Heráclito 59

J. L. Borges

Otras Inquisiciones, Emecé 1996, p.141, en su ensayo Sobre Chesterton.


Recuerdo dos parábolas que se oponen. La primera consta en el primer tomo de las obras de Kafka. Es la historia del hombre que pide ser admitido a la ley. El guardián de la primera puerta le dice, que adentro hay muchas otras* y que no hay sala que no esté custodiada por un guardián, cada uno más fuerte que el anterior. El hombre se sienta a esperar. Pasan los días y los años, y el hombre muere. En la agonía pregunta: “¿Será posible que en los años que espero nadie haya querido entrar sino yo?”. El guardián le responde: “Nadie ha querido entrar porque a ti sólo estaba destinada esta puerta. Ahora voy a cerrarla”.

* La noción de puertas detrás de puertas, que se interponen entre el pecador y la gloria, está en el Zohar. Véase Glatzer: In Time and Eternity, 30; también Martín Buber: Tales of the Hasidim, 92. (La nota es de Borges).
H 75 – 02.11.2001


El debate contemporáneo entre comunitaristas y liberales tiene tantas aristas que se llega al punto en que ambas etiquetas terminan denotando muchas confusiones. Sin embargo no dejan de ser apasionantes algunos (o la mayoría) de los campos de lucha.

El sujeto desvinculado y la ética kantiana *

Gabriel Costantino

Un frente de disputa que afecta a Kant es la crítica al ideal moderno del hombre “libre, independiente, solitario, potente, racional, responsable” (1) del cual se derivan las filosofías morales deontológicas (centradas en el problema del deber).

Esta crítica fue recientemente popularizada por Ch. Taylor en su investigación sobre las causas de la sensación de malestar en nuestra cultura. Para el canadiense, una de las razones del radical individualismo moderno es “la noción que tenemos de nosotros mismos como seres desvinculados y capaces de objetivar no sólo el mundo que nos rodea sino a nuestras propias emociones e inclinaciones, logrando una especie de distanciamiento y autocontrol que nos permite actuar 'racionalmente'”. (2)

Aunque creo que esta crítica de Taylor ilumina muchos puntos delicados de las concepciones éticas y políticas que siguen la tradición kantiana, nos parece que puede agregar confusión, e incluso menosprecio, sobre las razones implícitas de la afirmación de una imagen “desvinculada” de las personas y del análisis de la acción por deber.

El sujeto desvinculado de las éticas deónticas

En la filosofía kantiana existe una clara separación entre las relaciones de existencia en las cosas naturales y las relaciones morales en las personas. En este sentido, Kant hace una distinción lógica entre el orden del ser y del deber ser y una distinción ontológica entre el mundo fenoménico y el mundo de la libertad (esfera de la moral). (3)

Sin embargo, este aspecto de la obra kantiana no es algo que haya sido creado de la nada por el autor de las críticas. Más bien, sigue una línea de pensamiento con una larga tradición en la filosofía.

Ya en la teoría de la acción de Aristóteles se presenta una distinción entre los sucesos que son producto de la necesidad (causal) y los que son producto de la elección deliberada del hombre. Para el estagirita, las acciones son sucesos de los cuales el hombre es principio y responsable, pues sólo de él dependen que tengan o no tengan lugar. Luego, y vinculado con lo moral, para Aristóteles no se alaba ni vitupera lo que es el resultado de la necesidad sino solamente aquello que está dentro de las posibilidades de acción del hombre (lo que la persona puede hacer de una u otra manera). (4)

¿Qué pruebas ofrece Aristóteles sobre la realidad de este supuesto? Entre otras, la existencia de recomendaciones y prescripciones, de castigos y recompensas, el análisis del fenómeno de la deliberación y la elección.

Ahora, los Estoicos fueron los encargados en la antigüedad de llevar esta reflexión sobre la acción y sus implicancias morales hasta las últimas consecuencias. ¿Cómo? Dando cuenta de que no hay nada moralmente bueno más allá de actuar virtuosamente.


Lo dicho se refleja en dos elementos muy importantes (y relacionados) de su pensamiento que están presentes en las primeras páginas de la Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres.

