Heráclito 77

“¡Ah, si yo no hiciera nada, por simple vagancia!” *

Fyodor Dostoyevsky
Memorias del subsuelo, en versión española de José Fernández Sánchez

Dios mío, cómo me iba a respetar. Me respetaría precisamente porque dentro de mí habría tenido por lo menos vagancia; habría tenido por lo menos una cualidad probablemente positiva, en la que yo mismo haría creído. Pregunta ¿quién es ése? Respuesta: un holgazán; sería sumamente agradable oír eso de uno. Ello hubiera significado que estaba catalogado positivamente, que de mí tenían algo que decir. “¡Un holgazán!” es un título, un destino, una carrera, señores. No hagan bromas, así es. Entonces yo, miembro del primerísimo club por derecho, no tengo más ocupación que respetarme continuamente. Yo conocía a un señor, que toda su vida se enorgulleció de ser conocedor del Chateau-Lafite. Lo consideraba una virtud propia y jamás dudó de sí. Al morir tenía la conciencia no ya tranquila, sino, triunfante, y con toda la razón. Entonces yo optaría por una carrera: sería holgazán y comilón, pero no uno cualquiera, sino simpatizante, pongamos, de todo lo bello y sublime. ¿Qué les parece? Hace tiempo que lo tenía en el magín. De eso “bello y sublime” estoy hasta la coronilla a mis cuarenta años; bueno, eso es a mis cuarenta años, pero entonces -¡oh, entonces habría sido bien diferente!-. Inmediatamente me habría buscado una actividad a tono, la de brindar por la salud de todo lo bello y sublime. Todo en el mundo lo habría convertido en bello y sublime; en la inmundicia más asquerosa en indudable hallaría algo bello y sublime. Me haría lacrimógeno como una esponja.

H 89 – 08.02.2002



Entre la mesura y la desmesura. La medida humana como problema: de Sófocles a Platón

Julio Del Valle
De la Pontificia Universidad Católica del Perú

No son pocos los que entran a la filosofía buscando con ella orientar la vida, sin embargo, si nos fijamos en Platón descubrimos que la dialéctica, como proceso de diferenciación, no ofrece un camino seguro para enrumbar el conocimiento y con él la vida humana. No nos ofrece un camino seguro, pero sí nos exige un esfuerzo perseverante para, por lo menos, encontrar cierto rumbo claro. Así, por ejemplo, en el Filebo encontramos la imagen del diálogo como si fuera una travesía marina, una navegación, donde si uno falla una vez y es arrojado a los escollos, lo intenta una segunda y una tercera vez. La imagen no es nueva, pues ya desde la lírica arcaica se comparaba la vida humana, pero sobre todo el gobierno de los hombres, como si ésta consistiera en el ejercicio de un buen timón. La imagen no es nueva, decimos, pero el sentido de la imagen nos permite avizorar algo nuevo e interesante en Platón: un énfasis nuevo en la aventura del hombre librado a sus propias fuerzas. La imagen es cautivante, y, si me permiten adelantar en algo la discusión, nos presenta, en parte, pero con fuertes pinceladas, la naturaleza del ejercicio filosófico: un cierto esfuerzo, que no deja de ser soberbio, por alcanzar, a pesar de no ser seguro, con la ayuda de la sola razón, algo que siempre lo rechaza a sus orillas; un esfuerzo que, aparte de ciertos destellos conseguidos con mucho esfuerzo, no alcanza para pisar el terreno firme de la verdad.

Por otro lado, cuenta una vieja leyenda islandesa que Gylfi, tratando de encontrar la morada de los dioses, emprende una obstinada búsqueda. Los dioses, que todo lo ven, satisfacen sus ansias y le ponen una alucinación frente a sus ojos, haciéndole creer que esa es su real morada, y aquéllos sus verdaderos rostros. Gylfi, satisfecho y convencido, relata la visión a sus semejantes, y es esta la imagen que de los dioses se transmitió a los hombres: tal fue la revelación para los hombres, y en ese engaño aprendieron a vivir.

Es, pues, un asunto en extremo delicado el conocimiento, la sabiduría, porque: ¿cuánto podemos conocer de las cosas?, ¿qué norma de vida debemos aceptar en relación con ello?, ¿cómo podemos estar seguros? Se trata ciertamente de un problema de creencia, pero, sobre todo, de un asunto de medida, de prudencia, es decir, de acción. Para mostrarlo, el punto de comparación que se establece en este artículo es el de la tragedia sofoclea y el diálogo platónico.

Al comienzo hemos hablado del Filebo y con la imagen de la travesía marina nos hemos referido a buena parte, si no a todos, los diálogos platónicos. Por otro lado, el drama trágico griego nos ofrece la imagen de la bondad de la vida humana y de su grandeza, la vida buena, como si fuera una planta que crece frágil y que necesita del rocío para dar buenos frutos. Alude a la vulnerabilidad y cuidados que necesita toda planta para alcanzar su plenitud. En pocas palabras: en la tragedia la excelencia humana es vista como algo que tiene por real naturaleza una intrínseca precariedad y que, por ello, no puede ser invulnerable ni autosuficiente, manteniendo así, sin embargo, una peculiar belleza. Ahora bien, también es un empeño natural humano burlar esta precariedad y buscar un cierto tipo de autosuficiencia, un tipo de excelencia que sea inmune a la fortuna.

Sea como sea, la pregunta que siempre queda es: ¿cómo debemos vivir? Y a este respecto tenemos dos figuras dramáticas, hasta cierto punto dos personajes trágicos: Ayax y Sócrates. Ambos tienen que pagar con la vida los "errores" de su proceder en una comunidad determinada; ambos quiebran la medida adecuada de una comunidad determinada. La muerte de ambos, sin embargo, no es sentida de la misma manera: Ayax es un personaje trágico, Sócrates es el "padre" de la filosofía. De Sócrates casi no necesitamos hablar, salvo decir que el Sócrates que nos interesa aparece en un diálogo llamado Eutifrón; a Ayax, sin embargo, hay que presentarlo.

Ayax, espíritu autosuficiente, no permite que Atenea le dé protección en una batalla, pues, dice, con la ayuda de un dios cualquier cobarde es valiente: él, en cambio, se basta a sí mismo. Tiempo después, creyéndolo necesario, desacata la decisión tomada por dioses y hombres, en relación con el destinatario de las armas de Aquiles y Atenea lo llena de tinieblas, justo castigo para la desmesura humana, según los dioses. Atenea le nubla la vista y lo conduce seguidamente a un destino funesto. ¿Por qué?

La hipótesis que se expone es la siguiente: Ayax es un típico héroe homérico que Sófocles ubica en un escenario distinto al homérico con el fin de representar el nuevo orden del mundo emergente: el mundo de la comunidad democrática ateniense. Este mundo no admite dentro de sus reglas la permanencia del héroe homérico, puesto que éste es un personaje netamente individual cuyo mayor fin en la vida es conseguir una fama duradera para su nombre y linaje. En un mundo que ya no es el de los clanes, sino el de la comunidad política, tal actitud es contraria al ideal de isonomía: todos los ciudadanos son iguales ante la ley, y ésta es una decisión conjunta. Ayax muere, pero con ello Sófocles no trata de definir el pleito a favor de la comunidad. La tensión permanece. Por otro lado, el ideal cívico de la democracia se estrella en la figura de Sócrates: frente a la muerte de Sócrates, pero no solamente, es posible pensar que la decisión más sabia no depende de la mayoría. La comunidad política representada por la democracia ateniense deberá afrontar el reto de una nueva medida: la dialéctica platónica.
Puede ser una exageración, y, quizás, como el poeta islandés lo cuenta, el mundo escapa realmente a toda representación veraz, pero puede, también, la historia humana reflejar en su rostro las huellas de esta tensión. Podemos, pues, aprender a leer algo en sus arrugas.

