Heráclito 18

Cicerón editorializa para Heráclito[i]
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De los cuatro principios en que hemos dividido la naturaleza y esencia de lo honesto, el primero, que consiste en el conocimiento de la verdad, es el más natural al hombre. Porque a todos nos arrebata y nos dejamos llevar todos del deseo de saber, en lo cual tenemos por honroso sobresalir; y al contrario, tropezar, no saber, errar y ser engañados, lo tenemos por vergonzoso y malo. Pero en esta curiosidad, tan natural y noble, se han de evitar dos escollos: uno, el tener lo incierto por averiguado y asentir a ello temerariamente; vicio que para evitarle el que lo desee (aunque todos deben tener este deseo) es necesario que gaste tiempo y cuidado en considerar las cosas.
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El otro defecto es, que muchos emplean demasiado estudio y trabajo en cosas difíciles, de mucha oscuridad y de poca importancia. Huidos estos dos vicios, toda la diligencia y cuidado que se dediquen a cosas honestas y dignas de saberse, merece con razón alabanza; como hemos oído de la aplicación de Cayo Sulpicio
[ii] a la astrología, y vimos a Sexto Pompeyo[iii] en la geometría, a otros en la dialéctica, y más en el derecho civil; artes todas que tienen por objeto la averiguación de la verdad. Mas no se cumple con la obligación, si por el estudio de ellas nos apartamos de nuestros negocios o los públicos, o los abandonamos. Porque toda la alabanza de la virtud consiste en la acción, la cual, no obstante, se interrumpe muchas veces, y hay sus tiempos de volvernos a los estudios; fuera de que, sin trabajo exterior, podemos estar ocupados en estudios de conocimientos útiles sólo con la agitación y contemplación del ánimo, cuyos movimientos están empleados siempre o en deliberaciones sobre asuntos honestos pertenecientes a la bondad y felicidad de la vida, o en estudios de ciencias y conocimientos. Mas baste lo dicho acerca de la primera fuente de las obligaciones.
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[i]Los oficios”, Libro primero, capítulo VI, pags. 168 y 169. Océano, Barcelona, 1999.
[ii] Cayo Sulpicio Galo, cónsul en el año 167 a. de J. C. Conocido porque predijo un eclipse antes de la batalla de Pidna.
[iii] Tío de Pompeyo el Grande.
H 38 – 16.02.2001
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El perjurio de Galileo (1564 – 1642)
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Yo, Galileo, hijo de Vincenzo Galilei de Florencia, de setenta años de edad, compareciendo personalmente en el juicio y arrodillado ante Vosotros, Eminentísimos y Reverendísimos Cardenales, Inquisidores generales contra la perversidad herética en toda la República Cristiana, teniendo ante mis ojos los sacrosantos Evangelios que toco con mis propias manos, juro que siempre he creído, creo ahora y con la ayuda de Dios creeré en el futuro, todo aquello que considera, predica y enseña la Santa, Católica y Apostólica Iglesia. Mas como por este Santo Oficio, tras haber sido jurídicamente intimado mediante precepto a que de cualquier modo debía abandonar totalmente la falsa opinión de que el Sol es el centro del universo y que no se mueve, y que la Tierra no es el centro del universo y que se mueve, y que no podía sostener, defender ni enseñar en modo alguno, ni de palabra ni por escrito, la mencionada falsa doctrina, y después de haberme sido notificado que la citada doctrina es contraria a las Sagradas Escrituras, por haber yo escrito y publicado un libro en el que trato de dicha doctrina y aporto razones muy eficaces a favor suyo sin aportar solución alguna, he sido juzgado vehementemente como sospechoso de herejía, esto es, de haber creído y sostenido que el Sol es el centro del universo y que es móvil, y que la tierra no es el centro y que se mueve. Por todo ello, quiero apartar de la mente de Vuestras Eminencias y de todo fiel cristiano esta vehemente sospecha, justamente concebida a propósito mío, con sinceridad de corazón y no fingida fe abjuro, maldigo y aborrezco los mencionados errores y herejías, y en general cualquier otro error, herejía o secta contraria a la Santa Iglesia; y juro que en el futuro no oiré nunca más ni afirmaré, por escrito o de palabra, cosas por las cuales pueda ser objeto de semejantes sospechas; y si conociera algún hereje o a alguno que fuera sospechoso de herejía lo denunciaré a este Santo Oficio, o ante el Inquisidor u Ordinario del lugar donde me halle.