El primero se relaciona con la crítica a la falta de consistencia de la obra aristotélica en lo que respecta a la división de los bienes. Para los estoicos Aristóteles se había equivocado al calificar como bienes propiamente dichos los relativos al cuerpo (salud, placer, fuerza, belleza) y los llamados exteriores (riqueza, buena cuna, fama, etc.). (5)

¿Por qué? Por la misma razón por la que Kant desecha como bienes sin restricción a los talentos del espíritu, las cualidades del temperamento y los dones de la fortuna. Esta razón es una radicalización del argumento socrático-platónico según el cual es el uso lo que determina la bondad o maldad de aquellas cosas. De lo que se sigue la afirmación de la existencia de un elemento controlador de la elección y el uso (la voluntad en sí misma) que es del que puede decirse que sea bueno o malo.

El segundo elemento se relaciona con la asignación de significados diferentes a dos términos que los griegos utilizaban indistintamente (skopos y telos). Con esta distinción los Estoicos separaron dos tipos de fines en las acciones: el resultado externo de la acción y el acto intentado tal como el agente se lo representa al decidirse a actuar. (6)

En efecto, podemos encontrar en los Estoicos el germen de las éticas centradas en la intención. Esto es, la diferencia entre la intención de hacer (que depende exclusivamente de la persona) y el resultado de la intención (que siempre esta sujeto a determinaciones externas). Luego, como al ser humano no se le puede pedir más que hacer todo lo que está a su alcance, se concluye que, en realidad, sólo la intención debe considerarse como el verdadero fin moral.

En palabras de Kant: “Aun cuando, por particulares enconos del azar o por la mezquindad de una naturaleza madrastra, le faltase por completo a la voluntad la facultad de sacar adelante su propósito; si, a pesar de sus mayores esfuerzos, no pudiera llevar a cabo nada y sólo quedase la buena voluntad (...) sería esa buena voluntad como una joya brillante por sí misma, como algo que en sí mismo posee su pleno valor”.

Ahora, abstrayendo dos premisa de este pequeño recorrido histórico:A) que la moral tiene como supuesto la libertad de opciones,B) que no hay nada moralmente bueno más allá de elegir correctamente entre nuestras posibilidades,

Podemos comprender por qué el problema central de la ética es, para Kant, el acto por deber. Esto es, la cuestión de cómo se explica que exista una elección correcta; cómo se fundamenta que haya una determinación necesaria para la libertad de opciones: cómo puede justificarse lo obligatorio y lo prohibido.

Finalizando con el comienzo, la crítica de Taylor no acierta con el corazón de la posición de Kant y sus seguidores y, por lo tanto, marra en comprender cual es el problema de fondo que se está intentando abordar: el espacio de la libertad y la responsabilidad que nos atribuimos como seres humanos desde que argumentamos moralmente.

1) Taylor.
2) Taylor.
3) Guariglia.
4) Aristóteles: 'Nadie hay que vitupere a quienes son deformes por naturaleza, pero sí a quienes lo son por falta de ejercicio y por descuido'.
5) Guariglia.
6) Guariglia.
* Fuente:
www.politicayactualidad.com
H 75 – 02.11.2001


Diario

Eduardo Dermardirossian

Anotación al viernes 5 de enero de 2001


Calor. No se habla de otra cosa en Buenos Aires; hombres y mujeres deambulan calcinados por las calles de asfalto, ensayando desde ahora sus mañanas en el infierno, que nos enseñaron ardiente.

Otras mentes, también acaloradas, aunque por diferentes afanes, explican desde sitios prominentes del gobierno nacional las bondades que sobrevendrán al país argentino y a sus habitantes porque las entidades financieras internacionales han sido bondadosas, han prestado al país unos dineros que no vendrán, que no veremos, que serán meros asientos contables en las cuentas grandes del Estado.

Y más allá, los otros. Ayer muriendo de frío porque su techo es precario o porque viven y duermen con sus hijos y enseres en las calles, bajo las autopistas urbanas; hoy achicharrándose al calor por esas mismas razones; siembre hambrientos, iletrados y enfermos, desempleados productos del desarrollo global y destinatarios de promesas vanas de bonanzas por venir. Ahí están; unos esperando todavía, otros desesperanzados, ya.

Calor, frío, dineros que no verás, desarrollo que no te alcanzará, panzas que chirrian de hambre, enfermos que no pueden sanar, conciencias blancas todavía que no hallarán otro destino que el delito y la prostitución para procurarse el pan. Y el otro pan, el que precisa el espíritu, ese quizás nunca llegará.