Fuente: http://www.pucp.edu.pe/invest/insti/ira/filo3/Julcom.html
H 89 – 08.02.2002



Ernesto Sábato

La Resistencia, Seix Barral, 1° Ed, Buenos Aires, mayo 2000, págs. 20 y 21.

El hombre se expresa para llegar a los demás, para salir del cautiverio de su soledad. Es tal su naturaleza de peregrino que nada colma su deseo de expresarse. Es un gesto inherente a la vida que no hace a la utilidad, que trasciende toda posibilidad funcional. Los hombres, a su paso, van dejando su vestigio; del mismo modo, al retornar a nuestra casa después de un día de trabajo agobiante, una mesita cualquiera, un par de zapatos gastados, una simple lámpara familiar, son conmovedores símbolos de una costa que ansiamos alcanzar, como náufragos exhaustos que lograran tocar tierra después de una larga lucha contra la tempestad.

H 89 – 08.02.2002



¿Quién le teme a Rigoberta Menchú?

Sergio Ramírez M.
Arlington, febrero de 1999

La ansiedad por demostrar que la lucha armada nunca fue necesaria ni justa, sigue despertando pasiones que desbordan sin mucha gloria la reclusión de los panteones académicos, cuando, por otro lado, no quedan defensores muy animosos que quieran probar lo contrario.

Es la primera impresión que saco de la lectura del libro del antropólogo del Middelbury College, David Stoll, Rigoberta Menchú y la historia de los pobres de Guatemala, que ha levantado toda una polvareda, no por su alegato póstumo contra las guerrillas, sino porque hay quienes temen con desconsuelo, o esperan con júbilo, sobre todo en Guatemala, que el Premio Nobel de la Paz que le fue concedido en 1992 a Rigoberta sea anulado.

Nunca he creído que Guatemala sea un país de dos bloques homogéneos irreconciliables, como se pinta en los viejos esquemas de la izquierda, indígenas y ladinos, porque hay también ladinos muy pobres, y los dos son mundos muy variados y de una inmensa riqueza cultural. Y aunque, sin duda, hay una frontera que pasa dividiéndolos, Miguel Ángel Asturias, un ladino con perfil de estela maya, tal como lo dibujó una vez Toño Salazar, ganó el premio Nobel de Literatura, y Rigoberta Menchú, una indígena ixil del tronco maya, ganó el Premio Nobel de la Paz.

Pero sí sigue existiendo un régimen de apartheid, con una población indígena mayoritaria, pero excluida, algo que los acuerdos de paz entre la URNG y el gobierno del Presidente Arzú no resolvieron. Y quienes desde la colonia han tenido el poder político, nunca se han sentido contentos con ninguno de estos dos premios que de alguna manera han sido para la otra Guatemala, la Guatemala obscura de la opresión, y la de la imaginación, que vienen a ser, otra vez, la misma.

El alegato de Stoll para deconstruir a Rigoberta Menchú me parece desconcertante. Quiere probar que el personaje que resulta de su relato autobiográfico, Yo Rigoberta, es falso. Pero el que queda, una vez deconstruido el otro, es igualmente admirable: su hermano Petrocinio Menchú no fue quemado vivo en la plaza de Xejul; fue secuestrado y asesinado en el cuartel militar de Chajul. Su padre, Vicente Menchú, murió en la masacre de la embajada de España en enero de 1980, cuando había ido a la capital a denunciar el asesinato de su hijo; (Stoll induce la versión de que los indígenas no fueron asesinados por las tropas del régimen que asaltaron la embajada, sino que ellos mismos causaron el incendio en que murieron). A su madre Juana Tunt, la secuestraron y asesinaron en Uspatán dos meses después; la comunidad campesina de Chimel organizada por su padre fue arrasada en 1981; y su hermano Víctor fue asesinado en otro cuartel militar en abril de 1983. A los veinte años, cuando esta muchacha indígena se fue a París a contar su historia, sin saber siquiera cómo subirse al metro, y vestida como siempre con su traje ixil, que en Guatemala lucen las empleadas domésticas de las casas finas, estaba sola en el mundo.

Stoll quiere apagar las glorias de esta tragedia atacando las inexactitudes del relato de Rigoberta, para anularlo. El procedimiento narrativo que ella usa es, sin embargo, el más viejo del mundo: quien cuenta en primera persona, para que le crean, se pone por testigo de todo lo narrado. Rigoberta estuvo necesariamente allí. Dice que vio cuando quemaban vivo a su hermano. Stoll averiguó que no lo quemaron, lo asesinaron en un cuartel, lejos de los ojos de ella. Pero la esencia de los hechos no cambia. Cuando empezó a contar, estaba sola en el mundo.

A través de la deconstrucción de la figura de Rigoberta Menchú, Stoll quiere demostrar que sin la guerrilla en Guatemala nunca hubiera habido represión del ejército en el municipio quiché de Uspatán, una aseveración que, por extensión, hace válida para todo Guatemala; los indígenas de Uspatán, averiguó, estaban aprendiendo a defenderse bien en los tribunales, y a tomar ventaja en las elecciones locales con sus propios candidatos. En la Guatemala ensangrentada de los coroneles.

Y Stoll busca demostrar también que Rigoberta estaba ya integrada al Ejército Guerrillero de los Pobres al momento de publicarse su autobiografía en 1982, con lo cual sus alegatos deberían perder legitimidad hoy. Yo creo lo contrario. Si Rigoberta, sobreviviente solitaria de una familia masacrada se había integrado a una organización clandestina, su relato no podía dejar de tener intenciones políticas de denuncia. Y todo lo que dijo, estaba teñido necesariamente por esa voluntad, precisamente porque se trataba de un alegato. Si ella después abandonó la organización guerrillera, o la guerrilla perdió sentido, o vio que para mediar por la paz debía ser independiente, es un asunto que no pesaba entonces.

El procedimiento de sacar al pez del agua y anular las circunstancias ya desaparecidas para quitarle credibilidad al relato, no resulta justo. Esas circunstancias y muchas de las creencias y sentimientos de entonces se esfumaron, pero precisamente por eso, ni una vida como la de Rigoberta ni su tragedia personal pueden leerse fuera de aquel contexto.

El último de los alegatos de Stoll es que Rigoberta no representa a todos los indígenas de Guatemala. Es un alegato político, y me parece obvio que es así; no hay representaciones totales. Pero como personaje de una historia olvidada por siglos, ella resume la vida y los sufrimientos de muchos como ella, que también están en las páginas de Hombres de Maíz de Asturias, sacados así de la obscuridad por la circunstancia esplendorosa de dos premios Nobel a un solo pueblo.

Fuente: El nuevo diario, Managua, 4 de febrero de 1999.
H 89 – 08.02.2002



Del Machupichu a la cordillera del Himalaya las montañas acogen a 600 millones de personas en el mundo. Allí la vida no siempre es fácil: terrenos escarpados, dificultad para trabajar las tierras, incomunicación, marginación de los centros de poder o acceso limitado a la educación y a la sanidad... En riscos y cumbres, las alturas han forjado el carácter de miles de culturas y han permitido a hombres, mujeres y niños continuar con sus modos de vida enriqueciendo la diversidad del planeta.

