Heráclito 49

El pintor

Eduardo Galeano

-Yo me di cuenta de que estaba muerto porque hablaba en latín -me explicó Angel Vázquez.

Además, se sabia. Hacía tiempo que Urbano Lugris, artista pintor, yacía bajo tierra. Pero aquella tarde, Angel había subido a la torre, para esperar el otoño, y se lo había encontrado.

Desde lo alto de la costa gallega, Angel estaba contemplando el otoño, que venia de la mar, y el otoño era una luz blanca que invadía el cielo, limpio de nubes. En esa paz estaba Angel, blanca brisa, aire nuevo, cuando descubrió que tenía al artista a su lado. El viejo dijo alguna de esas maldades muy suyas, que en latín sonaban raro, pero rió como siempre reía, que no era con la boca sino con sus peligrosos ojos de niño encendidos bajo la maraña del pelo.

Y entonces, de pronto, el cielo se enloqueció: se alborotó, se oscureció, y en la súbita negrura aparecieron bailando unas nubes venidas quién sabe de dónde, nubes de oro, nubes de fuego, nubes de vino, y luego llegaron los relámpagos y las acuchillaron. Y tembló el mundo, sacudido por los truenos, y sobre el mundo se desplomo una lluvia del fin del mundo.

Angel gritó:

-¡Don Urbano! ¡Pinte eso, hombre!

Inmóvil bajo la lluvia violenta, el artista echó un bufido de perro viejo.


Fue en latín, pero dio para entender:


-¡Pero no ves que estoy muerto, carajo!

H 68 – 14.09.2001


La ecosofía de los pueblos indígenas

Antes que muera el día

Carlos Mendoza *

La protección del medio ambiente es parte del debate diario en los países industrializados. Recientes estudios han demostrado que el uso de herbicidas e insecticidas elaborados con sustancias químicas ha contaminando las tierras y las aguas del planeta y está destruyendo la biodiversidad. Los llamados "cultivos orgánicos" se presentan como una alternativa, pues utilizan los principios de la misma naturaleza para el control de plagas y enfermedades. Lo que se ha "descubierto" es que para preservar el equilibrio ecológico se necesita respetar la naturaleza, reconociendo que los seres humanos somos parte de ella, no sus propietarios.

La sabiduría ancestral de los pueblos indígenas nos enseña la importancia de la armonía con el medio ambiente. En la cosmovisión maya "todo se relaciona, lo que le hagamos a la tierra recibiremos en consecuencia", explica un anciano. "Sólo debemos tomar lo indispensable de la naturaleza, para que nuestros hijos y nietos también puedan disfrutar de lo que nos da", agrega. Esa es una excelente síntesis de lo que significa sostenibilidad en el uso de los recursos.

El cuidado de la naturaleza no se reduce a conocimientos técnicos y científicos, como suele pensarse en el Occidente-capitalista. La armonía con el medio ambiente implica asumir una espiritualidad. Los mayas también nos dan lecciones al respecto: "Si no hay sol morimos, por eso nuestros antepasados nos enseñaron a llamarle Qatat, nuestro padre, porque nos da la vida, hace crecer las plantas y nos calienta. A la tierra la llamamos Qate, nuestra madre". Ese sentido de reverencia se expresa cuando le piden permiso a Dios y al nawal de la planta o árbol que necesitan, para utilizar sus hojas, tallos o frutos. En los idiomas mayas existen palabras ceremoniales para los elementos de la naturaleza, expresiones delicadas que indican los cuidados especiales que los seres humanos debemos tener. Por ejemplo, la expresión Kaqchikel loq’oläj ya’ expresa el aprecio por el agua y su importancia para la vida. No se le denomina simplemente agua, sino "agua preciosa" o "agua sagrada".

Antes que se agote el agua preciosa, o se muera nuestra madre, es necesario recapacitar y tomar las acciones necesarias para recuperar la armonía. Antes que se muera el día debemos reconocer que no somos señores del planeta, sólo sus huéspedes.

* Department of Philosophy - Queen's University – Canadá.

