Heráclito 76

Lejaim (Por la vida)

Bajo el título Deserción de reservistas en Israel para no ‘oprimir a los palestinos, en su edición del domingo 27 de enero el matutino La Nación publicó un despacho de ANSA y AFP proveniente de Jerusalen. Lo transcrimos en estas columnas como una invitación a la reflexión y un llamado a la cordura en esa región del Oriente Medio. (N de la R).


Un grupo de cincuenta y dos oficiales y soldados israelíes reservistas se negaron anteayer a seguir participando en el futuro de lo que consideran “la opresión y la ocupación de los palestinos”, en una solicitada que publicaron en la prensa insraelí y que constituye un llamamiento a negarse a servir en los territorios autónomos.

“Seguiremos sirviendo en el ejército cuando se trate de defender el Estado de Israel, pero no en tareas de opresión y de ocupación de los palestinos”, escribieron estos reservistas de distintos grados y que pertenecen a unidades de combate, como los paracaidistas y las unidades de infantería de élite.

En Israel, el servicio militar obligatorio es de tres años para los hombres y 21 meses para las mujeres. Además, hasta los 49 años los hombres deben efectuar períodos de reserva que pueden llegar hasta a más de un mes por año.

“Los territorios (Cisjordania y la Franja de Gaza) no forman parte del Estado de Israel y, a fin de cuentas, las colonias judías establecidas allí serán desmanteladas. Así pues, no seguiremos luchando por ellas”, añadieron.

“Serví en el Líbano, serví en los territorios (palestinos) y nadie podrá decirme que soy un cobarde y que intento escabullirme. Pero he recapacitado y sé que dentro de diez o veinte años la gente se preguntará avergonzada qué ha hecho”, aseguró el lugarteniente de reserva Chuki Sadeh al diario liberal Haaretz.

H 88 – 01.02.2002



Digo estas líneas al gobierno español, a los partidos políticos españoles, a sus medios de prensa, a sus organizaciones intermedias y a quienes levantan banderas de solidaridad en ese país; las digo también a aquellos españoles (creo que son mayoría) que mantienen vivo el afecto por esta Argentina que nutre su sangre y su cultura en esa porción de Europa.

¿Quién nos mirará desde Europa si no es España? *

Eduardo Dermardirossian


Argentina atraviesa la más honda crisis social y económica de su historia, con implicancias institucionales que hacen temer un proceso de disgregación y caos de consecuencias difíciles de prever. Enajenados a manos privadas los recursos y resortes de su economía, desbaratados los órganos de control y corrompidas las instituciones que debieran garantizar la legalidad de los actos del gobierno y de los particulares, con una creciente profundización de la brecha que separa a los sectores minoritarios que concentran la riqueza –y, entonces, el poder real- de las mayorías pauperizadas y carentes de lo que es imprescindible para su sustento, Argentina amenaza incorporarse a la larga lista de países paupérrimos de la tierra. Índices de desocupación que ya exceden el veinte por ciento y que, sumados a los de subocupación, se aproximan a la mitad de la población que debiera estar económicamente activa, niveles de desnutrición, mortandad infantil, quebrantamiento y desatención de la salud pública, deserción o abstención escolar, prostitución y mendicidad que crecen incesantemente, sin que el Estado atine a reaccionar para cumplir las funciones que son el fundamento de su existencia. Aún más: el mismo Estado –digo, sus órganos de gobierno- está desbordado por el delito que crece y se extiende día a día, por el descontento social que frecuentemente culmina en actos de violencia y vandalismo imposibles de detener. Cuestionados sus órganos de poder republicano, el Estado argentino está inerme frente a unos sectores de poder que pujan por seguir medrando sobre la osamenta de quienes tienen solamente sus brazos para procurarse el sustento de cada día. Presionadas por los lobbies empresariales y financieros, por los acreedores externos y empresas adjudicatarias de los servicios privatizados, las autoridades argentinas dan marchas y contramarchas, toman hoy unas decisiones que mañana cambiarán o enmascararán impúdicamente para satisfacer a quienes no precisan de las prebendas públicas más que para acrecer aún más sus beneficios dinerarios, frecuentemente abusivos y hasta ilícitos.