Unos hombre han anudado entre sí alianzas mal habidas. Digamos de una sola vez: son gentes que acometen sin más sus fechorías conciliares. Y los otros, los que por ser ajenos a esas alianzas han devenido en sus víctimas, los que se gobiernan por unas leyes diferentes, las que rigen sus necesidades cotidianas de pan, trabajo, salud, educación, abrigo; estos últimos -unos desesperanzados y otros esperando todavía- miran el banquete obceno que aquellos procuran cohonestar con tecnicismos e irremediabilidades mentidas. Y también hay quienes -¡ay!- esperan su tiempo para tomar revancha.

Hace calor, mucho calor en Buenos Aires.

© 2001 especial para Heráclito.
H 75 – 02.11.2001


Altruismo, espiritualidad y religiones

¿Quién es el otro?

José Carlos García Fajardo *

En Occidente existe una tradición religiosa que proclama "amarás al prójimo como a ti mismo" como expresión de su espiritualidad. (Hay textos hindúes y budistas que la expresaron centenares de años antes). Encontramos la síntesis en la parábola del Buen Samaritano como respuesta al fariseo que pretendía zafarse de toda responsabilidad con quienes no fueran "los suyos", sus relativos, con los que se relacionaba.

Tanto en la tradición judía como en el calvinismo, que va a dar origen al capitalismo deshumanizado, el concepto de pueblo, de familia, de relación tiene algo de contractual y de mutuo beneficio: te doy esto para que me des aquello o no te hago esto para que no me lo hagas tú. Ahí tiene su origen el individualismo más feroz que se va a confundir con el modernismo surgido de la Ilustración que se atreve a separar religión y cultura, reduciendo aquella a una ideología. Se pueden distinguir pero no separar, pues lo religioso es una dimensión del hombre que se ha expresado, en el curso de los siglos, en las diferentes religiones institucionalizadas. En la India sería imposible hacerlo pues lo religioso es un estilo de vida que impregna de sentido a nuestra existencia. La religión confiere a la cultura su sentido último mientras que la cultura presta a la religión su lenguaje para que pueda expresarse en un contexto cultural. Todo lenguaje está determinado culturalmente y toda cultura está informada en último término por una visión última de la realidad. De ahí que ninguna religión pueda tener el monopolio de lo religioso, de la dimensión trascendente del ser humano y de su expresión por medio de ritos, culto o celebraciones para acercar lo humano a su más plenaria dimensión. Por eso, es de necios (ne scire) sostener que pueda existir una sola religión verdadera considerando falsas a todas las demás con las que no han sabido establecer un diálogo "intrarreligioso", (que fecunda las culturas) y que va más allá del interreligioso que trata de ponerse en el lugar del otro para considerar la realidad desde sus categorías y circunstancias culturales. La sabiduría está en aceptar y en respetar las diversas tradiciones religiosas como fenómenos que expresan diferentes expresiones de religiosidad. Ese es el sentido auténtico de las diversas "moradas" a las que alude Jesús. Y el profundo significado del silencio como ambiente de sabiduría: "No decían palabra el anfitrión, el huésped y el crisantemo", reza un viejo haiku.

No es de recibo admitir la pretensión que hacen algunos seguidores del hinduismo, del budismo, del judaísmo, del cristianismo o del Islam, por citar algunas más conocidas, de que la suya es el culmen de las demás religiones. Todas las religiones arrancan de un sentimiento religioso humano primordial, sin embargo, cada tradición religiosa tiene fronteras determinadas con sus límites geográficos e históricos. La pretensión de universalidad y el concepto de misión han llevado a los desarraigos y a explotaciones inhumanas e injustas. De la misma manera que los pueblos poderosos han pretendido "civilizar" (porque vivían en ciudad civitas) a quienes consideraron "salvajes" porque vivían en las selvas, los misioneros de esas tradiciones prepotentes entraron a saco en otras culturas tratando de paganos y de supersticiosos, cuando no de ateos y de idólatras, a quienes no pensaban como ellos: destruían sus símbolos calificándolos de ídolos y los obligaban a arrodillarse ante dos palos cruzados, o ante una caja de metal que guardaba un trozo de pan o ante una imagen de escayola. Renegaban de sus cultos con fuego y resinas aromáticas y ellos usaban incienso, velas y agua. Otros los obligaban a cercenarse el prepucio o a postrarse en dirección a la Meca. ¿Qué fue el colonialismo sino un monoculturalismo cuya esencia es creer que desde una sola cultura se puede abarcar la gama total de la experiencia humana?