H 68 – 14.09.2001


Si queremos tener más Estado debemos tener más sociedad *

Susana Decibe **

La frustración profunda que compartimos los argentinos podría llevarnos a tratar de reconstruir un espacio y unas relaciones que desaparecieron para siempre de nuestro horizonte. El mundo en el cual nos reconocíamos se desvaneció en los últimos veinte años. Existen reglas que gobiernan el escenario internacional que fuerzan hacia homogeneidad las políticas macro de los países. Ya no es posible para los estados nacionales decidir libremente sobre algunas grandes variables que siempre terminan repercutiendo en la vida cotidiana de sus poblaciones. Y esto seguirá así hasta que exista una autoridad política mundial que esté en condiciones de regular este salvaje capitalismo global y sea capaz de preservar a escala universal los derechos básicos de la humanidad.

Sin embargo, atendiendo también a la experiencia de otros países, existen márgenes de decisión local acerca de lo que podemos ser y hacer, que deberemos buscar entre nosotros mismos: ese espacio está en la calidad de la convivencia que podamos recrear, en la voluntad y capacidad que tengamos para combatir de raíz la pobreza y la falta de trabajo, en la confiabilidad de nuestras instituciones, en los modelos organizativos y de representación que nos demos, en los nuevos equilibrios que encontremos entre lo público y lo privado, en las formas que deberá reaparecer la coordinación estatal para asegurar el principio de justicia e igualdad en la sociedad.

Sobran evidencias para demostrar que la ventaja competitiva entre los países se genera primero en el orden nacional. Detrás de cada economía productiva y exitosa hay una sociedad equilibrada socialmente, actores e instituciones fuertes, vínculos de competencia pero también de cooperación y, sobre todo, un amplio y generalizado consenso acerca del rumbo general a seguir como sociedad nacional. En nuestro país falta un acuerdo con el suficiente consenso acerca de qué sociedad queremos ser o, al menos, cómo no queremos vivir la gran mayoría de los ciudadanos. "Para evitar que los procesos de transformación avancen a espaldas de la sociedad, hay que gobernar los cambios", dice Norbert Lechner. Intentemos una aproximación a esa tarea.

El primer objetivo consistiría en precisar cuál será el camino para un crecimiento sustentable dado que, a pesar de los esfuerzos actuales por corregir errores, ese rumbo aún no existe. Mientras Argentina abrió salvajemente su economía y renunció al diseño de toda política activa en materia de desarrollo estratégico, países como Corea, Taiwán, Irlanda, Nueva Zelanda y Australia, por ejemplo, tuvieron políticas comerciales y proteccionismo selectivo en la producción industrial y vivieron treinta años de aprendizaje social, técnico y político que les posibilita hoy competir en el mismo mundo globalizado pero en condiciones de menor vulnerabilidad estructural.

Dar la cara

La segunda tarea, no por ello posterior, sería redefinir qué Estado necesitamos, qué reformas institucionales deberíamos implementar que dieran sustento efectivo de desarrollo elegido y qué ciudadanía ayudaríamos a recrear. Desde hace más de una década se habla de la necesidad de reformar el Estado, de avanzar en la descentralización de muchas de sus funciones y de ajustar el gasto público. Pero sólo FIEL y el CEMA tienen un proyecto para eso, coherente con la política económica que promueven, y las recomendaciones que hacen a los gobiernos tanto a nivel nacional como provincial. Por su parte, los partidos políticos hace mucho que dejaron de producir conocimiento al respecto, y cuando sus dirigentes deben gobernar apelan muchas veces a aquellas recetas que, paradójicamente, contradicen sus propias razones.

La cara del Estado aparece en nuestras vida de todos los días a través de escuelas y universidades, hospitales, juzgados y comisarías. Aparece el Estado cuando un comerciante factura con impuestos o cuando no lo hace. Está el Estado cuando los trabajadores reclaman por sus derechos y cuando los empresarios sienten que se les facilitan los entornos para ganar competitividad y mercados. La cara del Estado en los países capitalistas avanzados —sean éstos centralizados o federados— se sustenta en comunidades de intensa ciudadanía y alta productividad social, entendida como la interacción y cooperación entre instituciones públicas y privadas, organizaciones no gubernamentales y empresas que ceden en él la coordinación política y la garantía del bien común. De la calidad de esta coordinación y de la participación e interacción ampliada de los actores depende en gran medida la calidad de la vida de esas sociedades.

