Heráclito 24

La vida y la muerte suelen salir juntas de paseo
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Carta de Eduardo Dermardirossian fechada el lunes 25 de diciembre de 2000, en respuesta a una amiga que en la Nochebuena madrileña encontró muerto a un amigo suyo. Luego esta carta fue publicada en varios medios de prensa en España.
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La vida y la muerte suelen salir juntas de paseo. Fatigan los mismos caminos y concurren a las mismas celebraciones, visten iguales colores y tú no sabes cuál es una y cuál la otra, no lo sabes. Acuden a muy variados sitios: ahora al alumbramiento de un niño, luego a una boda, más tarde a una misa. A las fiestas del carnaval y a la derrota en una batalla, a la consumación del amor y al funeral de una moza; a esos y otros sitios acuden juntas y no sabes cuál es una y cuál la otra. La vida y la muerte suelen salir juntas de paseo. Y no puedes elegir quién será tu huésped, quién compartirá tu mesa. Ellas abrevan en la misma fuente, comen del mismo pan y cantan unas canciones..., unas canciones cantan que no sabes distinguirlas. Quizá, no lo sé, cantan a dúo.
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Entonces, querida amiga, ¿por qué has de reír hoy y llorar mañana? ¿qué te hace creer que fue mayor tu fortuna que la de tu amigo muerto? ¿se han terminado los mañanas del que ahora lloras? ¿Qué sabes tú de eso? Acaso, ¿no son tus mañanas sin tu amigo los que ahora lloras? Yo no sé responder a estas preguntas. ¿Sabes responderlas tú?
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Mira bien: tú, yo y otros “caminamos a tientas en la noche a la espera de que amanezca”, y a eso se le llama esperanza. De modo que hoy también alza tu copa y brinda. Brinda hoy también, y con eso será bastante.
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H 43 – 23.03.2001
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Krishnamurti
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En el siglo XX pocos como él han comprendido la totalidad del fenómeno humano. De su “Diario” (única obra escrita, los restantes libros que se le atribuyen son recopilaciones de sus pláticas), escrito durante siete meses del año 1961, transcribimos la anotación que corresponde al día 13 de octubre. La edición es de Edhasa, Barcelona, 1978, pp. 150 a 152, y la traducción es de de Armando Clavier (N del E).
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El cielo es claro, el pequeño bosque al otro lado del camino está lleno de luz y sombras. Temprano en la mañana, antes de que el sol surgiera sobre la colina, cuando el amanecer todavía estaba sobre la tierra y no había automóviles subiendo por la ladera, la meditación era inagotable. El pensamiento siempre es limitado, no puede ir muy lejos porque está arraigado en la memoria, y cuando va lejos se torna meramente especulativo, imaginativo, carente de validez. El pensamiento no puede encontrar lo que está más allá de sus propias fronteras de tiempo; el pensamiento está atado al tiempo. El pensamiento desenredándose a sí mismo, desembarazándose de la red de su propia hechura, no es el movimiento total de la meditación. El pensamiento en conflicto consigo mismo no es meditación; la meditación es el cese del pensamiento y el comienzo de lo nuevo. El sol trazaba diseños sobre la pared, los automóviles venían remontando la colina y pronto los obreros estarían silbando y cantando en la nueva construcción al otro lado del camino.
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El cerebro no tiene descanso, es un instrumento asombrosamente sensible. Está siempre percibiendo impresiones, interpretándolas, almacenándolas; jamás se halla quieto, ni cuando está despierto ni cuando duerme. Su preocupación es la supervivencia y la seguridad, las heredadas respuestas animales; sobre las bases de éstas se construyen sus astutas invenciones internas y externas; sus dioses, sus virtudes, sus moralidades son sus defensas; sus ambiciones, deseos, compulsiones y adaptaciones son los instintos de supervivencia y seguridad. Siendo altamente sensible, el cerebro con su maquinaria del pensamiento comienza a cultivar el tiempo, los ayeres, el hoy y los múltiples mañanas; esto le brinda una oportunidad de postergación y realización; la postergación, el ideal y la realización son su propia continuidad. Pero en ésto siempre hay dolor; de ésto deriva el escape hacia la creencia, el dogma, la actividad y las múltiples formas de entretenimiento, incluidos los rituales religiosos. Pero siempre está la muerte con su temor; el pensamiento busca entonces bienestar y escape en creencias racionales e irracionales, en esperanzas, en conclusiones. Las palabras y las teorías se vuelven pasmosamente importantes, se vive en función de ellas y se construye toda la esctructura de la existencia sobre los sentimientos que despiertan dichas palabras y conclusiones.
