El "regresus in infinitum" puede ilustrarse, creo que del modo más vívido posible, mediante las paradojas de Zenón de Elea, que dijo que si creíamos en la realidad del tiempo como hecho de instantes y la del espacio como hecho de puntos, el transcurso del tiempo y el movimiento son imposibles.
Jorge Luis Borges habla sobre el mundo de Kafka
Jorge Luis Borges habla sobre el mundo de Kafka
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Quiero examinar aquí dos temas de Kafka, el "laberinto" y la "empresa imposible", pero antes quiero decir unas palabras sobre el modus operandi de Kafka, sobre lo que los escolásticos llamaron el "regregresus in infinitum" y que es un proceso intelectual bastante común tratándose de etiología o metafísica, pero raro tratándose de literatura y podríamos decir que fuera de algunos precursores, que de algún modo fueron inventados por él, fue inaugurado por Kafka.
Y quiero recordar a mi amigo Carlos Mastronardi, el gran poeta de Entre Ríos, ¿por qué de Entre Ríos? El gran poeta de la patria y del mundo. Yo recuerdo que él había iniciado la lectura de El proceso y me dijo lacónicamente: "Franz Kafka, Zenón de Elea". Y ahora se preguntarán ustedes qué es el "regresus in infinitum", para mí una de las grandes innovaciones de Kafka: es un proceso lógico, conocido por los escolásticos. Comenzaré por uno de los ejemplos más amenos de este método y tema de Kafka. El "regresus in infinitum" puede ilustrarse, creo que del modo más vívido posible, mediante las paradojas de Zenón de Elea, que dijo que si creíamos en la realidad del tiempo como hecho de instantes y la del espacio como hecho de puntos, el transcurso del tiempo y el movimiento son imposibles, e ilustra esto mediante varias paradojas que fueron refutadas por Aristóteles y comentadas por toda la filosofía después, pero recordaré dos simplemente, ya que en ellas se ve claramente cuál es el modo de Kafka y me permite recordar a mi padre.
Fuente: http://www.galeon.com/kafka/borges3.htm
H 93 – 08 Marzo 2002
El fenómeno humano
“Para descubrirse a sí mismo hasta el fin, el Hombre tenía necesidad de toda una serie de sentidos”
Teilhard de Chardin, Orbis, Buenos Aires, 1984, págs. 43 y 44, en el proemio que el autor titula Ver. Traducción de M. Crusafont Pairó.
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Sentido de la inmensidad espacial, tanto en lo grande como en lo pequeño, que desarticule y espacie, en el interior de una esfera de radio indefinido, los círculos de objetos que se comprimen a nuestro alrededor.
Sentido de la profundidad, que relegue de una manera laboriosa, a lo largo de series ilimitadas, sobre unas distancias temporalmente desmesuradas, los acontecimientos que una especie de gravedad tiende de manera continua a comprimir para nosotros en una fina hoja de Pasado.
Sentido del número, que descubra y aprecie sin pestañear la multitud enloquecedora de elementos materiales o vivientes que se hallan comprometidos en la más pequeña de las transformaciones del Universo.
Sentido de la proporción, que establezca en lo posible la diferencia de escala física que separa, tanto en dimensiones como en ritmos, el átomo de la nebulosa, lo ínfimo de lo inmenso.
Sentido de la cualidad o de la novedad, que puede llegar, sin romper la unidad física del Mundo, a distinguir en la Naturaleza unos estadios absolutos de perfección y de Crecimiento.
Sentido del movimiento, capaz de percibir los irresistibles desarrollos ocultos en las mayores lentitudes –la agitación externa disimulada bajo un velo de reposo-, lo completamente novedoso, deslizándose hacia el centro mismo de la repetición monótona de las mismas cosas.
Sentido de lo orgánico, finalmente, que descubra las interrelaciones físicas y la unidad estructural bajo la superficial yuxtaposición de las sucesiones y de las colectividades.
El Hombre no sería capaz de verse a sí mismo de manera completa fuera de la Humanidad, ni la Humanidad fuera de la Vida, ni la Vida fuera del Universo.
