Heráclito 85

Escuchar: un arte complejo

Carlos Alemany

«Nos han sido dadas dos orejas, pero sólo una boca, para que podamos oír más y hablar menos.» Zenón de Elea

Zenón de Elea era un buen observador de lo que ocurría en la vida cotidiana: que la gente de entonces hablaba mucho y oía/escuchaba muy poco. Hoy, veinticinco siglos después, su aforismo sigue siendo de plena actualidad. Ahi está como aviso, no sólo para navegantes, sino casi, casi, para náufragos...

¿Por qué practicamos tan poco algo que psicológicamente necesitamos tanto? Ciertamente, los vientos que corren acentúan la prisa, el activismo, el desahogo compulsivo, etc, a los que se suman los avances tecnológicos de la llamada «sociedad del clic». El teléfono, por ejemplo, un buen instrumento para poder comunicarnos, pasa a ser el elemento invasor más habitual en nuestras vidas. Ahora ya ni siquiera necesitamos levantarnos para atenderlo: el inalámbrico interrumpe la comida, la sobremesa... Cada vez es más frecuente ver cómo se utiliza en la calle o mientras se conduce el coche... Está, además, la «partline» (el totum revolutum, todos hablando a la vez); etc, etc.

Otro ejemplo: la juventud está ya plenamente inserta en la era del «walkman»: los «cascos» siempre puestos, en el metro, en el autobús, pedaleando, o a la salida de clase... ¡Siempre buscando la hiperestimulación..! ¿Puede darse, en una sociedad así, con una vivencia del tiempo tan acelerada, el espacio, el ámbito y la serenidad suficientes para que se produzca esa escucha sosegada, esa conexión interpersonal que produce el saberse escuchado por el otro? Lo tenemos, ciertamente, bastante difícil. Por eso la escucha es, paradójicamente, un valor tan necesario como contracultural. Tal vez, cuando la hartura se haga ya inaguantable, tratemos de huir de la ciudad al campo. Sin embargo, es posible que nos llevemos con nosotros —también al campo— los ruidos internos y externos que nos impidan abrirnos a una acogida, al deseo que tienen de comunicarse con nosotros nuestra mujer, nuestros hijos, nuestros amigos o vecinos... Y, sin embargo, ahí está siempre latente, como esperando su momento, esa capacidad de disfrutar lo natural, de escuchar el viento que peina la sierra, de oír a los pájaros que compiten, en variopinto concierto, con la «música callada».

Tony de Mello formulaba muy acertadamente esta búsqueda de la consciencia lúcida, esa que está presente y conectada a lo que se contempla, ve o escucha. En uno de sus cuentos trae a colación a un discípulo que se quejaba constantemente a su Maestro de que le ocultaba el secreto último del Zen.

«Un día, el Maestro se lo llevó a pasear con él por el monte. Mientras paseaban, oyeron cantar a un pájaro.

—¿Has oído el canto de ese pájaro? -le preguntó el Maestro.

—Sí -respondió el discípulo.

—Bien, ahora ya sabes que no te he estado ocultando nada.

—Sí -asintió el discípulo»'.

Oír, escuchar, contemplar. .. requieren un ámbito y una actitud bien distintos de los que habitualmente nos rodean: ruidos, ruidos, ruidos... o palabras. «Palabras para cantar, palabras para rezar, palabras para llorar, palabras, palabras, palabras...», recitaba acertadamente José Antonio Labordeta allá por los años setenta.

Dos falsas creencias -o mitos- sobre el escuchar

A) ¿Es lo mismo «escuchar» que «oir»?

Es innegable que con frecuencia utilizamos indistintamente ambos verbos en nuestro lenguaje ordinario. «¿Es que no me has oído?», le pregunta la esposa a su marido. «Sí, sí... te estaba escuchando...», responde éste, aunque a duras penas podría repetirle las últimas palabras que ha registrado el microordenador de su cerebro.

Cuando hablamos de «oir», estamos refiriéndonos al proceso fisiológico que acontece cuando la recepción de las ondas -estímulos- produce una serie de vibraciones que llegan al cerebro. Hay un umbral de audición que tiene lugar cuando se producen ondas con una frecuencia de entre 125 y 8.000 c/seg. Por debajo de ese umbral, es muy poco... o nada lo que oímos:

- El silencio absoluto o el desierto están entre 0 y 10 decibelios.

- El ambiente de una biblioteca o el cuchicheo, entre 30 y 40 decibelios.

- Una conversación habitual de tono moderado puede estar entre 50 y 60 decibelios.

Pero a partir de ahí se «dispara» la estimulación, y el ruido se hace fuerte, intolerable y hasta doloroso.

El camión que descarga la basura, el frenazo de un coche o una acalorada discusión de los vecinos subirán los decibelios hasta 80-90; -una moto acelerando a tope por una urbanización, o una discoteca «normal», situarán la tensión entre 110-120 decibelios; por otra parte, el hecho físico de oír no puede ser detenido, ya que las vibraciones se transmiten a nuestro cerebro inevitablemente, lo queramos o no.

Escuchar es otra cosa. Escuchar es un proceso psicológico que, partiendo de la audición, implica otras variables del sujeto: atención, interés, motivación, etc. Y es un proceso mucho más complejo que la simple pasividad que asociamos al «dejar de hablar».

Relevantes psicólogos de nuestro tiempo han destacado la importancia de esta dinámica del escuchar, calificándola con elocuentes epítetos. C. Rogers hablará del «escuchar empático»; R. Carkhuff, del «escuchar activo», como contrapuesto al pasivo; J. Rowan, del «escuchar holístico» (la escucha como proceso de la totalidad); y E. Gendlin, del «escuchar absoluto» o del «escuchar terapéutico», subrayando en este caso que la escucha no es sólo una mera disposición o simple paso dentro de un proceso de cambio, sino que puede ser en sí misma un proceso sonante, por la capacidad que tiene de facilitar la clave de comprensión de los significados (2).

M. Marroquín ha insistido en esta misma línea, encuadrando la escucha activa como una destreza imprescindible en cualquier tipo de relación de ayuda (3). También se ha categorizado adecuadamente el escuchar como el proceso de la atención psicológica interna. Escuchamos desde nuestro adentro, limpio de ruidos, y con la atención relajada y convergente. Esperanza Borús (4) desarrolla magníficamente esta relación entre atención-relajación, que hace posible el marco de referencia de la escucha eficaz, más allá de la mera audición repetitiva, tratando de crear todo un estilo de vida diferente.

B) ¿Habilidad natural o destreza aprendida?

La segunda falsa creencia o mito tiene que ver con la suposición de que escuchar es un proceso natural; de que, a no ser que tengamos lesiones orgánicas, escuchar es algo que nos viene dado por evolución desde nuestro nacimiento. Nacemos con los ojos y los oídos cerrados, y casi sin saber respirar; pero enseguida el instinto de conservación y nuestra propia evolución nos enseñarán a respirar, a ver, a oír, a gritar, a hablar y a andar.

Es indudable que hay personas con más habilidad que otras para manejar estos procesos de forma natural, lo mismo que hay personas mas hábiles para hablar, para escuchar o para nadar. Pero, curiosamente, a partir de los años setenta los distintos expertos o «gurus» se fueron encargando de advertirnos que «no sabíamos respirar», que «no sabíamos ver» -sólo sabíamos mirar-, que «no sabíamos relajarnos», que «no sabíamos acariciarnos», que «no sabíamos escuchar»...