El culto verdadero se practica en "espíritu y en verdad". En espíritu, no importa dónde ni bajo qué forma porque todo lugar es santo. En verdad, o autenticidad porque toda verdad se inscribe en una relación inter personal. La verdad es siempre concreta. Todo está relacionado con todo, de manera que nuestra responsabilidad es universal. Sin sincretismo ni relativismo alguno.

"Amar al prójimo como a uno mismo" no agota la relación de alteridad, de beneficencia o de generosidad sino que entraña una relación de reciprocidad. Porque "el otro" nunca podrá ser objeto de nuestro amor ya que siempre será sujeto que interpela. El objeto es medio o instrumento para un fin y el otro, quien quiera que sea y donde sea y en las circunstancias que sean, es siempre un fin en sí mismo.

El ser humano es persona (red de relaciones, nudo de encuentros) y no mero individuo (mónada independiente). El individuo no desaparece en la nada, pero la persona se transforma en la plenitud de saberse el otro, el uno y el todo.

Ante el egoísmo de la búsqueda de las virtudes, o no digamos del soborno de invertir en un hipotético más allá, está la plenaria dimensión del "tuve hambre y me diste de comer..."

No es recomendable preocuparse por hacer el bien, sino hacerlo. Si se busca el mérito de las acciones, éstas se prostituyen. De ahí que el justo no se preocupe por hacer cosas buenas sino que "bueno es lo que hace el justo". Justo es el término bíblico para sádhaka, el que se ha puesto en camino descubriendo que camino, verdad y vida son la misma realidad.

¿Cómo sabría el uno que es uno sino fuera por el dos? ¿Cómo sabría yo quién soy sino fuera por tú? Luego, ante la pregunta farisaica del título se alza la evidencia que descubren los sabios, los niños y los limpios de corazón: El otro, el próximo soy yo.

Es preciso encender un fuego para quien sea y donde sea, sin esperar nada a cambio, por el placer de compartir. Porque la esperanza no es de lo futuro, sino de lo invisible. Y en esa donación se descubre la plenitud del regalo como presente. Pues si siempre hay más gozo en dar que en recibir, esta es una asignatura pendiente: cuando se aprende a recibir se enriquece al donante que se desborda, se vierte y así se establece la conversación (cum versare, verternos juntos) y la conversión o metanoia que nada tiene que ver con la idea de penitencia impuesta por un cierto cristianismo algo distante del mensaje y la conducta del joven carpintero de Nazareth.

* Presidente de la ONG Solidarios Para el Desarrollo y profesor universitario.
H 75 – 02.11.2001


Los retos del voluntariado

Luis A. Aranguren Gonzalo*

El voluntariado social es un fenómeno que día a día va cobrando mayor fuerza. Y sabemos que la fortaleza de una realidad social no depende tan sólo del número de personas o de grupos que la secundan sino del grado de cambio social que logran realizar, influir o canalizar. Ciertamente pueden existir -y existen- formas de voluntariado que nada tienen que ver con cambios sociales: el voluntario que enseña un museo o el jubilado-voluntario que ayuda a regular el tráfico a la puerta de los colegios. Este voluntariado cultural, deportivo, hasta podríamos llamarlo cívico es legítimo. Sin embargo, el voluntariado de acción social es heredero de una solidaridad radical que se hermana con dimensiones esenciales del ser humano y de la convivencia entre las personas y los pueblos. Quien trabaja como voluntario con las personas sin hogar, con jóvenes próximos a la exclusión social, con inmigrantes o con prostitutas sabe que su gota de agua solidaria ha de englobarse en una búsqueda de cambios sociales amplios, aunque sean lentos; sabe que su aportación ha de sumarse a la búsqueda de condiciones de vida justas para quienes más sufren la tragedia de un tipo de sociedad excluyente y despersonalizadora.

El voluntariado es la expresión de una forma concreta de vivir la solidaridad que tiene su residencia en el acontecimiento del encuentro radical con la persona que sufre, que se descubre orillada en los márgenes de la sociedad y que vive lejos del ejercicio de su derecho al empleo, a la cobertura sanitaria, a la educación o a la vivienda. De esta forma, el voluntariado de acción social se asemeja a un colchón solidario que permite no hundirse a las personas excluidas; pero, con ser importante, el voluntariado ha de proyectarse igualmente como vehículo de transformación social y de incidencia real en las políticas sociales en favor de los más desfavorecidos.