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El cerebro y su pensamiento fucionan en un nivel muy superficial, por muy profundamente que el pensamiento pueda creer que ha viajado. Porque el pensamiento, por mucho que haya experimentado, por hábil y erudito que sea, es superficial. El cerebro y sus actividades constituyen un fragmento de la totalidad de la vida; el fragmento se ha vuelto completamente importante para sí mismo y para su relación con otros fragmentos. Esta fragmentación y las contradicciones que engendra constituyen su misma existencia; el pensamiento no puede comprender la totalidad, y cuando intenta formular la totalidad de la vida, él únicamente puede pensar en términos de opuestos y reacciones que tan sólo engendran conflicto, confusión y desdicha.
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El pensamiento jamás puede comprender o formular la totalidad de la vida. Sólo cuando el cerebro y su pensamiento están completamente quietos, no dormidos ni drogados por la disciplina, la compulsión o la hipnosis, sólo entonces existe lúcida comprensión de lo total. El cerebro, que es tan asombrosamente sensible, puede permanecer inmóvil, inmóvil en su sensibilidad, amplia y profundamente atento pero completamente quieto. Cuando el tiempo y su medida cesan, sólo entonces existe lo total, lo incognoscible.
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H 42 – 16.03.2001
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Serie Creencias del mundo
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Magia y hechiceros
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José Carlos García Fajardo*
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Tabú es una voz polinesia que significa sagrado y que fue incorporado al inglés por el capitán Cook, quién lo recogió en las islas Tonga. Constituye un tipo de magia negativa, en la que se cree que si se realizan determinadas acciones o se tocan ciertos objetos sucederán desgracias al infractor del tabú. Siempre es de origen religioso la razón de declarar tabú una acción o un objeto. Objetos relacionados con la divinidad como estatuas, amuletos, templos, utensilios sagrados del culto o las personas que guardan relación con ellos, como el rey o los sacerdotes. También son tabú aquellas acciones que pueden provocar la pérdida del mana, o fuerza mágica que protege a la comunidad, así el asesinato del rey o de un sacerdote y también la fuerza mágica personal, como caer prisionero del enemigo. Lo mismo sucedía entre los bárbaros, para desesperación de los romanos que confiaban en los pactos suscritos con los reyes que hacían prisioneros. Cuando los galos supieron que Vercingetórix iba encadenado por César a Roma "comprendieron" que lo había abandonado la divinidad y no se sintieron obligados por sus compromisos. O cuando a Wamba le cortaron el pelo mientras dormía; al despertar había dejado de ser rey pues el pelo corto sólo lo llevaban los siervos para distinguirlos de los hombres libres. En la Edad Media esta práctica de la tonsura pasó a los clérigos, para distinguirlos en sus andanzas aunque ellos decían que era por ser siervos de Dios.
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Fetiche
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El fetiche es un objeto material al que se atribuyen poderes sobrenaturales o mágicos. A veces se confunden las propiedades del fetiche con las del amuleto dando lugar, en todas las culturas, a supersticiones nacidas de la ignorancia y del miedo. El verdadero fetiche es propio sólo de aquellos pueblos de religión animista que rinden culto a un objeto material por motivos mágicos.
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El nombre de fetichismo fue aplicado por los portugueses a las prácticas religiosas de los negros de Africa Occidental que ellos no entendían y que condenaron por demoníaca y propia de salvajes. De ahí a decidir conquistarlos y reducirlos a esclavitud "puesto que no tenían alma" sólo había un paso que no vacilaron en dar, movidos por un caritativo "espíritu cristiano" que les ayudó a incrementar sus riquezas una vez tranquilizada sus conciencia. Igual hicieron los demás pueblos cristianos de Europa, protestantes o católicos, durante el auge de la esclavitud sin que fueran condenados por la jerarquía hasta pasados bastantes años. Casi hasta que no los necesitaron.