Y más, mucho más se puede decir para describir la desventura de los argentinos cuyos salarios están menoscabados e impagos, cuyos ahorros están cautivos para salvaguardar la continuidad de los bancos, cuyas fábricas y actividades agroganaderas están quebradas. La Argentina de hoy es un hervidero: caldo de cultivo donde la desesperanza, la rabia y la violencia asoman en cada esquina, en cada ciudad, en cada pueblo. Y en medio de esta situación las autoridades financieras internacionales aconsejan más ajuste sobre las gentes, más sacrificio para este país agónico.

Bien sabemos que las causas que determinan los fenómenos sociales nunca son únicas. Esos fenómenos resultan de la interacción de múltiples causas, de modo que con frecuencia es sumamente arduo determinarlas con precisión. Tal cosa puede decirse también de la actual crisis argentina. No obstante, se pueden señalar algunos hechos que, sin excluir a otros, han actuado visiblemente como causantes o disparadores principales de los acontecimientos presentes. La Argentina de la última docena de años muestra nítidamente algunos de esos hechos determinantes.

En los años 90 las autoridades de este país trazaron y ejecutaron un plan de alianzas que condujo a la identificación del poder formal con el poder real. Los gobiernos dejaron de arbitrar conflictos sectoriales para enajenar su voluntad en beneficio de intereses especulativos, financieros; obraron en desmedro de los productores y del trabajo nacionales para favorecer a capitales que llegaban desde el exterior para adquirir a precio vil las empresas privadas y estatales en unas condiciones que les aseguraban subsidios y, a un tiempo, les garantizaban beneficios extraordinarios que en grandes partidas eran girados a sus países de origen o a sus casas matrices, con un efecto doblemente deletéreo: por un lado, la transferencia de recursos de los sectores del trabajo a los sectores del capital, y por el otro, la fuga hacia el exterior de dineros generados dentro de las fronteras argentinas. La tasa de retorno de las grandes corporaciones recién arribadas eran las más elevadas del mundo, y las tasas de interés cuadruplicaban las de sus países. El lavado de dinero de origen espurio y su posterior remisión fuera del país agregó su cuota a la pauperización argentina. Fueron políticas de demolición nacional las que se aplicaron aquí, con la apoyatura política y financiera de los órganos de crédito internacional que pretenden aconsejarnos todavía. Fueron las políticas que el neoliberalismo globalizador impone a sus países tributarios, al tiempo que protege y subsidia la producción dentro de sus fronteras.
Estas expresiones no han de ser tenidas por xenófobas ni desdeñosas de la globalización en sí misma. No. Porque a esta altura de la historia nadie desconoce la necesidad de la interrelación e integración que los estados y los pueblos tienen. La Comunidad Europea y el Mercosur, entre otros programas en curso, dan cuenta de esa necesidad y del beneficio que pueden procurar a los países involucrados. Se trata, sí, de establecer unas relaciones adonde la equidad en el intercambio sea practicada hasta donde sea posible; y es obvio que en una Argentina cuyas autoridades habían capitulado ante los poderes económicos al punto de desdeñar el interés nacional, esa porción de equidad estaría ausente.


Hoy Argentina tiene los tres poderes que corresponden a su forma republicana de gobierno, y ello es así en el nivel nacional y en las jurisdicciones provinciales. También tiene sus organizaciones comunales como manda la ley. Y si bien todas estas autoridades han sido electas conforme a disposiciones constitucionales, la inestabilidad institucional es la nota que las caracteriza. Cuatro presidentes de la nación se han sucedido en una treintena de días, otros tantos gabinetes ministeriales han mudado en igual tiempo, dos asambleas legislativas extraordinarias deliberaron invocando el mejor interés nacional y obedeciendo al más espurio interés de corporaciones económicas y facciones políticas, el más alto tribunal de justicia, que culminó el año último liberando de prisión a ex altos mandatarios y funcionarios que habían medrado con la muerte y con el tráfico de armas, entre otros actos de corrupción administrativa, cohonestaron decisiones inconstitucionales tomadas por el ejecutivo nacional. De suerte tal que la legalidad de su origen no se acompaña ahora con la legalidad de su acción pública y menos aún con la legitimidad que debe ser el sustento de toda acción pública.

