Heráclito 54

Breve reflexión sobre el delito de genocidio*

Arnaldo Hugo Corazza**

"El hombre es un misterio, un misterio que es necesario esclarecer. Si pasas toda la vida tratando de esclarecerlo, no digas que has perdido el tiempo; yo estudio este misterio porque quiero ser hombre". Fiodor Dostoievski, 18 de agosto de 1839.


Rafael Lemkin (1900-1959) creó la palabra "genocidio" combinando “geno”, término griego que significa raza o tribu, con “cidio” del latín que significa matar. Al proponer este nuevo término, Lemkin se refería a "un plan coordinado compuesto por diferentes acciones que apuntan a la destrucción de los fundamentos esenciales de la vida de grupos nacionales, con el objetivo de aniquilar dichos grupos”.

La Convención para la prevención y sanción del genocidio, aprobada por la III Asamblea General de las Naciones Unidas el 9 de diciembre de 1948, nace como consecuencia del conocimiento de los asesinatos masivos y los planes de exterminio ocurridos durante la Segunda Guerra Mundial y cometidos por el Régimen Nazi de Alemania y sus aliados. Fue puesta en vigencia el 12 de enero de 1951 y ratificada por la mayoría de los países, entre ellos la Republica Argentina, mediante decreto ley 6286/56 del 9 de abril de 1956. La Convención tipifica este delito mediante una serie de actos enumerados realizados con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal. En los trabajos preliminares de la Convención aparecía incluido el genocidio de grupos políticos, que finalmente no quedó plasmado en la Convención definitiva.

El exterminio por parte de Turquía, entre los años 1915 y 1923, de 1.500.000 armenios, muy anterior a la sanción de la Convención, fue ignorado por razones políticas durante muchísimos años por la Comunidad Internacional. Recién en el año 2001 el Parlamento Francés reconoció la existencia del genocidio armenio, y en el año 2006, por ley 26.199, fue reconocido por Argentina.

El exterminio masivo de personas, encuadre o no en la no muy precisa figura de la Convención, existe desde tiempos remotos en la humanidad y sigue existiendo en la actualidad. Su reconocimiento y juzgamiento por la Comunidad Internacional depende de diversos factores, entre los que se confunden el político, los sistemas de alianzas, el rango que ocupa en el concierto internacional la nación acusada de cometerlo, entre otros.

Han existido avances importantes en el juzgamiento internacional de tales aberrantes actos, pero en modo alguno son suficientes. Es impensable en el mundo actual el juzgamiento de autoridades de una gran potencia por estos delitos. Los mismos aberrantes actos tendrán una percepción distinta en la Comunidad Internacional según sea el poderío del país en cuyo territorio se cometan.

El juicio en la Alemania de 1921 del estudiante armenio Soghomón Tehlirian por haber dado muerte al ex Gran Visir turco Taleat Pashá, uno de los responsables del genocidio armenio, nunca debió haber ocurrido. Tampoco debió haber ocurrido el hecho que lo motivó. La comunidad internacional debió haber reconocido el genocidio armenio oportunamente, y juzgado a los responsables de ese delito de lesa humanidad antes del accionar de Soghomón Tehlirian.

Soy pesimista en suponer que la transmisión de la experiencia, el ejercicio permanente de la memoria de esos actos, pueda detener o evitar un genocidio. El exterminio de comunidades enteras en Ruanda, Guatemala, los Balcanes, Sudan o Camboya no fue impedido por la memoria del genocidio armenio o judío. No estoy afirmando que haya que someter al olvido tales aberrantes hechos. Por el contrario hay que recordarlos en forma permanente, pero el ejercicio de la memoria colectiva no es suficiente. Además este drama de la humanidad requiere para evitarlo medidas concretas, una posición más activa de la Comunidad Internacional para impedir que ocurra un nuevo genocidio, y no sólo recordarlo después de los hechos y juzgar a sus responsables. La matanza y exterminio de personas es un acto de hombres que conviven a diario con nosotros, con creencias religiosas, familia y actividades en el marco social. En determinadas circunstancias sociales, en los ámbitos del poder se generan grupos de personas que planifican meticulosamente su accionar en pos de exterminar al “otro”. No son actos motivados por un inconsciente colectivo, sino concientes, deliberados en aras de presuntos ideales de beneficio social. Imaginar siquiera que no ocurrirá un nuevo genocidio es sólo una fantasía de nuestra imaginación. Es mas, les quiero advertir que en algún lugar del mundo está ocurriendo.