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Juro también y prometo cumplir y observar enteramente todas las penitencias que me han sido o me serán impuestas por este Santo Oficio, y si contravengo alguna de estas promesas y juramentos, cosa que no quiera Dios, me someto a todas las penas y castigos que los sagrados cánones y otras constituciones generales y particulares imponen y promulgan contra semejantes delitos. Que Dios me ayude, y estos sus Santos Evangelios que toco con mis propias manos.
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Yo, Galileo Galilei, he abjurado, jurado, prometido y me he obligado del modo que figura más arriba. En testimonio de la verdad he escrito la presente cédula de abjuración y la he recitado palabra por palabra en Roma, en el convento de Minerva, el 22 de junio de 1633. Yo, Galileo Galilei, he abjurado y firmado con mi puño y letra.
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¿Qué sabor deja en tu boca, lector, este texto que el padre de la física moderna fue obligado a escribir de su puño y letra y a leerlo después? Johannes Hemleben cuya biografía de Galileo Salvat editó en Barcelona, 1985, con traducción de Víctor Navarro Brotons, y de donde tomamos la abjuración del sabio, dijo a propósito del proceso: “Un juicio tan vergonzoso como aquel, cuya sentencia fue además ejecutada, no puede ser anulado al cabo de varios siglos. La sentencia absolutoria de una institución que es culpable de haber llevado a cabo un juicio falso carecería de sentido y, además, sería irreal. Por ello, vale la pena analizar en profundidad un proceso como el “caso Galilei” para poder averiguar las verdaderas causas del error y aprender de ellas para el futuro".
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H 38 – 16.02.2001
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De Gandhi
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Mis experiencias con la verdad
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El juicio comenzó. El fiscal del gobierno, el magistrado y los otros funcionarios se encontraban entre la espada y la pared. No atinaban a saber qué hacer. El fiscal insistía ante el magistrado para que se pospusiera el juicio. Pero yo solicité al juez que no se pospusiera, ya que quería declararme culpable de haber desobedecido la orden de salir de Champaran, y leí la breve presentación que sigue:
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Con el permiso de la Corte, quisiera hacer esta presentación, explicando por qué asumí la responsabilidad de, aparentemente, desobedecer la orden pasada bajo la Sec. 144 de Cr. P. C. En mi humilde opinión, se trata de una diferencia de concepto entre la administración local y mi persona. Llegué al lugar con el objeto de cumplir un servicio nacional y humanitario. Lo hice en respuesta a una insistente invitación que se me hacía para que ayudara a los campesinos, quienes consideran que no son tratados con justicia por los plantadores de índigo. No puedo brindar mi ayuda sin estudiar antes el problema. Por lo tanto, llegué hasta aquí para estudiarlo con la colaboración, si es posible, de la administración local y de los plantadores. No tengo otro motivo, y no es posible creer que mi llegada aquí puede en forma alguna provocar disturbios, alterar la tranquilidad pública y determinar la pérdida de vidas. Creo que tengo suficiente experiencia en estos asuntos. La administración, sin embargo, pensó de manera diferente. Comprendo perfectamente sus dificultades, y admito también que sólo pueden proceder de acuerdo con las informaciones que reciben. Como un ciudadano respetuoso de las leyes, mi primer actitud debe ser, como lo fue realmente, obedecer la orden que se me daba. Pero no podría obedecerla sin violentar mi sentido del deber hacia quienes me han llamado y por quienes he venido. Siento que sólo puedo servirlos permaneciendo junto a ellos. Por lo tanto, no puedo retirarme voluntariamente. Y en este conflicto de deberes, sólo puedo echar la responsabilidad de apartarme de ellos sobre la administración. Soy plenamente consciente de que una persona que ocupa una posición en la vida pública de la India como la que yo ocupo, debe ser sumamente cuidadosa en sentar un ejemplo con mis actitudes. Es mi firme convicción que bajo la compleja constitución que estamos viviendo, la única actitud sana y honesta para un hombre que se respeta es, en las circunstancias en que yo me encuentro, hacer lo que he decidido hacer, es decir, someterme sin protesta a la acusación de desobediencia.