Y es que, sobre una base natural, escuchar es una destreza que debe ser aprendida y enseñada, repetida y evaluada. Sólo entonces, lo que aparecía como un aprendizaje artificial pasa a ser algo ya integrado en nuestro propio talante personal. Eso sí, una vez detectados nuestros déficits y mejorados nuestros logros. Sobre ello diremos una palabra enseguida.

En definitiva, nadie tiene que enseñarnos a oír, a gustar o a tocar; pero todo es muy distinto cuando alguien nos hace diestros y expertos en la escucha profunda, en saborear los distintos gustos o en el uso del tacto como comunicación cálida: sólo entonces comprendemos la diferencia que se da entre los procesos naturales y los que se adquieren con programas de adiestramiento para operativizar y maximizar nuestros propios recursos personales. No caer en la cuenta de todo esto significa quedar encerrados –ensimismados- en nuestros propios ruidos o atrapados en las propias pantallas mentales, como muy acertadamente sugiere Krishnamurti: «La mayoría de nosotros escuchamos a través de una pantalla de resistencia. De una auténtica escucha nos separan nuestros prejuicios, sean religiosos o espirituales, psicológicos o científicos; nos separan nuestras preocupaciones diarias, nuestros deseos o expectativas, nuestros miedos, etc. Y con esto como pantalla... ¡escuchamos! Por lo cual, lo que realmente escuchamos es... nuestro ruido, nuestro sonido, no lo que realmente está siendo dicho...» (5).

Escuchar y ser escuchado: un arte experiencial

Así pues, la dinámica de la escucha implica una actitud, una destreza que podemos ir mejorando, un proceso que puede desarrollar en nosotros uno de los valores personales más valiosos e incluso proporcionarnos algunas de nuestras mejores experiencias vitales. Carkhuff habla de lo mucho que ayuda actualizar la motivación justamente en el momento anterior a la escucha de alguien. Aquí y ahora, ¿por qué es importante para él o para ella, para mí, para la interacción entre ambos, que yo escuche bien?

Sin embargo, a la larga, el auténtico proceso motivacional es el que nos transmiten nuestras propias experiencias: esas que nos hablan del beneficio o disfrute que nos llegan a través del acto de escuchar, o del alivio y hondo sentido de pertenencia que produce el haber sido escuchado por otros. Cuando, al final de su vida, trataba de recopilar sus mejores experiencias en la comunicación, Carl Rogers expresaba esto mismo de forma bien sugerente:

«El primer sentimiento simple que quiero compartir con vosotros es lo que disfruto cuando realmente puedo escuchar a alguien. Escuchar a alguien me pone en contacto con él, enriquece mi vida. A través de la escucha he aprendido todo lo que sé sobre los individuos, la personalidad y las relaciones interpersonales...

Esa experiencia la recuerdo desde mis primeros años en la escuela secundaria. Un alumno formulaba una pregunta, y el profesor daba una magnífica respuesta a otra pregunta completamente diferente. Siempre me invadía una sensación de dolor y angustia: '¡Usted no le ha oído!', era la reacción que me producía. Sentía una especie de desesperación infantil ante la falta de comunicación, que era —y sigue siendo— tan común.

La segunda cosa que he aprendido, y que me gustaría compartir con ustedes, es que me gusta ser escuchado. Innumerables veces en mi vida, me he encontrado dando vueltas a una misma cosa o invadido por sentimientos de inutilidad o de desprecio. Creo que he sido más afortunado que muchos, al encontrar en esos momentos a individuos que han sido capaces de escuchar mis sentimientos más profundamente de como los he conocido yo, escuchándome sin juzgarme ni evaluarme...» (6).

No hace falta mayor comentario, pues el texto habla por sí sólo. Unicamente agradecer lo que supone de auto-revelación: también los que creemos nos vemos invadidos por sentimientos de inutilidad y nos sentimos aliviados cuando otro ser humano, a través de la escucha, nos devuelve la conexión con nuestro ser más íntimo.

Los bloqueos psicológicos: áreas de dificultades para escuchar

Si escuchar es una destreza que debe de ser aprendida y en la que hay que entrenarse para poder mejorar su adquisición y dominio, tenemos que ser conscientes de dos aspectos:

- Qué tipo de dificultades tenemos habitualmente que nos impiden escuchar eficazmente.

- Qué alternativas o qué pistas podemos proponer para poder mejorar la cantidad y calidad de nuestra escucha personal.

Dividiremos las dificultades –funcionalmente- en tres áreas: física o fisiológica, emocional y cognitiva.

A) Área física a fisiológica

Cansancio corporal
. Cuando el cuerpo está físicamente cansado, somnoliento (por falta de sueño, por una digestión pesada, etc.), hambriento, sediento..., tenemos más dificultades para obtener el nivel de energía necesario para una buena calidad en la escucha. Unas necesidades corporales básicas no aseguradas dificultan la gratificación de las psicológicas. Cada cual conoce sus propios bio-ritmos corporales, la alternancia cansancio-descanso y su incidencia a la hora de facilitar o entorpecer la atención corporal necesaria.

Clima, ambiente y ecología de la comunicación. El contexto ambiental de la escucha puede servir de ayuda o de entorpecimiento. Pasar frío o tener excesivo calor perturba nuestra atención psicológica, porque el cuerpo no encuentra su equilibrio homeostático. El ambiente nos hará caer en la cuenta de cosas tan concretas como los olores, la mala ventilación, los humos... La ecología tiene que ver con las formas naturales de estar sentado o de pie y con la búsqueda de sitios tranquilos o, por el contrario, hiperestimulantes y que no facilitan la serenidad necesaria para escuchar.

Distracciones físicas. Hacemos aquí alusión a las distracciones externas, a las que logran apartar nuestra atención del proceso de la escucha. Pongamos algunos ejemplos: mesas y sitios revueltos y en desorden; interrupciones constantes de personas, teléfonos, timbres, ruidos... Cuando esto sucede, el discurso verbal, el fluido emocional y la atención que requiere la escucha no encontrarán los mínimos necesarios para facilitar al otro el proceso de autoexploración. Por el contrario, a través de esos datos no verbales le transmitiremos nuestra falta de atención o nuestra dificultad o incompetencia para la escucha.

B) Área emocional

Mejorar la calidad de la escucha supone la capacidad de ser conscientes de que también las dificultades emocionales pueden actuar como interferencias. Escuchamos al otro/a con lo que somos y con lo que sentimos. Por otra parte, en la interacción aflorarán en nosotros nuevas emociones o sentimientos en relación con esa persona o con los contenidos que nos está transmitiendo. Por eso será bueno que nos hagamos esta sencilla pregunta: ¿qué emoción o sentimiento invade mi persona aquí y ahora? Mi autoconsciencia emocional me dirá si estoy harto, ansioso, agresivo, inquieto, herido por algo, temeroso, etc. Seguramente, todo eso estará sucediendo con independencia de mi interacción con esa persona; pero tomar conciencia de ello, reconocerlo y «darme permiso» para que sea así, me ayudará a liberar energía para escucharla.