El voluntariado de acción social nace de una determinada manera de ver la realidad. Siguiendo a Benedetti, todo depende del dolor con el que miramos a lo que se nos pone delante de nuestros ojos y de nuestra vida. Desde esta mirada, nada humano nos es ajeno. Aquí acontece la primera fuente de donde mana la acción voluntaria. Ser voluntario no es primeramente un acto de bondad, sino un acto de humanidad. Las personas somos constitutivamente realidades sociales; desde nuestro nacimiento el encuentro con los demás constituye el ámbito propicio para el crecimiento personal y para reordenar nuestros mundos vitales.

En segundo lugar, el voluntario cuenta en su haber con una convicción de partida: no estamos condenados a que las cosas sean como nos las encontramos día tras día; las cosas pueden ser de otro modo. El voluntario, así, se enfrenta a ese clima cultural que vivimos que abona la ideología de lo inevitable, la ideología que proclama que quien cae en la exclusión está ahí y no le demos más vueltas; por el contrario, el voluntario se siente responsable de un mundo que no le gusta y que no tiene por qué repetir. No estamos condenados al inmovilismo sino, al contrario, nos encontramos abocados al cambio, a la transformación social.

Con estos dos materiales primeros, la conciencia de que somos seres sociales y que la realidad social es siempre modificable, el voluntario actúa desde una característica que le marca con fuerza: la gratuidad. En una primera aproximación la gratuidad se puede entender como realizar una acción sin recibir a cambio compensación económica alguna, o dar gratis lo que uno ha recibido gratis. Y esto está bien, pero es insuficiente. La gratuidad se sumerge en la experiencia del encuentro personal con quien sufre. Esto es más que tener interés por otros; en nuestra sociedad de consumo nos acostumbramos con frecuencia a interesarnos por las desgracias ajenas de quien aparece en el televisor. El encuentro con el otro excluido no es tangencial sino nuclear y no admite suplencias.

El encuentro con el excluido, en efecto, enciende en el voluntario una chispa que destartala nuestro equipaje mental y actitudinal. La chispa encuentra en la compasión el camino de ida hacia la realidad personal, familiar, ambiental y estructural del excluido. Pero la chispa ha de propagarse en el camino grupal, comunitario y estructural que tiene en la justicia la meta de la acción voluntaria. Se podrá ser voluntario de dos horas a la semana o de veinte; lo importante será la trayectoria y el sentido de la acción voluntaria. De esta forma podemos concluir que la acción voluntaria no radica tanto en la acción individual cargada de generosidad sino en la acción colectiva de un grupo de personas que trabaja en la dirección de desarrollar redes de solidaridad efectivas que dinamicen el tejido social de nuestros barrios.

Evidentemente este tipo de voluntariado de acción social, que tiene en la justicia hacia los excluidos su punto de mira, puede que sea a veces molesto y poco grato a los ojos de los poderes públicos. En este momento, además, hemos de estar atentos a los retos que desde múltiples instancias se plantean en el mundo del voluntariado social.

El mundo del voluntariado, que en tiempos bien recientes era considerado mero apéndice del Estado que llegaba donde éste no podía llegar, vive en la actualidad un momento dulce y aparece radiante en los medios informativos, se le cita continuamente desde los poderes públicos y es seducido cotidianamente por las fuerzas del Mercado. Ciertamente, la solidaridad no es cosa de héroes ni se ve reducido a un solo campo de actuación; el mundo del voluntariado ha de encontrarse y dialogar tanto con las Administraciones Públicas como con aquellas parcelas del Mercado que en verdad quieran ser solidarias tanto hacia fuera como hacia dentro de sus propias empresas. Pero el diálogo y la negociación no debe culminar en la sumisión y en la pérdida de credibilidad cuando lo que intentamos defender es la vida digna de los últimos.