El Año Internacional de las Montañas

Adolfo Miranda Brogueras *

Aunque parezca una iniciativa insólita, la ONU ha declarado 2002 el Año Internacional de las Montañas. La mitad de la humanidad -3000 millones de personas- dependen directa o indirectamente de sus recursos naturales para satisfacer sus necesidades básicas. Las investigaciones indican que las montañas proporcionan de 30 a 60 por ciento del agua dulce de río en las zonas húmedas, y entre 70 y 95 por ciento en los medios semiáridos y áridos; agua que es vital, no sólo para beber y uso doméstico, sino para la agricultura, la industria y la hidroelectricidad.

Junto con las selvas, las montañas albergan gran diversidad de especies y ecosistemas únicos que el hombre ha exterminado en otras partes del planeta. Sin embargo, pese a su aparente fortaleza, las montañas son gigantes con pies de barro. La erosión, causada por una explotación insostenible de los recursos naturales, y las prácticas agrícolas intensivas que degradan los suelos están hiriendo de muerte a las montañas. Los bosques tropicales montañosos tienen las mayores tasas de deforestación del mundo, y el progresivo aumento de la temperatura media del planeta está derritiendo los glaciares que allí se encuentran.

Otro de los peores enemigos de las montañas son las guerras. Según la FAO (Agencia de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), 23 de los 27 principales conflictos armados que se produjeron en 1999 tuvieron por escenario regiones montañosas. La barbarie de la guerra causa muerte y destrucción pero también impide la producción de alimentos, siembra los territorios de minas y devasta grandes áreas forestales.

Una buena parte de los casi 815 millones de personas subalimentadas en todo el mundo viven en zonas de montaña. A causa del aislamiento la amenaza del hambre se convierte en cuestión de vida o muerte para sus habitantes. Paz y seguridad alimentaria son imprescindibles para aliviar la pobreza de estas comunidades que son los mejores guardianes del delicado equilibrio de los ecosistemas de montaña. La ejemplar conservación de la Sierra Norte oaxaqueña, al sur de México, a cargo de los zapotecas es una muestra de ello.

Del Machupichu a la cordillera del Himalaya las montañas acogen a 600 millones de personas en el mundo. Allí la vida no siempre es fácil: terrenos escarpados, dificultad para trabajar las tierras, incomunicación, marginación de los centros de poder o acceso limitado a la educación y a la sanidad... En riscos y cumbres, las alturas han forjado el carácter de miles de culturas y han permitido a hombres, mujeres y niños continuar con sus modos de vida enriqueciendo la diversidad del planeta. Desde tiempos inmemoriales las montañas han tenido también gran valor simbólico y se han convertido en centros de retiro espiritual que han atraído a peregrinos, pensadores, míticos aventureros y poetas.

El progreso no debe estar reñido con el mantenimiento de los ecosistemas. La conservación de las montañas garantiza la supervivencia de millones de personas. Es importante que la ONU advierta sobre su importancia y denuncie las prácticas que contra los recursos naturales realizan los países y las grandes compañías trasnacionales como si fueran bienes inagotables. Las legislaciones sobre delitos contra el medio ambiente deben endurecerse y hacerse cumplir. Ya no vale aquello de que "quien contamina paga", pues no se puede indemnizar con dinero la destrucción de la naturaleza, porque es la salvaguarda de nuestra supervivencia.

* Periodista
H 89 – 08.02.2002



La visión de un periodista español sobre la realidad argentina

La necesidad de profundizar en la democracia

Xavier Caño Tamayo

Argentina no cesa de ocupar primeras páginas de periódicos y sumarios de noticiarios televisivos. Y, por si fuera poco, gran parte de América Latina ofrece un paisaje de pobreza, desigualdad creciente, endeudamiento y éxodo de población. Mientras Argentina se empobrece a ojos vistas, Centroamérica sufre hambre desde hace meses tras la mala cosecha del café y los cambalaches con su precio. De Ecuador han salido 800.000 emigrantes, de Nicaragua marchó un millón, de El Salvador un millón y medio, de México 18 millones y el 30% de los argentinos -11 millones- quiere emigrar. Profundicemos un poco en algunas causas de ese panorama desolador. El caso es que el totalitarismo neoliberal hizo buenos los deseos de corporaciones y grupos empresariales transnacionales y, por medio de organismos económicos internacionales como el Fondo Monetario Internacional y la OCDE, hizo poner en venta, subasta o almoneda el patrimonio público latinoamericano en general y argentino en particular. Fue la orgía de la privatización en la que grandes empresas transnacionales hicieron el gran negocio adquiriendo, a veces a precio de saldo, lo que había sido de todos los ciudadanos. Y de la mano del expolio generalizado llegaron la corrupción y el desprestigio de la actividad política porque antes se habían desprestigiado los políticos que la ejercían. Un profesor universitario español, Augusto Zamora, ha calificado el sistema político de países latinoamericanos tras el saqueo de lo público como "cleptocracia". Y el escritor y periodista argentino Mempo Giardinelli, abundando en la cuestión, se ha referido en concreto a la clase dirigente argentina como "monipodio", rescatando el término de la novela Rinconete y Cortadillo de Cervantes: convenio de personas que se asocian y confabulan para fines ilícitos. O, como indica el diccionario de María Moliner, "gente ladrona y desaprensiva".

Algo o mucho de eso debe de haber en este país que a principios del siglo XX era una de las 20 naciones más ricas de la tierra (más que muchos países europeos) y hoy tiene 14 millones y medio de pobres y, según la consultora Equis, llegará a los 16 millones en los próximos meses. El empecinamiento del totalitarismo neoliberal a través de sus gendarmes internacionales, para mayor beneficio de corporaciones y grupos económicos poderosos, ha acabado deviniendo una especie de terrorismo socio-económico con millones de víctimas incruentas y, a veces, también cruentas. Según un informe del PNUD sobre la Democracia en Argentina, el 97% de los ciudadanos de ese país cree que la pobreza está muy presente en la vida argentina, así como la desigualdad social. El historiador y periodista Osvaldo Bayer afirma que Argentina es la mejor fachada del "gatopardismo", en referencia a lo denunciado en la famosa novela de Lampedusa, El Gatopardo: que algo cambie para que todo siga igual.

Es evidente que la solución no puede venir de las rancias recetas neoliberales, cuya ineficacia e injusticia ha quedado más que demostrada, sino de profundizar en la democracia. En los inicios del siglo XXI, hay que recuperar, activar y hacer florecer aquellos ideales que fueron el motor de la Revolución Francesa y de la Americana, y que pueden resumirse así: que los ciudadanos (no los políticos profesionales) recuperen el auténtico protagonismo de la política y del Estado.

Probablemente con esa intención, desde el 14 al 17 de diciembre tres millones de argentinos (aproximadamente un 15% de la población con derecho a sufragio) votaron en la Consulta Popular organizada por el Frente Nacional contra la Pobreza, y aprobaron propuestas de subsidios de 500 pesos mensuales por familia tipo para cumplir el objetivo "Ningún pobre en Argentina". Los días 19 y 20 del mismo mes, cientos de miles de ciudadanos se manifestaron en todo el país para expresar su rechazo a la situación y a los dirigentes políticos que han conducido Argentina a la ruina.

