las sociedades procuran su preservación, lo que las obliga a encontrar mecanismos que superen el aislamiento pernicioso de sus integrantes. Doctrinas y sistemas enteros, aplicados a lo largo de la historia humana, han mudado y también han caído en aras de esa preservación. Por tanto, creo que ningún escepticismo puede cancelar la esperanza en un futuro más prometedor. Y en esto el hombre tiene algo que hacer.
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* El Centro de Colaboraciones Solidarias, proyecto asociado a la Unesco en el Año Internacional de la Cultura de Paz, es un servicio de información para la prensa de América Latina, EEUU y España. Esta nota fue publicada en su prensa el 11 de septiembre de 2000 y, tomada de ahí, el 18 del mismo mes la reprodujo el diario estadounidense “El Sol de Texas”.
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H 26 – 24.11.2000
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Extracto de la carta que el jefe seattle de la tribu Surwaming envió en 1855 al presidente Franklin de los EEUU, en respuesta a la oferta de compra de las tierras que ahora forman el estado de Washington.
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Su insaciable apetito devorará la tierra y dejará tras de sí sólo el desierto
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Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestra manera de ser. Le da lo mismo un pedazo de tierra que el otro porque él es un extraño que llega a la noche a sacar de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermano sino su enemigo. Cuando la ha conquistado la abandona y sigue su camino. Deja atrás de él las sepulturas de sus padres sin que le importe. Despoja de la tierra a sus hijos sin que le importe. Olvida la sepultura de su padre y los derechos de sus hijos. Trata a su madre, la tierra, y a su hermano el cielo, como si fuesen cosas que se pueden comprar, saquear y vender, como si fuesen corderos y cuentas de vidrio. Su insaciable apetito devorará la tierra y dejará tras sí sólo el desierto.
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No lo comprendo. Nuestra manera de ser es diferente a la vuestra. La vista de vuestras ciudades hace doler los ojos al hombre de piel roja.
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Pero quizás sea así porque el hombre de piel roja es un salvaje y no comprende las cosas. No hay ningún lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco, ningún lugar donde pueda escuchar el desplegarse de las hijas en primavera o el rozar de las alas de un insecto. Pero quizás sea así porque soy un salvaje y no puedo comprender las cosas. El ruido de la ciudad parece insultar los oídos. ¿Y qué clase de vida es cuando el hombre no es capaz de escuchar el solitario grito de la garza o la discusión nocturna de las ranas alrededor de la laguna? Soy un hombre de piel roja y no lo comprendo. Los indios preferimos el suave sonido del viento que acaricia la calma del lago y el olor del mismo viento purificado por la lluvia del mediodía o perfumado por las fragancias de los pinos.
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El aire es algo precioso para el hombre de piel roja porque todas las cosas comparten el mismo aliento: el animal, el árbol y el hombre. El hombre blanco parece no sentir el aire que respira. Al igual que un hombre muchos días agonizante, se ha vuelto insensible al hedor.. Mas, si os vendemos nuestras tierras, debéis recordar que el aire es precioso para nosotros, que el aire comparte su espíritu con toda la vida que sustenta. Y, si os vendemos nuestras tierras, debéis dejarlas aparte y mantenerlas sagradas como un lugar al que podrá llegar incluso el hombre blanco a saborear el viento dulcificado por las flores de la pradera.
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Consideraremos vuestra oferta de comprar nuestras tierras. Si decididimos aceptarla, podré una condición; que el hombre blanco deberá tratar a los animales de estas tierras como hermanos. Soy un salvaje y no comprendo otro modo de conducta. He visto miles de búfalos pudriéndose sobre las praderas, abandonados allí por el hombre blanco que les disparó desde un tren en marcha. Soy un salvaje y no comprendo cómo el humeante caballo de vapor puede ser más importante que el búfalo al que sólo matamos para poder vivir. ¿Qué es el hombre sin los animales? Si todos los animales hubiesen desaparecido, el hombre moriría de una gran soledad de espíritu. Porque todo lo que ocurre a los animales pronto habrá de ocurrir también al hombre. .
Todas las cosas están relacionadas entre sí.
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Vosotros debéis enseñar a vuestros hijos que el suelo bajo sus pies es la ceniza de sus abuelos. Para que respeten la tierra, debéis decir a vuestros hijos que la tierra está llena de vida de nuestros antepasados. Debéis enseñar a vuestros hijos lo que nosotros hemos enseñado a los nuestros: que la tierra es nuestra madre. Todo lo que afecta a la tierra afecta a los hijos de la tierra. Cuando los hombres escupen en el suelo se escupen a sí mismos.