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Hago esta presentación no para obtener una reducción de la pena que puede ser pronunciada contra mí, sino para señalar que he desobedecido la orden que se me hizo llegar no por querer faltar al respeto a la autoridad legal, sino en obediencia a la ley más importante de nuestra vida, la voz de la conciencia”.
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* Fragmento de la sexta edición, Madrid 1977, págs. 389/390. Traducción del inglés Manuel Gurrea.
H 36 – 02.02.2001
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Dice Paramahansa Yogananda acerca del Mahatma Gandhi y de su autobiografía


Gandhi ha escrito su vida con un candor sorprendente en la “Historia de mis experiencias con la Verdad”.
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Muchas autobiografías repletas de nombres famosos y acontecimientos coloridos han sido evidentemente silenciadas en cada fase de su análisis interno o desarrollo. Uno pone de lado muchos de estos libros con cierta decepción, como diciendo: “Aquí tenemos un hombre que conoció muchas personas notables, pero que jamás se conoció a sí mismo”. Pero esta reacción es imposible con la autobiografía de Gandhi; él expuso sus faltas y subterfugios con una devoción impersonal hacia la Verdad, rara en los anales de cualquier época.
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Ningún otro lider en el mundo ha logrado un lugar tan seguro en el corazón de su pueblo como el que Gandhi ha ocupado en millones de iletrados de la India. Éstos, en espontáneo tributo, le han asignado su famoso título: “Mahatma” (alma grande). Por ellos únicamente Gandhi limita su vestidura al conocido taparrabo, símbolo de su unidad con las pisadas masas que no pueden proveerse de otra cosa.
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La época de Gandhi se ha extendido, con la hermosa precisión de la edad cósmica, en un siglo ya desolado y arruinado por dos guerras mundiales.

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Un manuscrito divino aparece en la pared de granito de su vida: una advertencia contra más derramamientos de sangre entre hermanos.
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H 36 – 02.02.2001
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Serie Creencias del mundo
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El Camino del Tao
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José Carlos García Fajardo*
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Descalzarse y encender varillas de incienso, juntar las manos y postrarse en silencio, desde el vacío, porque "llegamos arrastrando nubes de gloria", dice Wordsworth, mientras Hopkins señala que "la más cara frescura vive en lo hondo de las cosas".
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Pretender escribir sobre el Tao es desconocer el Tao y, sin embargo, no hay realidad fuera del Tao, por eso "quien sabe, no habla y quien habla, no sabe". Sin límites ni sustancia, sin adjetivos ni definición, sin arriba ni abajo, sin adentro ni afuera, sin bueno ni malo, justo o injusto, yang o ying, la mayor felicidad consiste en no hacer nada para obtener la felicidad porque "el gozo perfecto es carecer de él". Si uno está en armonía con el Tao –el Tao cósmico, el que no puede nombrarse-, la respuesta llegará cuando llegue el momento de actuar pues uno actuará con arreglo al modo espontáneo del wu wei que, según Merton, es el modo de acción propio del Tao y es la fuente de todo bien, "hacer sin hacer" y plegarse a la naturaleza de las cosas sabiéndose uno con ellas.
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Acercarse a los textos sagrados del I Ching, o libro de las mutaciones; al Tao Te King, de Lao Tsé; a El Camino, de Chuang Tzú; o a las obras de Li Chi o de LieTzu, es abismarse en la esencia del pensamiento taoísta que, como el sabor del té, no puede explicarse pero puede alcanzarse. Y "saber cuando detenerse".
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Algo pueden ayudar los poetas tang, Li Po, Tu Fu, Po Chu Li o adecuar la respiración ante los paisajistas chinos en su anhelo de captar los ritmos vitales porque la estética china es animista y busca medios de unión con la naturaleza.