Existen grupos de voluntarios trabajando en barrios marginales que, ante la progresiva domesticación del voluntariado desde las leyes y la publicidad de voluntariado "ligth" que se ofrece desde los medios de comunicación, deciden darse de baja de esto del voluntariado. Se sienten "militantes" y no tapagujeros del sistema. Ahora bien, ciertamente estamos asistiendo a la "muerte" de una cierta forma de entender la militancia: aquella que se basa en la entrega absoluta, la disponibilidad sin límite, la renuncia y casi el heroísmo; hay que estar atentos a la nueva sensibilidad solidaria que no niega la realización personal ni renuncia a los espacios de descanso en medio de la autopista del vertiginoso trabajo cotidiano. La dicotomía o voluntario o militante me parece hoy fuera de lugar. Tan peligroso es caer en un voluntariado "ligth" que atonta conciencias como desear regresar a una elitista militancia de escogidos. Por el contrario, la acción voluntaria se alimenta tanto de las distancias largas que esbozan la utopía necesaria como de las distancias cortas que se expresan en la proximidad y el valor de lo concreto, por pequeño que sea.

El voluntario no nace, se hace. El voluntariado no tiene exclusivamente su punto de mira en la tarea que se debe realizar sino en la persona voluntaria. Estas dos cuestiones acrecientan la necesidad de que las organizaciones sociovoluntarias, las pequeñas y las grandes, abordemos la realidad del voluntariado desde la creación de itinerarios educativos donde la acogida, la formación , la experiencia en la acción, el acompañamiento personal y/o grupal y la propia organización del voluntariado tiene su clave de comprensión en el crecimiento de los voluntarios, en la posibilidad de que sus actitudes, acciones y compromisos crezcan y se desarrollen con el tiempo.

Este 2001, en el que se celebra el Año Internacional del Voluntariado, puede ser ocasión para la banalización, domesticación e instrumentalización del voluntariado, que rinde pleitesía a la moda solidaria que fabrica voluntarios sin raíces y sin horizontes, o tal vez nos encontremos ante un año que nos ofrece como una oportunidad para reflexionar y volver sobre las raíces de una realidad tan dada a las manipulaciones y a las facilonas alabanzas. Por eso, vengo proponiendo que este año sea el año del RE: re-situar, re-pensar y re-crear el voluntariado. Veamos.

Re-situar al voluntariado en un espacio social que tradicionalmente se vive en conflicto. Para unos el voluntariado es la mano amiga de los técnicos contratados, los ayudantes de los que "oficialmente" saben. Para otros, el voluntariado ha de ser el "santo y seña" de los proyectos y acciones, de manera que de ellos han de emanar las decisiones principales en las organizaciones de voluntariado. En ambos casos se legitima una ideología perversa. El voluntariado ha de resituarse en la acción que comparte en el seno del mismo equipo de trabajo con otras personas contratadas y con las que realiza una misma acción diversificada en actividades, momentos y especifidades diferenciadas y, al tiempo, complementarias.

Re-pensar , en segundo lugar, el voluntariado en tanto que las raíces de su acción se hermanan en otros gestos de carácter solidario que viven otras gentes y grupos que también trabajan por la paz, por la justicia y la igualdad. Pensemos que el voluntariado se ha identificado en muchas ocasiones como la expresión más genuina de la solidaridad. Y en mi opinión, se trata de una forma, ni mejor ni peor que otras. El voluntariado participa de la construcción de una solidaridad en la que se encuentran grupos movimientos, asociaciones y personas que no necesariamente pasan por la experiencia del voluntariado.

Por último, Re-crear el voluntariado desde la experiencia de que en estos nuevos tiempos los voluntariados no funcionan solos, sino que deben crearse itinerarios educativos que les permitan transitar por procesos formativos que nazcan de la acción y reviertan a ella enriquecida. En estos procesos se deberán vincular los momentos tradicionales de formación inicial o formación específica, con oros elementos de carácter informal, que tienen en el acompañamiento personalizado su elemento clave.

Las personas y los grupos de voluntarios están de enhorabuena, porque nos hacen creer que es posible cambiar las cosas, y que no estamos condenados a pensar que "ya nada se puede hacer". Al contrario, el voluntariado expresa un "nosotros queremos" que camina por la senda de la posibilidad que se esconde tras cualquier realidad, por dura que ésta sea.