Las calles de Buenos Aires y de las otras ciudades del país son cotidianamente recorridas por gentes de diferentes sectores sociales, todas severamente afectadas por la crisis y por las medidas que dicen haberse tomado para conjurarla. Esas gentes han adoptado diversas formas para expresar su bronca y su desesperanza: marchas y cacerolazos, protestas frente a la sede del poder ejecutivo o del congreso exigiendo medidas que tornen habitables sus días, concentraciones frente a los bancos, a los que se les imputa buena parte de sus desventuras. Y frecuentemente estas manifestaciones, pacíficas en su origen y en sus propósitos, derivan en actos de violencia. Los saqueos de locales, sobre todo de supermercados para procurarse alimentos, se han multiplicado a lo largo de toda la geografía del país. Los dueños y gerentes de esos comercios suelen negociar con delegados de los manifestantes para procurarles bolsas de alimentos y así evitar mayores daños, lo cual habla de una capacidad de acción violenta que desde luego no conviene a ninguna sociedad y que preocupa a las autoridades.

La iniciativa movilizadora de masas, otrora en manos de los gobiernos de turno, de los partidos opositores o de los sindicatos, ahora está en manos de una sociedad policlasista, inorgánica y a veces violenta, con todos los riesgos que esa falta de organicidad conlleva.

¿De dónde obtiene la sociedad información bastante para reaccionar al unísono frente a determinadas decisiones del gobierno? ¿Qué es lo que crea en las gentes la conciencia y la convicción de que hay que salir a manifestar, a cortar rutas, a batir cacerolas, a concentrar frente al Palacio de Justicia para pedir la renuncia de los miembros del Superior Tribunal? ¿Qué es lo que aúna la acción de todos?

No la comunicación desde las instancias del gobierno, que no encuentra otro recurso que el de callar frente a la duda que lo embarga, esconderse para no informar sobre las presiones que recibe de los lobbies, que nunca como ahora actuaron para llevarse los despojos de esta Argentina caótica. Lo que crea la conciencia de expresarse en la población es su certera lectura de la realidad, su ajustado examen de lo que ocurre. Porque ahora los hechos públicos se han transparentado a través de los síntomas inevitables de la crisis, porque la sociedad advierte el desgobierno y la debilidad de las autoridades frente a la presión de los grupos privilegiados, porque siente que la ausencia de capacidad de decisión de quienes debieran representarlos les impone tomar la iniciativa. Y salen a las calles con pancartas o con piedras, con el petitorio o el insulto, con la ley o el garrote. Sabe esa sociedad que ya es hora de manifestar.

Debe decirse también que en esta instancia los medios de comunicación han actuado con menos presión, con un mayor margen de independencia que en otras ocasiones, reemplazando al gobierno de turno en su obligación de mantener a la sociedad informada.

Digo estas líneas al gobierno español, a los partidos políticos españoles, a sus medios de prensa, a sus organizaciones intermedias y en particular a quienes levantan banderas de solidaridad en ese país; las digo también a aquellos españoles (creo que son mayoría) que mantienen vivo el afecto por esta Argentina que nutre su sangre y su cultura en esa porción de Europa.

Es preciso que los argentinos no atribuyamos a toda España las conductas de ciertas corporaciones empresariales y financieras. Es preciso que los españoles miren con alguna benevolencia las desventuras de la Argentina de este tiempo y procuren por los medios posibles predisponer favorablemente a sus autoridades y a sus medios de prensa respecto de este país del Plata.

Porque ¿quién nos mirará desde Europa si no es España?

* Este artículo fue escrito en los días turbulentos de 2001 y publicado en la prensa española.
H 88 – 01.02.2002



“El trabajo es resultado de una espinosa discusión sobre literatura y arte entre amigos. Usted (la autora se dirige al director de Heráclito) debe saber de esto: están los críticos, aquellos que dictan la moda, son los que motejaron de ‘impresionistas’ a los impresionistas con una intención peyorativa. Son los que deciden qué va o no va, qué existe o no existe, quién es y quién no es en arte. Muchas veces nos visitan (a Viedma, Río Negro, Argentina) ‘las autoridades’ en materia de plástica, fotografía o literatura. Son los popes que ‘bajan de Buenos Aires’, como se dice aquí, y expresan su verdad revelada. Pero algunos pensamos otra cosa”. Así se expresa María Celia Ibarra, autora de la narración que sigue.