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El erudito francés Charles de Brosses lo difundió en Europa, en 1760, cuando publicó su obra Culto de los dioses fetiches. Disparate colosal pues nunca un fetiche fue dios, aunque representase algún atributo divino. Con este término se denominó entonces la religión de aquellos pueblos que consideraban a todos los seres naturales dotados de fuerzas anímicas que intentaban propiciarse por medio del culto. Hoy día este tipo de religión se denomina animismo y sólo un ignorante la consideraría salvaje o demoníaca. Por el contrario, con el término fetichismo se designan objetos y prácticas que han caído en el campo de la superstición. En las religiones más evolucionadas estos fetiches o amuletos se enmascaran como reliquias, medallas bendecidas, escapularios, estampas con la efigie de un muerto, velas bendecidas por un sacerdote, cruces con determinadas formas, rosarios de cuentas, aguas de tal o cual lugar en donde pretenden que se apareció un ser sobrenatural, casi siempre a algún adolescente y de muy bajo nivel cultural susceptible de padecer con facilidad el fenómeno psicológico del eidetismo.
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Con frecuencia se utilizan como sinónimos los términos hechicería, brujería y magia. Y no lo son pues sus diferencias corresponden a características étnicas, antropológicas y religiosas que los conquistadores y los misioneros ignoraron o prefirieron meter en el mismo saco para condenarlos. Creían que, conjurados los nombres, se eliminaba la cosa en un alarde de la más pura hechicería.
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En todos los pueblos y en todas las culturas precristianas se encuentra la práctica de la hechicería y al hechicero quien tiene por oficio velar por los intereses de la comunidad y sus componentes, defendiéndolos de las desgracias y fuerzas adversas, tanto naturales como sobrenaturales. Se apoyan en los espíritus buenos y en las fuerzas positivas para combatir la acción de sus antagonistas, a los que se designan espíritus malos. En último término, se apoyan en la misma divinidad a través del primer antepasado que da consistencia al clan y a las comunidades, que algunos llaman con ligereza tribus. El antepasado tuvo sabiduría y fuerza para constituir un pueblo o etnia que se rige por una concepción de la vida, expresada en costumbres que tienen que ver con el respeto a la naturaleza que los sustenta, a la conducta hacia la comunidad y hacia uno mismo para disfrutar de una vida saludable y feliz que se ha de transmitir a los descendientes. Esas costumbres, contrastadas y saludables, se convirtieron en tradiciones transmitidas oralmente y, más tarde, se formalizaron en normas que rigen la vida de la comunidad y le confieren sus señas de identidad. De ahí que, desde los orígenes, la práctica de la magia estuviera asociada a la medicina y de ella se originaron las ciencias. Por la observación empírica y por el empleo del poder psicológico, junto con las substancias naturales que, como "remedios", restablecían la salud o la conservaban. De ahí que supervisaran los alimentos saludables, la gestación, el alumbramiento, la protección de los niños hasta la pubertad, los ritos de iniciación para prepararlos a la dureza de la vida mediante la superación del miedo, la asunción de la soledad y una vida sexual satisfactoria, eficaz y que garantizase la transmisión de la vida; igual sucedía con los individuos heridos o enfermos, con el cuidado de los ancianos y el respeto a los ciclos de la naturaleza para obtener los mejores frutos sin agotarla; el cuidado de las fuentes y del curso de los ríos o de los oasis, de los pozos y de las minas, rodeándolos de prácticas mágicas para memorizar mejor mediante ritos los saberes transmitidos o adquiridos.
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A esa sabiduría, los europeos la designaron como prácticas salvajes y propias de gentes incivilizadas y paganas, ¿de qué civilización, de qué cultura, de qué dioses?
