Heráclito 4

El pensamiento binario *

Eduardo Dermardirossian
eduardodermar@gmail.com

Más de una docena de años transcurrieron desde que el mundo cambió su ingeniería de poderes y su geografía política, y un debate de grandes proporciones se ha instalado desde entonces en torno a las ideologías que dominaron el mundo durante los siglos XIX y XX. Más de una veintena de nuevos actores aparecieron en la escena internacional. Unos enconos se apagaron y otros se encendieron al calor de los cambios, y entretanto, la ciencia imperturbada siguió prodigando hallazgos en las comunicaciones, en la biogenética, en la robótica y en cuanta disciplina ha abordado el hombre, achicando el mundo y poniendo al alcance de la mano lo que hace poco era inaccesible.

Y sin embargo algunos no han aprendido de estas cosas. Ataviados con viejos ropajes y enarbolando banderas que ya han sido arriadas, siguen edificando muros que separan a unos hombres de otros. Muros que separan a gentes que necesitan convivir e integrarse para resistir el embate de estos tiempos. La historia reciente y los cambios habidos parecen haber sido estériles para ellos.

Hoy quiero hablar del maniqueísmo y de la forma en que algunos reaccionan cuando sus ideas son controvertidas o sus acciones son observadas por quienes tienen otra visión de la realidad. Quiero hablar de esa insustancial simplificación de lo complejo que en términos pedestres llamo blanquinegrismo, de ese reduccionismo paleolítico que la estupidez humana ha traído hasta la modernidad. A propósito, dice Savater que la estupidez “es una categoría moral, no una calificación intelectual” porque “se refiere [...] a las condiciones de la acción”. Y se apresura a citar a Anatole France: “El estúpido es peor que el malo, porque el malo descansa de vez en cuando pero el estúpido jamás”.

Es, pues, preciso construir un sistema de pensamiento que nos permita ver los medios tonos y los matices variados de la realidad. Para ser protagonistas virtuosos de la historia tenemos que botar de nuestro espíritu todas las formas de intolerancia, de fanatismo, de maniqueísmo. Diversidad, multiplicidad y templanza son atributos que conducen a buen puerto cuando se acompañan con fervor, con alegría de actuar y con coraje.

Manes, pensador del siglo III

Heresiarca persa, sacerdote cristiano según unos, afecto a la medicina según otros, Manes ensayó el sincretismo entre las enseñanzas de Cristo y la religión de Zoroastro. Fundador de la secta de los maniqueos, postuló la existencia del bien y del mal como únicos principios creadores. Sin medios tonos y sin concesiones a la duda, consagró el radicalismo como forma de pensamiento.

Esa concepción dual del mundo y del hombre no explica la realidad como opósitos que se sintetizan en una resultante, sino como la perpetua e irreducible confrontación de los opuestos. Más cerca de Heráclito que de Hegel, Manes predicó ese rudimento conceptual.

¿Por qué, entonces, me remonté a aquel tiempo de la historia y a ese lugar del mundo? ¿Acaso la modernidad no ofrece suficientes casos de pensamiento dual? Ciertamente, el presente es pródigo en ejemplos, pero ninguno de ellos ha logrado acuñar un vocablo que lo nombre ni ha ilustrado con tanta justeza ese arcaísmo. Por eso traje este ejemplo multicentenario, para emparentar esta enfermedad de la inteligencia con su origen religioso, para mostrar la longevidad de nuestro desatino cuando planteamos las cosas en términos de todo o nada, de yo o el caos, de bueno o malo, de verdadero o falso. En suma, cuando desdeñamos nuestra condición de seres inteligentes cuyas capacidades no se limitan a discernir los opuestos, sino que pueden diferenciar matices y conciliar ideas.