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El Taoísmo adquiere una enorme relevancia en nuestro tiempo porque puede resolver la crisis ecológica creada por la visión de antagonismo a la naturaleza del pensamiento judeo-cristiano que pretendió "dominarla", y ayudarnos a recuperar el contacto con los ritmos de la naturaleza y con el fluir de las energías en el cuerpo. Lo que el Zen denominará "recuperar el rostro originario", la identidad perdida.
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El Taoísmo es el sistema filosófico y religioso fundamental en China. Su fundación se suele atribuir al maestro Lao Tsé que vivió hacia el siglo V antes de Cristo y fue contemporáneo de Confucio y de Chiang Tsé. En realidad, el Tao Te King es una recopilación de aforismos de épocas diversas atribuidos a un bibliotecario de la corte imperial de los Cheu que, hastiado de la decadencia de las costumbres, se alejó hacia Occidente montado sobre un carabao azul. Cuenta la tradición que al guardián de la frontera, seguidor suyo, le dejó como recuerdo el famoso tratado, en 5.000 caracteres, Tao Te King o Tratado sobre el Tao y el Te, o sobre el Supremo Ser inefable y sobre la virtud que hace al hombre prudente para andar el Camino.
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Algunos de sus seguidores aventuraron que el Maestro, o más bien su doctrina, se dirigió hacia la India y que su doctrina habría influido en el Budismo. Como posteriormente este llegará desde la India y, en contacto con el Taoísmo, dará lugar al Chang que, más adelante, en contacto con el Sintoísmo, dará lugar al Zen en el Japón.
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Pocas lecturas habrá superiores al Tao Te King y a El Camino de Chuang Tzú. Podría eliminarse gran parte de la literatura universal sin que la echáramos de menos si podemos gustar con la punta de la lengua la sabiduría del Tao, nada digamos si acertamos a tragarla.
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El Taoísmo, como otras profundas sabidurías, admite que lo real es, en el fondo, uno: hay un principio de orden y de unidad que es misterioso e inefable, trascendente e inmanente, al que "por no saber su auténtico nombre, sólo lo llamamos Tao", o el Camino. "Hay algo que lo contiene todo. Es antes que el cielo y la tierra, es inmóvil, incorpóreo, en sí, inalterable, lo penetra todo, por siempre moviéndose. De modo que puede actuar como Madre de todas las cosas. Si ha de ser nombrado, que su nombre sea grande. La grandeza significa seguir adelante, seguir adelante significa llegar lejos, y llegar lejos significa regresar". El Taoísmo es la realidad suprema que reabsorbe todas las contradicciones, es principio de liberación para quien lo capta. El hombre del Tao escapa al mundo ilusorio y alcanza la plenitud. Después de la época de los emperadores Han, se constituyó el Taoísmo religioso. Por desgracia, posteriormente se mezclaron prácticas mágicas y supersticiones populares que lo desvirtuaron.
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Pero su esencia está ahí, aquí, en el silencio, en el vacío, en el ritmo y en el caminante que se sabe Camino, Verdad y Vida. Como dirá el shivaísmo de Cachemira, "el secreto es que no hay secreto" por eso, saberse Krishna, Buda, Tao, Cristo es saberse necesario como el hueco vacío del eje en donde confluyen los radios de la rueda, o el vacío que da su ser a la olla de arcilla, o el de las puertas y ventanas que se lo dan a la casa.
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El Taoísmo excluye el concepto de Ley, tan querido para Confucio y no digamos para el Judaísmo, y prefiere el de Orden, como ritmo que armoniza una infinidad de ritmos menores. Su concepto clave es el de Estructura. Es un "pensamiento asociativo o coordinativo" que reemplaza a la idea de causalidad, como señalan Granet y Wilheim, recogidos por Needham en su monumental obra Ciencia y Civilización en China. Las cosas están relacionadas, más que causadas, "el pensamiento chino desarrolló el aspecto orgánico, visualizando el universo como una jerarquía de partes y todos, infundidos por una armonía de voluntades".