Durante este proceso de interacción -que puede durar entre unos pocos minutos y unas cuantas horas-, me será de ayuda preguntarme: ¿qué sentimientos me está produciendo esta persona?; ¿qué sensación estoy experimentando con respecto a lo que me comunica?; ¿se está dando algún tipo de contagio emocional? De nuevo, concienciar los sentimientos y emociones es una forma de establecer una cierta distancia, de crear un espacio afectivo suficiente para permitir a la persona ser ella misma, con sus afectos y sus historias, y sentir simultáneamente que puedo acogerlos tal como son expresados.

Con frecuencia se da el caso de que la comunicación del otro, o bien por el contenido o bien por las emociones favorables o desfavorables que desencadena en nosotros, nos afecte notablemente y nos impida, de hecho, mantener una distancia empática facilitadora. A lo mejor, su miedo toca mi miedo encubierto. Tal vez él o ella —sin saber muy bien por qué— logre disparar mi agresividad o mi vulnerabilidad. Facilitar un espacio de consciencia a este posible contagio emocional es condición sine qua non para salir de uno mismo y poder escuchar y acoger los sentimientos del otro.

Habría que aludir también, aunque sólo sea de pasada, a otras polaridades tales como «aburrido-interesante», «sereno-amenazante», «atractivo-repulsivo», que nos pueden hacer caer en la cuenta de nuestras reacciones —que terminan siendo resistencias— tanto frente al contenido verbal como frente al tono emocional que nos transmite nuestro interlocutor. Será un bonito desafío a nuestro repliegue emocional.

C) Área cognitiva o mental

Es una de las que más dificultan o bloquean todo el proceso de la escucha activa y funcional. Aquí entraría todo lo que bulle en nuestro cerebro: pensamientos, ideas irracionales, prejuicios habituales inconscientes, «rollos mentales» y, en general, todos aquellos mensajes que estamos creando mientras conectamos o desconectamos con el otro.
Algunos de estos mensajes son tan claros como habituales:

Prejuicios, ya sean políticos, morales, culturales, primeras impresiones, etc. Todos los tenemos, y así funcionamos. Pero, aunque no es posible evitarlos, sí podemos, en cambio, reducir su efecto para que interfieran con el menor ruido posible en la comunicación.

Ocupaciones de la mente. La sabiduría balística actual nos aconseja: «pon tu mente allí donde está tu cuerpo». Sin embargo, sabemos lo difícil que nos resulta hacerlo habitualmente; de ahí el perpetuo estado de disociación mente/cuerpo en que vivimos. Un dato: está comprobado que una persona es capaz de comprender los mensajes verbales de otra a una media de 600 palabras por minuto. Sin embargo, la media de una conversación normal es de 100 a 140 palabras por minuto. La conclusión es obvia: mientras el otro «habla», ya sea en una conversación privada, en una conferencia o dando una clase, tenemos bastante «tiempo libre mental». ¿En qué solemos ocupar este «tiempo libre»? En ir y venir a otros pensamientos, hacer planes, acordarnos de asuntos pendientes, etc. Y, aun cuando estemos escuchando con interés, motivación, etc., muy fácilmente usamos este tiempo para pensar en la respuesta que le vamos a dar, en la pregunta que le tenemos que hacer o en las asociaciones experienciales que vamos a comunicar en cuanto nos sea posible meter baza...

En cualquier caso, no estamos con la mente despejada y abierta para recibir toda la información que el otro nos está transmitiendo, ni tampoco para captar el tono emocional que la acompaña. Nuestra impaciencia mental le hará un mal servicio al otro, que no se sentirá ni escuchado ni comprendido, sino tan sólo respondido a alguno de los estímulos que nos ha enviado. Saber invertir ese «tiempo libre mental» en subrayar internamente los puntos circulares de la información, en observar las contradicciones con su lenguaje no verbal, en conectar datos o constatar lo que no entendemos, facilitará grandemente nuestra escucha.

Habría otro tipo de dificultades o bloqueos psicológicos que añadir a los ya propuestos. Creemos, sin embargo, que éstos son los más comunes y los que deben ser abordados con prioridad.

Algunas sugerencias para mejorar la calidad de la escucha

1. Me parece importante, no sólo estar convencidos de que escuchar es un valor que hay que potenciar, sino también, y en virtud de ello, repasar las experiencias de escucha que tenemos habitualmente. Nos podemos preguntar: en los dos últimos meses, ¿a cuántas personas y durante cuánto tiempo tengo conciencia de haber escuchado? ¿Qué datos me han proporcionado esas personas de que efectivamente ha sido así, de que conmigo, por ejemplo, han mejorado su autoexploración? ¿Me lo han dicho directamente («¡qué gusto, hablar contigo!»; «gracias por haberme escuchado!»...)? Y viceversa: ¿por quiénes me he sentido realmente escuchado/a en los últimos días?

2. Este discernimiento potencia también nuestro aprendizaje cuando nos ofrece experiencias negativas: personas, ambientes, grupos, etc., donde te han interrumpido, no te han atendido mínimamente, o lo han hecho simultaneando la escucha con otras tres cosas a la vez... El enfado que produce esta falta de atención puede servirnos para aprender a no hacer lo mismo con otros.

3. Ayudaría también el saber detectar en cada una de las tres áreas -física, emocional y cognitiva- dos o tres déficits o dificultades habituales, y proponernos durante un tiempo su corrección, para mejorar así la destreza en la escucha. Por ejemplo: ¿qué hacer para evitar las distracciones físicas que más me perturban?; ¿cómo puedo actualizar mi motivación antes y durante la escucha de alguien? O tal vez sea en el terreno emocional donde tenga que empezar a trabajar más concretamente: ¿puedo recibir con más neutralidad emocional los mensajes del otro?; ¿puedo manejar mejor mi ansiedad, mi miedo o mi desinterés emocional?

4. Con todo ello mejoraremos, no sólo nuestra actitud, sino también nuestra destreza; y lograremos ser personas capaces de escuchar activamente y de facilitar funcionalmente la comprensión del otro.

Pero si, además de ello, pretendemos crecer en este camino, si queremos hacer de la escucha uno de nuestros objetivos vitales, entonces tendremos que dar pasos ulteriores y someternos a nuevos retos o desafíos. Sólo quiero dejarlos indicados:

- ¿Qué otros aspectos ayudan a mejorar la calidad de mi escucha?

- ¿Qué puedo aprender de las personas por las que me siento realmente escuchado?; ¿cómo me lo han facilitado (tono de voz, tipo de intervención, etc.)?

- ¿Cómo ser capaz de escuchar a personas y contenidos opuestos y contrarios a mis propias ideas, valores o sentimientos?

- ¿Puedo especializarme en «escuchas difíciles»? Por ejemplo, escuchar a personas obsesivas, repetitivas, pesadas, lentas, aburridas, etc. (lo cual requerirá una mayor dosis de paciencia), o a aquellas otras a quienes habitualmente se evita por su peculiar carácter, su introversión o su pobreza de recursos humanos...

Crecer en esta línea es hacer de la dinámica de la escucha un pivote que facilite simultáneamente nuestro propio crecimiento personal junto con el de los demás. Son ellos, en definitiva, los que nos permiten, con las experiencias que nos aportan y sin ser del todo conscientes, ampliar sustancialmente nuestro propio horizonte vital.