* Responsable del programa de voluntariado de Cáritas - España
H 75 – 02.11.2001


Los griegos y sus dioses

Psique *

Psique es el nombre del alma. También es el de la heroína de una leyenda que nos ha sido transmitida por Apuleyo en sus Metamorfosis. Psique, hija de un rey, tenía dos hermanas. Las tres eran hermosísimas, pero la belleza de Psique era sobrehumana; de todas partes acudían a admirarla. Sin embargo, mientras sus hermanas se habían casado, a Psique nadie la quería por esposa, pues su misma belleza asustaba a los pretendientes. Desesperado de poder casarla, su padre consultó al oráculo, el cual le aconsejó que ataviase a su hija como para una boda y la abandonase en una roca, donde un monstruo horrible iría a posesionarse de ella. Sus padres quedaron desolados; sin embargo, vistieron a la joven, y, en medio de un fúnebre cortejo, la condujeron a la cima de la montaña indicada por el oráculo. Luego la dejaron sola y se retiraron a su palacio. Psique, abandonada, era presa de desesperación. Y he aquí que de pronto se sintió arrastrada por el viento y levantada por los aires. El viento la sostuvo suavemente y la depositó en un profundo valle, sobre un lecho de verde césped. Psique, extenuada por tantas emociones, se quedó profundamente dormida y, al despertar, encontrose en el jardín de un magnífico palacio, todo él de oro y mármol. Penetró en las habitaciones, cuyas puertas se abrían a su paso, y fue acogida por unas voces que la guiaron y le revelaron que eran otras tantas esclavas a su servicio. Así transcurrió el día, de sorpresa en sorpresa y de maravilla en maravilla. Al atardecer, Psique sintió una presencia a su lado: era el esposo de quien había hablado el oráculo; ella no lo vio pero no le pareció tan monstruoso como temía. Su marido no le dijo quién era, y le advirtió que era imposible que ella le viera si no quería perderlo para siempre. Esta existencia continuó por espacio de varias semanas. Durante el día, Psique estaba sola en su palacio, lleno de voces; por la noche su esposo se reunía con ella, y Psique se sentía muy feliz. Pero un día sintió añoranza de su familia y se puso a compadecer a su padre y a su madre, que sin duda la creían muerta, y pidió a su esposo permiso para volverse por un tiempo a su lado. Tras muchas súplicas, y a pesar de que se le hicieron ver los peligros que esta ausencia significaba, Psique acabó saliéndose con la suya. De nuevo el viento la transportó a la cumbre de la peña donde le habían abandonado, y desde ella le fue muy fácil regresar a su casa. La recibieron con gran alegría, y sus hermanas que residían por su matrimonio lejos de allí, fueron a visitarla. Cuando vieron a su hermana tan feliz y recibieron los regalos que les había traído, se apoderó de ellas una gran envidia, y extremaron su ingenio para hacer surgir la duda en su alma y hacerle confesar que jamás había visto a su marido. Finalmente, la convencieron de que ocultase una lámpara durante la noche, y, a su luz, mientras él durmiese, contemplase la figura de aquel a quien amaba.

Volvió Psique a su morada, y descubrió, dormido a su lado, a un hermoso adolescente. Emocionada por el descubrimiento, le tembló la mano que sostenía la lámpara y dejó caer sobre él una gota de aceite hirviente. Al sentirse quemado, Amor –pues tal era el monstruo cruel a quien se había referido el oráculo- despertó y, cumpliendo la amenaza que le había dirigido a Psique, huyó en el acto para no volver jamás.

Al faltarle la protección de Amor, la pobre Psique se lanzó a errar por el mundo; la perseguía la cólera de Afrodita, indignada de su belleza. Ninguna divinidad quería acogerla. Finalmente cayó en manos de la diosa, que la encerró en su palacio, la atormentó de mil maneras y le impuso varias obligaciones: seleccionar semillas, recoger lana de corderos salvajes, y, finalmente, descender a los Infiernos. Allí debía pedir a Perséfone un frasco de agua de Juvencia. Le estaba prohibido abrirlo, mas, por desgracia, Psique desobedeció cuando regresaba y quedó sumida en un profundo sueño.

Mientras tanto, Amor estaba desesperado; no podía olvidar a Psique. Al verla sumida en un sueño mágico, voló hacia ella y la despertó de un flechazo; luego subió al Olimpo y suplicó a Zeus que le permitiese casarse con esta mortal. Zeus le otorgó lo que pedía, y Psique se reconcilió con Afrodita.

La pintura pompeyana ha popularizado la figura de Psique, representándola como una joven alada semejante a una mariposa –en las creencias populares, el alma solía imaginarse como una mariposa que escapaba del cuerpo después de la muerte-, jugando con Amores, alados como ella.

* Pierre Grimal, Diccionario de mitología griega y romana, Paidós, Buenos Aires 1981. Traducción de Francisco Payarols.
H 75 – 02.11.2001