Heráclito 11 Jacinto Azul

Juan Gaviota pasó el resto de sus días solo, pero voló mucho más allá de los Lejanos Acantilados. Su único pesar no era su soledad, sino que las otras gaviotas se negasen a creer en la gloria que les esperaba al volar; que se negasen a abrir sus ojos y a ver”.
.
Mensaje inaugural
.
En su tránsito por la vida el hombre suele extraviar lo más preciado de sí, lo que le acompaña cuando abre sus ojos al mundo y ve la luz. Suele extraviar su perplejidad y su conciencia blanca, su mirar las cosas con ojos nuevos, su inocencia: esa cualidad que le exime de castigo. Y entonces transita por senderos que unas veces le acarician las plantas de sus pies descalzos y que le lastiman otras veces, le acucian y progresivamente van haciéndole prisionero del tiempo y de las cosas.
.
Pero la vida también le ofrece al hombre la oportunidad de mirarse a sí mismo. Pone en su mano un espejo lustroso y mágico que le permite verse en imagen, sí, pero también en alma y en desnudo, para recuperar lo que ha quedado en el desván impiadoso de la amnesia, para examinar sus desvíos y enderezar el rumbo, para hallar la conciencia que fue blanca cuando arribó al mundo. Un hombre tal, capaz de mirarse a sí mismo sin condicionamientos y con el corazón abierto, es el niño grande a quien van dirigidas estas columnas que comenzamos a publicar hoy al amparo de Heráclito.
.
Nos acompañan hombres y mujeres del pensamiento y de las letras, también niños a quienes regularmente convocamos para que nos den su parecer y su consejo. Porque estimamos que estos últimos serán quienes mejor tracen el sendero que hemos de recorrer. Finalmente, nos acompañan aquellos que, después de dar lucimiento a las letras, partieron con destino incierto.
.
Sean desde ahora los lectores quienes digan si hemos emprendido el camino correcto para encontrar niños grandes que nos ayuden a mirar con ojos perplejos lo que la vida nos muestra cada día.
.
El director
.
Suplemento de H 106 - Jun. 2002
.
.
Jacinto, azul y el almanaque *
.
Eduardo Dermardirossian
eduardodermar@gmail.com

.
En la vida de Jacinto cada jornada era igual a la siguiente. Ayer fue como es hoy y hoy es como será mañana. Si los días transcurrían con la inexorable secuencia de los números en el almanaque clavado en su cocina, si cada mes quitaba una hoja para dejar expuesto el mes siguiente, ya nada mitigaba el agobio que le causaba su tránsito a lo largo de tantos días amarillos a los que seguían igual cantidad de noches blancas. Ya nada difería en su vida, ni el sol de la penumbra ni el caluroso verano del invierno inclemente. El corazón anciano de Jacinto latía sin pasión, sin alegría. Jacinto se moría cada día.
.
¿Qué hace que la vida sea finita?
¿Quién dispuso que el tiempo acabaría?
¿Porqué el final del camino siempre es gris
si fue de arco iris su primera lozanía?
Acaso el tiempo sin tiempo es de los dioses
acaso de la vida es nuestra su agonía.
Ignoro por qué vine
ignoro el destino de mis azules días.
¿Cómo saber si aquel Jacinto gris es de mi casa
o si hay modo de eludir su alegoría?
.
Cierta vez, observando en la plaza el revolotear de los pájaros sobre la copa de un paraíso añoso, imaginó cuán distinta sería su vida si él también pudiera volar como aquellas aves. Sin advertirlo, como un sino irresistible, sus ojos siempre pardos se tornaron azules y sus labios viejos se sonrojaron y describieron una tenue sonrisa. Siguió el vuelo con su mirada nueva, hasta que pasando de rama en rama y de un árbol a otro, las aves desaparecieron de su vista. Pero feliz con su ilusión de niño Jacinto siguió viendo a los pájaros en sueños de vigilia. Jugaban unos con otros entrechocando sus picos, piando o gorjeando y haciendo gran algarabía entre todos. Y en medio Jacinto que volaba. Sin alas, pero sin pesares, sin el agobio de los días grises. Su corazón alado no cesaba de jugar entre gorriones, palomas y torcazas. Su cuerpo era leve, vestido con su piel y adornado por haces de luz que irrumpían desde el follaje verde de los árboles. Jacinto renacía de entre las cenizas acumuladas a lo largo de su tránsito por el camino sin retorno de la vida. Todo era luz, color, levedad sin forma y sin destino.