En resumen, escuchar es todo un arte que se aprende ejercitándolo, detectando las dificultades e inercias más habituales para poder intervenir sobre ellas. Pero también es un arte que, aunque parezca difícil, no lo es tanto cuando lo convertimos en experiencia viva y moldeable, cuando lo concretamos en objetivos alcanzables.

1 A. DE MELLO, El canto del pájaro, Sal Terrae, Santander 1989, pp. 28-29.
2 Fue Gendlin uno de los primeros en crear «grupos de cambio», en los que entrenaba a las personas en las destrezas de «escuchar y ser escuchado». Cfr. E. GENDLiN, Focusing: proceso y técnica del enfoque corporal, Mensajero, Bilbao 1991, pp. 143s.
3 M. MARROQUIN, «La escucha activa», en (VV.AA.) Incomunicación y conflicto social, Asetes, Madrid 1984, pp. 251-315. Cf. también, del mismo autor, «La escucha activa como instrumento terapéutico en la relación de ayuda psicológica»: Revista de Psiquiatría y Psicología humanista 27-28 (1989) 74-82.
4 E. BORUS, Relajación y vida, Rotorola, Pozuelo de Alarcón (Madrid) 1991.
5 KRISHNAMURTI, The first and the last Freedom.
6 C. ROGERS, El camino del ser, Kairós, Barcelona 1987, pp. 17-19.

Fuente: http://www.mercaba.org/DOSSIERES/escuchar.htm
H 95 – 22 Marzo 2002



La televisión, los videojuegos, internet y toda la parafernalia de las comunicaciones visuales ha producido un nuevo modelo que parece no tener vuelta atrás: "mire y no piense". La lectura crítica, conviene recordarlo, va siendo ya pieza de museo.

Esclavos de las imágenes

Marcelo Colussi

No piense, mire la pantalla!" Con esta frase, se resume la tendencia de la participación de muchos ciudadanos en la construcción de su realidad cultural. Según diversas investigaciones, el 80 % de lo que un adulto "sabe" proviene, en términos generales, de los mensajes emitidos a través de la televisión. ¿Quiere eso decir que una persona sabe con fidelidad lo que ocurre a su alrededor?

Esta situación, más propia de aquellos que viven en grandes núcleos urbanos, va ampliándose a todo tipo de ámbitos con el mismo resultado, puesto que las nuevas tecnologías llevan los mismos mensajes a casi todas las partes del mundo. Grandes masas de seres humanos se convierten así en consumidores pasivos de imágenes, cada vez más sutiles, más atractivas... en definitiva, más manipuladas. Si bien las poblaciones, consideradas como agentes pasivos en la comunicación, no han tenido históricamente acceso al poder, con las tecnologías contemporáneas centradas en lo visual y la manipulación que esto posibilita, se alejan cada vez más de la toma de decisiones.

La televisión, los videojuegos, internet y toda la parafernalia de las comunicaciones visuales ha producido un nuevo modelo que parece no tener vuelta atrás: "mire y no piense". La lectura crítica, conviene recordarlo, va siendo ya pieza de museo.

Varias preguntas se abren: ¿quién se beneficia de esta situación? ¿Es "mala" esta tendencia? ¿"Peligrosa" quizá? Si así fuera: ¿por qué se produce?

Las nuevas tecnologías, cada vez en mayor medida, no son ese instrumento necesario para ayudar al desarrollo humano, como sugería el último informe del Programa de Naciones Unidas Para el Desarrollo (PNUD), sino que se han convertido en una atadura que condiciona de forma negativa a las personas.

El auge de la cultura de la imagen, que marcó la segunda mitad del siglo XX y parece no tener fin, ¿no ha determinado en buena medida la manera en que concebimos nuestra realidad? Importa más la presentación que el contenido. Se vende cualquier cosa (productos necesarios o innecesarios, candidatos políticos o religiones, etc. -la lista es interminable) más por su colorido, por la cosmética con que se recubre, por la superficialidad ruidosa y hedonista con que se la presenta, que por sus cualidades reales.

La preeminencia que ha cobrado lo imaginario no puede desligarse de una ideología centrada en la ganancia en tanto motor del desarrollo económico –que apela, en consecuencia, a la "venta" de imágenes con fuerza frenética. Pero no puede desligarse, hoy en día, de la forma misma del desarrollo que ha tomado la tecnología; ya no con carácter instrumental, sino como fin en sí mismo.

La imagen atrapa, tiene un valor propio: fascina. Así como los insectos caen en la luz que los subyuga, los humanos sucumbimos a las pantallas de las máquinas vendedoras de sueños. Esto nos lleva a hacernos otra pregunta: ¿estamos los humanos condenados a vivir siempre con un nivel de ilusión? ¿Por qué es más fácil – fascinante – dejarse invadir por un informativo televisivo (o espectáculo de novedades, más rigurosamente dicho) que desarrollar una lectura analítica? ¿Por qué gusta destinar tanto tiempo a la "recreación" barata que nos ofrecen las pantallas?

No hay dudas de que "vende" (impacta) más una imagen atractiva que un discurso sesudo; la fascinación es una parte muy importante de lo humano. Quizá por eso pudo constituirse –y seguirá ahondándose– esa cultura de lo visual irreflexivo. Aunque esto no es lo más preocupante, lo escandaloso es la manipulación con fines de control social que se hace de ello.

Ante esta situación, la sociedad civil, los grupos de investigación sociológica, los propios profesionales de los medios de comunicación, los profesores de las universidades... deben despertar de su letargo y hacer oír su voz con alternativas a esta cultura del "no piense". El debate está abierto. Y no sobran propuestas.

H 95 – 22 Marzo 2002

Heráclito 84

Resumen de una ficción de Larry Hannigan

"Quiero toda la tierra más el 5 por ciento"

El Trueque

Por generaciones la gente utilizó el sistema del trueque. Un hombre mantenía a su propia familia proporcionando todas sus necesidades o bien se especializaba en un comercio particular. Los bienes excedentes de su propia producción, los intercambiaba por los excedentes de otros.

En cada comunidad un gobierno simple había sido formado para cerciorarse de que las libertades y los derechos de cada persona fueran protegidos y que no se forzara a ningún hombre a hacer cualquier cosa contra su voluntad por ningún otro hombre, o cualquier grupo de hombres. Éste era el único propósito del gobierno y cada gobernador era apoyado voluntariamente por la comunidad local que lo eligió.

Sin embargo, el día del mercado era un problema que no podían solucionar. ¿Valía un cuchillo una o dos cestas de maíz? Valía una vaca más que un carro... etcétera. A ninguno se le ocurría un sistema mejor.

Fabian, el orfebre, había anunciado, "tengo la solución a nuestros problemas del trueque, e invitó todos a una reunión pública para mañana".

El dinero

El día siguiente había un gran escenario en el cuadrado de la ciudad y Fabian explicó a todos el nuevo sistema que él llamó "dinero". Dijo: "El oro que uso en ornamentos y joyería es un metal excelente. No se deslustra ni se enmohece, y durará muchos años. Fundiré un poco de mi oro en monedas y llamaremos a cada moneda "un dólar". Él explicó cómo trabajarían los valores, y que ese "dinero" sería realmente un medio para el intercambio, un sistema mucho mejor que el trueque.