* Ver la segunda edición española del juicio que se siguió contra Soghomón Tehlirian por el ajusticiamiento de Taleat Pashá, en www.operacionnemesis.blogspot.com
** Juez Federal.


Globalizándonos

Carlos Gabetta *

Uno de los latiguillos preferidos de los partidarios de la globalización es su inevitabilidad, lo que es cierto. El propio Fidel Castro, no precisamente un neoliberal, afirmó que “oponerse a la globalización es como oponerse a la fuerza de gravedad”. Y es que la cuestión no pasa por allí, sino por qué tipo de globalización asume cada país o región y a qué ritmo. “El acontecimiento más importante en el siglo XIX es la creación de una economía global, que penetró en forma progresiva en los rincones más remotos del mundo, con un tejido cada vez más denso de transacciones económicas, comunicaciones y movimientos de productos, dinero y seres humanos, que vinculaba a los países desarrollados entre sí y con el mundo subdesarrollado (...) Esta globalización de la economía no era nueva...”, afirma el historiador Eric Hobsbawm (1). ¿No suena actual esta música, referida no obstante a un período transcurrido hace más de un siglo? Cualquier manual básico de historia económica enseña que esto ha sido siempre así, desde los fenicios al menos, y que aceptar su inevitabilidad y hasta necesidad no significa necesariamente acatar todas sus reglas, porque la globalización no es un fenómeno natural sino humano, es decir impulsado por determinados intereses y en consecuencia pasible de resistencia y negociación.

Lo que tienen en común las globalizaciones es la búsqueda de mercados. “El factor fundamental de la situación económica general era el hecho de que una serie de economías desarrolladas experimentaban de forma simultánea la misma necesidad de encontrar nuevos mercados,” señala Hobsbawm para finales del XIX (2). Lo que las diferencia, según las épocas, son las formas: la expansión globalizadora de finales del XIX y comienzos del XX se conoce como la época colonial, es decir, la ocupación efectiva, manu militari, de enormes territorios por los países desarrollados.

Nada de eso es necesario ahora. En tiempos de comunicación satelital y computadoras, el dominio se expresa a través del desarrollo científico y tecnológico, el know how y el poder financiero. Sólo en última instancia mediante el poder militar (3). Otro factor diferencial de la actual globalización es su mayor capacidad destructora de empleo, concentración empresaria en grandes conglomerados mediante. Aunque se siga negando la evidencia, en las últimas dos décadas los progresos científicos y tecnológicos aplicados a la producción han roto el clásico esquema capitalista según el cual la tasa de ocupación sigue con relativa fidelidad los ciclos recesión-reactivación. El capitalismo cada vez produce más, más rápido y mejor con menor empleo relativo –en algunos casos absoluto- de mano de obra. Las facilidades de transporte y comunicación hacen a su vez que los asalariados de todo el mundo compitan entre sí por puestos de trabajo cada vez más raros, presionando los salarios a la baja. Las presiones de los países desarrollados para imponer reglas globales a través de la Organización Mundial de Comercio (OMC) responden a la necesidad imperiosa de abrir nuevos mercados en una suerte de fuga hacia delante que intenta ocultar la contradicción principal del sistema: la fase actual del desarrollo capitalista es destructora de mercados, en la medida en que tiende a eliminar puestos de trabajo y reducir salarios, a suplantar economía productiva por economía especulativa. En efecto, la realidad económica mundial indica que existe una grave crisis de demanda (algunos mercados saturados con crisis de sobreoferta; el resto insolventes) y en las actuales condiciones ésta no hará más que agravarse.