.
Cuando la sangre no se ve
aún es roja.
Acaso el tiempo anida en el presente
en la quietud azul
de mi ilusión frustrada
acaso mi niñez esté caliente
sin tiempo ni reproche.
Lo que ignoro está
tras el recodo ausente
y lo que creo saber
es falso y no hay mañana.
Cuando la luz es sombra
y nadie llama
cuando siempre es hoy
cuando sea banal lo que asombra
entonces será el día
sin mañana.
Será la plenitud
la paz
la calma.
.
Cuando Jacinto quiso mirar atrás no encontró nada. No vio el almanaque. No vio su agonía. Ni la gris aspereza de sus frustrados días. Tampoco su memoria existía.
.
Y allí en el parque donde los pájaros aún revoloteaban sobre las copas de los árboles añosos, al pie del paraíso yacía el cuerpo inerte de un anciano. “Murió de hambre” decían unos al mirarlo, “estaba enfermo” opinaron otros desde lejos. Un niño se acercó para mirarlo: “aquí no hay nadie”, dijo, y fue a reunirse con otros de su edad en el arenero azul que lo aguardaba a la vera del camino.
.
* Último Testamento – De cuando Dios y Satanás se reunieron y de la Segunda Creación, Ed. Dermarte, Buenos Aires 2000, pp. 81 a 84.
Suplemento de H 106 - Jun. 2002
.
.
Fragmentos de Antoine de Saint-Exupéry
.
El Principito
.
A León Wert
.
Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona mayor. Tengo una seria excusa: esta persona mayor es el mejor amigo que tengo en el mundo. Tengo otra excusa: esta persona mayor puede comprender todo; hasta los libros para niños. Tengo una tercera excusa: esta persona mayor vive en Francia, donde tiene hambre y frío. Tiene verdadera necesidad de consuelo. Si todas estas excusas no fueran suficientes, quiero dedicar este libro al niño que esta persona mayor fue en otro tiempo. Todas las personas mayores han sido niños antes (pero pocas lo recuerdan). Corrijo, pues, mi dedicatoria:

.
A León Werth cuando era niño.
.
Las espinas, ¿para qué sirven?”
.
Al quinto día, siempre gracias al cordero, me fue revelado este secreto de la vida del principito. Me preguntó bruscamente y sin preámbulos, como fruto de un problema largo tiempo meditado en silencio:
.
Si un cordero come arbustos, ¿come también flores?
.
- Un cordero come todo lo que encuentra.
.
- ¿Hasta las flores que tienen espinas?
.
- Si. Hasta las flores que tienen espinas.
.
- Entonces, las espinas, ¿para qué sirven?
.
Yo no lo sabía. Estaba entonces muy ocupado tratando de destornillar un perno demasiado ajustado de mi motor. Estaba muy preocupado, pues mi avería comenzaba a resultarme muy grave y el agua de beber que se agotaba me hacía temer lo peor.
.
- Las espinas, ¿para qué sirven?
.
El principito jamás renunciaba a una pregunta, una vez que la había formulado. Yo estaba irritado por mi perno y respondí cualquier cosa:
.
- Las espinas no sirven para nada. Son pura maldad de las flores.
.
- ¡Oh!
.
Después de un silencio me largó, con cierto rencor:
.
- ¡No te creo! Las flores son débiles. Son ingenuas. Se defienden como pueden. Se creen terribles con sus espinas.
.
No respondí nada. En ese instante me decía: “Si este perno todavía resiste, lo haré saltar de un martillazo”. El principito interrumpió de nuevo mis reflexiones:
.
- Y tú, ¿crees que las flores...?
.
- ¡Pero no! ¡Pero no! ¡Yo no creo nada! Te contesté cualquier cosa. ¡Yo me ocupo de cosas serias!

.
Me miró estupefacto.

.
- ¡De cosas serias!
.
Me veía con el martillo en la mano y los dedos negros de grasa, inclinado sobre un objeto que le parecía muy feo.
.
- ¡Hablas como las personas mayores!
.
Me avergonzó un poco. Pero, despiadado, agregó:
.
- ¡Confundes todo...! ¡Mezclas todo!