Uno de los gobernadores preguntó, "algunas personas pueden encontrar oro y hacer las monedas para sí mismos", él dijo: "eso sería de lo más injusto", Fabian tenía preparada la respuesta. "Solamente las monedas aprobadas por el gobierno pueden ser utilizadas, y éstas tendrán una marca especial estampada en ellas". Esto parecía razonable y fue propuesto que se le de a cada hombre un número igual de monedas. "Sólo yo merezco la mayoría," dijo el fabricante de velas, "todos utilizan mis velas". "no", dijo el granjero, "sin alimento aquí no hay vida, nosotros tenemos que tener la mayor cantidad de monedas". Y la discusión continuaba.

Fabian los dejó discutir por un rato y finalmente dijo, "puesto que ninguno de ustedes puede llegar a un acuerdo, yo sugiero que cada uno obtenga la cantidad que requiera de mí. No habrá límite, a excepción de su capacidad de devolverlas. Cuanto más dinero cada uno obtiene, más debe devolver al final del año.

Interes

"¿Y qué pago recibe usted?” la gente le preguntó a Fabian.

"Puesto que estoy proporcionando un servicio, es decir, la fuente de dinero, me dan derecho al pago por mi trabajo. Digamos que para cada 100 monedas que ustedes obtienen, me devuelven 105 por cada año que ustedes mantienen la deuda. Los 5 serán mi pago, y llamaré a este pago, "interés".

No parecía haber otra manera, y además, el 5% parecía poca cantidad para un año.Fabian no perdió un minuto. Él hizo monedas día y noche, y al final de la semana ya estaba listo. Hizo cola la gente para entrar en su tienda, y después de que las monedas fueran examinadas y aprobadas por los gobernadores el sistema comenzó. Algunos pidieron sólo unas pocas monedas y se fueron a intentar el nuevo sistema.

Precio

Encontraron que el dinero era maravilloso, y pronto valoraron todo en monedas o dólares de oro. El valor que pusieron en cada cosa fue llamado un "precio", y el precio dependió principalmente de la cantidad de trabajo requerida para producir el bien. Si tomaba mucho trabajo el precio era alto, pero si era producido con poco esfuerzo el precio era bajo.

Libre competencia


En una ciudad vivía Alan, que era el único relojero. Sus precios eran altos porque los clientes estaban ansiosos de pagar para obtener uno de sus relojes.


Después otro hombre comenzó a hacer los relojes y los ofreció en un precio mas bajo para conseguir ventas. Alan fue forzado para bajar sus precios, y luego todos los precios se vinieron abajo, de modo que ambos hombres se esforzaran en dar la mejor calidad en el precio mas bajo. Ésta era la libre competencia genuina.

Deuda

Al fin del año, Fabian salió de su tienda y visitó a toda la gente que le debía las monedas. Algunos tenían más de lo que pidieron prestado, pero esto significaba que otros tenían menos, puesto que sólo había cierto número de monedas distribuidas inicialmente. Los que tenían más de lo que pidieron prestado devolvieron lo prestado mas 5 adicionales cada 100, pero de todos modos, luego de devolver sus monedas, tuvieron que pedir prestado nuevamente para poder continuar.
Los otros descubrieron por primera vez que tenían una deuda. Antes de prestarles más dinero, Fabian tomó una hipoteca sobre algunos de sus activos, y cada uno salió una vez más a intentar conseguir esas 5 monedas extra que siempre parecían tan difíciles de encontrar.

Nadie se dio cuenta que, en el conjunto, el país nunca podría salir de su deuda hasta que todas las monedas fueran devueltas, pero, aunque se devolvieran todas las monedas, estaban siempre esos 5 adicionales en cada 100 que nunca habían sido puestos en circulación. Nadie más que Fabian podía ver que era imposible pagar el interés -el dinero adicional nunca había sido puesto en circulación, por lo tanto a alguien siempre le faltaba.

Era verdad que Fabian gastaba algunas monedas, pero él por sí mismo no podía gastar tanto como el 5% de la economía total del país. Había millares de gente y Fabian era solamente uno. Por otro lado, él seguía siendo un orfebre viviendo una vida confortable.

Banco

En la parte posterior de su tienda Fabian hizo una caja fuerte y la gente encontró conveniente dejar algunas de sus monedas en ella como depósito de seguridad. Él cobraba un honorario pequeño dependiendo de la cantidad de dinero, y la cantidad de tiempo que permanecía con él.

Él daba al dueño de las monedas, un recibo por cada depósito. Cuando una persona iba a hacer compras, no llevaba normalmente muchas monedas de oro. La persona le daba al comerciante uno de los recibos de Fabian, según el valor de las mercancías que deseaba comprar.

Los comerciantes reconocían el recibo como genuino y lo aceptaban con la idea de llevarlo luego ante Fabian y recoger la cantidad apropiada en monedas. Los recibos pasaron de mano en mano en vez de transferir el oro en sí mismo. La gente tenía completa confianza en los "recibos" -y los aceptaban como si fueran las monedas de oro. Después de poco tiempo, Fabian notó que era bastante raro encontrar que alguna persona le pidiera realmente sus monedas de oro.

Depósito bancarios

Él pensó: "aquí estoy en la posesión de todo este oro y sigo teniendo que trabajar duro como artesano. No tiene sentido. Hay docenas de personas que estarían contentas de pagarme el interés por el uso de este oro, que esta depositado aquí y que sus dueños raramente reclaman.

Prestamos

"Es verdad, el oro no es mío, pero está en mi posesión, que es todo lo que importa. Ya no necesito hacer más monedas para prestar, puedo utilizar algunas de las monedas almacenadas en la caja fuerte".

Un día, un préstamo muy grande fue solicitado. Fabian sugirió, "en vez de llevar todas estas monedas podemos hacer un depósito en su nombre, y entonces le daré varios recibos al valor de las monedas". El prestatario convino, y se fué con un manojo de recibos. Él había obtenido un préstamo, sin embargo el oro permanecía en la caja fuerte de Fabian. Después de que el cliente se fuera, Fabian sonrió. Podía tener la torta y encima comerla también. Él podría "prestar" el oro y todavía mantenerlo en su posesión.

Los amigos, los extranjeros e incluso los enemigos necesitaron fondos para realizar sus negocios, y siempre y cuando podían asegurar la devolución, podían pedir prestado tanto como necesitaran. Simplemente escribiendo recibos Fabian podía "prestar" tanto dinero como varias veces el valor del oro en su caja fuerte, y él ni siquiera era el dueño del dinero en ella. Todo era seguro siempre y cuando los dueños verdaderos no pidieran su oro y la confianza de la gente fuera mantenida.

Asientos contables

Él mantenía un libro mostrando los debitos y los créditos de cada persona. De hecho, el negocio de préstamos demostraba ser muy lucrativo. Su posición social en la comunidad aumentaba casi tan rápidamente como su riqueza. Él se estaba convirtiendo en un hombre de importancia, él requería respeto. En materias de finanzas, su palabra era como una declaración sagrada.

Sistema bancario

Los orfebres de otras ciudades se hicieron curiosos sobre sus actividades y un día lo llamaron para verlo. Él les dijo que era lo que hacía, pero tuvo mucho cuidado en remarcar la necesidad de mantener el secreto. Si su plan fuera expuesto, el esquema fallaría, así que acordaron formar su propia alianza secreta.