La calidad del pensamiento y la calidad de la acción

La tendencia a interpretar la realidad sobre la base de una valoración dicotómica anuncia una muy baja calidad de pensamiento, de la que no puede sino seguirse una baja calidad de acción. Se es bueno o malo, y entonces se hace el bien o el mal; eres mi amigo o mi enemigo, por lo que sólo puedo amarte u odiarte; profesas el liberalismo político o el comunismo, lo que te pone de mi lado o en mi contra, ocupas la misma porción de territorio que yo quiero para mí, y eso alimentará nuestro encono y nos llevará a la violencia, nunca a la mesa de negociaciones. Esta concepción maniquea de la realidad, cuando no admite concierto y transacción, deviene en intolerancia, en fanatismo, en fundamentalismos de diferente signo, y conduce a la discordia y al conflicto, quizá a la guerra. También conduce al propio enclaustramiento, a la segregación del otro y a la organización sectaria de las sociedades. Majadería travestida de valor y derechura, no es sino la forma más primitiva del pensamiento.

Siempre es útil teorizar sobre las cosas que nos conciernen. Más aún cuando las teorías casan con la realidad, porque entonces pueden iluminar el entendimiento. En este sentido, debo decir que veo con alguna preocupación nuestra manera de relacionarnos. Controversias atávicas que nacieron al abrigo de condiciones políticas que ya han cambiado, subsisten sin embargo, fruto de ese pensamiento dicotómico del que estoy hablando. Antiguas diferencias que los hechos nuevos sepultaron bajo los escombros siguen alentando rivalidades que, unas veces soterradas y otras veces no, desalientan a quienes tienen una visión más abarcativa de la vida. Maniqueísmos irreductibles que en algunos casos han trepado a la cabeza de las instituciones y que desalientan a quienes buscan una mayor integración social.

La realidad es policromática

Porque la realidad es multicolor y profusa, porque el hombre no se reduce a pensamiento y acción: también es vocación, anhelo, espíritu difuminado en el paisaje de la vida. Porque el conflicto es connatural del hombre y por eso precisa de la tolerancia y de cierta actitud benevolente para hallar cauces de solución. Porque aún en los asuntos que conciernen a los estados y a los pueblos, a veces fieramente enfrentados, es preciso atender a intereses políticos, económicos, estratégicos y de otro orden, para componerlos y encontrar soluciones más o menos permanentes. Es por estas cosas que veo con preocupación la tendencia de algunos a radicalizar el pensamiento, a exacerbar las diferencias y a dirigir la acción en un solo sentido.

No predico un relativismo conceptual ni un eclecticismo a ultranza. Tampoco ofrezco la blandura como sistema de vida o panacea de las controversias que afligen a los hombres y a los pueblos. Al contrario, propugno un sistema de pensamiento que quiebre el cascarón que asaz nos envuelve, para arrojarnos al mundo, a la vida, al aire fresco de la realidad siempre cambiante, para caminar vigorosamente hacia la solución de nuestros problemas a sabiendas de quiénes somos, cómo somos, qué lugar ocupamos en la fauna humana.

Las deposiciones de la historia

Historiar la evolución del pensamiento binario sería fatigoso para este autor y quizá también para el lector, pero no sería ocioso. Mostraría cómo las mayores desdichas de la humanidad son el producto de ese reduccionismo, cómo las guerras, los genocidios y las más crueles acciones vienen del fanatismo, de la intolerancia religiosa. El desdén por el otro, la discriminación y la violencia son las expresiones radicales del maniqueísmo, que se manifiesta bajo las especies del fanatismo, del fundamentalismo, del integrismo, en suma, de la intolerancia. Deposiciones malolientes de la historia que, sin embargo, pueden verse aquí y allá, en todas partes. Son cunas donde se arrullan las desventuras del mañana, guaridas donde acechan los usufructuarios de las mayores desdichas.

Hoy, cuando el mundo se achica día a día, cuando el intercambio y las comunicaciones nos acercan y tienden a abrir los claustros y abolir las diferencias, cuando la especie humana, tras construir torres de Babel en todo el planeta, pronto comenzará a derribarlas, los hombres debemos encontrar caminos que confluyan, paisajes que armonicen e intereses que puedan conciliarse.

* Este trabajo no fue publicado en Heráclito Filosofía y Arte sino en otros medios de prensa. No obstante, lo reproducimos aquí porque puede ser de interés para los lectores (N. del E.).