* Hagamos hincapié en lo que dice del P. Teilhard mi ilustre amigo y colega, el Rdo. P. D’Armagnac, director de los Archives de Philosophie. El propio P. Teilhard estuvo convencido de que una obra “nunca puede ser terminada”, como no está terminada tampoco la obra creadora de Dios, como no lo está la misma Cosmogénesis, ni la Antropogénesis. La obra del P. Teilhard es, además, dialéctica. Enciende la poderosa llama de la lucha por la Verdad. No tiene la pretensión de haberla hallado, ni mucho menos. Pero nos impulsa a todos, con su inveterado optimismo, a ser luchadores por esa Verdad, algo que no puede presentar mejores infusiones evangélicas.
H 93 – 08 Marzo 2002
Entrevista de Julio Oliva García a Rigoberta Menchú Tum, Premio Nobel de la Paz 1992.
La doble moral de Estados Unidos
¿Qué opinión tiene sobre los atentados terroristas cometidos en Estados Unidos y sobre el marco mundial en el que ocurren?
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¿Cuál es su posición frente a lo que está ocurriendo hoy en Afganistán?
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¿Qué acciones ha desarrollado para llevar adelante esta postura contraria a la guerra?
Ya me referí a la postura que hice pública el mismo día de los atentados en los EE.UU. y a la carta que dirigí al Presidente Bush. El lunes 8 de octubre, unas horas después de iniciados los bombardeos sobre Afganistán, una delegación integrada por la Premio Nobel irlandesa Mairead Coorigan Maguire, el Premio Nobel argentino Adolfo Pérez Esquivel y mi persona, nos hicimos presentes en Nueva York para entrevistarnos en la ONU con el actual Presidente de la Asamblea General, el Presidente del Consejo de Seguridad y el Secretario General Kofi Annan. En cada una de esas reuniones expresamos nuestro rechazo a la agresión militar que se había iniciado, con la convicción de que la violencia no se combatirá con más violencia. Demandamos la defensa y el respeto al orden jurídico internacional establecido para garantizar la convivencia entre las naciones. Junto a varios Premios Nobel de la Paz, estamos preparando un encuentro de personalidades con representación y reconocimiento a nivel mundial para reiterar y reforzar la exigencia a favor de la paz. Buscamos que nuestro llamado a la cordura encuentre eco en los parlamentos y en otras esferas de decisión política, que sean capaces de oponerse a quienes se han subordinado incondicionalmente a los grandes intereses económicos, políticos y militares que están arrastrando al mundo a la locura de la guerra. Este encuentro probablemente se realizará en la Ciudad de Madrid, España, en los primeros días de diciembre. En estos días he estado recorriendo varias ciudades de los EE.UU. para reunirme con universitarios, gente de iglesia y otros grupos ciudadanos, acompañándolos en sus esfuerzos por la paz y estimulando su determinación de oponerse a la guerra. Estoy convencida de que del seno del propio pueblo estadounidense saldrán las mejores contribuciones a favor de la paz y emergerán los movimientos más efectivos contra el guerrerismo que hoy se ha impuesto en el mundo.
¿Cuál es en estos momentos su relación con Chile?
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Fuente: El Siglo, 4 de noviembre del 2001
H 93 – 08 Marzo 2002
Paul Valéry y sus
Notas sobre poesía
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Los versos no son sino eso, un estado de invención establecido por ellos mismos y la regla del juego consiste en que lo inventado no tenga ningún valor.
Aquel que danza no tiene por objeto marchar. Su fin no está en el espacio y, por lo tanto, espacio y aparatos de desplazamiento son sólo los medios. Las piernas entonces ya no sirven para franquear y alcanzar. Lo mismo ocurre con las palabras, que no sirven más que para informar e informarse.
La sintaxis y las palabras en un poema deben ser tan precisas como sea posible, pero el sentido debe permanecer impreciso, múltiple, jamás totalmente identificable con una "función limitada" de los términos.
Esta no-equiparación es esencial en poesía.
La prosa, la verdadera prosa (no todo lo que no esté escrito en verso) debe identificarse como una proposición geométrica, es decir, debe anularse en el momento mismo de su comprensión.
Se pueden combinar estos dos tipos mediante alternancias.
El verdadero poeta nunca sabe exactamente el sentido de aquello que tuvo la felicidad de escribir, pues desde ese punto de vista él se convierte en un simple lector, un instante después.
Acaba de escribir un sinsentido: es decir algo que debe recibir un sentido y no ofrecerlo (lo cual es muy diferente).