Las manifestaciones, las caceroladas y hasta los saqueos de supermercados han sido la expresión clara y rotunda de la gravedad de la situación y del rechazo de los ciudadanos argentinos contra la corrupción político-económica, el enjuague político y el sometimiento a los intereses transnacionales de poderosos grupos económicos. Los políticos profesionales argentinos ya habían recibido un nítido e indudable aviso en las elecciones parlamentarias del 14 de octubre de 2001: el 40% de los ciudadanos se abstuvo, votó en blanco o anuló su voto. Pero los políticos no se dieron por aludidos y continuaron con sus historietas y sus trapicheos. Instalados en la mentira y la desfachatez, escudados tras palabras solemnes y vacías, continuaron empobreciendo al país.

Si la solución de los graves problemas socio-económicos de la Argentina no se hace desde la recuperación de una democracia real, no hay salida. Hoy he leído de nuevo la declaración Universal de los Derechos Humanos. Una ingenuidad, quizás. Y también debe de serlo creer que la esencia de un sistema democrático ha de ser la defensa a ultranza y cumplimiento riguroso del contenido de esos Derechos. El resto, maniobras de cara a la galería.

H 89 – 08.02.2002




Alguna vez dijimos que Heráclito se abría a los arrabales de la filosofía. Y así lo hacemos ahora poniendo énfasis en las cosas relevantes del vivir y ahondando en ellos tanto cuanto nos es dado, pero también abordando asuntos más instrumentales, sí, pero no menos centrales para el hombre y las comunidades. El tema del Sida y de su acelerado avance en las sociedades menos favorecidas por la distribución de la riqueza en el mundo, es ahora objeto de nuestro examen.

Pobreza y Sida

Pilar Estébanez *
Presidente de Honor de Médicos del Mundo

Un año más hemos celebrado el Día Mundial del Sida, una fecha muy oportuna para reflexionar sobre la respuesta internacional que se está dando a la epidemia, y las consecuencias que está teniendo en el desarrollo de los países.

La comunidad científica y los responsables sanitarios han logrado notables avances y, a pesar de que aún estamos lejos de una vacuna, el Sida en los países desarrollados ha pasado de ser una enfermedad mortal a una dolencia crónica: se han reducido las tasas de mortalidad, se ha controlado la prevalencia y se han estabilizado las cifras de nuevos infectados. ¿Qué ocurre, entonces, en el Tercer Mundo? ¿Qué esfuerzos se están haciendo en esas zonas para conseguir equiparar sus cifras con las alcanzadas en el mundo occidental?

Cuando hablamos de Sida, hablamos de 60 millones de personas infectadas en el mundo. De los 40 millones que ya han desarrollado la enfermedad, 28 viven en el África subsahariana. Sólo en 2001, han muerto en este continente 2,6 millones de personas. De ellas, un millón eran mujeres. Aún estamos muy lejos de poder controlar la propagación de la epidemia: sólo este año se contagiaron 6 millones de personas y cada día se infectan 14.000, lo que supone para la mayoría de ellas ingresar en el terrible corredor de la muerte. En China, país que apenas sufría la infección, actualmente hay más de un millón de personas infectadas por las transfusiones de sangre, cuya causa es el comercio de la sangre, comprada a la población rural empobrecida y al tráfico de órganos procedentes de prisioneros ejecutados.

El Sida matará a más personas que el hambre y las guerras del siglo XX, con consecuencias demográficas, sociales y económicas para las zonas más afectadas por la epidemia. Hasta el momento, ya han muerto de Sida 19 millones de personas. Aunque la enfermedad tiene unas causas biológicas determinadas, su extensión e incidencia se ven favorecidas por la pobreza, la imposibilidad económica para acceder a los tratamientos sanitarios y a los medicamentos, y por un proceso globalizador, cuyas políticas profundizan el empobrecimiento de estas poblaciones.

Ante las continuas denuncias por la pasividad de los organismos internacionales, Naciones Unidas dio un paso muy importante con la creación de Onusida, que ha sido clave en la respuesta internacional y ha abordado el problema de la epidemia del Sida sobre los países pobres. El pasado mes de junio, Onusida consiguió que se celebrara una sesión especial sobre la enfermedad, lo que representó un hito en la historia de la ONU; era la primera vez que convocaba una sesión por un tema de salud.

Kofi Annan propuso la creación de un Fondo Global para recaudar y gestionar los 9 mil millones de dólares que se estimaban necesarios para reducir la mortalidad en un 20% en cinco años. Todos estuvieron de acuerdo en que era imprescindible movilizar recursos adicionales pues los países más pobres no tienen por sí mismos capacidad para hacer frente a los gastos relacionados con la enfermedad. Sus débiles sistemas sanitarios no pueden financiar los programas de prevención, ni costear el acceso a los medicamentos bien sean paliativos, bien profilácticos y mucho menos los costosos antirretrovirales. Sin embargo, sólo se recaudó el 10% de lo solicitado para la creación del Fondo, ¿cómo justificar esta falta de compromiso económico?

No ponemos en duda la importancia de articular políticas preventivas, pues una inversión menor consigue unos beneficios mayores. En Uganda, a través de intensas campañas preventivas, se consiguió disminuir la tasa de prevalencia del VIH entre un 4% y un 8%. Pero, corremos el riesgo de dejar a un lado a los más de 30 millones de personas que ya están infectados por Sida y que tienen derecho a acceder a los medicamentos a un precio asequible. Sin olvidar invertir en vacunas específicas para el VIH que asola el Tercer Mundo.

Es hora de pasar de las promesas y las grandes declaraciones de principios a articular medidas de urgencia. Estas deben estar enmarcadas bajo unas premisas básicas:

Primera, bajo ningún concepto se debe aceptar una discusión planteada en términos disyuntivos: o prevención o tratamiento. Ambas políticas tienen su campo, su momento y su importancia. La prevención es más eficaz en términos económicos y a largo plazo, pero los planes terapéuticos son fundamentales para aliviar los sufrimientos de las personas ya infectadas y para mejorar su calidad de vida. Para esto son imprescindibles unos servicios de salud en funcionamiento.

Segunda, se deberán fortalecer las estructuras de los sistemas de salud, para lo cual será necesario aliviar la deuda externa de los países que soportan el 95% de los casos de Sida en el mundo. El propio presidente del Banco Mundial, Wolfenshon, reconoció al Sida como un grave obstáculo para el desarrollo mundial.

Tercera, el acceso sostenible a los tratamientos que se han demostrado eficaces en la infección por VIH/Sida debe ser considerado como un derecho humano.

Cuarta, hay que exigir que los sistemas jurídicos de los distintos países incluyan leyes antidiscriminatorias, con la protección de las personas seropositivas del rechazo social, asegurando la confidencialidad para evitar el riesgo de estigmatización.

En conclusión, urge dar una respuesta global a la epidemia del Sida y tomarse en serio la creación del Fondo Global propuesto por Kofi Annan. Debe hacerse cuanto antes ya que, de otro modo, corremos el grave riesgo de que muchas intenciones queden sólo en buenos propósitos. Sería un error olvidar la directa vinculación que existe entre pobreza y Sida, que son, al fin y al cabo, distintos ángulos de una misma realidad.

Fuente: ONG Solidarios para el Desarrollo www.websolidarios.org
H 89 – 08.02.2002



Jorge Orozco es lector asiduo de estas columnas. Y ha tenido la generosidad de compartir este poema con nosotros.

Mujer

Mujer
que dulce te adormeces,
en mis brazos
con la paz de una niña,
indefensa y pequeña
como un capullo,
fragante de rosa
suave y temprana,
no sé si amarte
o acunarte velando tu sueño.