.
Estaba verdaderamente muy irritado. Sacudía al viento sus cabellos dorados.
.
- Conozco un planeta donde hay un Señor carmesí. Jamás ha olido una flor. Jamás ha mirado a una estrella. Jamás ha querido a nadie. Nunca ha hecho nada sino sumas. Y todo el día repite como tú: “¡Soy un hombre serio! ¡Soy un hombre serio!” Se infla de orgullo. Pero no es un hombre; ¡es un hongo!
.
- ¿Un qué?
.
- ¡Un hongo!
.
El principito estaba ahora pálido de cólera.
.
- Hace millones de años que las flores fabrican espinas. Hace millones de años que los corderos comen igualmente las flores. ¿Y no es serio intentar comprender por qué las flores se esfuerzan tanto en fabricar espinas que no sirven nunca para nada? ¿No es importante la guerra de los corderos y las flores? ¿No es más serio y más importante que las sumas de un Señor gordo y rojo? ¿Y no es importante que yo conozca una flor única en el mundo, que no existe en ninguna parte, salvo en mi planeta, y que un corderito puede aniquilar una mañana, así, de un solo golpe, sin darse cuenta de lo que hace? Esto, ¿no es importante?
.
Enrojeció y agregó:
.
- Si alguien ama a una flor de la que no existe más que un ejemplar entre los millones y millones de estrellas, es bastante para que sea feliz cuando la mira. Se dice: “Mi flor está allí, en alguna parte...”. Y si el cordero come la flor, para él es como si, bruscamente, todas las estrellas se apagaran. Y esto, ¿no es importante?
.
No pudo decir nada más. Estalló bruscamente en sollozos. La noche había caído. Yo había dejado mis herramientas. No me importaban ni el martillo, ni el perno, ni la sed, ni la muerte. En una estrella, en un planeta, el mío, la Tierra, había un principito que necesitaba consuelo. Lo tomé en mis brazos. Lo acuné. Le dije: “La flor que amas no corre peligro... Dibujaré un bozal para tu cordero. Dibujaré una armadura para tu flor... Di...” . No sabía bien qué decir. Me sentía muy torpe. No sabía cómo llegar a él, dónde encontrarlo... ¡Es tan misterioso el país de las lágrimas...!
.
Suplemento de H 106 - Jun. 2002
.
.
Fábulas en verso castellano para uso del Real Seminario Vascongado
.
Tal es el título original con que fue publicada esta obra de Félix María Samaniego. Los textos que se transcriben fueron tomados de Ed. Generales Anaya, Madrid 1982, pags. 11, 171 y 191.
.
Muchos son los sabios, de diferentes siglos y naciones, que han aspirado al renombre de fabulistas: pero muy pocos los que han hecho esta carrera felizmente. Este conocimiento debiera haberme retraído del arduo empeño de meterme a contar fábulas en verso castellano. Así hubiera sido; pero permítame el público protestar con sinceridad, en mi abono, que en esta empresa no ha tenido parte mi elección. Es puramente obra de mi pronta obediencia, debida a una persona, en quien respeto unidas las calidades de tío, maestro y jefe*.
.

El Perro y el Cocodrilo
.
Bebiendo un Perro en el Nilo,
al mismo tiempo corría.
-Bebe quieto- le decía
un taimado Cocodrilo.
Díjole el Perro prudente:
-Dañoso es beber y andar;
pero ¿es sano el aguardar
a que me claves el diente?
.
¡Oh qué docto Perro viejo!
Yo venero su sentir
en esto de no seguir
del enemigo el consejo.
.
El Camello y la Pulga
.
Al que ostenta valimiento
cuando su poder es tal,
que ni influye en bien ni en mal,
le quiero contar un cuento.
En una larga jornada
un Camello muy cargado
exclamó, ya fatigado:
-¡Oh qué carga tan pesada!
Doña Pulga, que montada
iba sobre él, al instante
se apea, y dice arrogante:
-Del peso te libro yo.
El Camello respondió:
-Gracias, Señor Elefante.
.
* Samaniego es el autor del Prólogo de donde fue tomado este fragmento. En él se refiere a don Xavier María de Munibe e Idiáquez (N del E).
Suplemento de H 106 - Jun. 2002
.
.

Sois los arcos para que vuestros hijos, flechas vivientes, se lancen al espacio
.
