Heráclito 35

Testamento ético de

Albert Einstein

Textos recogidos de Sobre la teoría de la relatividad y otras aportaciones científicas, Mis ideas y opiniones, Sarpe, Madrid 1985. Traducción de José M. Álvarez Flores y Ana Goldar.

El mundo tal como yo lo veo *


¡Qué extraña suerte la de nosotros los mortales! Estamos aquí por un breve período; no sabemos con qué propósito, aunque a veces creemos percibirlo. Pero no hace falta reflexionar mucho para saber, en contacto con la realidad cotidiana, que uno existe para otras personas: en primer lugar para aquellos de cuyas sonrisas y de cuyo bienestar depende totalmente nuestra propia felicidad, y luego, para los muchos, para nuestros desconocidos, a cuyos destinos estamos ligados por lazos de afinidad. Me recuerdo a mí mismo cien veces al día que mi vida interior y mi vida exterior se apoyan en los trabajos de otros hombres, vivos y muertos, y que debo esforzarme para dar en la misma medida en que he recibido y aún sigo recibiendo. Me atrae profundamente la vida frugal y suelo tener la agobiante certeza de que acaparo una cuantía indebida del trabajo de mis semejantes. Las diferencias de clase me parecen injustificadas y, en último término, basadas en la fuerza. Creo también que es bueno para todos, física y mentalmente, llevar una vida sencilla y modesta.

No creo en absoluto en la libertad humana en el sentido filosófico. Todos actuamos no sólo bajo presión externa, sino también en función de la necesidad interna. La frase de Schopenhauer: “Un hombre puede hacer lo que quiera, pero no puede querer lo que quiera”, ha sido para mí, desde mi juventud, una auténtica inspiración. Ha sido un constante consuelo en las penalidades de la vida, de la mía y de las de los demás, y un manantial inagotable de tolerancia. El comprender esto mitiga, por suerte, este sentido de la responsabilidad que fácilmente puede llegar a ser paralizante, y nos impide tomarnos a nosotros y tomar a los demás exclusivamente en serio; conduce a un enfoque de la vida que, en concreto, da al humor el puesto que se merece.

Siempre me ha parecido absurdo, desde un punto de vista objetivo, buscar el significado o el objeto de nuestra propia existencia o de la de todas las criaturas. Y, sin embargo, todos tenemos ciertos ideales que determinan la dirección de nuestros esfuerzos y nuestros juicios. En tal sentido, nunca he perseguido la comodidad y la felicidad como fines en sí mismos..., llamo a este planteamiento ético el ideal de la pocilga. Los ideales que han iluminado mi camino y me han proporcionado una y otra vez nuevo valor para afrontar la vida alegremente, han sido: Belleza, Bondad y Verdad. Sin un sentimiento de comunidad con hombres de mentalidad similar, sin ocuparme del mundo objetivo, sin el eterno inalcanzable de las tareas del arte y de la ciencia, la vida me habría parecido vacía. Los objetivos triviales de los esfuerzos humanos (posesiones, éxito público, lujo) me han parecido despreciables.

Mi profundo sentido de la justicia social y de la responsabilidad social han contrastado siempre, curiosamente, con mi notoria falta de necesidad de un contacto directo con otros seres humanos y otras comunidades humanas. Soy en verdad un “viajero solitario” y jamás he pertenecido a mi casa, a mi país, a mis amigos, ni siquiera a mi familia inmediata con todo mi corazón. Frente a todos estos lazos, jamás he perdido el sentido de la distancia y una cierta necesidad de estar solo... sentimientos que crecen con los años. Uno toma clara conciencia, aunque sin lamentarlo, de los límites del entendimiento y la armonía con otras personas. No hay duda de que con esto uno pierde parte de su inocencia y de su tranquilidad; por otra parte, gana una gran independencia respecto de las opiniones, los hábitos y los juicios de sus semejantes y evita la tentación de apoyar su equilibrio interno en tan inseguros cimientos.