Un sabor

Echa el agua caliente en la taza de porcelana. El té suelta un color tostado rojizo, humea. Ahora le echa un chorrito de leche fría, inclina el cartón y lo endereza rápidamente. La leche se hunde en el té formando nubes blanquecinas. De pronto siente una tristeza súbita. Ahora acomoda todo en una bandeja, una carpetita de batista blanca, el plato, la taza, la cucharita de plata y una servilleta haciendo juego que seguramente no usará para no ensuciarla. Camina hacia el living. Todo está silencioso y quieto, ordenado, limpio, como en aquellas Burda que tanto le gustaban. Se sienta frente al televisor, se pone la bandeja en la falda. Estira la mano para alcanzar el control remoto y enciende el televisor, busca las noticias y mira. Hay más equipos, gente, carpas y móviles de las cadenas de noticias. Aún no lo sacaron. Saborea el té. Han traído una máquina enorme que puede hacer excavaciones más rápido, bomberos, ingenieros, varios médicos. Una imagen de la madre. Más de veinte horas. Agitación, parece que bajan a un hombre. Puede ser el final. Suspenso. Mira la hora, mira la pantalla, están por sacarlo. Lleva la bandeja a la cocina. Espera un poquito. Toma el teléfono y llama un taxi. –Por la vereda de los pares, -le dice. Mira la calle. La lluvia paró. Apaga el televisor después de comprobar que aún no pasó nada nuevo, se pone el abrigo, toma la cartera, sale al pasillo, llama al ascensor, baja y sale. La calle está mojada, el tránsito imposible, gente pasa caminando apurada, a veces se chocan un hombro al pasar y siguen sin disculparse. Llega el taxi, sube, da una dirección, se recuesta y piensa en el niño en el pozo y siente angustia.

El tránsito está infernal, el auto avanza y se detiene, avanza y se detiene, van por la 9 de Julio hacia el norte. El chofer, con una nuca hirsuta, putea por lo bajo. Cuando puede avanza veloz. La mujer mira el reloj, espera no perder el turno. Se acercan al obelisco, un infierno. El auto avanza lentamente, el semáforo cambia a luz verde, amarilla, roja, otra vez verde y sigue sin poder adelantar, hay un atascamiento. Cuando avanza un poco se puede ver la pantalla gigante sobre la esquina. Están dando lo del chico. El baner dice Las imágenes muestran un primer plano del pozo, el agujero es como la boca negra de un pez fuera del agua. Los autos avanzan lentos. Luz roja. El taxi está cerca de la primera fila, todas las cabezas miran la pantalla. En la acera unos chicos mal vestidos venden rosas, dos pesitos. Corren de auto en auto atentos a las luces empujando y riéndose entre ellos. En el cordón dejaron a uno chiquito, como de tres años.

–¡Quedate ahí!, esperanos- le dijeron.

El chiquito los mira alejarse, llama a los hermanos (o lo que sea) que no lo oyen. La soga se balancea en el interior del pozo, primer plano de rostros paralizados, el mundo contiene la respiración. El chiquito mira los autos parados y a los hermanos corriendo hacia la otra vereda entonces se larga a cruzar. Primerísimo plano de la boca del pozo. Luz amarilla, roja. Los motores aceleran, el chiquito va por la mitad, mira a los hermanos. La boca del pozo ocupa toda la pantalla es alta como de varios pisos. Bocinas, luz verde. Los autos de la primera fila arrancan, hay un revuelo, frenadas, bocinas, gritos, un auto esquiva algo, roza otro, los que vienen atrás tocan bocina enfurecidos, la mujer absorta en la pantalla se sobresalta, ve en la calle a alguien que se cubre la cara con espanto, el chofer esquiva con agilidad a los autos en el camino, sale del atascamiento y acelera. Una cuadra después los autos tocan bocina celebrando, tututú, tu, tu, sacan el brazo por la ventanilla y hacen gestos de triunfo.

–Parece que sacaron al pibe del pozo, -dijo el chofer del taxi con mejor humor. Atrás, junto al semáforo, un tumulto.