Gibrán Jalil Gibrán, El Profeta, Ediciones de Oriente, Buenos Aires 1975, pags. 29 y 30. Versión castellana de Sergio Renán Madero.
.
Y una mujer, que llevaba a un niño abrazado sobre su pecho, dijo:
.
Háblanos de los niños.
.
Y el profeta dijo:
.
Vuestros hijos no son vuestros. Son los hijos y las hijas del anhelo de la Vida por perpetuarse. Llegan a través de vosotros, mas no son realmente vuestros. Y aunque están con vosotros, no os pertenecen.
.
Podréis darles vuestro amor, pero no vuestros pensamientos, porque tienen sus propios pensamientos.
.
Podréis albergar sus cuerpos, pero no sus almas, porque sus almas moran en la casa del mañana, que no podéis visitar, ni siquiera en sueños.
.
Podéis, si mucho, pareceros a ellos;mas no tratéis de hacerlos semejantes a vosotros.
.
Porque la vida no retrocede, ni se estanca en el ayer. Sois los arcos para que vuestros hijos, flechas vivientes, se lancen al espacio.
.
El Arquero ve el blanco en lo infinito, y Él es quien os doblega, con su poder, para que Sus flechas partan veloces a la lejanía. Que el doblegamiento en manos del Arquero sea vuestra alegría; porque aquel que ama a la flecha que vuela, también ama al arco que no viaja.
.
Suplemento de H 106 - Jun. 2002
.
.
Ray Respall Rojas es un escritor cubano que cuenta tan solo catorce años de edad. Reside en La Habana y sus cuentos, premiados dentro y fuera de su país, comienzan a ser conocidos en los círculos literarios. Se desenvuelve con inusual soltura en el territorio de la ficción y su pluma excede en mucho las expectativas que puede suscitar un adolescente de su edad. Los lectores de Heráclito ya conocen algunas de sus obras y ahora serán los amigos de Jacinto Azul quienes leean un cuento suyo (N del E).
.
Ellos
.
Caminaban de un lado a otro... sin verme, a excepción de algunos que se inclinaban para recoger algo del piso. Otros incluso me pisaron, maldiciendo el que me encontrara en medio de su camino. De repente, uno de ellos me miró fijo a los ojos y me cogió entre sus manos. Se fijó en algunos detalles de mi cuerpo, sonrió y me guardó en su maleta.
.
Luego de un rato, volvió a abrir la valija, me sacó con mucho apuro mientras me mostraba emocionado a otras personas diciendo: "Su rostro, miren los detalles, les aseguro que no me equivoco...” "Algunos arreglos en la vestimenta bastarán...” "Tiene una pierna rota, habrá que arreglársela, pero eso no es problema".
.
Me mantuvieron durante un largo tiempo desnudo, diciendo que me iban a hacer una nueva ropa. Cuando me arreglaron la pierna el dolor fue intenso, pero sobreviví.
.
Ahora estoy en una exhibición, limpio y vestido con mi nuevo atuendo. La vidriera en que me encuentro tienen un cartel que dice: “Ejemplar único de la raza humana, varón y en edad de apareamiento".
.
Es probable que mañana alguno de ellos me compre, es realmente muy difícil encontrar un humano en estos días.
.
Suplemento de H 106 - Jun. 2002
.
.
Un cuento sufi
.
El Maestro se defiende ante el juez
.
Versión y nota de Eduardo Dermardirossian
.
Su almuerzo consistió en dos huevos cocidos, un trozo de pan y una taza de té. Al disponerse a pagar por ello, Nasreddín comprobó que no tenía dinero. De modo que aprovechando un descuido del posadero, se retiró del lugar disimuladamente.
.
Mas por ser sabio, el Maestro era un hombre honrado y pronto obtuvo dinero y se apersonó al posadero para pagarle lo consumido. Como éste le pidiera un precio exhorbitante, con el argumento de que durante el tiempo transcurrido los huevos ya habrían dado robustos pollos, Nasreddín se negó a pagar lo pedido.
.
El posadero llevó la cuestión ante el juez, que citó a las partes ante sí. El demandado llegó a la audiencia lo bastante tarde como para recibir un severo reproche del magistrado.
.
"Mi demora se debió a que estuve sembrando trigo cocido en mis tierras", se excusó el Maestro.