* El autor es director de la edición Cono Sur de Le Monde diplomatique. En su N° 25, correspondiente a julio 2001, publicó el artículo titulado “Un país quebrado y paralizado”, del que extrajimos eeste fragmento (N de la R).
(1) Eric Hobsbawm, La era del imperio 1875-1914, Grijalbo- Mondadori, Barcelona, 1998.
(2) Ibid.
(3) Ignacio Ramonet, “Efectos de la globalización en los países en desarrollo”, Le Monde diplomatique, ed. Cono Sur, Buenos Aires, agosto 2000.
H 70 – 28.09.2001


Habrá vigilias y manifestaciones en Nueva York

Nace un movimiento de paz

Duncan Campbell

El creciente movimiento contra la guerra levantó su voz ayer [se refiere al miércoles 19 de septiembre de 2001] en el centro de Nueva York, exhortando a que los ataques de la semana pasada no lleven a más muertes de civiles. Los oradores, de una variedad de grupos y religiones, advirtieron que las muertes más probables en un ataque sobre Afganistán serían los empobrecidos civiles, no aquellos realmente responsables por el ataque. La manifestación antiglobalización que debía tener lugar en Washington el 29 de septiembre será ahora una protesta antibélica.

Se planean vigilias y manifestaciones por la paz en Nueva York este fin de semana después que una red informal de grupos se convirtió en una coalición que se opone a una respuesta violenta. Una amplia gama de grupos e individuos, incluyendo al ex fiscal general de Estados Unidos, Ramsey Clark y al obispo Thomas Bumbleton de Detroit, formaron una organización llamada ANSWER (actúe ahora y detenga la guerra y ponga fin al racismo). Los oradores se reunieron ayer frente a la estatua de George Washington, ahora con una bandera como símbolo de paz en su mano, en Union Square, que se ha convertido en un santuario informal.

La policía estuvo en la plaza pero el ambiente era calmo. “No debemos confundir el castigo colectivo con justicia”, dijo Andew Settner, de los judíos por una justicia racial y económica. “La violencia no debería llevar a más violencia”. El imán Yalib Abdur-Rashid, un miembro afronorteamericano del liderazgo del consejo islámico de Nueva York, acusó al gobierno de Estados Unidos de “alzar al pueblo norteamericano en una locura patriótica”. Dijo que los líderes musulmanes ya se habían reunido con líderes cristianos y judíos porque estaban preocupados por la violencia en Estados Unidos contra musulmanes, sikhs y árabes. Shekaiba Wakili, una mujer por las mujeres afganas, dijo: “Nosotros los musulmanes y los afgano-norteamericanos estamos unidos con nuestra afligida nación. El talibán no representa al pueblo afgano”. Lorne Lieb, de los judíos contra la Ocupación, dijo: “Ni en Norteamérica ni en Israel creemos que la seguridad se pueda lograr con la guerra”. Pero una encuesta de la CBS News y el New York Times encontró que el 85 por ciento de aquellos encuestados creían que Estados Unidos debería tomar acción militar contra aquellos responsables por la atrocidad, y el 75 por ciento dijo que tal acción debería tomarse aún si provocaba la muerte de gente inocente.


Fuente: Página 12 de Buenos Aires, edición del 20/09/01.
H 70 – 28.09.2001


El envés del espejo

Alberto Piris *

Ha visto recientemente la luz en Inglaterra un cartel anunciador de la campaña en favor de la abolición de la deuda externa de los países más empobrecidos. Representa a una enflaquecida mujer negra de cuyos pechos colgantes se alimenta un robusto bebé de raza blanca. El texto que en él se incluye pregunta: "Haven't we taken enough?". Lo que libremente podría traducirse: "¿No hemos robado ya bastante?"

El mundo desarrollado se sostiene explotando al que no lo está, del que obtiene sus materias primas, su mano de obra barata, sus productos esenciales para el progreso de las sociedades opulentas del norte, pagando a cambio cantidades miserables porque en este desigual intercambio los vendedores apenas pueden fijar los precios de sus productos. Más aún, como el cartel pretende poner de relieve, la explotación prosigue cobrándoles el importe de los intereses de unas deudas que les han sido impuestas abusando de su debilidad política y económica. En muchas ocasiones, el servicio de la deuda externa supera con mucho a lo que en algunos países se puede dedicar a la salud o la educación. Así, Mozambique gasta 7 dólares por persona para pagar la deuda, mientras que sólo puede dedicar 3 a las atenciones sanitarias, cuando 160.000 niños menores de 5 años mueren anualmente por las insuficiencias de estas últimas.