Cada uno volvió a su propia ciudad y comenzó a operar como Fabian les había enseñado.

Cheques

La gente ahora aceptaba los recibos como algo tan bueno como el oro en sí mismo, y muchos recibos fueron depositados para mantenerlos seguros de la misma manera que las monedas. Cuando un comerciante deseaba pagar a otro mercancías, él escribía simplemente una nota corta dirigida a Fabian en la que le mandaba transferir el dinero de su cuenta a la del segundo comerciante. Le tomaba a Fabian solamente algunos minutos para ajustar los números en el libro.

Este nuevo sistema llegó a ser muy popular, y las notas con la instrucción de transferencia fueron llamadas "cheques".

Billetes

Tarde una noche, los orfebres tuvieron otra reunión secreta y Fabian les reveló un nuevo plan. Convocaron el día siguiente a una reunión con todos los gobernadores, y Fabian comenzó. "los recibos que nosotros emitimos han llegado a ser muy populares. Sin duda, la mayoría de ustedes los gobernadores los está utilizando y los encuentran muy convenientes". Los gobernadores asientieron. Estaban de acuerdo, pero se preguntaban cuál era el problema. "bien", continuó Fabian, "algunos recibos está siendo copiados por falsificadores. Esta práctica se debe parar".
Los gobernadores se alarmaron. "¿qué podemos hacer?" preguntaron.

Fabian contestó, "mi sugerencia es: primero que todo, hagamos que sea el trabajo del gobierno el imprimir nuevas notas en un papel especial con diseños muy intrincados, y entonces cada nota se firmará por el principal gobernador. Las notas las llamaremos ‘billetes’. Los orfebres estaremos felices de pagar los costos de la impresión, pues nos ahorrará mucho del tiempo que pasamos escribiendo nuestros recibos". Los gobernadores razonaron, "bien, es nuestro trabajo proteger a la gente contra falsificadores y su consejo parece ciertamente una buena idea." Acordaron entonces imprimir los "billetes".

La idea sonaba bien, y sin pensarlo mucho, imprimieron una gran cantidad de nuevos y flamantes billetes. Cada billete tenía un valor impreso sobre él - $ 1, $ 2, $ 5, $ 10 etc. Los pequeños costos de impresión fueron pagados por los orfebres.

Los billetes eran mucho más fáciles de transportar y rápidamente fueron aceptados por la gente. A pesar de su popularidad, estos billetes eran usados sólo para el 10% de las transacciones. Los registros mostraban que el sistema de cheques era usado para el 90% de todos los negocios.

Reservas en oro

"En segundo lugar", dijo Fabian, "algunas personas han hecho excavaciones y están haciendo sus propias monedas de oro. Sugiero que emitan una LEY, para que cualquier persona que encuentre pepitas de oro deba entregarlas. Por supuesto, será pagado con billetes y monedas".

Ahorro


La siguiente etapa del plan comenzó. Hasta ahora, La gente le estaba pagando a Fabian por guardar su dinero. Para atraer mas dinero a la caja fuerte, Fabian se ofreció a pagar a los depositantes un 3% de interés sobre los depósitos.

La mayoría de la gente creía que él estaba prestando ese dinero a los deudores al 5%, y su ganancia era el 2% de diferencia. Además, la gente no le preguntó mucho, ya que obtener el 3% era mucho mejor que estar pagando para depositar el dinero en lugar seguro.

La cantidad de ahorros creció, y con el dinero adicional en las bóvedas, Fabian podía prestar $ 200, $ 300, $ 400 hasta $ 900 por cada $ 100 en billetes y monedas que mantenía en depósito. Él debía ser cuidadoso de no exceder este factor de 9 a 1, ya que una persona de cada diez, le requería retirar el depósito para usar su dinero. Si no había suficiente dinero disponible cuando alguien se lo requería, la gente hubiera comenzado a sospechar, ya que las libretas de depósito mostraban exactamente cuánto habían depositado.

Mas allá de esto, sobre los $ 900 en asientos contables que Fabian había prestado escribiendo cheques él mismo, podía demandar hasta $ 45 de interés, (45 = 5% de 900). Cuando el préstamo más los intereses eran devueltos ($ 945), los $ 900 se cancelaban en la columna de debitos y Fabian se guardaba los $ 45 de interés. Por lo tanto, él estaba mas que contento de pagar $ 3 de interés sobre los $ 100 depositados originalmente, los cuales nunca habían salido de la bóveda. Esto significaba, que por cada $ 100 que mantenía en depósito, era posible obtener un 42% de ganancia, mientras la mayoría de la gente pensaba que él sólo ganaba el 2%. Los otros orfebres estaban haciendo la misma cosa. Creaban dinero en el aire, sólo firmando un cheque, lo prestaban y encima le cargaban interés.

Crédito

Es cierto, ellos no estaba haciendo billetes, el Gobierno imprimía los billetes y se los entregaba a los orfebres para distribuir. El único gasto de Fabian era el pequeño costo de impresión. Sin embargo, ellos estaban creado dinero de "crédito", que salía de la nada y le cargaban intereses encima. La mayoría de la gente creía que la provisión de dinero era una operación del Gobierno. También creían que Fabian estaba prestando el dinero que alguien más había depositado, pero había algo extraño: ningún depósito decrecía cuando Fabian entregaba un préstamo. Si todos hubieran tratado de retirar sus depósitos al mismo tiempo, el fraude hubiera sido descubierto.

Emisión

No había problemas si alguien pedía un préstamo en monedas o billetes.Fabian simplemente le explicaba al Gobierno que el incremento de la población y de la producción requería mas billetes, y los obtenía a cambio del pequeño costo de impresión.

Algo está mal

Un día, un hombre que solía pensar mucho fue a ver a Fabían. "Esta carga del interés está mal", le dijo. "Por cada $ 100 que usted presta, está pidiendo $ 105 en devolución. Los $ 5 extra no pueden ser pagados nunca ya que no existen. Muchos granjeros producen comida, muchos industriales producen bienes, y así hacen todos los demás, pero sólo usted produce dinero.

Poder adquisitivo

"Suponga que existimos sólo dos empresarios en todo el país, y que nosotros empleamos al resto de la población. Le pedimos prestado $ 100 cada uno, pagamos $ 90 en salarios y gastos y nos quedamos con $10 de ganancia (nuestro salario). Eso significa que el poder adquisitivo total, de toda la población, es $ 90 + $ 10 multiplicado por dos, esto es $ 200. Pero, para pagarle a usted, nosotros debemos vender toda nuestra producción por $ 210. Si uno de nosotros tiene éxito y vende todo lo que produce por $ 105, el otro hombre sólo puede esperar obtener $ 95. (si el poder adquisitivo total es $ 205, y uno de los empresarios vende $ 105, solo quedan $ 95 en manos de la gente para comprarle al otro empresario). Además, parte de los bienes no pueden ser vendidos, ya que no quedaría más dinero en manos de los consumidores para comprarlos. Vendiendo por $ 95, el segundo empresario todavía le debería a usted $ 10 y sólo podrá pagarle pidiendo más prestado. Este sistema es imposible". El hombre continuó, "Seguramente usted debería emitir $ 105, esto es 100 para mí y 5 para que gaste usted. De esta manera habría $ 105 en circulación, y la deuda puede ser pagada".