Mujer
de mirada marina,
profunda como la bruma
que al sol se anticipa,
como un anhelo de vida
de la naturaleza pródiga,
para que la pasión descubra
tu generoso seno,
ávido
de nobles gravideces.

Mujer
frágil y fuerte,
de pies
como luciérnagas,
que pisan
sin marcar la hierba,
de manos tersas
para el candor de la caricia,
suave como el hechizo
de tu voz de náyade,
que una y otra vez me llama
inconfundible y convocante,
con sones muy lejanos
del otro lado de la cama.

H 89 – 08.02.2002

Heráclito 76

Lejaim (Por la vida)

Bajo el título Deserción de reservistas en Israel para no ‘oprimir a los palestinos, en su edición del domingo 27 de enero el matutino La Nación publicó un despacho de ANSA y AFP proveniente de Jerusalen. Lo transcrimos en estas columnas como una invitación a la reflexión y un llamado a la cordura en esa región del Oriente Medio. (N de la R).


Un grupo de cincuenta y dos oficiales y soldados israelíes reservistas se negaron anteayer a seguir participando en el futuro de lo que consideran “la opresión y la ocupación de los palestinos”, en una solicitada que publicaron en la prensa insraelí y que constituye un llamamiento a negarse a servir en los territorios autónomos.

“Seguiremos sirviendo en el ejército cuando se trate de defender el Estado de Israel, pero no en tareas de opresión y de ocupación de los palestinos”, escribieron estos reservistas de distintos grados y que pertenecen a unidades de combate, como los paracaidistas y las unidades de infantería de élite.

En Israel, el servicio militar obligatorio es de tres años para los hombres y 21 meses para las mujeres. Además, hasta los 49 años los hombres deben efectuar períodos de reserva que pueden llegar hasta a más de un mes por año.

“Los territorios (Cisjordania y la Franja de Gaza) no forman parte del Estado de Israel y, a fin de cuentas, las colonias judías establecidas allí serán desmanteladas. Así pues, no seguiremos luchando por ellas”, añadieron.

“Serví en el Líbano, serví en los territorios (palestinos) y nadie podrá decirme que soy un cobarde y que intento escabullirme. Pero he recapacitado y sé que dentro de diez o veinte años la gente se preguntará avergonzada qué ha hecho”, aseguró el lugarteniente de reserva Chuki Sadeh al diario liberal Haaretz.

H 88 – 01.02.2002



Digo estas líneas al gobierno español, a los partidos políticos españoles, a sus medios de prensa, a sus organizaciones intermedias y a quienes levantan banderas de solidaridad en ese país; las digo también a aquellos españoles (creo que son mayoría) que mantienen vivo el afecto por esta Argentina que nutre su sangre y su cultura en esa porción de Europa.

¿Quién nos mirará desde Europa si no es España? *

Eduardo Dermardirossian


Argentina atraviesa la más honda crisis social y económica de su historia, con implicancias institucionales que hacen temer un proceso de disgregación y caos de consecuencias difíciles de prever. Enajenados a manos privadas los recursos y resortes de su economía, desbaratados los órganos de control y corrompidas las instituciones que debieran garantizar la legalidad de los actos del gobierno y de los particulares, con una creciente profundización de la brecha que separa a los sectores minoritarios que concentran la riqueza –y, entonces, el poder real- de las mayorías pauperizadas y carentes de lo que es imprescindible para su sustento, Argentina amenaza incorporarse a la larga lista de países paupérrimos de la tierra. Índices de desocupación que ya exceden el veinte por ciento y que, sumados a los de subocupación, se aproximan a la mitad de la población que debiera estar económicamente activa, niveles de desnutrición, mortandad infantil, quebrantamiento y desatención de la salud pública, deserción o abstención escolar, prostitución y mendicidad que crecen incesantemente, sin que el Estado atine a reaccionar para cumplir las funciones que son el fundamento de su existencia. Aún más: el mismo Estado –digo, sus órganos de gobierno- está desbordado por el delito que crece y se extiende día a día, por el descontento social que frecuentemente culmina en actos de violencia y vandalismo imposibles de detener. Cuestionados sus órganos de poder republicano, el Estado argentino está inerme frente a unos sectores de poder que pujan por seguir medrando sobre la osamenta de quienes tienen solamente sus brazos para procurarse el sustento de cada día. Presionadas por los lobbies empresariales y financieros, por los acreedores externos y empresas adjudicatarias de los servicios privatizados, las autoridades argentinas dan marchas y contramarchas, toman hoy unas decisiones que mañana cambiarán o enmascararán impúdicamente para satisfacer a quienes no precisan de las prebendas públicas más que para acrecer aún más sus beneficios dinerarios, frecuentemente abusivos y hasta ilícitos.

Y más, mucho más se puede decir para describir la desventura de los argentinos cuyos salarios están menoscabados e impagos, cuyos ahorros están cautivos para salvaguardar la continuidad de los bancos, cuyas fábricas y actividades agroganaderas están quebradas. La Argentina de hoy es un hervidero: caldo de cultivo donde la desesperanza, la rabia y la violencia asoman en cada esquina, en cada ciudad, en cada pueblo. Y en medio de esta situación las autoridades financieras internacionales aconsejan más ajuste sobre las gentes, más sacrificio para este país agónico.

Bien sabemos que las causas que determinan los fenómenos sociales nunca son únicas. Esos fenómenos resultan de la interacción de múltiples causas, de modo que con frecuencia es sumamente arduo determinarlas con precisión. Tal cosa puede decirse también de la actual crisis argentina. No obstante, se pueden señalar algunos hechos que, sin excluir a otros, han actuado visiblemente como causantes o disparadores principales de los acontecimientos presentes. La Argentina de la última docena de años muestra nítidamente algunos de esos hechos determinantes.

En los años 90 las autoridades de este país trazaron y ejecutaron un plan de alianzas que condujo a la identificación del poder formal con el poder real. Los gobiernos dejaron de arbitrar conflictos sectoriales para enajenar su voluntad en beneficio de intereses especulativos, financieros; obraron en desmedro de los productores y del trabajo nacionales para favorecer a capitales que llegaban desde el exterior para adquirir a precio vil las empresas privadas y estatales en unas condiciones que les aseguraban subsidios y, a un tiempo, les garantizaban beneficios extraordinarios que en grandes partidas eran girados a sus países de origen o a sus casas matrices, con un efecto doblemente deletéreo: por un lado, la transferencia de recursos de los sectores del trabajo a los sectores del capital, y por el otro, la fuga hacia el exterior de dineros generados dentro de las fronteras argentinas. La tasa de retorno de las grandes corporaciones recién arribadas eran las más elevadas del mundo, y las tasas de interés cuadruplicaban las de sus países. El lavado de dinero de origen espurio y su posterior remisión fuera del país agregó su cuota a la pauperización argentina. Fueron políticas de demolición nacional las que se aplicaron aquí, con la apoyatura política y financiera de los órganos de crédito internacional que pretenden aconsejarnos todavía. Fueron las políticas que el neoliberalismo globalizador impone a sus países tributarios, al tiempo que protege y subsidia la producción dentro de sus fronteras.
Estas expresiones no han de ser tenidas por xenófobas ni desdeñosas de la globalización en sí misma. No. Porque a esta altura de la historia nadie desconoce la necesidad de la interrelación e integración que los estados y los pueblos tienen. La Comunidad Europea y el Mercosur, entre otros programas en curso, dan cuenta de esa necesidad y del beneficio que pueden procurar a los países involucrados. Se trata, sí, de establecer unas relaciones adonde la equidad en el intercambio sea practicada hasta donde sea posible; y es obvio que en una Argentina cuyas autoridades habían capitulado ante los poderes económicos al punto de desdeñar el interés nacional, esa porción de equidad estaría ausente.