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El sabio ve todas las cosas a la luz de la intuición. Está en el centro del círculo y ahí se mantiene mientras el “si” y el “no” se persiguen en torno a la circunferencia. “Los hombres verdaderos no tenían miedo cuando se encontraban solos en sus puntos de vista... respiraban profundamente desde los talones”.
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* Profesor de Pensamiento Político y Social de la Universidad Complutense de Madrid y Presidente de la ONG Solidarios para el Desarrollo.
H 36 – 02.02.2001

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Tao Te Ching
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Lao Tse
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En el mundo todos saben que lo bello es bello, y de ahí conocen qué es lo feo, que lo bueno es bueno, y de ahí qué no es bueno. El ser y no ser mutuamente se engendran. Lo fácil y lo difícil mutuamente se hacen. Lo largo y lo corto mutuamente se perfilan. Lo alto y lo bajo mutuamente se desnivelan. El sonido y su tono mutuamente se armonizan. Delante y detrás se suceden.
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Por eso, el hombre perfecto se aplica a la tarea de no hacer nada y de enseñar callando.
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Hace los diez mil seres. Nada rehúsa. Los engendra sin adueñarse de ellos. Los hace y no se apoya en ellos.
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Hecha su obra, no se queda con ella. No se queda con ella, pero tampoco se ausenta de ella.
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[…]
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Treinta radios lleva el cubo de una rueda; lo útil para el carro es su nada (su hueco).
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Con arcilla se fabrican las vasijas; en ellas lo útil es la nada (de su oquedad).
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Se agujerean puertas y ventanas para hacer la casa, y la nada de ellas es lo más útil para ella.
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Así, pues, en lo que tiene ser está el interés. Pero en el no ser está está la utilidad.
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H 40 – 02.03.2001
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A Mao Tse Tung se lo conoce como revolucionario, estadista, el comunista que inspiró la cuestionada Revolución Cultural. Aquí mostramos al otro hombre, al poeta, cuyos textos recogemos de la primera edición de “Poemas”, librillo editado en Pekín en 1978.
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Mao Tse Tung, poeta
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Kunlun
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Irguiéndote en la tierra, dominando el espacio,
salvaje Kunlun,
has presenciado todo lo bello de la primavera en este mundo.
Cuando tus tres millones de daragones de jade blanco vuelan,*
paralizan el cielo entero con penetrante frío.
Con los deshielos tuyos del verano,
se desbordan los ríos
convirtiendo a hombres en peces y tortugas.
Sobre el bien y el mal que has causado en millares de otoños,
¿quién a emitido juicio alguno?
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Mas hoy, Kunlun, te digo:
no seas tan alto,
no tengas tanta nieve.
Si pudiera sacar la espada que contra el cielo se reclina,
Te cortaría en tres pedazos:
uno para Europa,
para América, otro,
y dejaría uno en Oriente.
Así, paz reinaría en el mundo,
calor y frío por igual a través del globo.
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Cuando los tres millones de dragones de jade blanco luchan, las escamas desprendidas de sus cuerpos vuelan llenando el cielo”, evocando así la nieve que cae. He echado mano de esta imagen para describir las montañas nevadas. En efecto, cuando se asciende a lo alto del Minshan en un día de verano y se mira a lo lejos, la multitud de montañas parece danzar en blanco torbellino. Al decir de la leyenda popular, cuando el Rey Mono pasó por allí, todas estas montañas llameaban; fue él quien tomó prestado el mágico abanico de hoja de palma y apagó el fuego; por eso aquellas montañas se volvieron blancas.
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Tres poemas breves
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I
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Montañas!
Al galope fustigo mi caballo, sin desmontar jamás.
Vuelvo la cabeza y me asombro:
estoy a tres pies y tres pulgadas del cielo.*
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II
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Montañas!
Mares y ríos que se vuelcan reventando en olas gigantescas.
Carrera enloquecida,
tropel de caballos, ebrios de combate.
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III
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Montañas!
Pincháis el azul del firmamento sin mellaros las puntas.
El cielo caería
si vuestra fuerza no lo sostuviera.