Mi ideal político es la democracia. Que se respete a cada hombre como individuo y que no se convierta a ninguno de ellos en ídolo. Es una ironía del destino que yo mismo haya sido objeto de excesiva admiración y reverencia por parte de mis semejantes, sin culpa ni mérito míos. La causa de esto quizá sea el deseo, inalcanzable para muchos, de comprender las pocas ideas a las que he llegado con mis débiles fuerzas gracias a una lucha incesante. Tengo plena conciencia de que para que una sociedad pueda lograr sus objetivos es necesario que haya alguien que piense y dirija y asuma, en términos generales, la responsabilidad. Pero el dirigente no debe imponerse mediante la fuerza, sino que los hombres deben poder elegir a su dirigente. Soy de la opinión de que un sistema autocrático de coerción degenera muy pronto. La fuerza atrae siempre a hombres de escasa moralidad, y considero regla invariable el que a los tiranos de talento suceden siempre pícaros y truhanes. Por esta razón, me he opuesto siempre apasionadamente a sistemas como los hay hoy en Italia y en Rusia. Las causas del descrédito de la forma de democracia que existe hoy en Europa no deben atribuirse al principio democrático en cuanto tal, sino a la falta de estabilidad de los gobiernos y al carácter impersonal del sistema electoral.

Creo, a este respecto, que los Estados Unidos han encontrado el camino justo. Tienen un presidente a quien se elige por un período lo bastante largo y con poder suficiente para ejercer adecuadamente su cargo. Por otra parte, lo que yo valoro en el sistema político alemán es que ampara mucho más ampliamente al individuo en caso de necesidad o enfermedad. Lo que es realmente valioso en el espectáculo de la vida humana no es, en mi opinión, el estado político, sino el individuo sensible y creador, la personalidad; sólo eso crea lo noble y lo sublime, mientras que el rebaño en cuanto tal, se mantiene torpe en el pensamiento y torpe en el sentimiento.

Este tema me lleva al peor producto de la vida de rebaño, al sistema militar, el cual detesto. Que un hombre pueda disfrutar desfilando a los compases de una banda es suficiente para que me resulte despreciable. Le habrán dado su gran cerebro sólo por error; le habría bastado con médula espinal desprotegida. Esta plaga de la civilización debería abolirse lo más rápidamente posible. Ese culto al héroe, esa violencia insensata y todo ese repugnante absurdo que se conoce con el nombre de patriotismo. ¡Con qué pasión los odio! ¡Qué vil y despreciable me parece la guerra! Preferiría que me descuartizasen antes de tomar parte en una actividad tan abominable. Tengo tan alta opinión del género humano que creo que este espantajo habría desaparecido hace mucho si los intereses políticos y comerciales, que actúan a través de los centros de enseñanza y de prensa, no corrompiesen sistemáticamente el sentido común de las gentes.

La experiencia más hermosa qure tenemos a nuestro alcance es el misterio. Es la emoción fundamental que está en la cuna del verdadero arte y de la verdadera ciencia. El que no la conozca y no pueda ya admirarse, y no pueda ya asombrarse ni maravillarse**, está como muerto y tiene los ojos nublados. Fue la experiencia del misterio (aunque mezclada con el miedo) la que engendró la religión. La certeza de que existe algo que podemos alcanzar, nuestra percepción de la razón más profunda y la belleza más deslumbradora, a las que nuestras mentes sólo pueden acceder en sus formas más toscas..., son esta certeza y esta emoción las que constituyen la auténtica religiosidad. En este sentido, y sólo en éste, es en el que soy un hombre profundamente religioso. No puedo imaginar a un dios que recompense y castigue a sus criaturas, o que tenga una voluntad parecida a la que experimentamos dentro de nosotros mismos. Ni puedo ni querría imaginar que el individuo sobreviva a su muerte física; dejemos que las almas débiles, por miedo o por absurdo egoísmo, se complazcan en estas ideas. Yo me doy por satisfecho con el misterio de la eternidad de la vida y con la conciencia de un vislumbre de la estructura maravillosa del mundo real, junto con el esfuerzo decidido por abarcar una parte, aunque sea muy pequeña, de la Razón que se manifiesta en la naturaleza.