Gurú financiero

Fabian escuchó en silencio y finalmente dijo, "La Economía Financiera es un tema muy profundo, amigo, toma años de estudio. Déjeme a mí preocuparme por estos asuntos, y usted preocúpese por los suyos. Usted debe volverse más eficiente, incremente su producción, baje sus gastos y conviértase en un mejor empresario. Siempre estaré dispuesto a ayudarlo en esos asuntos".
El hombre su fue sin estar convencido. Había algo mal con las operaciones de Fabian, y el sentía que su pregunta había sido contestada con evasivas. Sin embargo, la mayoría de la gente respetaba la palabra de Fabian - "Él es el experto, los otros deben estar equivocados. Miren cómo se desarrolló el país, cómo se incrementó nuestra producción, mejor dejemos que él maneje estos temas".

Huelga

Para pagar los intereses sobre los préstamos que habían pedido, los comerciantes tuvieron que elevar sus precios. Los asalariados se quejaron de que los sueldos eran muy bajos (al subir los precios podían comprar menos bienes con su salario). Los empresarios se negaron a pagar mayores salarios, diciendo que quebrarían. Los granjeros no podían obtener precios justos por su producción. Las amas de casa se quejaban de que los alimentos estaban muy caros.

Y finalmente algunas personas se declararon "en huelga", algo de lo que nunca se había oído hablar antes. Otros habían sido golpeados por la pobreza, y sus amigos y parientes no tenían dinero para ayudarlos.

La mayoría había olvidado la riqueza real alrededor de ellos, las tierras fértiles, los grandes bosques, los minerales y el ganado. Sólo podían pensar en el dinero, que siempre parecía faltar. Pero nunca cuestionaron el sistema bancario. Ellos creían que el gobierno lo manejaba.

La situación económica empeoró. Los asalariados estaban seguros de que los patrones estaban teniendo mucha ganancia. Los patrones decían que los trabajadores eran muy vagos y no estaban haciendo honestamente su día de trabajo, y todos culpaban a todos los otros. Los gobernantes no pudieron encontrar una respuesta, y además, el problema inmediato parecía ser combatir la creciente pobreza.

Ayuda social

El Gobierno emprendió entonces esquemas de beneficencia e hicieron leyes forzando a la gente a contribuir en ellos. Esto hizo enojar a mucha gente, que creían en la vieja idea de ayudar al vecino voluntariamente. "Estas leyes no son más que un robo legalizado. Sacarle algo a una persona, contra su voluntad, mas allá del propósito para el cual se usará, no es diferente de robar".
Pero cada hombre se sentía indefenso y temía ir a la cárcel si no pagaba. Estos esquemas de beneficencia dieron algún alivio en principio, pero al tiempo el problema de la pobreza se agravó nuevamente y más dinero era necesario para la beneficencia. El costo de los esquemas de beneficencia se elevó más y más y el tamaño del Gobierno creció.

La mayoría de los gobernantes eran hombres sinceros tratando de hacer lo mejor posible. A ellos no les gustaba pedir más dinero de su pueblo (aumentar impuestos) y finalmente, no tuvieron otra opción que pedir prestado a Fabian y sus amigos. No tenían idea de cómo iban a hacer para devolverlo. La situación empeoraba, los padres ya no podían pagar los maestros para sus hijos. No podían pagar doctores, y las empresas de transporte estaban quebrando.

Servicios públicos

Uno por uno, el gobierno fue forzado a tomar estos servicios por su cuenta. Maestros, doctores y muchos otros se convirtieron en servidores públicos.

Muy pocos estaban satisfechos de su trabajo en el Estado. Recibían un salario razonable, pero perdieron su identidad. Se convirtieron en pequeños engranajes de una maquinaria gigantesca.
No había espacio para la iniciativa personal, muy poco reconocimiento para el esfuerzo, sus ingresos eran fijos, y sólo se ascendía cuando un superior se retiraba o moría.

Impuestos

Desesperados, los gobernantes decidieron pedir el consejo de Fabian. Lo consideraban muy sabio y parecía saber cómo resolver asuntos de dinero.

Fabian los escuchó explicar todos sus problemas, y finalmente respondió, "Mucha gente no puede resolver sus problemas por sí mismos; ellos necesitan a alguien que lo haga por ellos. Seguramente ustedes estarán de acuerdo que la mayoría de la gente tiene el derecho a ser feliz y a ser provista con lo básico para vivir. Uno de nuestros grandes dichos es "Todos los hombres son iguales". ¿No es cierto?"

"Bien, la única manera de balancear las cosas es tomar el exceso de riqueza de los ricos y darla a los pobres. Introduzcan un sistema de impuestos. Cuanto más un hombre tiene, más debe pagar. Recojan los impuestos de cada persona según su capacidad, y den a cada uno según su necesidad. Las escuelas y los hospitales deben ser gratuitos para los que no puedan permitírselos".

Deuda pública

Él les dio una larga charla sobre grandes ideales y acabó diciendo: "Oh, a propósito, no se olviden que me deben dinero. Han estado pidiendo prestado por mucho tiempo. Lo menos que puedo hacer para ayudar es, como una atención para ustedes, que sólo me paguen el interés. Dejaremos el capital como deuda, sólo paguen el interés".Salieron, y sin hacer mucho análisis sobre las filosofías de Fabian, introdujeron el impuesto graduado sobre la renta: cuanto más usted gana, más alta es su imposición fiscal. A nadie le gustó esto, pero, o pagaban los impuestos o iban a la cárcel.

Los nuevos impuestos forzaron a los comerciantes nuevamente a subir sus precios. Los asalariados exigieron salarios más altos lo que causó que muchas empresas cerraran, o que sustituyeran hombres por maquinaria. Esto causó desempleo adicional y forzó al gobierno a introducir más esquemas de beneficencia y más seguros de desempleo.

Subsidios

Se fijaron tarifas y se implementaron otros mecanismos de protección para resguardar algunas industrias y que se mantuvieran dando empleo. Algunas personas se preguntaban si el propósito de la producción era producir mercancías o simplemente proporcionar empleo.

Controles

Mientras las cosas se ponían peores, intentaron el control del salario, el control de precios, y toda clase de controles. El gobierno intentó conseguir más dinero con un impuesto a las ventas, aportes patronales, aportes salariales y toda clase de impuestos. Alguien observó que en el camino desde la cosecha del trigo hasta la mesa de los hogares, había cerca de 50 impuestos sobre el pan.

Los "expertos" se presentaron y algunos eran elegidos para gobernar, pero después de cada reunión anual aparecían sin soluciones, a excepción de la noticia de que los impuestos debían ser "reestructurados", pero siempre, luego de las reestructuraciones, la suma total de impuestos aumentaba.

Fabian comenzó a exigir sus pagos de interés, y una porción más grande y más grande del dinero de los impuestos era necesaria para pagarlo.

Política

Entonces vino la política partidaria - la gente discutía sobre qué partido político podría solucionar lo mejor posible sus problemas. Discutieron sobre las personalidades, idealismo, los slogans, todo, excepto el problema real.