Hoy Argentina tiene los tres poderes que corresponden a su forma republicana de gobierno, y ello es así en el nivel nacional y en las jurisdicciones provinciales. También tiene sus organizaciones comunales como manda la ley. Y si bien todas estas autoridades han sido electas conforme a disposiciones constitucionales, la inestabilidad institucional es la nota que las caracteriza. Cuatro presidentes de la nación se han sucedido en una treintena de días, otros tantos gabinetes ministeriales han mudado en igual tiempo, dos asambleas legislativas extraordinarias deliberaron invocando el mejor interés nacional y obedeciendo al más espurio interés de corporaciones económicas y facciones políticas, el más alto tribunal de justicia, que culminó el año último liberando de prisión a ex altos mandatarios y funcionarios que habían medrado con la muerte y con el tráfico de armas, entre otros actos de corrupción administrativa, cohonestaron decisiones inconstitucionales tomadas por el ejecutivo nacional. De suerte tal que la legalidad de su origen no se acompaña ahora con la legalidad de su acción pública y menos aún con la legitimidad que debe ser el sustento de toda acción pública.

Las calles de Buenos Aires y de las otras ciudades del país son cotidianamente recorridas por gentes de diferentes sectores sociales, todas severamente afectadas por la crisis y por las medidas que dicen haberse tomado para conjurarla. Esas gentes han adoptado diversas formas para expresar su bronca y su desesperanza: marchas y cacerolazos, protestas frente a la sede del poder ejecutivo o del congreso exigiendo medidas que tornen habitables sus días, concentraciones frente a los bancos, a los que se les imputa buena parte de sus desventuras. Y frecuentemente estas manifestaciones, pacíficas en su origen y en sus propósitos, derivan en actos de violencia. Los saqueos de locales, sobre todo de supermercados para procurarse alimentos, se han multiplicado a lo largo de toda la geografía del país. Los dueños y gerentes de esos comercios suelen negociar con delegados de los manifestantes para procurarles bolsas de alimentos y así evitar mayores daños, lo cual habla de una capacidad de acción violenta que desde luego no conviene a ninguna sociedad y que preocupa a las autoridades.

La iniciativa movilizadora de masas, otrora en manos de los gobiernos de turno, de los partidos opositores o de los sindicatos, ahora está en manos de una sociedad policlasista, inorgánica y a veces violenta, con todos los riesgos que esa falta de organicidad conlleva.

¿De dónde obtiene la sociedad información bastante para reaccionar al unísono frente a determinadas decisiones del gobierno? ¿Qué es lo que crea en las gentes la conciencia y la convicción de que hay que salir a manifestar, a cortar rutas, a batir cacerolas, a concentrar frente al Palacio de Justicia para pedir la renuncia de los miembros del Superior Tribunal? ¿Qué es lo que aúna la acción de todos?

No la comunicación desde las instancias del gobierno, que no encuentra otro recurso que el de callar frente a la duda que lo embarga, esconderse para no informar sobre las presiones que recibe de los lobbies, que nunca como ahora actuaron para llevarse los despojos de esta Argentina caótica. Lo que crea la conciencia de expresarse en la población es su certera lectura de la realidad, su ajustado examen de lo que ocurre. Porque ahora los hechos públicos se han transparentado a través de los síntomas inevitables de la crisis, porque la sociedad advierte el desgobierno y la debilidad de las autoridades frente a la presión de los grupos privilegiados, porque siente que la ausencia de capacidad de decisión de quienes debieran representarlos les impone tomar la iniciativa. Y salen a las calles con pancartas o con piedras, con el petitorio o el insulto, con la ley o el garrote. Sabe esa sociedad que ya es hora de manifestar.

Debe decirse también que en esta instancia los medios de comunicación han actuado con menos presión, con un mayor margen de independencia que en otras ocasiones, reemplazando al gobierno de turno en su obligación de mantener a la sociedad informada.

Digo estas líneas al gobierno español, a los partidos políticos españoles, a sus medios de prensa, a sus organizaciones intermedias y en particular a quienes levantan banderas de solidaridad en ese país; las digo también a aquellos españoles (creo que son mayoría) que mantienen vivo el afecto por esta Argentina que nutre su sangre y su cultura en esa porción de Europa.

Es preciso que los argentinos no atribuyamos a toda España las conductas de ciertas corporaciones empresariales y financieras. Es preciso que los españoles miren con alguna benevolencia las desventuras de la Argentina de este tiempo y procuren por los medios posibles predisponer favorablemente a sus autoridades y a sus medios de prensa respecto de este país del Plata.

Porque ¿quién nos mirará desde Europa si no es España?

* Este artículo fue escrito en los días turbulentos de 2001 y publicado en la prensa española.
H 88 – 01.02.2002



“El trabajo es resultado de una espinosa discusión sobre literatura y arte entre amigos. Usted (la autora se dirige al director de Heráclito) debe saber de esto: están los críticos, aquellos que dictan la moda, son los que motejaron de ‘impresionistas’ a los impresionistas con una intención peyorativa. Son los que deciden qué va o no va, qué existe o no existe, quién es y quién no es en arte. Muchas veces nos visitan (a Viedma, Río Negro, Argentina) ‘las autoridades’ en materia de plástica, fotografía o literatura. Son los popes que ‘bajan de Buenos Aires’, como se dice aquí, y expresan su verdad revelada. Pero algunos pensamos otra cosa”. Así se expresa María Celia Ibarra, autora de la narración que sigue.

Un sabor

Echa el agua caliente en la taza de porcelana. El té suelta un color tostado rojizo, humea. Ahora le echa un chorrito de leche fría, inclina el cartón y lo endereza rápidamente. La leche se hunde en el té formando nubes blanquecinas. De pronto siente una tristeza súbita. Ahora acomoda todo en una bandeja, una carpetita de batista blanca, el plato, la taza, la cucharita de plata y una servilleta haciendo juego que seguramente no usará para no ensuciarla. Camina hacia el living. Todo está silencioso y quieto, ordenado, limpio, como en aquellas Burda que tanto le gustaban. Se sienta frente al televisor, se pone la bandeja en la falda. Estira la mano para alcanzar el control remoto y enciende el televisor, busca las noticias y mira. Hay más equipos, gente, carpas y móviles de las cadenas de noticias. Aún no lo sacaron. Saborea el té. Han traído una máquina enorme que puede hacer excavaciones más rápido, bomberos, ingenieros, varios médicos. Una imagen de la madre. Más de veinte horas. Agitación, parece que bajan a un hombre. Puede ser el final. Suspenso. Mira la hora, mira la pantalla, están por sacarlo. Lleva la bandeja a la cocina. Espera un poquito. Toma el teléfono y llama un taxi. –Por la vereda de los pares, -le dice. Mira la calle. La lluvia paró. Apaga el televisor después de comprobar que aún no pasó nada nuevo, se pone el abrigo, toma la cartera, sale al pasillo, llama al ascensor, baja y sale. La calle está mojada, el tránsito imposible, gente pasa caminando apurada, a veces se chocan un hombro al pasar y siguen sin disculparse. Llega el taxi, sube, da una dirección, se recuesta y piensa en el niño en el pozo y siente angustia.