Si no se trata del compromiso, o de la estética, ni del mensaje, ni de la creatividad, ni de la comunicación, ni siquiera de la trasgresión. Entonces lo prohibimos. PROHIBIDO ESCRIBIR SONETOS. Es como querer explicarle un color a un ciego. Entonces es esto, decir la cosa a medias, para que nadie entienda o abierta para que haya varias interpretaciones. ¿Acaso tiene más valor cuando es más oscura? ¿O será que no se atreven a reconocer su propia esterilidad? Entonces Andy Wharjol. Y el Público se queda calladito para no hacer un papelón. Es más fácil descalificar. Es más honesto reírse de Cecil Taylor o de Stravinsky o de Van Gogh. Y son siempre los mismos. Los que opinan son siempre los mismos. Son ellos los que interpretan los que valoran, los que califican y descalifican y luego son ellos mismos los que descalifican a los que descalifican. ¡A la mierda con ellos!

Y también está la Legión que se apresura a reconocer lo reconocido a rechazar lo rechazado y a disimular sus propios gustos, no sea que ...

En su lecho de muerte Giobambatista Marino reconoció que su obra no era un espejo del mundo sino una cosa más agregada al mundo. Y es nada más que eso.

Pongamos por caso el Polaco Goyeneche, para buscar un ejemplo cercano. Tuvo más éxito cuanto peor cantó. Cuando se quedó sin voz, arrasado por el alcohol y la mala vida. Entonces fue cuando alcanzó su mayor calidad interpretativa,

lastima bandoneón/mi corazón

no se puede oír su última interpretación sin estremecerse. ¿Pero qué? ¿Por qué lo rechazan otros? Porque arte es crear un sabor y que busquemos encontrar ese sabor como una necesidad, como una adicción. Picasso creó un sabor, Dalí, Borges, Serrat lo hicieron. -Arte es lo que perdura. –Dijo Bernard Shaw. ¿Y qué es un sabor? Un patrón grabado en algún recoveco de la materia gris. No un patrón genético sino uno elaborado, poco a poco, golpe a golpe. Cuanto más arduo es el proceso es mayor el placer que luego produce. En esa intrincada y aún desconocida maraña de neuronas con que somos provistos hay arreglos más maleables, hay atajos que hay que encontrar pronto, sino crece una selva y se pierden definitivamente los caminos. Allí se estampan los patrones.

No perderemos nunca el placer por conocer historias. Esto debe ser genético y tan profundo como para definir cómo somos. Tal vez sea la Biblia, un libro de libros, una recopilación de historias lo que justifique la persistencia de una cultura, una religión, un imperio que permanece hasta nuestros días. Lo otro, el odio, la pasión por el poder, el sometimiento, la dominación, esa historia oculta, eso, lamentablemente, eso es genético.

Entonces los contadores de cuentos no morirán nunca. Tal vez tengan una influencia mucho más trascendente de lo que estemos dispuestos a aceptar. Los oscuros autores de la Biblia y el Corán, los numerosos que vinieron después, llámense Mateo, Cervantes o Shakespeare sin olvidar pero olvidando a los chinos, hindúes, mayas, egipcios, aztecas o incas, son ellos los hacedores de pueblos y culturas, de historias y de olvidos, de identidades y mitos. Son ellos, los creadores de la literatura, las fuerzas de la historia.

Y así seguimos, dejándonos atrapar por una historia que nos muestra la pantalla y son los hacedores de historias los que están manejando fuertemente nuestras vidas. Fueron las historias las que enloquecieron al pobre Don Quijote, son las historias, lo supo bien ese hacedor de historias, Don Miguel. Y la Historia, con mayúscula, ¿no está hecha de historias? ¿La Verdad? Podemos sonreír, nada más lejos de la Verdad. ¿La Poesía? Está más cerca de la Música. Otro universo. Si Natura hace infinitamente la misma rosa, el mismo bosque, la misma montaña. Si repite siempre el mismo hombre y la misma mujer. Y son siempre distintos. ¿Por qué no seguir contando la misma historia?