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Esto lo sabemos: la tierra no pertenece al hombre, sino que el hombre no ha tejido la red de la vida; es sólo una hebra de ella. Todo lo que haga a la red se lo hará a sí mismo. Lo que ocurre a la tierra ocurrirá a nuestros hijos de la tierra. Lo sabemos. Todas las cosas están relacionadas como la sangre que une a una familia.
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Aún el hombre blanco, cuyo Dios se pasea con él y pasea con él de amigo a amigo, no puede estar exento del destino común. Quizás seamos hermanos, después de todo. Lo veremos. Sabemos algo que el hombre blanco descubrirá algún día: que nuestro Dios es su mismo Dios. Ahora pensáis quizás que sois dueños de nuestras tierras, pero no podréis serlo. Él es el Dios de la humanidad y Su compasión es igual para el hombre de piel roja que para el hombre blanco. Esta tierra es preciosa para Él y el causarle daño significa mostrar desprecio hacia su creador. Los hombres blancos también pasarán, tal vez antes que las demás tribus. Si contamináis vuestra cama, moriréis alguna noche sofocados por vuestros propios desperdicios. Pero aún en vuestra hora final os sentiréis iluminados por la idea de que Dios os trajo a estas tierras y os dio el dominio sobre ellas y sobre el hombre de piel roja con algún propósito especial. Tal destino es un misterio para nosotros porque no comprendemos lo que será cuando los búfalos hayan sido exterminados, cuando los caballos salvajes hayan sido domados, cuando los recónditos rincones de los bosques exhalen el olor a muchos hombres y cuando la vista hacia las verdes colinas esté cerrada por un enjambre de alambres parlantes. ¿Dónde está el espeso bosque? Desapareció. Así termina la vida y comienza el sobrevivir...

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* “Habitante-Mujer”, año 2, N° 13, Julio de 1989. Tascripto por Marta López Gil, “Filosofía, modernidad, posmodernidad”, Ed. Biblos, Buenos Aires 1990, pp. 187 a 189.
H 25 – 17.11.2000
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Entrevista a Enrique Miret Magdalena, presidente de la Asociación de Teólogos Juan XXIII y presidente honorario de la ONG Mensajeros de la Paz.
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"Estamos llegando a un punto de saturación que nos hará sentir vergüenza por nuestra locura colectiva"
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José Carlos García Fajardo
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La charla con este pensador que abrió rutas a la sabiduría sin fronteras y a la relación entre los hombres con sus ricas culturas, está llena de experiencias. Se sabe rompedor de corsés e iconoclasta. Su apuesta por el agnosticismo como vehículo de religiosidad lo hacen tajamar de críticas y puerto adonde acuden en busca de sosiego quienes saben que la preocupación oculta del hombre es llenar su vida de sentido.
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Es sábado, por la tarde, y nos acoge en su casa de las afueras de Madrid. Estancias llenas de libros, lugar vivido donde se han fraguado muchas de las reflexiones vertidas en libros como "El nuevo rostro de Dios", y otros dieciocho, con millares de artículos y de conferencias por todo el mundo. Periodista y profesor de sociología y de teología, casado y padre de siete hijos. Químico, sociólogo y experto en religiones orientales, es conocido por sus estudios sobre la juventud y su labor al frente de la Asociación de Teólogos Juan XXIII, así como por ser Presiente honorario de Mensajeros de la Paz y vocal fundador de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado.
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Uno se siente cómodo, pronto se establece la sintonía y la conversación fluye mansa y viva como en un amplio estuario. A veces, sobran las palabras, nos movemos con infinitivos y casi nos arrancamos las sugerencias de la boca como si fueran cerezas.
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Pregunta. Su apuesta por un nuevo sentido de lo religioso le abre hacia un agnosticismo como fenómeno más relevante que el ateísmo.
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Respuesta. Y que las religiones más estructuradas. Un cierto agnosticismo es natural en un creyente inteligente.
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P. Muchas personas se sienten confusas ante formas religiosas que ya no dicen nada a su inteligencia ni a su sensibilidad cada vez más universal, o global.