En nuestro país, para que tengamos mejor Estado será imprescindible tener también más sociedad. Hay que construir una alternativa clara y diferenciada de quienes conciben la reforma del mismo y de sus obligaciones básicas en clave de desmontaje sistemático, al ejercicio de la ciudadanía como un proceso creciente de acumulación de beneficios y privilegios entre los ganadores y a la descentralización de funciones públicas como pura reducción de gastos, fraccionamiento o debilitamiento de conflictos laborales y corrimiento de los mismos hacia geografías, pretendidamente menos visibles. Permitámonos imaginar, en cambio, nuevas formas de representación e intervención del Estado y una nueva división del trabajo entre lo público y lo privado. Pensar la descentralización como transferencia de poder, aumento de capacidades y fortalecimiento de los vínculos entre los distintos actores e instituciones, con nuevas reglas de juego que recreen la credibilidad y la confianza.

Modelo agotado

Recordemos el Estado que intervino en San Nicolás, en el marco de la privatización de SOMISA y su incapacidad para organizar un escenario que permitiera valorizar tanto las calificaciones de los trabajadores que quedaban desempleados como los recursos disponibles con los que se pagaron las indemnizaciones, para reconstruir nuevas alternativas sociales y productivas en esa comunidad. Evoquemos al Estado tratando de aquietar con los "planes trabajar" las protestas de Cutral-Có, La Matanza, General Mosconi y tantas otras comunidades en las que por cierre, privatizaciones o achicamiento de la economía fueron expulsados miles de trabajadores y se empobrecieron tantos hogares.

El Estado a concebir, las reformas institucionales a realizar, deben traernos un modelo de intervención y coordinación gubernamental que en la complejidad actual cree escenarios donde se equilibre el poder de los diferentes actores, se aproveche el capital social y humano de cada comunidad, se asignen recursos técnicos, financieros e institucionales, se enriquezca con información veraz la discusión pública, se recreen y fortalezcan las reglas de juego, se genere cooperación y confianza, se ayude a reconstruir la vida en común.

Si el Estado planificador centralizado muestra su agotamiento frente al incremento de la complejidad y gravedad de los problemas sociales, el fracaso de la concepción neoliberal del Estado prescindente o, lo que es peor, la ausencia de creatividad política, es más dramática aún. Estamos ante el desafío de pensar sin prejuicios el Estado que necesitamos.

Nuestra vida en común está seriamente amenazada porque están dañados los lazos que nos vinculan, la confianza básica que hace posible nuestras interacciones. Cada sector, cada institución, cada organización, las empresas, los gobiernos, los funcionarios, los usuarios suelen optar por jugar su propio juego, sin duda porque hemos extraviado el sentido de vivir juntos. Definir un rumbo, un proyecto de Nación —como producto de una coalición amplia de fuerzas renovadoras— e iniciar una profunda innovación de las instituciones públicas y privadas, de las reglas de juego, de la convivencia en sentido amplio, será el modo de alcanzar en muchos años la ventaja competitiva más duradera que podamos lograr como Nación, ya que ella será fundamentalmente de orden cultural.

Fuente: Diario Clarín, Buenos Aires, edición del 10 de julio de 2001.
** La autora fue ministra de educación de Argentina en el período 1996-1999.