Hay algo más. Está Hollywood, esa opulenta fábrica de historias. El bosque feliz. Hay algo más, ese deseo que motoriza. El deseo del final feliz. Porque en el fondo creemos la historia, en el fondo, en ese espacio ilusorio en que ponemos nuestra vida, queremos que las cosas estén limpias y sean lindas y seamos felices. En todo caso Crimen y Castigo. Porque no se tolera pasar cada día viendo los pibitos que piden. Entonces no los miramos y miramos la pantalla grande para ver como salvan a Johnie o Jerry o como se llame, porque necesitamos saber que se hace todo por salvarlo, porque necesitamos que se pongan todos los recursos y que venga ese especialista de Suiza y las grúas y los ingenieros y los médicos. Nos alivia saber eso. La cosa está bien así. No vemos nada más porque no podemos soportarlo y somos capaces de envilecernos por no soportarlo. Por eso Hollywood.

Sigamos contando historias, sino lo que nos queda es nada, el vacío.

Contemos una historia y quedemos felices.

Bosque Feliz

El chico ya está listo para salir. La madre vuelve a repetir una vez más:

-¡Hacé las cosas tal como te dijimos! No te olvides. Tené mucho cuidado.

La madre no quiere asustarlo más, prefiere no recordarle que ya desaparecieron dos chicos en tres meses. El chico asiente con la cabeza. Mudo se pone la mochila y sale. Los hermanos Juárez, que viven cerca, lo acompañan a la escuela. Salen caminando despacio. El chico no habla.

Llega la hora de salida. Los Juárez ya se fueron. El chico se tuvo que quedar después de hora para los preparativos del acto del día de la bandera. Ya está oscureciendo. Hace mucho frío. En la calle queda poca gente. Desde hace rato hay un hombre esperando detrás de un árbol. Nadie lo ve.

El chico mira el callejón. Sabe que por ahí llega más rápido, se evita cruzar la autopista y subir y bajar la pasarela y dar un rodeo grande. Mira a un lado y al otro y enfila hacia el callejón, después viene el campito donde los pibes se reúnen a patear, después el bosquecito de eucaliptos donde le gusta jugar. Camina ligero, cruza el callejón, cruza el campito. El hombre, disimulando su presencia lo sigue de lejos. Llega al bosquecito, ya falta poco, después de pasar el tapial viene la calle, hay gente y ya está casi en casa. De pronto, en el medio del bosquecito oye algo y se detiene, el corazón le late fuerte, se acuerda de todas las recomendaciones que le hicieron los padres. Parece un cachorrito, debe ser como la otra vez que dejaron unos cachorritos en una bolsa para que se mueran. Se detiene y escucha. Viene de la derecha, se tiene que apartar un poco. El hombre se oculta rápidamente. El chico camina despacio tratando de oír. Encuentra una bolsa detrás de un árbol, se agacha. El hombre lo toma de la mano. El chico se asusta y lo mira con los ojos despavoridos, siente como si le corriera electricidad. El hombre le sonríe y le dice

–¿Te gustan los cachorritos? Tengo muchos en casa, ¿querés verlos? Vamos, acompañame.

El chico da un paso hacia atrás pero el hombre ya lo tiene de la mano, forcejea, el hombre lo sostiene con fuerza. Ya se lo lleva casi a la rastra. Dos personas le salen al paso, enérgicamente. Le muestran algo mientras le dicen:

- ¡Policía! Queda detenido.

El hombre, pasmado, lo suelta. El chico corre a abrazar a la madre. Se sobresalta al oír el chasquido de las esposas.

-¿Podemos llevarnos los cachorritos? –le pregunta a la madre que aún lo tiene abrazado.

Happy End

H 88 – 01.02.2002



Un cuento sufí

Jesús huye de un tonto *

Mawlana Yalal al-Din Rumi, 150 Cuentos sufíes extraídos del Matnawi. Traducción de Antonio López Ruiz. Paidós , Buenos Aires 1996, págs. 72/73.

Un día Jesús, hijo de María, se dirigía corriendo hacia la montaña. Al advertir esto, alguien lo siguió, gritándole:

“Nadie te pesigue, ¿por qué corres así?

Jesús, sólo preocupado en huír, no le respondió. El otro reiteró su llamada:

“¡En nombre de Dios, detente! Solamente quiero saber de qué huyes, pues, aparentemente, no hay motivo para temer”.

Jesús respondió: “¡Huyo de un tonto! No te interpongas en mi camino, no retrases mi huída”.