El niño blanco que succiona la leche de la negra debilitada es, por tanto, un signo evidente de lo que está ocurriendo en realidad. El mundo empobrecido sigue alimentando al otro mundo opulento y rico mediante el pago de la deuda que con él se ha visto obligado a contraer.

Por si alguien se sintiese inclinado a desechar esta imagen, tachándola de anecdótica o simplemente demagógica, merece la pena glosar brevemente un documento que estos días circula por Internet, titulado: "Carta de un jefe indio azteca a los gobiernos europeos - A propósito de inversiones, fronteras y deuda externa...".

La simulada carta es útil para ayudar a ver el envés de ese espejo, cuya cara es la única que nos muestran habitualmente los medios de comunicación del mundo desarrollado. Tras recordar que existen pruebas documentales de que entre los siglos XVI y XVII desembarcaron en España 185.000 kg de oro y 16 millones de kilos de plata, considera benévolamente que tales recursos financieros fueron "préstamos amigables de América para el desarrollo de Europa". Y prosigue: "...tan fabulosas exportaciones de capital no fueron más que el inicio de un plan Marshall-tezuma para garantizar la reconstrucción de la bárbara Europa, arruinada por sus deplorables guerras contra los cultos musulmanes, defensores del álgebra, la arquitectura, el baño cotidiano y otros logros superiores de la civilización".

Dejando aparte el irónico humor, el revés del espejo muestra una imagen distinta a la acostumbrada. Según ella, la América indígena contribuyó e hizo posible el desarrollo de Europa en la Edad Moderna, cosa en la que también están de acuerdo los historiadores europeos, aunque apoyándose en distinto razonamiento. A la hora de pedir cuentas a los deudores, el descendiente de los antiguos jefes aztecas se pregunta si los hermanos europeos han hecho o no un uso racional de la ayuda prestada. "En lo estratégico, la dilapidaron en las batallas de Lepanto, armadas invencibles, terceros Reichs y otras formas de exterminio mutuo. En lo financiero han sido incapaces, después de una moratoria de 500 años, tanto de cancelar capital e intereses como de independizarse de las rentas líquidas, las materias primas y la energía barata que les exporta el Tercer Mundo".

¿Cuál es la deuda que España tiene contraída con el mundo americano que colonizó y explotó? No valen ahora unas nuevas cuentas del Gran Capitán, poniendo en el otro platillo de la balanza la religión, el idioma, la cultura y todo lo demás que los conquistadores aportaron al continente hallado. Porque, en este caso, habría también que valorar la destrucción y la muerte que la conquista llevó consigo a los pueblos subyugados. Se trata de hablar en los mismos términos financieros con los que el mundo desarrollado sigue expresándose al dialogar con los países más empobrecidos del mundo. ¿Cuál es la deuda que el mundo enriquecido ha contraído con el más empobrecido tras tantos años de explotación? Especialistas habrá, aparte del azteca Guaipuro Cuahutémoc, autor de la carta, que podrían valorar con más precisión el estado de las cuentas entre colonizadores y colonizados.

El envés del espejo muestra una imagen bastante distinta a la usual, pero que tiene todo el derecho a ser expresada y contrastada con ella. Que permite, además, rebajar un tanto las ínfulas de los pueblos ufanamente orgullosos por haber poseído alguna vez un imperio "en cuyas tierras nunca se ponía el Sol", al presentarles un estado final de cuentas del que salen bastante malparados.

* General de Artillería en la Reserva. Analista del Centro de Investigaciones para la Paz.
H 70 – 28.09.2001


El tiempo ya no sería esencial si reinara Zeus

A. Zetina y J. Bosia, El saber del mito, Ed. Claridad, Buenos Aires 1997, pág. 31.

¿Puede pensarse un mundo sin Crono? ¿Qué ocurrirá cuando Zeus derrote a Crono y lo envíe al Tártaro? Evidentemente, no sería nuestro mundo. El reinado de Zeus supone efectivamente, el encadenamiento del tiempo en el Tártaro. La supresión del poder de Crono por Zeus alude a una concepción del espíritu que está mucho más allá de lo que nosotros conocemos por tiempo y por fluir del tiempo. El tiempo ya no sería esencial si reinara Zeus.