H 68 – 14.09.2001


Rescatar la memoria del olvido

José Carlos García Fajardo *

"No escribimos para que sepan, si no para que no olviden. Cuando salimos a la noche hay que andar con ojo porque en ella anidan el mal y el malo. Pero eso dice la gente que no sabe, porque ahora el mal no se anda ya escondido tras los pliegues de la noche sino a cielo abierto y caminan el día impunemente. Han tomado el poder bajo sus mil formas en estas tierras que duelen y andan las modas que ellos mismos decretan". Por eso, dice el subcomandante Marcos, no podemos permitir que pongan en venta la memoria y la privaticen también. No sólo porque empezaríamos a perdernos todos nosotros, si no porque la memoria es la única esperanza que nos queda para poder abrir un mañana, que está en nosotros pero abandonado al otro lado del espejo. Tenemos que rescatarnos del olvido para que no nos privaticen y nos homologuen y perdamos la magia de la palabra. Tenemos que hacer el mejor espacio para la palabra que transita y dejar que sea ella la que nos busque y encuentre. "Que hablen los todos que son diferentes. Que hablen y encuentren la memoria, que con ella conspiren y labren un futuro mejor para todos".

A veces, parece pesar la vida porque la tomamos como sustantivo y es preciso arriesgarse en el infinitivo. André Malraux respondió al General de Gaulle: "aunque la vida no tuviera sentido, tiene que tener sentido vivir". Pero nos dejamos llevar como si dioses ociosos tuvieran en sus manos nuestras vidas. En la vorágine, no nos atrevemos a discrepar y nos aferramos al inane concepto de la seguridad que nos venden bajo mil formas. Como si hubiera algo más seguro que la incertidumbre portadora de desafíos que transforman los problemas. Quizá la frase más reveladora del Quijote sea "Yo sé quien soy, Sancho amigo".

Ante el malestar de un mundo en crisis, es preciso agarrarse a la memoria y hacer espacio a la palabra. Dentro del laberinto de espejos en que se ha convertido la historia contemporánea hay que tallarlos y convertirlos en cristales para ver lo que podemos ser. "Los espejos son para ver de este lado, los cristales son para atravesarlos y pasar al otro lado". Y empezar a ser felices queriendo lo que hacemos para superar esta soledad colectiva que hará crisis si nos lo proponemos.

Hagamos verdad nuestra memoria para que no haya olvido.

* Presidente de Solidarios para el Desarrollo y Profesor de Pensamiento Político y Social de la Universidad Complutense, Madrid.

H 67 – 07.09.2001


Legendario encuentro del que habría nacido una comunidad

Dos judíos

Haim Avni

En 1862 se congregó el primer minián –completo o parcial- para el servicio de la oración de las fiestas solemnes, con lo que se sembró la primera semilla para el surgimiento de un marco comunitario para los judíos de la Argentina. Cuenta uno de los testimonios que esa congregación había nacido en el Día del Perdón del año anterior, cuando dos judíos, provenientes de distintos países, pasaron el día sentados en sendos bancos en el parque de la Recoleta*, alejados uno del otro, cada cual enfrascado en un libro.

Al darse a conocer descubrieron que en su soledad ambos habían tenido la misma idea de pasar el día santo al aire libre, rezando las oraciones pertinentes. En ese momento decidieron ubicar en la gran ciudad más judíos y reunir, para las grandes fiestas, un minián permanente. Sea ese testimonio auténtico o sólo una leyenda, el caso es que el primer minián se reunió en 1862 y al cabo de pocos años fue transformándose en una institución comunitaria que más tarde fue reconocida como la “Congregación Israelita de la República Argentina”.

* Otra versión dice que fue bajo el gran ombú que preside ese paseo.
Fuente: Congregación en Libertad, revista de la Congregación Israelita de la República Argentina, N° 1, setiembre 2000.

H 68 – 14.09.2001


Ser judío

Arn Tzeitlin

Ser judío significa correr hacia Dios siempre
aún siendo alguien que huye de Él;
es esperar escuchar cualquier día,
aún siendo ateo,
la trompeta del Mesías.

Ser judío significa no poder abandonar a Dios
aun queriendo hacerlo;
significa no poder dejar de orarle
aun de vuelta de todas las plegarias,
aun de vuelta de todos los aúnes.

H 68 – 14.09.2001


Un cuento sufí

Extraido del Matnawi por Ahmed Kudsi-Erguner y Pierre Mainez, Paidós, 1° edición, 3° reimpresión (Rumi, 150 cuentos sufíes), Barcelona 1996. Traducción de Antonio López Ruiz. Los fragmentos corresponden a la introducción y la narración, págs. 36 y 37.