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Y el autor agrega esta canción popular:
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Arriba, el Monte de la Calavera,
abajo, el Monte de los Tesoros,
el cielo está a tres pies y tres pulgadas.
Tienes que bajar la cabeza si pasas caminando,
tienes que desmontar si pasas a caballo.
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Diálogo de poetas
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Liu Ya Tsi le expone sus pensamientos en verso a Mao Tse Tung.
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Cuán fuerte eres tú al crear cielo y tierra!
Difícil fue para mi inducir a Siang a someterse a Liu.
En materia de cánones yo no soy un Wu Lu,
no soy como Feng Juan, quien por un carro
se lamentaba ante su espada.
Qué remordimiento, mi vida malgastada,
aunque el corazón lo tendré leal hasta el postrer instante.
¡Ojalá de la expedición al Sur lleguen alegres nuevas!
El lago Fenju será entonces mi refugio de hermitaño.
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Mao Tse Tung responde en verso al pensamiento-poema de Liu Ya Tsi.
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Tomamos té en Kuangchou, aún no he olvidado;
en Chungching me reclamó versos, amarillecían las hojas.
Después de treinta y un años, heme de nuevo en la vieja ciudad;
aquí, en el tiempo en que caen los pétalos, leo sus hermosas líneas.
¡Cuide de no romper su corazón de tantas quejas!
Convendría siempre una visión más amplia de las cosas.
No diga que el lago Kunming es poco profundo;
es mejor que el río Fuchun para contemplar los peces.
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Despedida al dios de la peste[i]
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Dos lushi
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1° de julio de 1958. El 30 de junio, Renmin Ribao informó que en el distrito de Yuchiang
[ii] se había acabado con la esquistosomiasis. Luego que leí la noticia, tantos pensamientos acudieron a mi mente, que no pude conciliar el sueño. En la tibia brisa matinal, mientras el sol naciente roza mi ventana, dirigiendo las miradas hacia el lejano cielo del sur, en mi alegría escribo estos versos.
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I
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En vano estaban tantas verdes aguas, tantos montes verdes,
¡ni el mismo Jua Tuo
[iii] habría podido con el diminuto bicho!
Mil aldeas en malezas, los hombres languidecían,
diez mil hogares desiertos, canto de fantasmas.
En la tierra, sentado, uno recorre ochenta mil li
[iv] por día,
se le ofrecen a la vista, en esa ronda celeste, un millar de galaxias
[v].
Si el Vaquero
[vi] pregunta por el Dios de la Peste,
le diré que el duelo y la alegría se extinguieron por igual en el río del tiempo.
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II
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Los sauces mecen sus miríadas de ramas al viento de primavera,
todos Yao, todos Shun
[vii], los seiscientos millones de esta tierra.
La lluvia roja se arremolina en olas a voluntad del hombre,
las verdes montañas le sirven, solícitas, a modo de puentes.
Sobre las cinco Cordilleras
[viii], vecinas al cielo, caen relucientes las azadas de plata,
Los Tres Ríos
[ix] se someten, temblando, a los brazos de hierro.
¿Adónde quieres irte, oh Dios de la Peste?
Barcas de papel en llamas y cirios encendidos
[x] iluminan el cielo.
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[i] Yao y Shun fueron, según la leyenda, dos Emperadores sabios de la antigüedad china.
[ii] Distrito situado en el este de la provincia de Chiangsí, que había sido seriamente azotado por dicha enfermedad.
[iii] Célebre médico del período de los Tres Reinos (220-265).
[iv] Longitud de la línea ecuatorial.
[v] La Vía Láctea y otros sistemas estelares.
[vi] Se refiere al astro d de la Constelación del Águila de la Vía Láctea, astro que es conocido como el Vaquero. Según la mitología china, este astro es la personificación del campesino.
[vii] Según la mitología china, la peste era producida por él. Aquí personifica la esquistosomiasis.
[viii] Se refiere al sur de China.
[ix] Designa el valle del curso medio del río Amarillo, en la parte central de China.
[x] Alusión a la antigua costumbre de quemar barcas de papel y encender cirios para despedir a los dioses y ahuyentar a los demonios.
H 37 - 09.02.2001