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Magia
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Al descubrirse la escritura, que muchos pueblos siguen sin necesitar para transmitir sus saberes, el hechicero se transforma hasta convertirse propiamente en mago o en médico/sanador (guérisseur) en los antípodas del brujo que actúa sin escrúpulos éticos, se vale de la compulsión por el miedo, vive al margen de la ley y es enemigo de la auténtica religión. Uno de los cometidos principales de los hechiceros, magos o sanadores, es combatir las malas influencias e ignorancia de los brujos y arrancar a los incautos de sus garras porque la verdad hace libres y la sabiduría produce la felicidad y el sosiego. La enseñanza mágica se transmite en verdaderas escuelas y sacerdote y mago se identifican cada vez más hasta convertirse la magia en un aspecto saludable de la religión.
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La magia es una técnica considerada como un arte o una ciencia que pretende obtener efectos que, aparentemente, superan a los naturales mediante la recitación de una fórmula, la realización ritual de determinados actos o la ingesta de ciertos productos. Se concitan así los poderes de la influencia sicológica, de la excitación de las fuerzas ocultas de la naturaleza y de los contrastados poderes del ayuno o de las propiedades de determinados alimentos.
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Originariamente, la magia, aunque trate de operar sobre poderes ocultos, procede de la observación primitiva de que causas similares producen efectos idénticos y que la acción sobre la parte repercute sobre el todo. Puesto que para los primitivos, y aún en nuestros días en África nadie dice su nombre a un extranjero, es lo mismo el nombre que la cosa se considera que la palabra es capaz de producir efectos mágicos saludables. La magia tuvo una gran importancia en la antigüedad y muchas instituciones proceden de ella: la dignidad real tuvo un origen mágico y los primeros médicos fueron magos.
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En Mesopotamia, caldeos y asirios poseyeron secretos de magia y adivinación sorprendentes; en Egipto, se conoció una magia lícita y otra ilícita y su impresionante conocimiento de la medicina, de la astronomía y de las demás ciencias es inseparable de la magia. Los hebreos la citan con frecuencia en la Biblia, y Moisés no hace sino magia cuando levanta en alto la serpiente de bronce; así como la circuncisión se realiza mediante ritos que dinamizan el mito de la pertenencia al pueblo elegido para afirmar una práctica higiénica. La India con sus mantras, sus ritos y el mismo yoga tiene una etiología mágica. Grecia y Roma son ricas en prácticas mágicas y en formidables ritos de iniciación en interesantísimos misterios que abordaremos en su día. El Judaísmo medieval tiene una vena mágica indudable en la cábala, la alquimia y el uso de amuletos que dieron lugar a una corriente mística. El Islam es rico en sahumerios, talismanes y amuletos, hechizos y horóscopos por la creencia en los yinn o espíritus que había que propiciar.
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Como siempre, había una magia lícita o blanca y una ilícita o negra cuya calificación correspondía a los poderes constituidos para asegurar la autoridad y el mantenimiento del orden.
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En cuanto al Cristianismo, es el caleidoscopio más rico y cercano que poseemos con sus persecuciones y sus ritos que proscribían unas y fomentaban o toleraban otras de plena actualidad, pero con nombres diversos. Su estudio es fascinante y abre la mente hacia perspectivas de libertad, de alegría y de mundos nuevos secuestrados durante siglos por los cancerberos del gozo de considerar la vida como un don. Que ese y no otro es el origen de la magia.
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* Profesor de Pensamiento Político y Social de la Universidad Complutense de Madrid y Presidente de la ONG Solidarios para el Desarrollo.
H 39 – 23.02.2001
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Umberto Eco *
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Dice sobre el Zen
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De pronto, alguien ha encontrado el zen. Con la autoridad de su verable edad, esta doctrina venía a enseñar que el universo, el todo, es mudable, indefinible, fugaz, paradójico; que el orden de los acontecimientos es una ilusión de nuestra inteligencia esclerotizante, que todo intento de definirlo y fijarlo en leyes está abocado al fracaso... Pero que precisamente en la plena conciencia y en la aceptación gozosa de esta condición está la máxima sabiduría, la iluminación definitiva; y que la crisis eterna del hombre no surge porque éste debe definir el mundo y no lo logra, sino porque quiere definirlo cuando no debe hacerlo. Proliferación extrema del budismo mayayana, el Zen sostiene que la divinidad está presente en la viva multiplicidad de todas las cosas y que la beatitud no consiste en sustraerse al flujo de la vida para desvanecerse en la inconsciencia del Nirvana como nada, sino en aceptar todas las cosas, en ver en cada una la inmensidad del todo, en ser felices con la felicidad del mundo que vive y bulle de acontecimientos. El hombre occidental ha descubierto en el Zen la invitación a admitir esta aceptación renunciando a los módulos lógicos y realizando sólo tomas de contacto directo con la vida.