H 70 – 28.09.2001


“Del temor no nace nunca la virtud”

Voltaire, Diccionario filosófico, entrada correspondiente a Sócrates.

¿Está acaso roto el molde que formó a los hombres que amaron la virtud por sí misma, que ya no vemos aparecer en el mundo ni a un Confucio, ni a un Pitágoras, ni a un Tales, ni a un Sócrates? En los tiempos de éstos había multitud de devotos a sus pagodas y a sus divinidades, multitud de espíritus que temían al Cerbero y a las Furias, que asistían a las iniciaciones, a las peregrinaciones y a los misterios, y que se arruinaban presentando ofrendas de ovejas negras. Las maceraciones estaban entonces en uso; los sacerdotes de Cibeles se dejaban castrar para guardar continencia. ¿En qué consiste que entre todos esos mártires de la superstición, no cuenta la antigüedad ni un solo gran hombre ni un sabio? Consiste en que del temor no nace nunca la virtud. Los grandes hombres fueron siempre entusiastas del bien moral; la sabiduría era su pasión dominante; eran sabios como Alejandro era guerrero, como Homero era poeta, como Apeles era pintor, por una fuerza y una naturaleza superior, y he aquí quizás cómo nos podemos explicar el demonio de Sócrates.

Un día, dos ciudadanos de Atenas, al regresar de la capilla de Mercurio, se apercibieron de que Sócrates estaba en la plaza pública. Uno de los ciudadanos dijo al otro: «¿Es ése el malvado que dice que podemos ser virtuosos sin ofrecer todos los días corderos y ocas?» «Sí —contestó el otro—; es un sabio que no tiene religión; es el ateo que dice que no hay mas que un solo Dios.» Sócrates se acercó a ellos con su aspecto sencillo, con su demonio, con su ironía, que Mad. Dacier tanto exalta, y les dijo: «Amigos míos, os suplico que me oigáis dos palabras. ¿Cómo clasificaréis al hombre que ruega a la Divinidad, que la adora, que trata de semejarse a ella hasta donde se lo permite su debilidad humana, y que hace todo el bien que puede?» «De alma muy religiosa», le contestaron los dos ciudadanos. «Muy bien; ¿luego puede adorarse al Ser Supremo y tener religión?» «Estamos de acuerdo», respondieron los dos atenienses. «¿Pero creéis —prosiguió diciendo Sócrates— que cuando el divino Arquitecto del mundo organizó todos los globos que giran sobre nuestras cabezas, cuando dio movimiento y vida a tantos seres diferentes, utilizó para eso el brazo de Hércules, la lira de Apolo o la flauta de Pan?» «No es probable.» «Pues si no es verosímil que empleara la ayuda de otros para construir el mundo, tampoco es creíble que le ayuden otros a conservarlo. Si Neptuno fuera el dueño absoluto del mar, Juno del aire, Eolo de los vientos, Ceres de las cosechas, y uno de esos dioses quisiera el tiempo sereno cuando otro quisiera vientos y lluvia, podéis comprender muy bien que no subsistiría el orden que subsiste en la Naturaleza, y tendréis que confesarme que es necesario que todo dependa del que la creó. Entregáis cuatro caballos blancos al sol y dos caballos negros a la luna; pero ¿no es preferible a esto que el día y la noche sean el resultado del movimiento que imprimió a los astros su creador, que produzcan el día y la noche seis caballos?»

Los dos ciudadanos se miraron el uno al otro y nada contestaron. Sócrates acabó por probarles que podían recoger cosechas sin dar dinero a los sacerdotes de Ceres, ir a cazar sin ofrecer pequeñas estatuas de plata a la capilla de Diana, que Pomona no concedía frutas, que Neptuno no daba caballos y que debíamos dar gracias al soberano que lo creó todo.