Los consejos deliberantes estaban en problemas. En una ciudad el interés de la deuda excedió la cantidad de impuestos que se recaudaron en un año. En todo el país el interés sin pagar siguió aumentando, se cargó interés sobre el interés sin pagar.

Control de la información

Gradualmente, mucha de la riqueza real del país fue comprada o controlada por Fabian y sus amigos y con ello vino el mayor control sobre la gente. Sin embargo, el control no era todavía completo. Sabían que la situación no sería segura hasta que cada persona fuera controlada.

La mayoría de la gente que se oponía al sistema era silenciada por presión financiera, o sufría el ridículo público. Para lograr esto, Fabian y sus amigos compraron la mayoría de los periódicos, TV y las estaciones de radio. Luego seleccionaron cuidadosamente a la gente para operarlas. Muchas de estas personas tenían un deseo sincero de mejorar el mundo, pero nunca se dieron cuenta cómo los utilizaban. Sus soluciones se ocuparon siempre de los efectos del problema, nunca de la causa.

Había varios periódicos, uno para el ala derecha, uno para el ala izquierda, uno para los trabajadores, uno para los patrones, etcétera. No importaba mucho en cuál usted creyera, siempre y cuando usted no pensara en el problema real.
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La historia que usted ha leído es, por supuesto, ficción. Pero si usted la encuentra preocupantemente cercana a la realidad y quiere saber quién es Fabian en la vida real, un buen punto de partida es un estudio de las actividades de los orfebres ingleses en los siglos XVI y XVII. Por ejemplo, el Banco de Inglaterra comenzó en 1694. El Rey Guillermo de Orange estaba en dificultades financieras como resultado de una guerra con Francia. Los orfebres "le prestaron" 1,2 millones de libras (una cantidad impresionante en esos días) con ciertas condiciones:

a) El tipo de interés iba a ser del 8%. Debe recordarse que la Carta Magna indicaba que cobrar intereses era penado con la muerte.

b) El rey debía conceder a los orfebres una carta para el Banco que les daba el derecho de emitir crédito.

Antes de esto, sus operaciones de emitir recibos por más dinero del que tenían en depósito eran totalmente ilegales. La carta del rey lo hizo legal. En 1694 William Patterson obtuvo la carta para el Banco de Inglaterra (Nota del autor).

Citas:

Enciclopedia Britannica, 14ava edición - " Los Bancos crean crédito. Es un error creer que el crédito de los bancos es generado
en parte por los depósitos de dinero dentro de los Bancos. Un préstamo hecho por un Banco es una adición clara a la cantidad de dinero en la comunidad."

Lord Acton, Lord Jefe de Justicia de Inglaterra, 1875 - "La batalla que se ha filtrado bajo los siglos y que tendrá que ser luchada más pronto o más tarde es la gente vs. los Bancos".

Mister Reginald McKenna, presidente del Banco de Midland en Londres - "Estoy asustado, ya que a los ciudadanos ordinarios no les gustará saber que los bancos pueden crear y destruir dinero a su gusto. Y que los Bancos controlan el crédito de la nación, dirigen la política de los gobiernos, y tienen en sus manos el destino de la gente".

Phillip A. Benson, presidente de la asociación de los banqueros americanos, de junio el 8 de 1939 - "no hay manera más directa de capturar control de una nación que a través de su sistema del crédito (de su dinero)".

Revista del banquero de los E.E.U.U., de agosto 25 de 1924 - "el capital debe protegerse a sí mismo de todas las maneras posibles, por combinación y legislación. Las deudas se deben exigir, los bonos e hipotecas deben exigirse lo más rápido posible. Cuando por los procesos de la ley la gente pierda sus hogares se volverán más dóciles y se gobernará más fácilmente con la influencia del brazo fuerte del gobierno, aplicado por una potencia central monetaria bajo el control de los principales financistas. Esta verdad es bien conocida entre nuestros principales hombres, ahora empeñados en formar un imperio financiero para gobernar el mundo. Dividiendo a los votantes a través del sistema político partidario, podemos hacer que pierdan su energía en luchar sobre cuestiones sin importancia real. Así, mediante acciones discretas podemos asegurar para nosotros lo que ha sido tan bien planeado y tan exitosamente ejecutado".

Sir Denison Miller - durante una entrevista en 1921, cuando le preguntaron si él, a través del Banco de la Commonwealth, había financiado a Australia durante la primera guerra mundial por $ 700 millones, contestó; "Asi fue, y habría podido financiar al país por una suma similar si la guerra continuaba". Preguntado si esa cantidad estaba disponible para los propósitos productivos en esta época de paz, él contestó "sí".

Extracto de una carta escrita por Rothschild Brothers de Londres a una firma de banqueros de Nueva York el 25 de de junio de de 1863: "Los pocos que pueden entender el sistema (cheques y créditos) estarán tan interesados en sus beneficios, o serán tan dependientes de sus favores, que no habrá oposición por parte de ese grupo. Mientras que, por otra parte, la gran cantidad de gente mentalmente incapaz de comprender la enorme ventaja que el capital deriva del sistema, llevará sus cargas sin queja y quizás sin incluso sospechar que el sistema es hostil (que hace daño) a sus intereses".

De Entregue Nuestro Botín, No. 2 – “En los Estados Unidos, la emisión de dinero es controlada por la Junta de la Reserva Federal. Este no es un departamento gubernamental si no una Junta de Banqueros Privados. La mayoría de nosotros creería que la reserva federal es una institución federal del gobierno nacional....Esto no es verdad... en 1913, el presidente Woodrow Wilson firmó el documento que creó la reserva federal, y condenó al pueblo norteamericano a la esclavitud por deudas hasta que llegue el tiempo en que el pueblo despierte de su atontamiento y derroque esta tiranía viciosa"...

"Para entender cómo funciona la emisión del dinero en una comunidad se puede ejemplificar comparando el dinero en la economía con los boletos en un sistema ferroviario. Los boletos son impresos por una imprenta que es pagada por su trabajo. La imprenta nunca demanda la propiedad de los boletos... Y no podemos nunca imaginar a una compañía ferroviaria que se niege a dar asientos de pasajeros en un tren porque no ha impreso los boletos suficientes. Con el mismo razonamiento, un gobierno nunca debería negar a la gente el acceso al comercio normal, excluyéndola de la economía, diciendo "que no tiene el suficiente dinero (papel moneda)". (Cómo la compañía ferroviaria, simplemente debe mandar imprimir los boletos faltantes).

Suponga que el gobierno pide prestado $ 10 millones a los bancos. Sólo les cuesta a los banqueros algunos cientos dólares para imprimir los fondos, y unos pocos más para hacer la contabilidad. ¿Usted cree que es justo que nuestros ciudadanos deban luchar para conseguir cada centavo para mantener sus hogares y familias juntas, mientras que los banqueros engordan con estos beneficios?

El crédito creado por un Banco del Gobierno es mejor que el crédito creado por los Bancos Privados, porque no hay necesidad de recuperar el dinero cobrándole impuestos a la gente, y no hay ningún interés asociado que incremente los costos. La obra pública construida con el crédito del Banco del Gobierno es el activo que substituye al dinero creado para realizarla, una vez terminado el trabajo
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Fuente: www.nuevasbases.org
H 94 – 15 Marzo 2002