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* Obra abierta, Planeta-Agostini, Barcelona 1984, págs. 226/227. Traducción de Roser Berdagé.
H 41 – 09.03.2001
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Sábato dixit *
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¿Podemos vivir sin que la vida tenga un sentido perdurable? Camus, comprendiendo la magnitud de lo perdido dice que el gran dilema del hombre es si es posible o no ser santo sin Dios. Pero, como ya antes lo había proclamado genialmente Kirilov, “si Dios no existe, todo está permitido”. Sartre deduce de la célebre frase la responsabilidad del hombre, aunque, como dijo, la vida sea un absurdo. Esta cumbre del comportamiento humano se manifiesta en la solidaridad, pero cuando la vida se siente como un caos, cuando ya no hay un Padre a través del cual sentirnos hermanos, el sacrificio pierde el fuego del que se nutre.
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* La resistencia, Seix Barral, Buenos Aires 2000, p. 49.
H 42 – 16.03.2001
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Por la muerte de su padre
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Coplas de Don Jorge Manrique
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I
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Recuerde el alma dormida,
abiue el seso e despierte
contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el plazer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parescer,
qualquiere tiempo passado
fue mejor.
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II
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Pues si vemos lo presente
cómo en vn punto s’es ido
e acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo non venido por passado.
Non se engañe nadi, no,
pensando que ha de durar
lo que espera
más que duró lo que vió,
pues que todo ha de passar
por tal manera.
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III
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Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
qu’es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
e consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
e más chicos,
allegados son yguales
los que viuen por sus manos
e los ricos.
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Diziendo qué cosa es amor
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I
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Es amor fuerça tan fuerte
que fuerça toda razón;
vna fuerça de tal suerte,
que todo seso conuierte
en su fuerça y afición;
una porfía forçosa
que no se puede vencer,
cuya fuerça porfiosa
hazemos más poderosa
queriéndonos defender.
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II
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Es plazer en c’ay dolores,
dolor en c’ay alegría,
Vn pesar en c’ay dulçores,
un esfuerço en c’ay temores,
temor en c’ay osadía;
un plazer en c’ay enojos,
una gloria en c’ay passión,
una fe en c’ay antojos,
fuerça que hazen los ojos
al seso y al coraçón.
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III
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Es una catiuidad
sin parescer las prisiones;
vn robo de libertad,
vn forzar de voluntad
donde no valen razones;
vna sospecha celosa
causada por el querer,
vna rauia desseosa
que no sabe qu’es la cosa
que dessea tanto ver.
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IV
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Es vn modo de locura
con las mudanças que haze:
vna vez pone tristura,
otra vez causa hogura,
como lo quiere y le plaze;
vn deseo que al ausente
trabaja, pena y fatiga;
vn recelo que al presente
haze callar lo que siente,
temiendo pena que diga.
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V
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Todas estas propiedades
tiene el verdadero amor;
el falso, mil falsedades,
como fengido traydor;
el toque para tocar
Quál amor es bien forjado
es sofrir el desamar,
que no puede comportar
el falso sobredorado.
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Canción
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I
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No tardes, Muerte, que muero;
ven, porque biua contigo;
quiéreme, pues que te quiero,
que con tu venida espero
no tener guerra contigo.
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II
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Remedio de alegre vida
no lo ay por ningún medio,
porque mi graue herida
es de tal parte venida,
qu’eres tú sola remedio.
Ven aquí, pues, ya que muero;
búscame, pues que te sigo;
quiéreme, pues que te quiero,
e con tu venida espero
no tener vida contigo.
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H 43 – 23.03.2001