Lecturas escogidas

Siddhartha *

Hermann Hesse

¡Escúchame bien, querido amigo, escúchame bien! El pecador que yo soy y que tú eres “es” un pecador, pero algún día será de nuevo Brahma, algún día llegará al nirvana, será Buda... Y ahora fíjate: este “algún día” es ilusión, es sólo una metáfora. El pecador no se halla en camino de transformarse en Buda, no se halla comprometido en un proceso evolutivo aunque nuestro espíritu sea incapaz de representarse las cosas de otro modo. No, el Buda futuro existe ya en el pecador actual, todo su futuro ya está ahí; y en él, en ti, en cada uno hemos de venerar al Buda potencial, al Buda en devenir, al Buda escondido. El mundo, amigo Govinda, no es imperfecto ni se encuentra en vías de un lento perfeccionamiento. No, es ya perfecto en cada instante: cada pecado lleva en sí la gracia, en cada niño alienta ya el anciano, todo recién nacido contiene en sí la muerte, todo moribundo, la vida eterna. Ningún hombre es capaz de ver hasta qué punto del camino ha avanzado su prójimo; en el ladrón y en el jugador de dados aguarda Buda, en el brahmán puede ocultarse un bandido. La meditación profunda ofrece la posibilidad de abolir el tiempo, de ver simultáneamente toda la vida pasada, presente y venidera*, y entonces todo es bueno, todo es perfecto, todo es Brahma. Por ello me parece bueno todo lo que existe: la vida no menos que la muerte, el pecado tanto como la santidad, la inteligencia no menos que la estupidez. Todo ha de ser así, todo no pide sino mi aprobación, mi buena voluntad, mi comprensión amorosa; y en ese caso es bueno para mí, sólo podrá estimularme, nunca podrá hacerme daño. He experimentado en cuerpo y alma que me hacían falta el pecado, la concupiscencia, el afán de lucro, la vanidad y la más ignominiosa de las vanidades para aprender a vencer mi resistencia, para aprender a amar al mundo y no compararlo más con algún mundo deseado o imaginado por mí, con algún arquetipo de perfección inventado por mi cerebro, sino dejarlo tal como es, y amarlo e integrarme a él con gusto. Éstas, oh, Govinda, son algunas de las ideas que han acudido a mi espíritu.

* Fragmento del diálogo que mantiene Siddhartha con Govinda, extraído de pp. 178 a 180 de la 20a. Ed. Bruguera, Barcelona 1981, Traducción de Juan José del Solar. Adviértase la similitud de este pasaje con la descripción que hace Borges del Aleph.
H 6 – 07.07.2000



Carta de lector


Acerca de Hermann Hesse

Señor Director:

Después de leer el texto de Hermann Hesse (H 6 – 7.7.00), que agradezco, recordé la primera vez que leí Siddharta y la impresión que ese comentario me había producido, la inquietud por ver más allá de sus palabras y lo mucho que decía, diciendo poco.

Usted sugiere un paralelismo con El Aleph y recordándolo pienso que sí, hay cierta semejanza; pero Borges en El Aleph indica un lugar y sugiere otros y pone “afuera” lo que debe buscarse “adentro”. Posiblemente la narración de Borges en "El Aleph" es una puertita abierta a esa búsqueda interior, deja semilla, deja al lector inquieto y con eso logra mucho. El que tome ese desafío puede preguntarse y puede, preguntándose, vislumbrar solamente el misterio de la multiplicidad en la unidad que tan bien expone Hermann Hesse. Ambos autores evidentemente han recorrido la filosofía oriental, han leído y abrevado en el misticismo y cada cual a su manera nos sugiere ese estado de conciencia, ese alcanzar la unidad en lo Absoluto.

Paul Brunton en “La Sabiduría del Yo Superior” y P. Ouspensky en “Tertium Organum” nos acercan aún más a ese sendero y nos ayudan como Hesse y Borges a seguir buscando esa visión del universo, ese plano de conciencia donde somos Uno con el Todo.

Lo saluda atentamente.

Amy Estevez
Buenos Aires, Argentina


H 7 – 14.07.2000



Carta abierta a la conciencia

Si yo fuera usted no me preocuparía tanto por tantas cosas. Si yo fuera usted me reiría un poco más de las cosas de la vida. Si yo fuera usted, ni siquiera leería esto para no enojarme de no ser como yo sería, si yo fuera usted.