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R. Pero no globalizada. Lo más esperanzador de la crisis actual es el gran sentido social que se percibe ante la pretensión de tener por encima de ser y de poseer más y más sin preguntarse por la justicia que debe regir las relaciones interpersonales.
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P. Algo parecido a lo que ha sucedido con la religión.
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R. Sí, pues la hemos convertido en una neurótica acumulación de méritos, repetidas oraciones y actos externos. El resultado es la crisis social y religiosa que sufrimos. Los políticos no saben qué sociedad proponernos ni los líderes de las Iglesias saben descubrirnos la religión del futuro. El capitalismo pretende desarrollarnos en beneficio de unos pocos. Llegamos a la cínica conclusión de que hasta en las naciones más desarrolladas tiene que haber una bolsa del 30% de pobreza y desempleo para que el resto viva razonablemente.
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P. El socialismo real no ha resuelto el problema.
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R. Tampoco ha proporcionado la fórmula mágica que predicó cuando tomó las riendas de la industria y del comercio. Prometió igualdad y justicia pero no han acertado con el camino para conseguirlas transformándose en un Estado gobernado por una ideología tan intransigente como la que pretendían combatir. Deberíamos reflexionar en esos dos tercios de la humanidad que padecen hambre de alimento, de salud y de cultura.
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P. No será por falta de recursos.
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R. La carrera armamentística consume un millón de dólares por minuto, hay cincuenta mil cabezas nucleares que podrían destruir el planeta, noventa millones de niños viven en las calles, doscientos cincuenta millones de menores son explotados en trabajos inhumanos para su edad, sin contar esos dos millones de niños que cada año engrosan el mercado de la prostitución.
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P. Ya no podemos decir que no lo sabíamos. Los Informes del PNUD y las agencias internacionales, así como las ONG y los medios de comunicación, lo denuncian.
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R. Esa es la esperanza. Estamos llegando a un punto de saturación que nos hará sentir vergüenza por nuestra locura colectiva.
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P. Por eso debemos salir al encuentro de las gentes y de sus culturas para construir entre todos un mundo más justo y más solidario.
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R. Cada vez es mayor el número de personas que lo comprenden y se sienten incómodas. Pero, en lugar de lamentarse, se echan a la calle y protestan de una u otra forma. No sólo en Seattle, en Davos o en Praga. Nunca hubo tantos voluntarios sociales que se preguntan por las causas de la injusticia y buscan propuestas, sin estar adscritos a una ideología. Se percibe un nuevo talante que busca alternativas. Por eso, se deserta de estructuras caducas que han conducido a esta confusión vecina al caos.
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P. Nietzsche sostenía que es necesario tener un caos dentro de sí para poder dar a luz una estrella fugaz.
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R. A eso me refiero con la celebración de la religiosidad que valora la experiencia profunda de la vida y es más viva que muchas religiones. Estas se apoyan en doctrinas, normas morales y ritos del culto, o mitos en acción. Pero para muchas personas ya no basta.
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P. Vicente Ferrer se ha atrevido a decir, sin que lo llevaran a la hoguera: "¿Qué necesidad tengo de buscar la verdad si cualquier acción en favor de los demás contiene todas las filosofías, todas las religiones, el universo y al mismo Dios?"
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R. La Inquisición se instala en España cuando ya se había abolido en toda Europa. Comenzaron a llevar a la hoguera a los que no pensaban como ellos, porque no querían críticas para la expansión conquistadora que preparaban. Se descubre una fuerza interior que impulsa a denunciar abusos y asumir compromisos.
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P. Es la actitud predominante en las gentes comprometidas. Sienten un malestar incompatible con un egoísmo sin horizontes y con unas prácticas religiosas que abusan del soborno de una hipotética recompensa.
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R. A pesar de que aparentan estar enajenados por el consumismo, se perciben una creciente rebeldía y un interés por propuestas alternativas, vengan de donde vinieren con tal de que les parezcan honestas.
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P. El escritor francés Albert Camus tenía conciencia de lo sagrado y descubría un fuerte misterio en el hombre, expresado en la figura de Jesús. Es curioso el respeto que manifiestan los agnósticos, y hasta muchos ateos, ante la figura de Jesús.
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R. Esa fuerza íntima que trasciende nuestros límites, que nos une a todo y que, al mismo tiempo, nos unifica a nosotros mismos es a lo que yo llamo religiosidad. Ni precisa de la religión ni se siente ligada a una cultura determinada.