El tránsito está infernal, el auto avanza y se detiene, avanza y se detiene, van por la 9 de Julio hacia el norte. El chofer, con una nuca hirsuta, putea por lo bajo. Cuando puede avanza veloz. La mujer mira el reloj, espera no perder el turno. Se acercan al obelisco, un infierno. El auto avanza lentamente, el semáforo cambia a luz verde, amarilla, roja, otra vez verde y sigue sin poder adelantar, hay un atascamiento. Cuando avanza un poco se puede ver la pantalla gigante sobre la esquina. Están dando lo del chico. El baner dice Las imágenes muestran un primer plano del pozo, el agujero es como la boca negra de un pez fuera del agua. Los autos avanzan lentos. Luz roja. El taxi está cerca de la primera fila, todas las cabezas miran la pantalla. En la acera unos chicos mal vestidos venden rosas, dos pesitos. Corren de auto en auto atentos a las luces empujando y riéndose entre ellos. En el cordón dejaron a uno chiquito, como de tres años.

–¡Quedate ahí!, esperanos- le dijeron.

El chiquito los mira alejarse, llama a los hermanos (o lo que sea) que no lo oyen. La soga se balancea en el interior del pozo, primer plano de rostros paralizados, el mundo contiene la respiración. El chiquito mira los autos parados y a los hermanos corriendo hacia la otra vereda entonces se larga a cruzar. Primerísimo plano de la boca del pozo. Luz amarilla, roja. Los motores aceleran, el chiquito va por la mitad, mira a los hermanos. La boca del pozo ocupa toda la pantalla es alta como de varios pisos. Bocinas, luz verde. Los autos de la primera fila arrancan, hay un revuelo, frenadas, bocinas, gritos, un auto esquiva algo, roza otro, los que vienen atrás tocan bocina enfurecidos, la mujer absorta en la pantalla se sobresalta, ve en la calle a alguien que se cubre la cara con espanto, el chofer esquiva con agilidad a los autos en el camino, sale del atascamiento y acelera. Una cuadra después los autos tocan bocina celebrando, tututú, tu, tu, sacan el brazo por la ventanilla y hacen gestos de triunfo.

–Parece que sacaron al pibe del pozo, -dijo el chofer del taxi con mejor humor. Atrás, junto al semáforo, un tumulto.

Si no se trata del compromiso, o de la estética, ni del mensaje, ni de la creatividad, ni de la comunicación, ni siquiera de la trasgresión. Entonces lo prohibimos. PROHIBIDO ESCRIBIR SONETOS. Es como querer explicarle un color a un ciego. Entonces es esto, decir la cosa a medias, para que nadie entienda o abierta para que haya varias interpretaciones. ¿Acaso tiene más valor cuando es más oscura? ¿O será que no se atreven a reconocer su propia esterilidad? Entonces Andy Wharjol. Y el Público se queda calladito para no hacer un papelón. Es más fácil descalificar. Es más honesto reírse de Cecil Taylor o de Stravinsky o de Van Gogh. Y son siempre los mismos. Los que opinan son siempre los mismos. Son ellos los que interpretan los que valoran, los que califican y descalifican y luego son ellos mismos los que descalifican a los que descalifican. ¡A la mierda con ellos!

Y también está la Legión que se apresura a reconocer lo reconocido a rechazar lo rechazado y a disimular sus propios gustos, no sea que ...

En su lecho de muerte Giobambatista Marino reconoció que su obra no era un espejo del mundo sino una cosa más agregada al mundo. Y es nada más que eso.

Pongamos por caso el Polaco Goyeneche, para buscar un ejemplo cercano. Tuvo más éxito cuanto peor cantó. Cuando se quedó sin voz, arrasado por el alcohol y la mala vida. Entonces fue cuando alcanzó su mayor calidad interpretativa,

lastima bandoneón/mi corazón

no se puede oír su última interpretación sin estremecerse. ¿Pero qué? ¿Por qué lo rechazan otros? Porque arte es crear un sabor y que busquemos encontrar ese sabor como una necesidad, como una adicción. Picasso creó un sabor, Dalí, Borges, Serrat lo hicieron. -Arte es lo que perdura. –Dijo Bernard Shaw. ¿Y qué es un sabor? Un patrón grabado en algún recoveco de la materia gris. No un patrón genético sino uno elaborado, poco a poco, golpe a golpe. Cuanto más arduo es el proceso es mayor el placer que luego produce. En esa intrincada y aún desconocida maraña de neuronas con que somos provistos hay arreglos más maleables, hay atajos que hay que encontrar pronto, sino crece una selva y se pierden definitivamente los caminos. Allí se estampan los patrones.

No perderemos nunca el placer por conocer historias. Esto debe ser genético y tan profundo como para definir cómo somos. Tal vez sea la Biblia, un libro de libros, una recopilación de historias lo que justifique la persistencia de una cultura, una religión, un imperio que permanece hasta nuestros días. Lo otro, el odio, la pasión por el poder, el sometimiento, la dominación, esa historia oculta, eso, lamentablemente, eso es genético.

Entonces los contadores de cuentos no morirán nunca. Tal vez tengan una influencia mucho más trascendente de lo que estemos dispuestos a aceptar. Los oscuros autores de la Biblia y el Corán, los numerosos que vinieron después, llámense Mateo, Cervantes o Shakespeare sin olvidar pero olvidando a los chinos, hindúes, mayas, egipcios, aztecas o incas, son ellos los hacedores de pueblos y culturas, de historias y de olvidos, de identidades y mitos. Son ellos, los creadores de la literatura, las fuerzas de la historia.

Y así seguimos, dejándonos atrapar por una historia que nos muestra la pantalla y son los hacedores de historias los que están manejando fuertemente nuestras vidas. Fueron las historias las que enloquecieron al pobre Don Quijote, son las historias, lo supo bien ese hacedor de historias, Don Miguel. Y la Historia, con mayúscula, ¿no está hecha de historias? ¿La Verdad? Podemos sonreír, nada más lejos de la Verdad. ¿La Poesía? Está más cerca de la Música. Otro universo. Si Natura hace infinitamente la misma rosa, el mismo bosque, la misma montaña. Si repite siempre el mismo hombre y la misma mujer. Y son siempre distintos. ¿Por qué no seguir contando la misma historia?

Hay algo más. Está Hollywood, esa opulenta fábrica de historias. El bosque feliz. Hay algo más, ese deseo que motoriza. El deseo del final feliz. Porque en el fondo creemos la historia, en el fondo, en ese espacio ilusorio en que ponemos nuestra vida, queremos que las cosas estén limpias y sean lindas y seamos felices. En todo caso Crimen y Castigo. Porque no se tolera pasar cada día viendo los pibitos que piden. Entonces no los miramos y miramos la pantalla grande para ver como salvan a Johnie o Jerry o como se llame, porque necesitamos saber que se hace todo por salvarlo, porque necesitamos que se pongan todos los recursos y que venga ese especialista de Suiza y las grúas y los ingenieros y los médicos. Nos alivia saber eso. La cosa está bien así. No vemos nada más porque no podemos soportarlo y somos capaces de envilecernos por no soportarlo. Por eso Hollywood.

Sigamos contando historias, sino lo que nos queda es nada, el vacío.

Contemos una historia y quedemos felices.

Bosque Feliz

El chico ya está listo para salir. La madre vuelve a repetir una vez más:

-¡Hacé las cosas tal como te dijimos! No te olvides. Tené mucho cuidado.