Sus ideas eran completamente lógicas; su discípulo Jenofonte, tirando a Sócrates del brazo, le dijo: «Vuestro discurso es admirable; hablasteis mejor que un oráculo, pero os habéis perdido. Uno de los ciudadanos que os oían es el carnicero que vende los corderos y las ocas para los sacrificios, y el otro se dedica a la orfebrería, y saca grandes ganancias construyendo pequeños dioses de oro y de plata para las mujeres; os acusarán de que sois un impío que queréis impedirles que hagan negocio; declararán contra vos ante Abelito y Anito, que son vuestros enemigos y que han jurado perderos. Temed la cicuta; vuestro demonio familiar debió haberos aconsejado que no dijerais a un carnicero ni a un platero lo que sólo debíais decir a Platón y a Jenofonte.»

Algún tiempo después, los enemigos de Sócrates consiguieron que le sentenciara el Consejo de los Quinientos, entre los que tuvo doscientos veinte votos en favor; esto hace presumir que había doscientos veinte filósofos en aquel tribunal, pero también prueba que en todas las grandes reuniones se encuentran en minoría los filósofos.

Sócrates bebió, pues, la cicuta por haber defendido la unidad de Dios, y luego los atenienses consagraron una capilla a Sócrates, que había hecho la guerra a las capillas que se dedicaban a los seres inferiores.


Un cuento sufí

“Mi idiotez es sagrada para mí...”

Rumi, 150 cuentos sufíes extraídos del Matnawi, versión de Ahmed Kudsi-Erguner y Pierre Mainez, Barcelona 1996, págs. 47 y 48 donde la narración lleva por título La carga*. Traducción de Antonio López Ruiz.

Un beduino viajaba montado en un camello cargado de trigo. En el camino encontró a un hombre que le hizo mil preguntas sobre su país y sus bienes. Después le preguntó en qué consistía la carga de su camello.

El beduino mostró los dos sacos que colgaban a una y otra parte de la silla de su montura:

“Este saco está lleno de trigo y este otro de arena”.

“¿Hay alguna razón –preguntó el hombre- para cargar así tu camello con arena?”.

“No. Es únicamente para equilibrar la carga”, respondió el beduino.

Dijo entonces el hombre: “Hubiese sido preferible repartir el trigo entre los dos sacos. De ese modo la carga del camello hubiese sido menos pesada”.

“Tienes razón, exclamó el beduino, eres un hombre con una gran agudeza de pensamiento. ¿Cómo es que vas así a pié? Monta en mi camello y dime: siendo tan inteligente ¿no eres un sultán o un visir?”

“No soy ni sultán ni visir, dijo el hombre. ¿No has visto mi vestimenta?”

“¿Qué clase de comercio practicas?, insistió el beduino. ¿Dónde está tu almacén? ¿Y tu casa?”

“No tengo ni almacén ni casa”, replicó el hombre.

“¿Cuántas vacas y camellos posees?”

“¡Ni uno solo!”

“Entonces ¿cuánto dinero tienes? Porque gozas de una inteligencia tal que podría, como la alquimia, transformar el cobre en oro”.

“Por mi honor, ni siquiera tengo un trozo de pan para comer. Voy con los pies descalzos, vestido de harapos, en busca de un poco de comida. Todo lo que sé, toda mi sabiduría y mi conocimiento, ¡todo eso no me trae más que dolores de cabeza!”

El beduino le dijo entonces: “¡Márchate! ¡Aléjate de mí para que la maldición que te persigue no recaiga sobre mí! Déjame irme por ese lado y toma tú la otra dirección. Más vale equilibrar el trigo con arena que ser tan sabio y tan desventurado. Mi idiotez es sagrada para mí. ¡En mi corazón y en mi alma está la alegría de la certeza!”

* Ligeras modificaciones meramente formales que nos hemos permitido, no alteran el texto y menos su significado (N de la R).
H 70 – 28.09.2001


Balada sin música de Eduardo Dermardirossian

Bautizo de luna


I

Andar andando
caminos recorridos
antes por mis ancestros
los árboles caídos.