.
"Siendo tú labrador bien sabes que el trigo cocido no podrá dar frutos", arguyó el juez con seguridad.
.
"Y bien -contestó Nasreddín- el posadero me demanda sosteniendo que los huevos cocidos podrían dar pollos. De modo que sembrar trigo cocido no debiera parecer disparatado".
.
NOTA: Las contiendas entre los hombres suelen tener motivaciones ajenas a la razón y también al corazón. El ingenio y la chanza lo ilustran con más justeza que las cesudas reflexiones de los adustos jueces, porque ninguna elucubración supera la verdad que se manifiesta por sí misma. El Maestro Nasreddín ha sido un predicador de la inocencia, como atributo que excluye el castigo. El de los hombres y el de Dios. Y es ello lo que más atrae en sus cuentos y en sus chanzas. Habrá que decir -a no olvidarlo- que fue hombre de honda fe religiosa.
.
Suplemento de H 110 - Jul. 2002
.
.
Los espejos *
.
J. Rodolfo Wilcock
.
Obligado a estar en cama por su enfermedad, Lorbio se hizo poner en la pequeña habitación de la clínica dos grandes espejos paralelos: uno cubre la pared izquierda, el otro, la derecha. Así el enfermo se ve reflejado de la cabeza a los pies de uno y otro lado, y puede ilusionarse de estar en una habitación o dormitorio para tres, o más bien para muchas camas, en compañía de otros enfermos que, por otra parte, se le asemejan en mucho. A sus vecinos de cama, Lorbio los llama Derechito e Izquierdito. Derechito parece ligeramente más joven que él, Izquierdito es el más viejo de los tres; en fin, los tres hacen siempre las mismas cosas, o casi, a la misma hora, con los mismos movimientos. En este sentido, puede afirmarse que nadie ha visto jamás tres compañeros de dormitorio lograr un acuerdo tan perfecto. Y además son muy discretos: si Lorbio está hablando con Derechito, Izquierdito vuelve la cabeza hacia el otro lado, y lo mismo hace Derechito ni bien su compañero dirige la palabra a Izquierdito. Cuando Lorbio se incorpora para hacerle ver a Izquierdito la nueva novela de Tarzán que le trajo la prima, y se la muestra para compararla con la que hace poco también el amigo ha recibido de regalo de parte de su prima, Derechito se incorpora y discretamente y dándoles la espalda a ellos muestra también él su novela de Tarzán a su otro vecino. Y no es sólo él, porque en la vasta sala, hasta todo el alcance de la vista, todos los enfermos se han incorporado al mismo tiempo para comparar sus novelas de Tarzán. Pero Lorbio no se ocupa de aquellos otros más lejanos, ante todo porque ve mal y luego porque no sabe quiénes son ni cómo se llaman.
.
A veces, cuando llega una hermana, Lorbio finge no verla para bromear y luego saluda, en cambio, a la hermana de Derechito, que en ese mismo momento acaba de entrar por la otra puerta. Derechito comprende enseguida la broma de Lorbio y, en lugar de saludar a la propia hermana, da los buenos días a la de Lorbio. Y para no ser menos que sus compañeros, Izquierdito se vuelve hacia el otro lado y saluda a la otra hermana que ha entrado por otra puerta. Esta broma le gusta bastante a Lorbio, sobre todo cuando las monjas, quizá porque son celosas y no quieren que los enfermos finjan no verlas, menean la cabeza todas juntas, y la habitación entera parece temblar bajo las alas de una bandada exterminada de albatros de lino.
.
Muchas veces, desde la cama misma, Lorbio ha intentado enseñarle a Izquierdito el juego del teléfono descompuesto, aunque sin éxito, porque desde que la lepra los dejó sin orejas ambos son sordos, como lo es también Derechito. Por eso, a pesar de su unanimidad de movimientos, cada uno en realidad está obligado a vivir, por así decirlo, encerrado en sí mismo. A la noche, sin embargo, es como si estuvieran más unidos. Lorbio tiene una vela; cuando el dolor no lo deja dormir, enciende la vela, y con la luz festiva de todas aquellas luces simultáneamente encendidas, de pie sobre la cama, se pone la camisa de noche y hace despreocupado unos pasitos de baile, imitado por todos los otros enfermos de la sala, también ellos de pie sobre sus camas: lo llaman el baile de la vela.