¿Cómo concebir ese trabajo paradojal? Escribir algo que restituya aquello que no ha sido dado. El verso aguarda un sentido -el verso escucha a su lector-. Y aun cuando yo diga que observo mis ideas, mis imágenes, igualmente podría decir que soy observado por ellas. ¿Dónde ubicar el yo?, ¿por qué esta relación será asimétrica?
Aquella parte de las ideas que no es posible poner en prosa se pone en verso. Si se la encuentra en prosa, demanda el verso, y parece un verso que no ha podido conformarse todavía. ¿Cuáles son estas ideas?
Son aquellas que se hacen posibles únicamente en un movimiento muy vivo o rítmico o irreflexivo del pensamiento.
La metáfora, por ejemplo, manifiesta desde su comienzo ingenuo un tanteo, una hesitación entre varias expresiones de un pensamiento, una impotencia explosiva que va más allá de la potencia necesaria y suficiente. Cuando el pensamiento haya sido retomado y precisado hasta su máximo rigor, hasta su único objeto, entonces la metáfora será borrada. Aparecerá la prosa.
Estos desplazamientos, observados y cultivados por sí mismos, se han convertido en el objeto de un estudio y de un empleo: la poesía. De este análisis resulta que la poesía tiene por objeto especial, por dominio verdaderamente propio, la expresión de lo que es inexpresable en las funciones finitas de la palabra. El objeto propio de la poesía sería entonces aquello que no tiene un único nombre, lo que en sí mismo demanda y provoca más de una expresión. Lo que suscita, por su unidad antes de ser expresada, una pluralidad de expresiones. Es prosa el escrito que tiene un fin expresable.
La poesía no tiene que exponer ideas. Las ideas (en el sentido común de la palabra) son expresiones o fórmulas. La poesía no está en ese momento. Está en un tiempo anterior, aquel en el que las cosas mismas están como preñadas de ideas. Ella debe, por lo tanto, formar o comunicar el estado sub-intelectual, o pre-ideal, y reconstituirlo como función espontánea, mediante todos los artificios necesarios.
Un poema debe ser una fiesta del Intelecto. No puede ser otra cosa. La Fiesta es un juego, pero solemne; una imagen de lo que ya no existe, del estado en que los esfuerzos son solamente ritmados, rescatados. Se celebra algo, realizándolo o representándolo en su situación más bella y pura.
Aquí surge la facultad del lenguaje y su fenómeno inverso, la comprensión, la identidad de las cosas que él separa. Se desechan sus miserias, sus debilidades, su cotidianidad.
Cuando la fiesta termina nada debe permanecer. Sólo cenizas y guirnaldas pisoteadas.
H 93 – 08 Marzo 2002
Hermann Hesse: poesía y reflexión
Vida de una flor
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14-VIII-1934
Por la verde ronda de hojas ya se asoma
con temor infantil, y apenas mirar osa;
siente las ondas de luz que la cobijan,
y el azul incomprensible del cielo y del verano.
Luz, viento y mariposas la cortejan; abre,
con la primera sonrisa, su ansioso corazón
hacia la vida, y aprende a entregarse,
como todo ser joven, a los sueños.
Más ahora ríe toda, arden sus colores
y su cáliz abulta ya el dorado polen;
aprende a sentir el calor del mediodía
y, agotada, se inclina al lecho de hojas por la tarde.
Labios de mujer madura con sus bordes,
donde las líneas tiemblan por la edad ya presentida.
Cálida florece al fin su risa, en cuyo fondo
amarga caducidad y hastío anidan.
Pero ya se ajan y reducen los pétalos,
ya cuelgan pesadamente sobre las semillas.
Palidecen los colores como espectros: el gran
secreto envuelve ya a la moribunda.
El caminante disfruta del mejor y más delicado de los placeres, porque además de saborear sabe de lo pasajero de todas las alegrías. No se queda largo tiempo mirando lo ya perdido, ni ansía echar raíces en el lugar donde una vez estuvo a gusto. Hay viajeros por placer que van año tras año al mismo lugar, y muchos que no pueden despedirse de un bello paisaje sin antes tomar la decisión de volver muy pronto. Buena gente podrán ser, pero no buenos caminantes. Tienen algo de la roma embriaguez de los amantes y algo de ese afán coleccionista de las muchachas que recogen la flor de tilo. Pero afán de caminante no tienen, ese afán callado, serio y alegre al mismo tiempo, siempre diciendo adiós.
H 93 – 08 Marzo 2002