(*) Ibidem, págs. 195/197. Publicado por primera vez en 1934 en Forum and Century, vol. 84, págs. 193/194.
(**) En un discurso pronunciado en la Sociedad de Física de Berlín, dijo Einstein: “El hombre intenta crear para sí mismo, del modo que más le convenga, una imagen del mundo simplificada e inteligible; después, hasta cierto punto, intenta que su cosmos reemplace al mundo de la experiencia, porque cree que así se hará dueño de éste”.

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El Estado y la conciencia individual *

Carta abierta de Albert Einstein a la Society for Social Responsability in Science, vol. 112, 22 de diciembre de 1950, pág 760.

Queridos colegas:

El problema de cómo ha de actuar el hombre si su gobierno prescribe acciones o la sociedad espera un comportamiento que su propia conciencia considera erróneo es, sin duda alguna, muy antiguo. Es fácil decir que no puede considerarse responsable el individuo por actos ejecutados bajo una presión irresistible, porque el individuo depende plenamente de la sociedad en la que vive y ha de aceptar, en consecuencia, sus normas. Pero la misma formulación de esta idea deja bien patente hasta qué punto tal concepción contradice nuestro sentido de la justicia.

La presión externa puede, en cierta medida, reducir la responsabilidad del individuo, pero eliminarla, nunca. En los juicios de Nuremberg se dio por supuesto este principio. Todo lo moralmente importante de nuestras instituciones, leyes y costumbres puede deducirse de la interpretación del sentido de la justicia de innumerables individuos. Las instituciones son importantes, en un sentido moral, a menos que las apoye el sentido de la responsabilidad de individuos vivos. Todo esfuerzo por elevar y fortalecer este sentido de la responsabilidad del individuo es un importante servicio a la humanidad **.

En nuestra época, los científicos y los ingenieros tienen una responsabilidad moral muy especial, porque la creación y perfeccionamiento de instrumentos militares de destrucción generalizada cae dentro de su campo concreto de actividad. Considero, por tanto, que la creación de la Society for Social Responsability in Science satisface una verdadera necesidad. Esta asociación, mediante la discusión de los problemas de su competencia, permitirá al individuo aclarar mejor sus ideas y llegar a una postura definida en cuanto a su propia situación; además, la ayuda mutua es esencial para quienes afrontan dificultades por obrar según su conciencia.

(*) Ibidem, pág. 213.
(**) Las normas exculpatorias de diferente clase que con frecuencia se han sancionado en diferentes países del mundo, tal como aconteció en Argentina respecto de los crímenes cometidos durante el proceso militar de los años 1976 a 1982, no encuentran justificación a la luz de estos conceptos de Einstein (N. de la R.).

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Einstein

Mensaje que dirigió a los colegiales de Japón durante su visita en 1922.*

Al enviaros este saludo a vosotros, colegiales japoneses, puedo alegar un derecho especial a hacerlo. He visitado vuestro hermoso país, he visto sus ciudades y casas, sus montañas y bosques, y a los muchachos japoneses que han aprendido a amar a su país por su belleza. Tengo siempre en mi mesa un libro grande llenos de dibujos en color de niños japoneses.

Si recibís mi mensaje desde tan lejos, recordad que la nuestra es la primera época de la historia que establece una relación comprensiva y amistosa entre pueblos de distintas nacionalidades *; en épocas anteriores, las naciones se ignoraban entre sí, y de hecho se temían y odiaban. Ojalá el espíritu de comprensión fraternal sea cada vez más fuerte entre ellas. Teniendo esto en cuenta, yo, un viejo, os saludo a vosotros, colegiales japoneses, desde muy lejos, y espero que los triunfos y méritos de vuestra generación puedan algún día avergonzar a la mía.