Yo sería, si fuese usted, informal, menos cuidadoso, muy fiel, excelente padre, mejor marido. Sería también, si fuese usted, audaz, para inventar todos los días algo diferente. De repente ¡quién sabe!, hasta salir en la televisión y ser famoso. Intentaría cumplir sueños, aun los imposibles.

Ser usted es más fácil, porque me permite decirle cómo hacer las cosas de una manera más simple. Mire, vaya a la casa de algún pobre y pase un día entero con él, converse y sepa de sus necesidades, comparta la comida, si es que la tiene, beba de su agua y sienta su dolor. Si no resulta eso, entonces haga otra cosa, vaya a un hospital y visite a los enfermos terminales, a esos que no van a vivir más, converse con ellos, pregúnteles sobre el futuro, sepa cuáles son sus expectativas, llore con ellos ¡si es valiente!

Si tampoco sirviera esto, entonces lo convido a que conozca por dentro un asilo de ancianos y procure el sector de los que no son visitados y les pregunte sobre la vida, sus experiencias, sobre ser joven, sobre ser viejo, sobre el qué vendrá y ¡la muerte!

Tantas veces quise escribirle a usted sin conocerlo. ¡Tantas veces lloré cuando debería haber reído, y sólo reí cuando el tiempo había pasado! ¡Cuánto tiempo perdido por no haber reído oportunamente!

Si yo fuera usted no me resignaría a pensar el porqué a mí, ¡sólo a mí me pasa! ¿por qué tanto dolor? Si yo fuera usted, comenzaría a pensar en el otro, pensando que el otro también pensaría en alguien más, por lo que así usted mismo tendría la certeza de que alguien estaría pensando en usted. Usted sería en ese momento dueño de una verdad absoluta “El otro también existe” por lo que también existiría ¡usted! Somos por lo que creemos y usted no debe creer mal porque cabe la posibilidad de que otro crea mal de usted.

Si yo fuera usted comenzaría a estar feliz por poder entender al otro, hasta me podría entender a mí que trato de entenderlo a usted y en esa rueda conseguir entendernos todos y así vivir todos en armonía.

Déjeme decirle un secreto. Ni bien termine de escribir esta carta, me la voy a mandar a mí mismo, para recibirla y leerla como si yo fuera usted, creyendo así, cuando la reciba, que usted fui yo y que juntos pensamos que existe una vida mejor. Y para que acontezca sólo depende de usted, que soy yo.

Guillermo Lorente
Bahía, Brasil

H 11 – 11.08.2000



De Fernando Pessoa

Hay dolencias peores que las dolencias
Hay dolores que no duelen, ni en el alma
Pero que son dolorosos más que los otros.
Hay angustias soñadas más reales
Que las que la vida nos trae, hay sensaciones
Sentidas sólo con imaginarlas
Que son más nuestras que la vida misma.

Hay tantas cosas que, sin existir, existen, existen demoradamente,
Y demoradamente son nuestras y nosotros...
Por sobre el verde turbio del ancho río
Los circunflejos blancos de las gaviotas...
Por sobre el alma, el aleteo inútil
De lo que no fue, ni puede ser, y es todo.
Dame más vino, porque la vida es nada...

H 13 – 25.08.2000



Lo que come Mahoma


El Maestro Nasreddín permaneció durante un mes predicando en cierto pueblo acerca de la vida y de las virtudes de los profetas, sin que durante ese tiempo se le diera alimento alguno.

Preguntado por una mujer acerca de lo que Mahoma comía en el cielo, le contestó: “¿Cómo puedes interesarte acerca de lo que come Mahoma en el cielo sin antes preguntar qué he comido yo durante este mes en tu pueblo?”.

Con frecuencia los hombres mitigan su angustia acudiendo a lo que consideran trascendente y superior, sin ver que de ese modo eluden sus deberes primeros. Así es como transitan el ciclo de padecimientos que sólo podrá interrumpirse con el supremo precepto del amor, expresado como solidaridad incondicionada. Nasreddín ya lo decía entonces. E. D.

H 12 – 18.08.2000