El otro exclamó:

“Cómo, Tú que posees el hálito santo, Tú que has curado a ciegos y sordos, Tú que puedes resucitar a un muerto soplando sobre él, Tú que haces un pájaro de un puñado de barro... ¿Por qué ese temor?”

Y Jesús: “Es Dios quien ha creado mi alma y mi carne. Cuando invoco Su nombre la montaña se dispersa como un almiar. Si murmuro su nombre al oído de un muerto, resucita. Una gota se convierte en un océano por Su nombre. Lo he invocado mil veces ante un tonto y no he visto resultado alguno".

El hombre insistió:

“Cómo es que el nombre de Dios, que influye en el sordo, el ciego y la montaña, no tiene efecto sobre un tonto?

Respondió Jesús: “La tontería es una maldición de Dios, mientras que la ceguera no lo es. Estos males merecen piedad, pero la tontería no, porque es nuestra enemiga”.

* En la edición nombrada la narración lleva por título El hijo de María. Nos hemos permitido incorporar unas ligeras modificaciones en la redacción y en la puntuación para facilitar la comprensión del texto. Asimismo, omitimos transcribir el último párrafo de la edición española para que cada quien reflexione con entera libertad, lo cual, en nuestro concepto, es más acorde con el espíritu de los cuentos sufíes (N de la R).

H 88 – 01.02.2002



Del poeta judío Yehuda Amijai, nacido en Alemania y radicado en Israel, damos estos versos como una forma de anhelar la paz para esa región castigada de la tierra. Quien nos lo envía no menciona el nombre de su traductor (N de la R).

Poema Temporal

La escritura hebrea y árabe va de
Oriente a Occidente
la escritura latina, de Occidente a Oriente,
los idiomas son como los gatos:
prohibido ir contra la dirección del pelo,
las nubes vienen del mar, el siroco
del desierto,
los árboles se inclinan con el viento,
las piedras vuelan por todas partes
hacia todas partes. Tiran piedras,
tiran esta tierra, la una sobre otra,
pero la tierra siempre vuelve a la tierra,
tiran esta tierra, quieren deshacerse de ella,
de sus piedras y de su tierra, pero es imposible.
Tiran piedras, me tiran piedras
en 1936, en 1938, en 1948 y en 1988,
semitas tiran contra semitas yantisemitas contra antisemitas,
tiran los malvados y tiran los justos,
tiran los pecadores y tiran los tentadores,
tiran los geólogos y tiran los teólogos,
tiran los arqueólogos y tiran los gamberros
tiran piedras los riñones y tira la vesícula,
tiran piedras de canto y piedras de
frente y corazones de piedra
piedras con forma de boca que grita
y piedras adaptadas a los ojos
como gafas,
el pasado tira piedras al futuro
y todas caen en el presente.
Piedras de llanto y piedras de risa de guijarro,
incluso Dios en la Biblia tiraba piedras
incluso los Urim y los Tumim fueron tirados
y se clavaron en el pectoral del juicio
y Herodes tiró piedras y le salió un templo.
Oh, el poema sobre el dolor de las piedras
oh, el poema lanzado sobre las piedras
oh, el poema sobre las piedras lanzadas
¿Hay todavía en la tierra una piedra sin tirar,
una piedra con la que no hayan construido,
una piedra sin transformar,
una piedra sin rodar y sin descubrir,
una piedra que no haya gritado desde el muro,
que no la hayan despreciado los constructores,
una piedra bajo la cual no hayan
enterrado ni amado encima,
y que no hayan transformado en piedra angular?
Por favor no tiréis más piedras,
vosotros movéis esta tierra,
la tierra sagrada, entera, abierta,
vosotros la movéis hacia el mar
y el mar no la quiere
el mar dice, no me pertenece.
Por favor, tirad piedras pequeñas
tirad caracolas fosilizados, tirad guijarros,
justicia o injusticia de las canteras
de la Torre de Justicia,
tirad piedras blandas, tirad terrones
que endulcen,tirad gravilla, tirar argamasa,
tirad arena de la playa,
tirad arcilla del desierto, tirad papel,
tirad polvo, tirad viento,
tirad aliento, tirad nada
hasta que se cansen las manos
y se canse la guerra
y se canse incluso la paz, y exista.

H 88 – 01.02.2002