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P. Usted es practicante del yoga y de la meditación Zen.
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R. Hace muchos años que practico y mis horizontes se han ampliado extraordinariamente. He estudiado el Hatha yoga y el Raja yoga; profundicé en el estudio del pensamiento hindú, descubrí las maravillas del Vedanta, la sabiduría de la Gita y la riqueza del Buda. Sin olvidar las aportaciones de Lao Tsé y de la civilización china.
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P. No supuso alteración en sus convicciones.
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R. Fue como un despertar, como una maduración que estuviera contenida en mí mismo. Si las gentes supieran lo que llevamos dentro. No se trata de iluminación que venga de afuera ni de experiencias extraordinarias sino de un despertar a la realidad de las cosas.
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P. Todo eso estaba contenido en los Evangelios y en la experiencia de los hombres sabios de la humanidad y nos lo tenían secuestrado como si fueran cosas de brujos.
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R. Una pena. Pero está al alcance de cualquiera. Jesús, ni predicó una doctrina ni cambió de religión ni nos impuso carga alguna, sino que su mensaje es una invitación a esa apertura y entrega. Pensar en los siglos que hemos vivido doblegados ante la esclavitud clerical como ovejas sumisas sin atrevernos a desvelar las grandes injusticias de la Iglesia.
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P. Nunca es tarde. Hoy es siempre todavía. Si el mañana no es más que una hipótesis y el ayer es pasado, tenemos el presente para llenarlo de contenido, para gozarlo y vivirlo apasionadamente.
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R. Lo cual no significa ausencia de dificultades. Pero asumidas y conscientes de que somos algo más que un error de la computadora o una pasión inútil.
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P. Somos esperanza y acontecer, somos irrepetibles, personas y necesarios. Nos sabemos cosmos y nos sabemos unidos con todos y con todo. Eso es a lo que los ingleses llaman "all one", bien distinto del "alone" que implica una soledad no compartida.
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R. Zenón recomendaba "el acuerdo consigo mismo, seguir la razón armónica y vivir conforme a la naturaleza". Descubrir el más profundo sentido de las cosas es la tarea de una vida.
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P. O de un vivir, como quería Malraux, "Aunque la vida no tuviera sentido tiene que tener sentido el vivir" Así, poco importa lo que hagamos, sino el cómo.

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R. Unamuno decía "¡Mi yo, que me arrebatan mi yo!" Eso es lo que no podemos permitir.
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H 28 – 08.12.2000
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Soy El Que Soy
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Moisés preguntó al Señor cuál era Su nombre: no se trataba... de una curiosidad de orden filológico, sino de averiguar quién era Dios, o más precisamente, qué era. (En el siglo IX Erígena escribiría que Dios no sabe quién es ni qué es, porque no es un qué ni es un quién).
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¿Qué interpretaciones ha suscitado la tremenda contestación que escuchó Moisés? Según la teología cristiana, Soy El Que Soy declara que sólo Dios existe o, como enseñó el Maggid de Mestritch, que la palabra yo sólo puede ser pronunciada por Dios. La doctrina de Spinoza, que hace de la extensión y del pensamiento meros atributos de una sustancia eterna, que es Dios, bien puede ser una magnificación de esta idea: “Dios sí existe; nosotros somos los que no existimos”, escribió un mejicano, análogamente.
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Según esta primera interpretación, Soy El Que Soy, es una afirmación ontológica. Otros han entendido que la respuesta elude la pregunta; Dios no dice quién es, porque ello excedería la comprensión de su interlocutor humano. Martín Buber indica que Ehych asher ehych puede traducirse también por Soy el que seré o por Yo estaré donde yo estaré. Moisés, a manera de los hechiceros egipcios, habría preguntado a Dios cómo se llamaba para tenerlo en su poder; Dios le habría contestado, de hecho: “Hoy converso contigo, pero mañana puedo revestir cualquier forma, y también las formas de la presión, de la injusticia y de la adversidad”. Eso leemos en el Gog und Magog.
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Nos hemos permitido reemplazar el título original por el texto bíblico (Éxodo, 3, 14). El fragmento es de J. L. Borges y- corresponde a Historia de los ecos de un nombre, incluido en Otras inquisiciones, Buenos Aires, Emecé 17° impresión, pp. 257/258 (N del E).
© María Kodama.
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H 24 – 10.11.2000