Las civilizaciones oriental y occidental no abordan (...) del mismo modo lo que afecta a la religión, a la sabiduría o al conocimiento. Por eso es con frecuencia difícil, para el lector occidental, situar a los grandes poetas del Islam. ¿Son solamente poetas? ¿Tienen sus obras un sentido esotérico? Preguntas todas que se aplican evidentemente a las obras de Mawlana Yalal al-Din Rumi, que puede aparecer en un mismo texto como un poeta, un místico o un sabio.

Esta diversidad de enfoques de la literatuta sufí hace comprender con claridad que el sufismo no podría ser reducido a una doctrina, por muy claramente formulada que estuviese. El sufismo se compone de varias tradiciones, sensiblemente diferentes unas de otras, pero que tienen todas en común su adhesión a los principios fundamentales del Islam.

El viejo músico

En tiempos del califa Omar, había un viejo músico que amenizaba las reuniones de hombres de buen gusto. Con su hermosa voz, incluso al ruiseñor embriagaba.

Pero pasaba el tiempo y el halcón de su alma se transformaba en mosquito. Su espalda se curvaba como la pared de una cántara. Su voz, que en otros tiempos acariciaba las almas, empezaba a arañarlas y a aburrir a todo el mundo. ¿Hay en esta tierra alguna mujer hermosa que no haya sufrido al deteriorarse su belleza? ¿Hay algún techo que no haya terminado por venirse abajo?

Así cayó nuestro hombre en la penuria y hasta el pan llegó a faltarle. Un día, dijo:

“¡Oh, Señor! Me has concedido una larga vida y me has colmado de tus favores. Durante setenta años no he dejado de rebelarme contra ti, pero tú siempre me has ofrecido con qué subsistir. Hoy ya no gano nada y soy huésped tuyo. Por tanto, cantaré y lloraré por tí.”

Tomó el camino del cementerio. Allí tocó el laúd y cantó, vertiendo amargas lágrimas. Luego, el sueño se apoderó de él y, tomando su instrumento como almohada, se durmió. Su cuerpo quedó liberado de las vicisitudes de este mundo. Era tan feliz en su sueño que se decía:

“¡Ah! ¡Si pudiera quedarme aquí eternamente!”.

Pues bien, en aquel mismo instante el sueño se apoderó también de Omar, el califa del Islam, que se dijo:

“No es desde luego hora de dormir, pero acaso haya una razón para esto”.

Entonces, una voz de lo desconocido se dirigió a él y le dijo:

“¡Oh, Omar! ¡Ve a socorrer a uno de mis servidores! Ese pobre está en este momento en el cementerio. Ve a darle setecientos dinares. Y dile que recobre el reposo del corazón. Ruégale que acepte esta suma y que vuelva a verte cuando se haya agotado”.

Al despertar, Omar puso la suma indicada en una bolsa y se trasladó al cementerio. Al no encontrar allí sino a un anciano dormido, se dijo:

“Dios me ha hablado de un hombre puro, de un elegido. No puede ser este viejo músico”.

Y, como un león cazando, dio varias veces la vuelta al cementerio. Viendo que no había nadie, aparte el anciano, se dijo:

“Hay corazones iluminados en los más apartados rincones”.

Se acercó al músico y tosió para despertarlo.

El músico, al ver ante él al califa del Islam, quedó atemorizado y se puso a temblar, pero Omar le dijo:

“¡Oh, anciano! No tengas miedo. Te traigo una buena noticia de parte de Dios. Él te ha considerado digno de sus favores. Aquí hay algún dinero. Gástalo y vuelve a verme”.

A estas palabras, el anciano se puso a llorar y, tirando su instrumento al suelo, lo rompió diciendo:

“¡Tú eras el velo entre Dios y yo!”

Omar le dijo:

“Son tus lágrimas las que te han despertado. Es bueno recordar el pasado. Pero para ti, en adelante, el pasado y el futuro son velos. Tú te has arrepentido de tu pasado y debes ahora arrepentirte de tu arrepentimiento”.

H 68 – 14.09.2001