(*) Publicado en 1934 en Mein Weltbild, Amsterdam. No es sobreabundante decir que una década después de esta publicación, cuando la Segunda Gran Guerra llegaba inexorablemente a su fin, Estados Unidos arrojó sendas bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki (N del E).
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Albert Einstein y la libertad

De Freedom, ist meaning, recopilado por Ruth Nanda Anshen, Nueva York: Harcourt, Brace, and Company, 1940.*

Sé que es empresa inútil discutIr sobre juicios de valor fundamentales. Si alguien aprueba, por ejemplo, como objetivo, la erradicación del género humano de la Tierra, nadie puede refutar tal punto de vista sobre bases racionales. Pero si hay acuerdo sobre ciertos objetivos y valores, uno puede discutir racionalmente sobre los medios por los que pueden alcanzarse estos objetivos. Indiquemos, pues, dos objetivos sobre los que quizá estén de acuerdo casi todos los que lean estas líneas.

1.- Los bienes instrumentales destinados a sustentar la vida y la salud de todos los seres humanos deberían producirse con el mínimo trabajo posible.

2.- La satisfacción de las necesidades físicas es, sin duda, la condición previa indispensable para una existencia satisfactoria, pero no es suficiente por sí sola. Para que los hombres estén satisfechos deben tener también la posibilidad de desarrollar su capacidad intelectual y artística de acuerdo con sus características y posibilidades personales.

El primero de estos dos objetivos exige la difusión de todos los conocimientos relacionados con las leyes de la naturaleza y de los procesos sociales, es decir, el estímulo de todas las investigaciones científicas. Pues la tarea científica es un conjunto natural, cuyas partes se apoyan mutuamente de forma que nadie puede, en realidad, prever. Sin embargo, el progreso de la ciencia exige que sea posible la difusión sin restricciones de opiniones y resultados: libertad de expresión y de enseñanza en todos los campos de la actividad intelectual. Por libertad entiendo condiciones sociales de tal género que el individuo que exponga opiniones y afirmaciones sobre cuestiones científicas e intelectuales, de carácter general y particular, no corra por ello peligros o riesgos graves. Esta libertad de comunicación es indispensable para el desarrollo y crecimiento de los conocimientos científicos, una consideración de gran importancia práctica. En primer lugar, debe garantizarla la ley. Pero las leyes solas no pueden asegurar la libertad de expresión; para que un hombre pueda exponer sus puntos de vista sin sufrir castigo, debe haber espíritu de tolerancia en toda la sociedad. Un ideal de libertad externa como éste jamás se logrará de modo pleno, pero debe perseguirse con denuedo si queremos que avance lo más posible el pensamiento científico, y el pensamiento filosófico y creador en general.

Para alcanzar el segundo objetivo, es decir, que sea posible el desarrollo espiritual de todos los individuos, hace falta un segundo género de libertad exterior. El individuo no ha de tener que trabajar tanto para cubrir sus necesidades vitales que no le queden fuerzas ni tiempo para actividades personales. Sin este segundo tipo de libertad externa, de nada le servirá la libertad de expresión. El progreso tecnológico haría posible este tipo de libertad si se lograse una división nacional del trabajo.

La evolución de la ciencia y de las actividades creadoras del espíritu en general exige otro tipo de libertad que puede calificarse de libertad interna. Es esa libertad de espíritu que consiste en pensar con independencia de las limitaciones de los prejuicios autoritarios y sociales así como frente a la rutina antifilosófica y al hábito embrutecedor en general. Esta libertad interna es un raro don de la naturaleza y un objetivo digno para el individuo. Sin embargo, la comunidad puede hacer también mucha labor de estímulo en este sentido, como mínimo no poniendo trabas. Las escuelas y los sistemas de enseñanza pueden obstaculizar el desarrollo de la libertad interna con influencias autoritarias o imponiendo a los jóvenes cargas espirituales excesivas; las instituciones de enseñanza pueden, por otra parte, favorecer la libertad fomentando el pensamiento independiente. Sólo si se persiguen constante y conscientemente la libertad interna y la libertad externa existe posiblidad de progreso espiritual y de conocimiento y con ello de mejorar la vida externa e interna del hombre.
(*) Ibidem, págs. 217/219.
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