.
* De El estereoscopio de los solitarios.
Suplemento de H 110 - Jul. 2002
.
.
Vaticinio
.
Ray Respall Rojas
.
Los polvos que el mago lanzó al fuego chispeaban al igual que los ojos del rey al oír lo que decían las estrellas. ''El príncipe matará a su padre, está claro en el cielo; no te sugiero que lo mates, simplemente no lo críes y cuando llegue el momento ocupará su lugar'', dijo el hechicero para tratar de calmar a su señor y amigo. "Es mi único hijo y no puedo acceder a lo que me pides; tendría que estar separado de él hasta que las estrellas decidan", respondió el monarca y dando media vuelta se marchó a ver a su esposa.
.
La voz del nigromante a sus espaldas tratando de hacerle entender que no se puede luchar contra lo que ya está escrito, se fue perdiendo en los corredores del castillo. Entró en el cuarto donde se encontraba su esposa y vio que sostenía al niño para colocarlo en sus brazos.
.
¿Cómo algo tan bello e inocente podría dañarlo? Un hijo, su hijo, el heredero tantos años esperado estaba al fin colmando sus ansias. Mientras pensaba en esto sonreía y reía como nunca, su corazón latió sin par, henchido de amor y emociones indescriptibles, alcanzando un ritmo inusualmente acelerado...
.
Cuando el mago llegó ya era tarde.
.
Suplemento de H 110 - Jul. 2002
.
.
Esopo, el esclavo fabulista *
.
Aunque es poca la información que se tiene sobre su vida, en la época clásica su figura se vio rodeada de elementos legendarios. Nació en Frigia en el siglo VI a.C., si bien hay quienes lo hacen originario de Tracia, Samos o Egipto. Sobre Esopo se conocen numerosas anécdotas y hasta descripciones sobre su anatomía deforme, recogidas en la Vida de Esopo, escrita en el siglo XIV por el monje benedictino Planudo, pero es dudosa su validez histórica. Sin embargo parece cierto que Esopo fue esclavo y que viajó mucho con su último amo, el filósofo Xantos. Las fábulas que se le atribuyen fueron reunidas por Demetrio de Falero hacia el 300 a.C. Se trata de breves narraciones protagonizadas por animales, de carácter alegórico y contenido moral, que influyeron en la literatura de la medieval y renacentista. He aquí una de ellas. (N del E).
.
El ratón campestre y el cortesano
.
Un ratón campesino tenía por amigo a otro ratón de la corte, y lo invitó a que fuese a comer a la campiña. Mas como sólo podía ofrecerle trigo y yerbajos, el cortesano le dijo:
.
- ¿Sabes, amigo, que llevas una vida de hormiga? En cambio yo poseo bienes en abundancia. Ven conmigo y generosamente los pondré a tu disposición.
.
Partieron ambos para la corte. El ratón ciudadano mostró a su amigo trigo y legumbres, higos y queso, frutas y miel. Maravillado, el ratón campesino bendecía a su amigo de todo corazón y renegaba de su mala suerte.
.
Dispuestos ya a darse un festín, un hombre abrió de pronto la puerta. Espantados por el ruido los dos ratones se lanzaron a los agujeros. Volvieron luego a buscar higos secos, pero otra persona incursionó en el lugar y, al verla, los dos amigos se precipitaron nuevamente en una rendija para esconderse. Entonces el ratón de los campos, olvidándose de su hambre, suspiró y dijo al cortesano:
.
-Adiós amigo, veo que comes hasta hartarte y que estás muy satisfecho, pero es al precio de mil peligros y constantes temores. Yo, en cambio, soy pobre y vivo mordisqueando la cebada y el trigo, mas sin congojas ni temores.
.
* Texto de autor anónimo.
Suplemento de H 110 - Jul. 2002
.
.

Para una culminación amorosa de esta entrega
.
Si yo pudiera mostrar mi corazón
.
Si yo pudiera mostrar mi corazón lo hallarías verde y juvenil, tal vez más que el de algunos de los presentes; y hallarías que soy tan niño como para creer en cosas que los pueblos más crecidos de la nueva edad, con su sabiduría superior, se avergüenzan de poseer…” Rabindranath Tagore, hablando a los niños de las escuelas de Tokio.
.
Suplemento de H 110 - Jul. 2002