La madre no quiere asustarlo más, prefiere no recordarle que ya desaparecieron dos chicos en tres meses. El chico asiente con la cabeza. Mudo se pone la mochila y sale. Los hermanos Juárez, que viven cerca, lo acompañan a la escuela. Salen caminando despacio. El chico no habla.

Llega la hora de salida. Los Juárez ya se fueron. El chico se tuvo que quedar después de hora para los preparativos del acto del día de la bandera. Ya está oscureciendo. Hace mucho frío. En la calle queda poca gente. Desde hace rato hay un hombre esperando detrás de un árbol. Nadie lo ve.

El chico mira el callejón. Sabe que por ahí llega más rápido, se evita cruzar la autopista y subir y bajar la pasarela y dar un rodeo grande. Mira a un lado y al otro y enfila hacia el callejón, después viene el campito donde los pibes se reúnen a patear, después el bosquecito de eucaliptos donde le gusta jugar. Camina ligero, cruza el callejón, cruza el campito. El hombre, disimulando su presencia lo sigue de lejos. Llega al bosquecito, ya falta poco, después de pasar el tapial viene la calle, hay gente y ya está casi en casa. De pronto, en el medio del bosquecito oye algo y se detiene, el corazón le late fuerte, se acuerda de todas las recomendaciones que le hicieron los padres. Parece un cachorrito, debe ser como la otra vez que dejaron unos cachorritos en una bolsa para que se mueran. Se detiene y escucha. Viene de la derecha, se tiene que apartar un poco. El hombre se oculta rápidamente. El chico camina despacio tratando de oír. Encuentra una bolsa detrás de un árbol, se agacha. El hombre lo toma de la mano. El chico se asusta y lo mira con los ojos despavoridos, siente como si le corriera electricidad. El hombre le sonríe y le dice

–¿Te gustan los cachorritos? Tengo muchos en casa, ¿querés verlos? Vamos, acompañame.

El chico da un paso hacia atrás pero el hombre ya lo tiene de la mano, forcejea, el hombre lo sostiene con fuerza. Ya se lo lleva casi a la rastra. Dos personas le salen al paso, enérgicamente. Le muestran algo mientras le dicen:

- ¡Policía! Queda detenido.

El hombre, pasmado, lo suelta. El chico corre a abrazar a la madre. Se sobresalta al oír el chasquido de las esposas.

-¿Podemos llevarnos los cachorritos? –le pregunta a la madre que aún lo tiene abrazado.

Happy End

H 88 – 01.02.2002



Un cuento sufí

Jesús huye de un tonto *

Mawlana Yalal al-Din Rumi, 150 Cuentos sufíes extraídos del Matnawi. Traducción de Antonio López Ruiz. Paidós , Buenos Aires 1996, págs. 72/73.

Un día Jesús, hijo de María, se dirigía corriendo hacia la montaña. Al advertir esto, alguien lo siguió, gritándole:

“Nadie te pesigue, ¿por qué corres así?

Jesús, sólo preocupado en huír, no le respondió. El otro reiteró su llamada:

“¡En nombre de Dios, detente! Solamente quiero saber de qué huyes, pues, aparentemente, no hay motivo para temer”.

Jesús respondió: “¡Huyo de un tonto! No te interpongas en mi camino, no retrases mi huída”.

El otro exclamó:

“Cómo, Tú que posees el hálito santo, Tú que has curado a ciegos y sordos, Tú que puedes resucitar a un muerto soplando sobre él, Tú que haces un pájaro de un puñado de barro... ¿Por qué ese temor?”

Y Jesús: “Es Dios quien ha creado mi alma y mi carne. Cuando invoco Su nombre la montaña se dispersa como un almiar. Si murmuro su nombre al oído de un muerto, resucita. Una gota se convierte en un océano por Su nombre. Lo he invocado mil veces ante un tonto y no he visto resultado alguno".

El hombre insistió:

“Cómo es que el nombre de Dios, que influye en el sordo, el ciego y la montaña, no tiene efecto sobre un tonto?

Respondió Jesús: “La tontería es una maldición de Dios, mientras que la ceguera no lo es. Estos males merecen piedad, pero la tontería no, porque es nuestra enemiga”.

* En la edición nombrada la narración lleva por título El hijo de María. Nos hemos permitido incorporar unas ligeras modificaciones en la redacción y en la puntuación para facilitar la comprensión del texto. Asimismo, omitimos transcribir el último párrafo de la edición española para que cada quien reflexione con entera libertad, lo cual, en nuestro concepto, es más acorde con el espíritu de los cuentos sufíes (N de la R).

H 88 – 01.02.2002



Del poeta judío Yehuda Amijai, nacido en Alemania y radicado en Israel, damos estos versos como una forma de anhelar la paz para esa región castigada de la tierra. Quien nos lo envía no menciona el nombre de su traductor (N de la R).

Poema Temporal

La escritura hebrea y árabe va de
Oriente a Occidente
la escritura latina, de Occidente a Oriente,
los idiomas son como los gatos:
prohibido ir contra la dirección del pelo,
las nubes vienen del mar, el siroco
del desierto,
los árboles se inclinan con el viento,
las piedras vuelan por todas partes
hacia todas partes. Tiran piedras,
tiran esta tierra, la una sobre otra,
pero la tierra siempre vuelve a la tierra,
tiran esta tierra, quieren deshacerse de ella,
de sus piedras y de su tierra, pero es imposible.
Tiran piedras, me tiran piedras
en 1936, en 1938, en 1948 y en 1988,
semitas tiran contra semitas yantisemitas contra antisemitas,
tiran los malvados y tiran los justos,
tiran los pecadores y tiran los tentadores,
tiran los geólogos y tiran los teólogos,
tiran los arqueólogos y tiran los gamberros
tiran piedras los riñones y tira la vesícula,
tiran piedras de canto y piedras de
frente y corazones de piedra
piedras con forma de boca que grita
y piedras adaptadas a los ojos
como gafas,
el pasado tira piedras al futuro
y todas caen en el presente.
Piedras de llanto y piedras de risa de guijarro,
incluso Dios en la Biblia tiraba piedras
incluso los Urim y los Tumim fueron tirados
y se clavaron en el pectoral del juicio
y Herodes tiró piedras y le salió un templo.
Oh, el poema sobre el dolor de las piedras
oh, el poema lanzado sobre las piedras
oh, el poema sobre las piedras lanzadas
¿Hay todavía en la tierra una piedra sin tirar,
una piedra con la que no hayan construido,
una piedra sin transformar,
una piedra sin rodar y sin descubrir,
una piedra que no haya gritado desde el muro,
que no la hayan despreciado los constructores,
una piedra bajo la cual no hayan
enterrado ni amado encima,
y que no hayan transformado en piedra angular?
Por favor no tiréis más piedras,
vosotros movéis esta tierra,
la tierra sagrada, entera, abierta,
vosotros la movéis hacia el mar
y el mar no la quiere
el mar dice, no me pertenece.
Por favor, tirad piedras pequeñas
tirad caracolas fosilizados, tirad guijarros,
justicia o injusticia de las canteras
de la Torre de Justicia,
tirad piedras blandas, tirad terrones
que endulcen,tirad gravilla, tirar argamasa,
tirad arena de la playa,
tirad arcilla del desierto, tirad papel,
tirad polvo, tirad viento,
tirad aliento, tirad nada
hasta que se cansen las manos
y se canse la guerra
y se canse incluso la paz, y exista.

H 88 – 01.02.2002