Soñar los sueños
de fervor inundados
forjados por los héroes
y dioses olvidados.

Llorar el llanto
de los que antes lloraron
lastimados por penas
que los tiempos borraron.

Y las risas de siempre
y las banderas viejas
los libros empolvados
y la vida entre rejas.

¿Qué enseñarán los tiempos
que no haya pasado?
¿Quién es el propietario
de los sueños soñados?

¿Quién derramó las lágrimas
que las brisas secaron?
¿Por qué ha de ser bueno
lo que otros desearon?

Mañana cuando el alba
acaricie mis manos
cuando con ojos nuevos
contemple a mis hermanos

con el alma desnuda
sin reproches sin marcas
con mis dos pies descalzos
andaré las comarcas.

No tendré carceleros
ni mi propia conciencia
podrá ponerme rejas
ni torcer esta ciencia.

Entenderé la lengua
del viento que acaricia
reiré al mirar la tierra
donde todo se inicia.

II

Parición de la luna
festividad de estrellas
las luces y las sombras
son las damas más bellas.

El silencio que anida
en el monte vecino
embriaga blandamente
como copa de vino.

Y la brisa que llega
viajera desde lejos
acaricia mi rostro
que no conoce espejos.

La música en silencio
las palabras sin nombre
acontecer de ahora
la desnudez del hombre.

Bautizo de la luna
caricia de la brisa
discurso del silencio
nacimiento sin prisa.

Mirar con ojos nuevos
lo que nunca había visto
la belleza de un gesto
la piel con que me visto.

Por qué ha de ser la vida
conformidad y reglas
si el corazón me guía
por sendas sin tinieblas.

Por qué acopiar pasiones
y demandas y bienes
si la luna y el sol
me dan sus parabienes.

Amanece y la luna
pudorosa se esconde
llevando sus recuerdos
a no se sabe dónde.

Así quiero mi vida
sin resto y sin querella
para que cada día
nazca una nueva estrella.

III

Difícil el sendero
no hay contentamiento
briosos los corceles
empujan desde adentro.

Arrastran los pasares
memorias y querellas
los traen a la luz
para apagar estrellas.

Me dicen que hay dominios
que la conciencia clama
que el territorio virgen
no es para el que llama.

Que el tránsito habido
desde nacido hasta ahora
pesará en mis hombros
en cada día y hora.

Que saldaré mis cuentas
con la muerte temprana
mas no con el bautizo
de una fresca mañana.

Contienda de los jueces
con los vientos tempranos
mieles y sinsabores
se mezclan en mis manos.

Acaso las estrellas
galanas en el cielo
traicionaron mi sueño
incendiaron mi anhelo.

Quizás el tiempo ido
se ensañó con mis culpas
porque no supe ver
que vivir es disculpas.

Ignoro cuál sentencia
es falsa o verdadera
pero sé que a quien manda
lo divierte esta hoguera.

Soledad en el alba
soledad del ocaso
si la luz de la luna
me acunara en su brazo.

IV

Caminante que resiste
recorrer el camino
resiste sin remedio
saber de dónde vino.

Las olas cabalgando
van a la playa y mueren
resucitan a tiempo
y como lluvia vuelven.

Así es como el sendero
que serpentea en el monte
continúa su destino
después que el sol se esconde.

Caminante en el camino
olas que lluvia envuelven
sendero de sol y sombra
son mis anhelos que vuelven.

Acechanzas del camino
espinas de la conciencia
tienen aliado engañoso
cuando aconsejan paciencia.

La vida es un solo instante
que en la paciencia se agota
sólo un acto iluminado
al pasado lo derrota.

El tiempo no es de mi casa
el de la hoguera es su dueño
él me miente cuando dice
que es falso lo que sueño.

No lo nombro en mi poesía
porque al nombrarlo me encierro
¿por qué habría de asistir
yo a mi propio entierro?

Soñaré mis propios sueños
incendiaré mis querellas
la luna en la noche tibia
me regalará una estrella.

Y la luciré en mi frente
como una temprana breva
no importa si al intentarlo
el innombrado me lleva.

H 70 – 28.09.2001